Tayler.

Estoy tan húmedo, tan hundido que apenas respiro al estar dentro de ella, acaricio su nuca sin dejar de moverme pero su cuerpo es una gelatina caliente y húmeda.

Me pone de mal humor no poner seguir así que aparto su cara de mi cuello, percatándome que se ha quedado dormida.

—Debería castigarte —le digo, su cabello cae rebelde en su rostro. Sigo moviéndome dentro y fuera de ella, mi semen gotea fuera de ella—, esto apenas comenzaba.

No le doy mucha importancia porque al llevármela la tendré para mí por mucho tiempo. La recuesto a la cama y me deslizo dentro de ella, así mismo fuera. Su vientre se levanta cuando entro, salgo y vuelvo a hacerlo con más fuerza provocando que gima y mueva sus caderas. Me gusta lo grande que soy dentro de ella, y cómo vientre se levanta con mi miembro, como si fuese a salirse.

Salgo de su coño humeante casi diez minutos después de maldecir, me inserto una vez más y la beso despidiéndome de su cálido interior.

—Te extraño —suspiro, acaricio su cuerpo lleno de marcas, sangre y sudor—. Pronto entraré de nuevo en ti.

La dejo en la camilla empapada de sangre y sudor para ir voy toallas y un nuevo traje para mí. Mi miembro bajo un poco, pero sigue lleno de ella, es exquisito, casi podría plasmarlo en un cuadro por la manera en que nuestros fluidos se mezclaron.

El pequeño baño del sótano de emergencia me ayuda a quitarme algo de sudor, no quiero quitar su sangre pero lo hago para ella. Una vez me ducho y cambio vuelvo con ella.

La limpio con las toallas húmedas, apareciendo sus heridas y el coño maltratado que le dejé. Le doy un beso después de chuparlo y probarnos.

Limpio y curo la herida que le hice, es una rosa, es inofensiva pero la acabo de marcar. Una vez limpia la pongo en su habitación, nadie dirá nada, y los que sí ya están muertos.

Acaricio su rostro y suspira, el cabello rojizo le cae en el rostro pálido, es casi imposible una belleza tan espontánea pero ella lo es.

Una vez termino me regreso a Castle donde está mi secuaz disfrazado de soldado, realmente lo es pero nadie sabe qué escapó también. El bosque está rodeado de soldados y me dirijo al bufón que está recargado de un árbol, apretándose la verga al espiar con los binoculares.

—¿Eres precoz? —espeto burlón, me mira indignado.

—Estaba viendo a alguien —entrecierro los ojos, aún no la han traído a casa pero por las dudas.

Es una pelinegra que está vestida de agente aristocrático. Habla y habla, por el eco del bosque se que da órdenes. La casa de mi encantadora está repleta de adornos de Halloween, listos para su bienvenida, y lo mejor es que será su día, nuestro día.

Estoy tan nervioso que me sudan las manos por tenerla conmigo de nuevo. Ahora quiero que me monte, quiero estar bañado de sangre mientras me besa...

—¿Se te paró viendo a mi hermana? —se enoja. ¿Era su hermana por la que se apretaba la polla?—. Cuidado ahí.

Ruedo los ojos, reviso mi teléfono, y los hombres del bosque se desplazan, la mayoría son de mis hombres.

—Llega en la tarde —le digo—. Hay que tener todo listo.

—¿Qué es esto?

Escanea los adornos.

—Nos vamos a casar.

Se cubre la boca y escanea mi rostro como si no pudiera creerlo.

—Oh, no. ¿Realmente crees que se casará contigo? —gruñe—. ¿La volviste loca?

—Sólo un poco —suspiro y veo por mi teléfono su camara en el dormitorio.

Sigue como un angelito, hace unas horas gimió mi nombre, me besó y anheló. Creo que podremos irnos, pero necesito saber qué tanto me desea, quiero ver que no se arrepienta. Ahora que sabe que mató a la criada.

Suspiro y el tipo de al lado me comparte un porro que tomo. Le doy dos caladas al cigarrillo y espero con la emoción de tenerla de nuevo en mis brazos.

Quiero arrancarla del mundo para siempre.

Nota:

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