Capítulo 30 - Lagrimas.
Narra Carlos.
Jamás olvidaré ese momento en que encontré el cuerpo de Ron, no podía creerlo, tenía la esperanza de que estuviera vivo, hasta que vi caer su cabeza al suelo.
Eso si que fue terrorífico, traumaste, incluso mamá se puso tan mal, que en estos momentos me encuentro con papá en la sala de espera en el hospital.
—¡Iré a ver como esta! —agrega papá levantándose de la silla.
Asiento con la cabeza y lo veo alejarse hasta la recepción del hospital, donde comienza a hablar con una enfermera.
—¡Carlos! —escuchó que gritan mi nombre.
Volteo a todos lados y veo a Rosa, Maritza, Santiago y Yulma correr a mí, los cuatro comienzan a darme abrazos, besos y mucho cariño.
—Siento tanto por lo que estás pasando —menciona Yulma angustiado.
—¿Cómo está tu mamá? —pregunta Santiago.
—No lo sé, papá fue a checar información.
Todos me observan, yo tan sólo miró al suelo intentando no llorar, aunque tenga muchas ganas de hacerlo.
—¿Carlos? —mencionan junto a mí.
Limpio algunas lágrimas de mis mejillas y volteo a mi alrededor, Rosa me observa fijamente.
—¿Qué pasa Rosa? —le pregunto, intentando sonreír.
—¿Qué saben acerca de la muerte de Ron?
—Por dios Rosa, no le preguntes eso, mejor ve este video —Santiago le entrega un celular a Rosa.
Puedo ver que es el reportaje que han hecho, la reportera avisa a la ciudadanía de otro cuerpo encontrado y el detective Simón pide ayuda para encontrar a Flor cuanto antes.
—Siento que hayas tenido que verlo —dice Maritza junto a mí.
—Ella lo puso allí porque yo entregue la pulsera, si no la hubiera entregado, Ron seguiría con vida —algunas lágrimas salen por mis mejillas.
Yulma me da un abrazo, luego papá me tomo del brazo y me hace caminar hasta la habitación de mamá.
La veo recostada sobre la camilla, por lo que veo ha despertado, pero sigue muy alterada por la noticia de la muerte de Ron.
—Yo no quería creerlo, yo tenía esperanza de encontrarlo con vida —susurra ella una y otra vez.
—¿Mamá? —añado acercándome a ella.
Ella voltea a verme, pero no me mira a los ojos, algo que me confunde demasiado.
—Todo se pondrá mejor, ya lo verás —le digo y le doy un abrazo.
Ella comienza a llorar en mis brazos, yo tampoco evitó llorar desconsoladamente.
***
Narra Flor.
Veo fijamente la puerta, esperando ansiosa la llegada de mis padres con las estúpidas de Airam y Cecilia.
—Señorita Flor. Marisol está ardiendo en fiebre —comenta Sonia detrás de mí.
Volteo para verla, caminó hasta Marisol y toco su frente, efectivamente ella está ardiendo en fiebre.
—¿Qué hacemos para que no muera? —le pregunto a Sonia.
—Darle medicamento, pero no hay aquí, lo único que podríamos hacer es darle un baño con agua fría —dice ella angustiada.
—Mejor hay que dejarla morir, ya no nos sirve para nada —sonrió.
Marisol tan sólo me observa con cara de perra asustada, luego cierra los ojos y veo que algunas lágrimas resbalan por sus mejillas.
—¡No la dejes morir! —grita Pablo asustado.
—¿Por qué no debería hacerlo? —me acerco a él y lo miro fijo.
—Es tu amiga, es nuestra amiga, ¿Necesitas más excusas? —me dice angustiado.
Sonrió grandemente y me alejo hasta la cocina, mojo algunos trapos y regreso a la sala.
—Un poco de ayuda —añado colocando los trapos en el rostro de Marisol.
—¡Necesita un hospital! —comenta Valeria volteando a verme.
—¿Acaso ves un hospital aquí? —le pregunto riendo.
Ella niega y rápido desvía su mirada de mí, puedo notar que ve la puerta fijamente.
—Es mejor morir así, que ser asesinada por ti —susurra Marisol.
Abro los ojos del asombro, a pesar de estar casi muriendo, es capaz de decir cosas, me acerco a ella y le doy una cachetada, la cual ocasiona que los trapos caigan al suelo.
Me acerco a la puerta, algunas lágrimas de felicidad caen por mis mejillas al saber que han llegado mis nuevas víctimas.
***
Narra Carlos.
Tomo asiento en el comedor del hospital, frente a mí se encuentra el detective Simón con una libreta en sus manos.
—Tienes que decirme como ocurrieron las cosas, sólo eso —el detective me mira, mientras prepara su pluma para escribir.
Un profundo silenció hace presencia, en el cual pienso en todo lo que paso desde que llegue a casa de la escuela.
—Llegue a casa como siempre, subí las escaleras y entre a mi habitación, al colocar la mochila en la cama, una memoria USB cayó al suelo y la pise —una pequeña sonrisa se marca en mi rostro al recordar ese momento.
—Prosigue por favor.
—Me dirigí a la habitación de Ron para buscar otra memoria, al abrir la puerta lo vi en la cama, yo creí que había llegado y se había echado a dormir, pero cuando quité la cobija su cabeza cayó al piso —lágrimas caen por mis mejillas.
El detective Simón me tiende algunos pañuelos, para luego seguir escribiendo.
—Se que por todo lo que pasaste es traumático, pero si necesito más datos, vendré a hablar contigo —el detective se pone de pie y se aleja.
Cierro los ojos un momento y me recargo sobre la banca, siento que un sueño me invadirá. Abro los ojos rápidamente, al sentir que alguien me toca del hombro.
—¿Qué pasa? —preguntó asustado.
—Venía a verte, saber cómo lo llevas —menciona Ana tomando asiento en la banca.
Ella me observa fijo, yo rápido limpio algunas lágrimas que tengo en el rostro.
—La llevó mal, imagínate encontrar el cadáver de tu hermano, eso si que es traumaste —le digo intentando sonreír.
—Si, lo siento por preguntarte, que tonta soy —añade ella angustiada.
—Se que Ron era tu amigo, debes estar igual que yo.
—Si, estoy triste, aunque apenas y conocía a Ron, lo empezaba a conocer cuando se fue a su viaje —agrega Ana.
—Oh, hubieran sido grandes amigos —le comento.
Ella asiente y me mira fijamente, luego veo a Yulma acercarse a la banca conmigo.
—Carlos, tengo que irme, pero si necesitas algo, llámame —Yulma dice, dándome un abrazo.
Ana se pone de pie y también se despide de mí, las dos se alejan por el pasillo del hospital.
Caminó hasta la habitación de mamá, abro la puerta y la veo descansando. La cierro y regreso a la sala de espera.
—¿Cómo está tu mamá? —pregunta Maritza.
—Bien, pronto podrá regresar a casa —le digo y tomo asiento junto a ella.
—¡Fue Flor! —menciona Rosa levantándose de la silla.
Asiento con la cabeza y pienso en que podríamos hacer nosotros, que la policía no hace.
—¿Qué podríamos hacer nosotros para encontrarla? —Santiago pregunta.
—No lo sé, ya intentamos hablar con Airam y Cecilia, nada.
—¡Podríamos buscar su casa de campo!
Los tres fijan sus miradas en mí, al parecer ellos están más que decididos en ayudarme.
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