T r e i n t a y c u a t r o
Unsteady —X Ambassadors // Cloud —Before you exit
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30 de Junio, 2008
El verano para la familia Jones estaba yendo de maravilla. La pareja de casados estaba tan feliz de ver a su pequeña de ocho años disfrutar de la naturaleza en uno de los bosques más bellos que encontraron en Corea del Sur. Las raíces coreanas de la madre hicieron que ella, junto a su esposo y su hija, pasaran sus vacaciones en aquel país, pero muy lejos de la cuidad.
Aquel día el clima estaba perfecto. Los rayos de sol alumbraba con mucha fuerza el inmenso bosque entre sus grandes pinos, y la luz natural que recibía la gran cabaña, que funcionaba como un hotel campestre, se veía mucho mejor que en las fotografías de Internet.
La familia Jones juró que este día iba a ser el mejor de sus vidas. Además, el hotel les ofrecía una gran variedad de actividades para que todos sus huéspedes pudieran participar, entre ellas estaba el esquí acuático y la natación en uno de los lagos más cristalinos que el bosque puede tener y que estaba solo a unos cuantos metros de la gran cabaña. Blake era la más emocionada por esas actividades, porque había pasado los últimos años de su vida practicando lo que era natación y que de esa manera no hubiesen excusas por parte de sus padres para que ella no hiciese ese tipo de actividades acuáticas.
Y hablando de la pequeña Blake, ella se encontraba ahora junto a sus padres paseando por el bosque junto a un guía. Al principio la niña no estaba tan animada con la caminata, pero luego el guía le ofreció una red con la cuál podía cazar mariposas durante todo el camino; Blake adoraba las mariposas y no veía la hora para tener una posada en su dedo.
Blake iba tan distraída en el camino que casi no se dio cuenta que por poco se cae por uno de los extremos del monte que iba subiendo con sus padres. Si no fuese por aquel niño azabache y de mirada seria que estuvo pasando por ese mismo lugar con sus papás, de seguro Blake ya estuviese llorando adolorida y preocupando a sus padres; el niño la sostuvo de la muñeca y la alejó lo más que pudo de ese pequeño acantilado lleno de ramas secas y charcos de dudosa procedencia.
—Gracias —dijo Blake, temerosa. Sin embargo, el niño sólo la ignoró.
Y no era porque era maleducado, es que aquel niño no se esperaba que esa pequeña que tiene los mismos rasgos asiáticos que él, le viniera hablando otro idioma que no entiende.
Blake se encogió de hombros, restándole importancia a ese encuentro que tuvo con aquel muchachito y yendo a buscar a sus padres para no perderse en el bosque. Logró alcanzarlos después de unos cuantos minutos y ahí fue cuando sintió cansancio por haber corrido, su madre notó su malestar y no tuvo más opción que cargarla para seguir con la caminata.
Finalmente, la familia llega a la punta del monte que estaban escalando para encontrarse con una vista preciosa de todas las hectáreas que ocupaba el hotel. También se encontraron con una construcción muy interesante a los ojos del arquitecto de la familia Jones, había una torre de rocas apiladas una sobre la otra y estas contenían los apellidos de todas las personas que han subido hasta el pico de este monte. El guía los animó a participar de aquella tradición y les dio una enorme piedra junto a una cuchilla filuda para que uno de los dos adultos graben su apellido.
— ¡Yo quiero poner la roca! —Pidió Blake muy emocionada.
—Los tres podremos la roca a la vez, querida —responde su mamá con una sonrisa de lado. Blake aprovecha a abrazar su progenitora antes de seguir viendo a su padre grabar su apellido en la roca.
De pronto, la mirada de Blake dejó de estar atenta a su padre y se fijó en dos mariposa que se cruzaron por su vista y comenzaron a revolotear sobre su cabeza. La madre de ella se alejó al ver las mariposas, ya que, a comparación de su hija, ella no era fanática de esos animales; no obstante, le causaba mucha gracia la emoción que emanaba Blake por ver a las mariposas volar.
El guía que los acompañaba también se percató de la presencia de aquellos dos animales. Es más, a todos los presentes les pareció casi una coincidencia de que aparecieran dos mariposas con colores monótonos: una mariposa era de color negro y la otra era de color blanco. Blake estaba más que encantada con la mariposa blanca.
—Una mariposa negra, tendremos mala suerte —comenta el padre de la familia con sarcasmo.
—De hecho, aquí las mariposas negras las consideramos como un símbolo de transformación, la esperanza y los nuevos comienzos —contradice el guía—. Pueden representar pequeños tropiezos u obstáculos para conseguir nuestros objetivos, pero al final siempre llega lo que nos transmite. Al igual que la mariposa blanca, esa nos dará buena suerte. O le dará buena suerte a su niña, porque está revoloteando sobre ella.
—¿Escuchaste, mamá? —dice con emoción la niña—. ¡Voy a tener buena suerte!
La madre acaricia la cabeza de su hija antes de acercarse a su esposo y mirar cómo el hombre ya estaba acabando de grabar la última letra del apellido en la roca. Cuando todo ya está listo, Chris Jones le entrega una cámara fotográfica de último modelo al guía para que fotografiara aquel momento en el que él, junto a sus dos maravillosos amores, colocaban su roca familiar en la torre rocosa.
El resto de la hora, la familia aprovechó en tomarse la mayor cantidad de fotografías en aquel mirador antes de volver a bajar a la villa e ir todos juntos a un restaurante que quedaba a unos muy escasos metros del lago cristalino. Obviamente esta idea le interesó mucho a Blake, por lo que fue la primera en apresurar a sus padres y al guía para bajar en ese instante a la villa. Sin embargo, cuando la familia ya se disponía a bajar junto al guía, curiosamente el cielo deja de estar despejado para nublarse por completo.
La niña miró el cielo y giró su mirada hacia aquellas enormes nubes grises que estaban a lo lejos de la villa.
—Se aproxima una tormenta desde el Norte —dijo el guía con un tono de voz serio—. Supongo que cancelarán las actividades acuáticas por hoy.
—¿La tormenta será fuerte? —pregunta la madre con un poco de temor, pero su calma vuelve cuando ve al guía negando como respuesta—. Lo siento, Blake, hoy no podrás nadar en el lago.
—No es justo —la pequeña abulta sus labios como parte de su reproche.
—Podemos ir a la piscina que está dentro de la cabaña, mi cielo —tercia su padre como para darle solución al enojo de su hija.
—¿Podemos, señor?
—Estoy seguro que sí. —Contesta el guía con mucha gracia a la pregunta de la niña.
Poco después, la familia ya se encontraba bajando la colima que habían subido con el guía. La pareja de esposos tenían de la mano a su pequeña niña mientras que, de vez en cuando, se ponían de acuerdo para alzarla un poco y hacer que se columpiase en el aire. Blake no podía estar más feliz y emocionada en este viaje, no quería que este paseo se acabase nunca porque realmente le estaba gustando pasar su tiempo en esta villa; sin embargo, tampoco veía la hora para poder regresar a Estados Unidos y contarle a sus abuelos sobre el grandioso viaje que ha tenido en el país nativo de su madre.
Cuando la familia llega a la cabaña principal, la niña ve de un lado a otro para saber si la niña que había conocido en el lobby el otro día se encontraba ahí mismo. Ambas se habían hecho muy buenas amigas a pesar de que muy raras veces se han topado por la cabaña. La madre de Blake se acerca a ella para quitarle la gorra que llevaba puesta su hija antes de dirigirse con su esposo y Blake a las escaleras para subir hasta el segundo piso en donde se encontraba su habitación.
Mientras que la niña iba subiendo las escaleras, su mirada se topó con un niño que tenía los mismos rasgos que el niño que la había salvado de caer por la colina. Se detuvo en medio de las escaleras y se sentó en una de ellas para esperar a que el niño girara su rostro y comprobar así que sí se trataba del niño. ¿Esto era realmente necesario? No, pero Blake tiene una habilidad para conectar con las personas y crear una relación amical en muy poco tiempo; y ese niño que ella había conocido, no quería que fuese la excepción.
—Blake, venga ya —le dice su madre luego de subir el último escalón.
A su vez, el niño gira para mirar su entorno. Blake queda desilusionada por notar que no era el mismo chico que esperó que fuese; y sin más qué decir, ella se fue cabizbaja hasta donde estaba su madre esperándola.
Por otra parte del hotel se encontraba un niño de un metro con sesenta centímetros y de ojos marrones claros paseando por el bosque mientras que sus padres habían decidido ir al spa juntos y luego ir a una terapia de pareja que en la recepción de la Villa Bom había organizado y patrocinado. Aquel niño que rondaba por los pinos del bosque se llama Jeon jungkook, hijo de una ama de casas y un oficial general de la estación de policías de Seúl. Tenía 11 años, casi 12 en muy pocos meses; pero todavía le gustaba que le dijeran niño, ya que de ese modo sentiría que su vida no está pasando tan de prisa. Entonces, Jungkook estaba explorando el bosque luego de conocer un cerro que tenía un monumento en donde estaban todas las piedras con nombres de la familia que han visitado ese lugar; no obstante, su padre no quiso ser partícipe de la tradición de la villa por simple gusto.
Jungkook llegó a la parte en donde se encontraba el lago más cristalino que la villa puede tener. Observó a un hombre de polo amarillo con unos bañadores rojos dando indicaciones a las personas que estaban nadando en el lago. Él sabía que se aproximaba una tormenta por la parte Norte, había escuchado muy bien los truenos luego de sus padres lo hayan dejado a su suerte, pero tenía la seguridad de que esa tormenta no iba a llegar hasta la Villa Bom, ya que en este lugar no había tanta humedad como en otras partes del bosque; y si llegaba, solo iba a ser una garúa. No había de qué preocuparse.
—No pueden estar aquí. Regrésense a sus habitantes —dice el hombre. Él mismo ve a Jungkook sentado sobre un tronco de madera que servía como asiento—. Niño, ¿dónde están tus padres? —Jungkook encoge sus hombros como respuesta—. ¿Estás perdido?
—Sé cómo regresar a mi habitación.
—Entonces ve, este lugar está cerrado.
—El lago está cerrado —lo corrige Jungkook—, el resto de área puede ser utilizada.
—No puedes estar aquí. —Repite el hombre, ejerciendo más fuerza en su voz para asustar a Jungkook—. Regrésate por donde viniste.
Fue en ese momento en el que Jungkook tuvo una idea ingeniosa para quedarse en ese lugar. El señor no podrá ver venir lo que tenía pensado el niño con el que estaba discutiendo, por eso, Jungkook no perdió más tiempo y sonrió de lado con soberbia antes de hablar:
—Lo haré si resuelve este acertijo —Jungkook se toma una pausa para ver el rostro de confusión del hombre—: Dos chicos están jugando al ajedrez. Llevan 5 partidas, pero ambos han ganado 3. ¿Cómo es posible?
—Bueno... —El hombre rasca su nuca antes de volver a mirar a Jungkook extrañado. Muy extrañado. Ningún niño se había esmerado mucho por hacerle doler su cabeza—. Bueno, porque están jugando la sexta partida, y uno está ganando el sexto.
—Incorrecto. Me quedaré aquí un rato más.
El hombre, más enfurecido con Jungkook, no lo soporta más y lo toma con brusquedad del polo que llevaba puesto. Por otro lado, Jungkook, envés de sentir miedo por estar siendo maltratado por un desconocido, sonrió de lado como si esta situación le estuviese divirtiendo bastante.
—¡Eres un...
—¿Está seguro de que querrá tratarme así? —Lo interrumpe—. Puedo ir con mis padres ahora y hablarle sobre usted, ellos irán con el gerente de la Villa y usted será despedido.
El hombre mira incrédulo a Jungkook un par de veces antes de soltarlo y dejarlo solo a metros del lago. A Jungkook solo le hacía gracia escuchar los farfullos del hombre con respecto a la actitud que él había tenido frente a una persona mayor.
El resto del tiempo Jungkook se dedico a mirar con admiración el lago y las pequeñas ondas que se hacían de vez en cuando por el movimiento de un pez bajo el agua. Los relámpagos comenzaron a verse en el cielo, la tonalidad de gris había aumentado y ahora el cielo estaba completamente oscuro; sin embargo, esto no alarmó a Jungkook como para que se levantara de donde estaba sentado y regresara a su habitación, en cambio, se quedó todo ese rato en el que la lluvia pasaba de ser solo gotas pequeñas que de vez en cuando caían a que las gotas se convirtieran en unas más gruesas y sean constantes. Aquellas gotas y el agua del lago crearon una satisfacción visual a Jungkook, quien no se estaba dando cuenta que se estaba empapando por completo y que los truenos se escuchaban cada vez más cerca de donde él estaba.
Pero una luz roja, que alumbró todo el cielo hasta chocar con el suelo y crear un ruido estruendoso, fue lo que Jungkook necesitó para ponerse de pie y marcharse con calma hacia donde estaban las cabañas de la Villa.
Las cabañas habían perdido corriente eléctrica, por lo que la pequeña Blake no pudo evitar asustarse cuando estaba en medio de su baño con su madre. La mujer mayor supo solucionar el problema en cuestión de pocos minutos antes de que su hija se pusiera a llorar por la oscuridad.
—Mami...
—Tranquila, Blake —dice su madre mientras saca de un armario las velas pequeñas que la cabaña les ofrecía y va hasta su maleta para sacar el encendedor de cigarrillo—. La luz vendrá en cuestión de segundos, ya lo verás.
Pasaron unos cuantos minutos hasta que la luz de toda la Villa volvió. El motor eléctrico dell lugar comenzó a funcionar a la misma vez que Blake había acabado de bañarse y su madre se estaba encargando de envolverla con su salida de baño; mientras tanto, el padre de Blake salió de la habitación, ya que el plan de toda la familia era ir a comer al bufet antes de separar un sitio en las fogatas que estaban cerca del lago para que Blake pudiese comer unos cuantos marshmellows con galleta y chocolate.
Sin embargo, la niña no estaba muy entusiasmada por querer salir de la habitación. Los ruidos de los rayos y de cómo veía por las ventanas que el cielo se iluminaba de luces rosadas o violetas no es algo que le estaba fascinando ver, le ponía bastante intranquila a pesar de no encontrarse sola y estar acompañada de su madre.
De pronto, cuando Nicole estaba secando el cabello de su hija con la toalla, se escuchó un ruido mucho más fuerte que los anteriores. Tan inesperado fue ese estruendo que Blake no pudo evitar comenzar a llorar del pánico que sentía mientras que su madre también había dado un brinco por el susto que se llevó. Nicole comenzó a sospechar de lo que estaba pasando, se dio cuenta que esta no iba a ser una tormenta como cualquier otra y eso le aterraba porque debería de mantener calmada a su hija y a la misma vez a ella misma.
—¿Y si vemos una película, Blake? —Nicole seca las lágrimas de su hija antes de tomar el control del televisor y encenderlo—. Veamos tu película favorita, ¿sí?
—Mamá, tengo miedo —dice Blake, entre sollozos.
—Tranquila, bebé, yo estoy aquí. —La mujer coloca la película de “Aladdin” y sube el volumen a tope para que su niña sólo se concentrase en observar los diálogos de los personajes—. ¿Sabes? Tienes un cabello tan hermoso como el de la princesa Jazmín.
—¿Tú crees?
—¡De seguro! —Dice su madre, sonando muy convincente.
A la vista de Nicole, Blake parecía ya no verse atemorizada por los rayos luego de que pasara un rato y la niña se concentrara solamente en la película. Todo podía estar más tranquilo ahora; pero Nicole sabía que debía de apresurarse en vestir a su hija antes de que hubiese otro apagón.
La mujer tomó un short jean junto a una casaca roja para su hija y la colocó sobre la cama. Blake ayudó a su madre cuando esta le estaba poniendo la ropa interior, luego dejó que su madre siguiese vistiéndola como si fuese una muñequita.
Cuando Nicole había terminado, se dispuso a terminar de secar el cabello de Blake antes de tomar un peine y recogerle un poco de su cabello en dos delgadas colitas. La niña dejó que su madre tirase de su cabello hasta que terminara porque, a pesar de que ella sabía que su madre no era la más delicada a la hora de peinar, sabía que él resultado le iba a fascinar.
El momento que ambas estaban pasando parecía ir de maravilla, los truenos ya no se escuchaban con constancia y la niña había olvidado por completo el susto que se había dado hace un rato. Había pasado alrededor de una hora en el que Blake y su madre esperaban a su padre para ir a comer de una vez por todas; Nicole seguía jugando con el cabello de su hija mientras la veía con dulzura cada que vez que su hija quería comentarle sobre la película. Ambas estaban siendo muy felices dentro de la habitación. Sin embargo, el celular de Nicole sonó a la misma vez que una mujer había gritado aterradoramente fuera del hotel, y ahí es cuando toda la felicidad se esfumó para dar paso a la incertidumbre y el miedo.
Por curiosidad, se acercó a la ventana de la habitación y pudo ver a la mujer que había gritado corriendo mientras que su blusa estaba en llamas.
—Blake, ven conmigo —dijo su madre con una voz temerosa. Metió su celular en el bolsillo de su pantalón e inmediatamente la cargó para abandonar la habitación—. Cariño, por favor, no veas nada a tu alrededor. Cúbrete los ojos y no los abras a menos a que yo te lo diga, ¿sí? Iremos a ver a papá.
Blake tenía muchas preguntas en su cabeza, como el por qué su madre le estaba pidiendo tal cosa, o por qué aquella mujer se encontraba en llamas; pero aun así, Blake hizo caso a la petición de su madre. Cubrió sus ojos en todo el camino, o mejor dicho, en toda la corrida que su madre estaba haciendo para encontrar a mi padre. Por cada tramo que daban y oían a más personas gritar a su alrededor, Nicole le decía a su hija que no abriera los ojos, porque ella sabía que Blake podría asustarse al ver los árboles ardiendo en llamas a unos cuantos metros de ella.
Pero Blake quería saber qué ocurría, por eso es que abrió sus ojos y vio lo mismo que su madre estaba viendo. Algunas personas estaban corriendo por su vida mientras que otras estaban tratando de apagar el fuego de su ropa. El pánico se había apoderado de la gran tranquilidad que poseía la Villa Bom unos cuantos minutos atrás.
Blake no sabía cómo es que, de haber jugado en los charcos de agua en ese mismo lugar, ahora lo estuviese viendo como si fuera el mismísimo infierno.
—Mami... —dijo con miedo.
—Yo estoy aquí, bebé. —Respondió Nicole, tratando de transmitirle calma a su hija—. No abras los ojos, cielo. Ya estaremos con papá.
El incendio continuó extendiéndose por los pinos del bosque hasta que la tierra comenzó a temblar un poco, Blake ya no pudo seguir con la orden de su madre y observó el momento preciso en el que un gran pino caía hacia la cabaña en donde la familia se estaba hospedando. Inmediatamente la cabaña también comenzó a incendiarse, y lo más triste fue que todavía hubieron personas atrapadas en los pisos más altos de la cabaña. Nicole supo que aquellas personas ya no saldrían, pero la ingenuidad de la niña le hacía creer que todavía tenían oportunidad de salir.
Nicole, luego de reaccionar, fue hasta donde se suponía que era la zona de comidas. El humo de la madera siendo quemada nubló algunas partes de la villa para convertirla en un ambiente hostil, ahora existían muy pocos lugares donde el aire resultase puro para el ser humano. La mujer temía mucho que su esposo no haya evacuado y se haya quedado encerrado entre las llamas si es que se encontraba en la zona de comidas.
Cuando ambas llegaron, tuvieron suerte de mirar que Chris había salido lo más rápido posible de la zona de comidas antes de que otro árbol cayera sobre la construcción. La cabaña de comida ahora sólo era como una fogata enorme con difíciles modos para se apagase con agua, ya que ahí dentro estaban los galones de gas y eso provocó que una parte de la construcción estallara. En pocas palabras, el padre de Blake se había salvado por pura suerte.
Blake comenzó a toser un rato después mientras su papá ahora era el que la cargaba. Nicole se estaba encargando de buscar una salida para su familia, pero aquella tarea se le iba complicando cada vez más cuando el humo comenzó a ser un poco más denso y adoptar un color negro; por eso, la mujer sabía que habían muy pocas probabilidades de que los tres se salvaran, estaba triste y derrotada, porque su hija puede que tenga que sufrir una de sus peores muertes y no lo merecía. Sin embargo, su esposo la tomó del brazo para llevarla hacia donde la mayoría de personas estaba corriendo: la entrada de la Villa Bom.
El cartel que daba la bienvenida todavía no se estaba quedando, por lo que eso le daba esperanzas al padre de Blake que no todo el bosque se estaba incendiando. Él vio por la ventana de la cabaña de la zona de comidas cómo es que un rayo había caído en la copa de un árbol y este poco a poco comenzó a incendiarse; no obstante, supo que ese no había sido el único árbol, puesto que observó cómo una mujer corría con fuego en su ropa por toda la rotonda del bosque. Atrás de ella vinieron tres personas más que también se estaban quemando, pudo identificar a uno, el cual era el mismo guía que los había llevado horas antes a la torre de rocas.
—Mamá... —Habla Blake, débilmente.
—¡¡Al lago, al lago!! —Ordenó uno de los tantos trabajadores—. ¡¡No vayan a la carretera!!
Sin embargo, Chris y Nicole no hicieron caso, necesitaban salvar sus vidas y la de su hija. Siguieron corriendo hacia la salida del bosque, el padre de Blake fue el primero que pudo ver la carrera a tan solo unos metros de donde estaba. Para la pareja, volvió la esperanza de salvarse.
—¡¡Corran!! —Gritó aterrorizada una mujer detrás de ellos cuando se dio cuenta que dos pinos estaban a nada de caer cerca de ellos.
—Toma a Blake y corre —dice nervioso el padre de Blake a Nicole. Le regala un último beso a su hija antes de dársela a su madre y dejar que ellas huyeran.
—¡No, papá! —Grita Blake entre su llanto.
—Papá va a estar bien, cariño. Él viene detrás de nosotros —le responde su mamá con la voz agitada. Le prometió a su hija eso esperando que así fuera, no pudo imaginarse a su esposo muriendo dentro del bosque—. Él va a estar bien —dijo otra vez, pero esta vez era para convencerse a ella misma.
Nicole poco a poco fue cansándose de correr y tener cargada a Blake, su respiración ya no daba y las personas no tenían piedad en empujarla para llegar lo más rápido que pueden a la carretera. Ella sintió otro tembló en la tierra, por lo que supuso que iba a caer otro árbol; entonces fue que tomó una decisión apresurada y tiró a su hija lo más lejos que pudo de ella.
Blake cayó cerca de un charco de barro sin saber por qué su madre la había soltado. Se levantó sin saber que su espalda había tocado un tubo de metal; pero comenzó a sentir el ardor en sus muñecas cuando se apoyó sobre este. Lloró bastante por el ardor, pero este había sido momentáneo, ya que lo único que ahora le importaba es estar otra vez con su mamá.
Cuando quiso caminar otra vez donde su madre, la mujer le hizo un gesto de que no se acercara.
—Blake... Corre... Sé buena niña, ¿sí? —Musitó su madre. Blake no le había escuchado, por lo que siguió acercándose—. ¡He dicho que corras! Sigue a todas esas personas.
Y antes de que Blake pudiese dar otro paso más, un tronco de árbol cayó en medio de las dos. La niña no hizo nada más que gritar el nombre sus padres, pero luego de unos minutos se cansó de esperarlos e hizo lo que su mamá le había ordenado: correr hacia la carretera.
Blake sabía que a partir de ese momento estaba sola, no había nadie quien la pudiese ayudar debido a que no había nadie a su alrededor. Devastada, finalmente pudo llegar a la carretera, en donde siguió corriendo sin rumbo alguno. No sabía hacia dónde se estaba dirigiendo, sólo podía pensar en sus padres.
—¡Niña! —Gritó un hombre detrás de ella—. ¡Niña, detente!
Blake apoyó sus manos sobre sus rodilla para toser, se le dificultaba respirar y sabía que necesitaba descansar. Sentía cómo su cabeza le daba vueltas, creía que iba a desmayarse en medio de toda la carrera; y antes de que pudiera desplomarse en la pista, el hombre que la había llamado se acercó a ella para sostenerla y mojarle el rostro con agua.
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Día 1:
Había personas llorando a mi alrededor, yo seguía con el niño que me había encontrado en la entrada de la zona segura luego de que el hombre que me había salvado en la carretera fuera por una manta y comida para mí. Los mosquitos habían comenzado a picarme, este niño lo notó y me ofreció su impermeable rojo para que me protegiera de las picaduras; no dudé en ponérmelo ni un segundo más, realmente lo necesitaba porque mi casaca roja no estaba sirviendo de nada.
—¿Con quiénes viniste? —me preguntó.
—Con mis papás.
—¿Están aquí? —Negué con la cabeza. Podría ser pequeña, pero entendía muy bien lo que había pasado con mis padres—. ¿Dónde están?
—En la Villa.
Y al parecer el niño también había entendido a qué me había referido con mi respuesta, pues lo siguiente que hizo fue colocar su brazo alrededor de mis hombros y apoyar su cabeza sobre la mía. Una lágrima salió de mis ojos y el niño me la quitó de inmediato.
—No llores —me dice—. Mamá me dijo que luego de esto vendrán tiempos mejores.
—¿Tú todavía tienes a tus padres? —El niño asiente rápidamente, y a su vez, aplana sus labios—. Que suerte la tuya; ahora los míos están en el cielo.
—Papá dice que el cielo no existe —él sonríe y me deja ver aquella perlada sonrisa. Los dientes que más destacaban eran los delanteros, me parecían tiernos en él—. Yo digo que está loco, pues si el cielo no existiera como él dice; ¿entonces qué es esa cosa que está sobre nosotros de color celeste y blanco?
—El cielo es la casa de todos los angelitos —musito para mí. Sin querer, había formado un pequeño puchero en mis labios—. Quisiera estar en el cielo con los angelitos.
De pronto, el niño había ignorado por completo todo lo que le había dicho para comenzar a explicarme lo que conocía que era el cielo. Luego, su explicación pasó a explicarme lo que era el mundo y los otros planetas que existían. No sé con qué tipo de niño raro me había cruzado, pero me parecía muy interesante la forma en cómo me contaba absolutamente todo; sus narraciones me distrajeron del momento en el que nos encontrábamos y pude olvidar por un momento el hecho de que me había quedado huérfana.
—De grande quisiera ser astrónomo.
—Yo de grande quiero ser modelo, o diseñadora de ropa.
El niño había entrecerrado un pocos sus ojos y comenzó a observarme de distintos ángulos.
—Sí eres bonita. Tal vez lo logres.
Ese fue el primer cumplido que recibía de alguien que no fuese mi familia. Me emocionó bastante haberlo escuchado.
—¿Qué edad tienes? —Le pregunté ya estando un poco más en confianza.
—Tengo 11 años, casi 12. Mi cumpleaños es el primero de setiembre. ¿Tú cuántos años tienes?
—Tengo 8 años. Mi cumpleaños es el 5 de septiembre.
—Todavía eres una bebé entonces. —El niño me regaló una sonrisa de lado luego de lo que había dicho. Por mi parte, solo acerté en rodar los ojos y ocultar la sonrisa que quería aparecer en mi rostro—. ¿Y de dónde vienes? Veo que estás muy callada y no hablas muy bien el coreano.
—Soy estadounidense, pero mi mamá era coreana. Casi nunca me enseñaba su idioma.
—Entiendo. —Asiente—. Yo no sé hablar inglés. A duras penas puedo decirte Hello.
Aquel comentario hizo que me riera mucho, por lo que a partir de ese momento, ese niño no dejaba de decirme uno que otro chiste para que no dejara de reír. Supongo que lo hacía para que no me sintiera triste.
Me estaba agrandando bastante.
Día 2:
El personal que había sobrevivido al incendio nos dijeron que el equipo de rescate vendría mañana por mar, ya que las carreteras fueron bloqueadas por los árboles caídos. La incertidumbre se apoderaba cada vez de mí y yo no veía la hora en el que pudiera regresar a Estados Unidos con mis abuelos, ya no quería estar aquí.
O tal vez sí.
En la mañana di un paseo por la orilla del lago. Ahí me encontré al niño que me hizo compañía ayer, él estaba tirando piedras al lago como su modo de distracción. Me pregunto por qué no estará con sus padres.
—Hola —le digo mientras me voy acercando a él—. ¿Qué haces?
—Jugando.
—¿Puedo intentarlo? —Inquiero mientras voy acercando mi mano a la suya para tomar una piedra.
—¿Sabes cómo hacerlo? —Niego. El niño sonríe de lado antes de mirarme y ponerse detrás de mí—. Déjame que te enseñe, bebé.
—No me digas bebé —refunfuño. Si algo no me gustaba era exactamente eso, que me trataran como una bebé. A menos de que se trataran de mis padres.
—Está bien, no te diré bebé, bebé —fulmino al niño con mi mirada antes de sentir que él estaba tocando de mi mano—. Tienes que poner tu mano con la palma mirando al cielo y mover de lado tu muñeca antes de tirar la piedra. Así.
El niño guió mis movimientos y logró que yo pudiese hacer que la piedra saltase sobre el agua.
—Eso es todo. Ahora tú sola.
—Está bien.
Hago lo mismo que el niño me había enseñado hace instantes y logro que la piedra solo diera un solo rebote antes de hundirse.
—Con práctica vas a poder hacerlo mejor. —Dice el niño para animarme.
Todo el día me pasé jugando con ese niño en el lago, retándonos para ver quién hacía que la piedra rebotara más veces en el agua. Por supuesto él ganó por tener más experiencia que yo. Luego, nos metimos al lago para mojarnos nuestros pies y ver a los pequeños peces que estaban cerca nadando y huyendo de nuestras pisadas. Finalmente, lo último que hicimos juntos fue encontrar una posa de agua que contenía arena muy blanquecina y con algunas piedras de cuarzo sueltas, el niño se zambulló para agarrar una piedra de color rosa que había visto para luego regalármela.
Casa instante que pasaba con ese niño me ponía los pelos de punta. Mirarlo me daba una sensación bastante extraña que nunca antes había sentido, era como si solo él existiera para mí; y si lo llegaba a comparar con las escenas de películas que he visto durante toda mi vida, se sentía como en ese momento en el que existe una música romántica ambientado el lugar y los protagonistas estaban a nada de besarse. En mi caso, yo estaba a nada de perderme en la mirada de ese niño, admiraba la forma tan linda en el que las gotas de agua se escurrían por su cabello y le daba ese toque especial a sus ojos redondos.
Sin embargo, el niño tuvo que darse la vuelta un momento e interrumpir toda esa burbuja de imaginación que me estaba creando. Pero vi algo extraño, tenía una marca muy roja en su hombro, casi cerca de su brazo.
—¿Qué te hiciste ahí? —le pregunté.
—Uno de los postes de metal de la villa me cayó y me quemó. Según mi papá, dice que esa marca la voy a tener para siempre. Mala suerte la mía.
—Yo también tengo uno en la espalda. Cuando mi mami me soltó, caí en un fierro, no sé de qué era, pero estaba caliente y me quemó. Creo que también tengo quemaduras en los brazos.
El niño no me contestó absolutamente nada. Siguió nadando en la posa que habíamos encontrado hasta que una mujer de cabello corto y liso de apareció donde estábamos y lo llamó:
—¡Tokki! —Tokki salió del agua y observó a la mujer—. Es hora de que comas algo. Más tarde podrás volver.
—Está bien, mamá —Tokki sale de la posa y, antes de irse con su madre, gira para verme—. Adiós, bebé.
Día 3:
El equipo de rescate ya había llegado. El personal se estaba encargando de ordenar a todos para que la evacuación se agilizara mejor. El miedo otra vez volvió a mí, porque no sabía lo que me esperaba luego de que llegara a Seúl —porque era ahí donde nos iban a mandar—. Estaba sola y no tenía ni idea de lo que debía de hacer, no sé si debía de reportar que mis padres habían muerto en el bosque o que simplemente los rescatistas se dieran cuenta de ese detalle.
—Hola —Tokki apareció más serio que estos días en el que he estado con él—. Ya me regresaré a casa.
Asiento cabizbaja, andaba sentada cerca de una caseta de vigilancia para evitar ver todo el movimiento que estaba habiendo en ese momento.
—Niña...
Alzo mi mirada triste hacia donde está él. Nos quedamos mirándonos unos segundos hasta que se pone de cuclillas para estar a mi altura.
—No tengas miedo de lo que pueda venir después, ¿vale? —Asiento muy desanimada—. Adiós, bebé.
Tokki acaricia mi barbilla antes de darme un beso en la mejilla. Eso me deja muy sorprendida pero al final de cuentas termino aceptándolo, aunque dentro de mí comienzan a surgir unas ganas de querer darle un beso.
Pero eso no llega a pasar, porque Tokki se aleja de mí y se va con sus padres. Les tocaba el turno de subirse a un bote muy distinto a los otros. Vi que solo ellos habían subido a ese bote y no tardaron mucho en partir. ¿Por qué habrá sido eso?
Luego de un rato, el personal de la Villa Bom me encuentra pensando que estaba perdida. Empezaron a interrogarme hasta que finalmente tuve que decirles que estaba huérfana porque mis padres habían muerto en el incendio. Ellos se preocuparon y me llevaron junto a una mujer que estaba encargada de llevar a ciertas personas en un mismo bote, el que me envió con ella me dijo que era una trabajadora social y que me iba a ayudar.
Finalmente, el bote en el que estaba parte y al fin me alejo de aquel bosque que juraré nunca más regresar.
****
—En ese día había perdido a mis padres y conocí a alguien que jamás creí conocer. Incluso nunca pensé que fuera tan importante para mí, Jungkook. —Había terminado de contarle mi historia a Jungkook sobre el día del incendio en el bosque y no pude evitar volver a llorar.
Él se quedó unos minutos en silencio, posó una de sus manos sobre mi pierna. Sentía su mirada sobre mí. No lo podía ver, pero lo sentía.
—Mi mamá solía llamarme Tokki —responde Jungkook con cierta alegría en su voz. Sentí cómo todo mi cuerpo se helaba por la confesión de Jungkook, mi corazón se detuvo un momento y yo seguía sin poder creer lo que había escuchado—. Era un apodo que sólo ella tenía conmigo, y lo decía cada vez que quería regañarme, porque sabía que ese apodo no me gustaba. Literalmente, me llamaba conejo.
—¿Qué estás diciendo? —Tartamudeo.
—Te estoy diciendo que a mí me llamaban Tokki, bebé.
Bebé.
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Ya sé que algunas se lo esperaban (tampoco soy buena en esto ㅜㅜ) pero al menos espero que les haya gustado este capítulo 🤧
Un poquitín largo, pero creo que vale la pena leerlo 🥴❤️
Más tarde publicaré el siguiente capítulo, así que esperan con ansias. Bais ✌🏻
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