Capitulo 13 - Carteles.
Narra Flor.
—¡Basta! —gritó fuertemente.
Todos fijan sus miradas en mí, yo tan sólo caminó hacia Ron, quien me observa confundido.
—Nunca debí hacerles esto —le digo, dándole un abrazo.
Ron suelta el cuchillo y me recibe el abrazo, pobre incrédulo, no sabe lo que le espera al haberme abrazado, saco rápidamente un sedante de mi chaqueta.
—Perdóname Ron —susurró en su oído, incrustó el sedante en su espalda y él parece estar cansado.
—¿Qué? —susurra Ron cayendo al suelo.
Veo que intenta quitarse el sedante, pero no lo logra, él cae inconsciente.
—¿Alguien más? —preguntó con una gran sonrisa en el rostro.
Todos me observan con miedo, algo que me gusta bastante, que todos me teman.
—¿Cómo fuiste capaz de eso?, ¡Éramos tus amigos! —grita Valeria caminando hacia mí.
Fijo mi mirada un momento en mis padres y luego los demás chicos caen inconscientes al suelo.
—¡Última oportunidad Sonia! —menciona mamá dirigiéndose a ella.
Papá me da un gran abrazo, sonrió un poco y luego tomo los brazos de Ron, es hora de volverlos a encerrar.
Comienzo por arrastrarlo, me dirijo al sótano, pero antes de llegar mamá se coloca frente a mi impidiéndome el paso.
—Allí no, mejor en una habitación —susurra ella señalando su gran habitación.
Asiento con la cabeza y cambio de dirección, al llegar coloco a Ron en el suelo lejos de la puerta y me recuerdo junto a él.
—Siempre había esperado este momento, tu tan débil y yo tan fuerte —sonrió y me pongo de pie.
Papá, Sonia y mamá llegan con los demás chicos y todos salimos cerrando la puerta muy bien, no queremos otro fallido escape.
—Ve límpiate eso, te ves fatal —mamá le dice a Sonia.
Sonia toca su cuello y asiente con la cabeza, ella se aleja de nosotros a paso veloz.
—Quiero ver a Juan, ¿Puedo? —miró a mis padres esperando a que acepten.
—Claro hija, está en el sótano —añade papá sonriendo.
Caminó al sótano y abro la puerta, bajo las escaleras y veo fijamente el suelo, desde aquí puedo ver el cuerpo de Juan.
Sonrió grandemente y me coloco junto a él, esta frío, pálido y cubierto de sangre. Quitó una pulsera que tiene en su mano y la guardó en mi chaqueta, este será mi recuerdo de Juan.
—Quería verte morir, pero no siempre lo que quieres se hace realidad, imaginó que gritabas que no lo hicieran, pero mira como terminaste —toco el rostro de Juan e incrustó mi dedo en su ojo.
—Eso fue fantástico —añado emocionada.
***
Narra Carlos.
Salgo de mi habitación y veo fijamente la habitación de Ron, algo en ella me llama la atención, así que me acerco un poco.
—¿Ron? —mencionó entrando a su habitación.
Nadie me responde, veo su cama y en ella se encuentra una mochila con un poco de ropa, debe ser para el viaje con sus amigos.
Un olor desagradable llega hasta mi nariz, volteo a todos lados intentando encontrar la fuente de ese olor, me acerco a su armario y lo abro.
Tan grande es mi sorpresa de ver a Ron caer encima de mí, rápido me levanto y lo veo, no entiendo porque está ahí.
—¿Ron? —le digo, mientras lo muevo de un lado a otro.
—¡Ayúdame! —grita él volteando verme.
Abro los ojos rápidamente, miró a todos lados y se perfectamente que todo ha sido un sueño, un maldito sueño.
No puedo creer que haya soñado con Ron muerto, yo sé que el todavía está vivo, pero no sé dónde.
Me levanto de la cama y caminó hasta la puerta, la abro y mamá aparece del otro lado.
—Baja a desayunar, luego iremos a pegar estos volantes —agrega ella mostrándome unos volantes con el rostro de Ron en ellos.
—Está bien mamá.
Me dispongo a cambiar de ropa y bajar a desayunar, en la mesa tan sólo se encuentra mamá, quien parece no tener hambre.
—Vamos hijo, tienes que comer algo —susurra mamá mirándome.
—Lo mismo digo mamá, no le has hecho nada al plato —la miró fijo y ella tan sólo desvía su mirada de mí.
—Cuando termines estaré en el auto esperándote, no podemos llegar tarde.
Mamá se levanta de la mesa y sale de la casa, creo que estoy comenzando a preocuparme por ella. Intento comer lo más rápido que puedo, sólo que hacer eso me da un poco de náuseas.
Me levanto de la mesa y salgo de la casa, subo al auto y mamá rápido arranca. Minutos después logro ver a algunos estudiantes y maestros reunidos en el parque, por lo que parece ellos también ayudarán a poner carteles de los desaparecidos.
—¿Estás bien mamá? —le pregunto, mientras la miró.
—Claro que no, estaré bien en cuanto Ron aparezca —mamá sale del auto.
Abro la puerta y salgo, caminó detrás de mamá hasta las personas reunidas, puedo ver a la maestra Dulce, a Rosa y Maritza, creo que ellas dos tenían algunas clases con Ron.
—¡Carlos! —comentan detrás de mí.
Volteo hacia atrás y veo a Santiago con algunos carteles, me alegra verlo aquí ayudando.
—Gracias amigo —le digo sonriendo.
—No hay de que, oye ¿Flor no está aquí? —pregunta Santiago viendo a todos lados.
—No, debe haber tenido un pendiente o yo que se.
—Que extraño, se supone que era gran amiga de los desaparecidos, pero bueno, empecemos —Santiago me entrega algunos carteles y yo caminó hacia un árbol.
Coloco el cartel y luego le coloco grapas para sostenerlo, ¿Dónde estarán chicos?
—¿Necesitas ayuda? —pregunta Rosa acercándose a mí.
Asiento con la cabeza y le entregó unos pocos de los tantos carteles, ella le entre algunos a Maritza.
—Empezare por acá —añade Maritza alejándose de nosotros.
Rosa y yo asentimos con la cabeza y nos disponemos a seguir colocando carteles, espero que estos carteles ayuden en algo.
—¿Conocías a Ron? —le preguntó a Rosa.
—Claro, no tanto, pero si un poco, es una pena lo que les paso a todos —Rosa me observa fijo.
—Si, es una pena —añado alejándome un poco de ella.
Veo todo a mi alrededor, por un momento me parece ver a Ron acercarse a mí, cierro los ojos y al abrirlos, tan sólo veo a Santiago.
—¿Estás bien? —me pregunta él preocupado.
Tomo asiento en una banca y lo miró, siento que algunas lágrimas resbalan por mis mejillas y no puedo evitarlo.
—Lo extraño Santiago, no sé si lo volveré a ver de nuevo y la última vez que lo vi, estaba enojado con él porque no quiso llevarme a casa de Flor, yo estaba tan molesto con él que ni siquiera me despedí.
Santiago me da un fuerte abrazo, más lágrimas empiezan a salir de mis ojos resbalando por mis mejillas.
—Te entiendo Carlos, tranquilo —añade Santiago.
Me separo de él, tomo más carteles y volantes y me levanto de la banca, respiró hondo y comienzo a caminar.
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