Psicodelia
JungKook es un drogadicto. Pero no es la gran cosa. Al menos eso es lo que dice él cuando le preguntan si la adicción no lo lleva a confundir la realidad con la alucinación. JungKook siempre dice que hay un punto en el que sabes que lo que ves no es verdad, pero, quién sabe. Hay aspectos que son difíciles de comprender si no se han vivido.
No diría que pasa todo el tiempo en un estado de media perdición. En los últimos días, ha intentado estar cien por ciento cuerdo caminando por la universidad, prefiere no tener problemas ni recibir cuestionamientos extraños por parte de terceros.
Aunque, siendo completamente sinceros, la verdadera razón es otra ajena a cualquier persona que se le ponga enfrente y le pregunte qué le sucede. La situación va de un solo individuo: Kim TaeHyung.
—Ese chico es raro. —Jimin habla con calma, revisando las hojas de su libreta una a una—. Cuando digo "raro", me refiero a realmente extraño.
—Deberíamos hablarle.
—Si quieres, ve tú. Te juro que me da mucho miedo dirigirle la palabra.
—¿Por qué? Parece un buen tipo.
—Hasta que se aparece en tu recámara a media noche. —Ríe el castaño, ladeando la cabeza en dirección a su amigo—. ¿No es eso lo que dijiste que te sucedió?
JungKook tiene un interés especial en TaeHyung, y es que le pasa que cuando está metido en su psicodelia, cree que lo puede ver justo enfrente suyo. Es un sentimiento extraño que le ha sucedido dos semanas atrás, y en las que curiosamente apenas había puesto el ojo sobre él. No le desagrada, pero sigue siendo extraño tener la imagen de él metida en su cabeza cada dos minutos, como si asechara su valle mental y plantara por doquier sus florecillas drogadictas que lo hacen alucinar con su presencia.
JungKook no es un tipo asocial, de hecho, es bastante extrovertido y divertido. Mas, hay un sentimiento que ni siquiera él ha podido vencer: hablar con alguien que le interesa.
—Fue por la droga.
—No creo que funcione así.
—Solo sucedió una vez.
—Solo te sucedió una vez a ti —remarca Jimin—. Hay muchos otros en el campus que han dicho que lo pueden ver merodeando por ahí en lugares donde no debería estar.
—¿Crees que se metió a mi casa o algo así?
—Solo digo que es extraño.
—Lo que es extraño es el por qué todos parecen querer hacerlo ver como un rarito, cuando no lo es.
—JungKook, el tipo literalmente se pone enfrente tuyo sin decir absolutamente nada y después se aleja en silencio. —Jimin no puede creer lo tan embelesado que está JungKook como para no opinar lo mismo—. ¿Eso es normal para ti?
—Pero tampoco es "no normal". —No ha dejado de observar al tema de conversación, quien se encuentra sentado en una mesa a unos cuantos metros suyos, solitario como siempre, leyendo en voz baja—. Sólo poco común.
JungKook sí cataloga a las personas como raras o no, dependiendo de sus actitudes. Es por eso que Jimin no entiende cómo la situación no se apega a lo que comúnmente es JungKook. ¿Qué hay en Kim TaeHyung que condena a Kook a desechar malos pensamientos sobre él? ¿Es su apariencia sigilosa? ¿Su mirada desinteresada y perdida? ¿El color café de sus ojos que parecen pintarse de rayos verdes muy oscuros cuando se lo ve muy concentrado? ¿La forma en la que sonríe ladino si algo le llama un poco la atención? Para Jimin, no hay nada en él que sea digno de la atención tan aclamada de su amigo.
Sin embargo, JungKook se niega a dejar de prestársela. Y eso está bien, supone Jimin, mientras las cosas no se vuelvan extrañas como todos los demás que han sufrido ese extraño "Tomo y tomo de TaeHyung".
A JungKook no sabe qué es lo que lo llama en él. A veces lo compara con la voz de una sirena que le canta al oído, y de repente le hace querer escribir en una hoja que ha conocido a alguien que hace que su corazón salte con alegría, con emoción.
Ha alucinado con él unas cuántas veces, ha imaginado y soñado situaciones que no son sanas, pero no entiende, ni lo hará, cómo es que todo eso se ha colado en su cabeza sin previo aviso, sin un interés especial, sin una opinión sobre él.
—¿Te gusta?
—¿Lo hace? —Divaga Kook—. ¿Realmente lo hace?
—Pues si lo hace, ve y dile algo. No te quedes observándolo así, porque das más miedo tú, que él.
Gustar o no, otra cuestión imposible. ¿Cómo me gusta alguien a quien no conoce ni a quien ha tratado jamás? Es la incógnita del momento, ¿qué lo hace querer decirle en voz alta que hay algo en su aura que sabe a licor, a sangría, a chicle?
Una vez lo soñó caminando por las afueras del jardín con una mirada sombría y una sonrisa que pocas veces se ha podido ver en él. Otra vez, JungKook alucinó a TaeHyung entrando en su habitación a mitad de la noche. Y un día más, tuvo una experiencia imaginativa supra realista de verlo entrar en su auto después de salir de la universidad. Es como si lo asechara desde la oscuridad y saliera en el momento indicado, y en su alrededor se formase el mismísimo espectro electromagnético, haciéndolo sentir quemaduras en su piel, y radiación en su cabeza, matándolo al instante.
En un segundo de imaginación, hay un síntoma que reluce entre sus entrañas. De pronto, JungKook está tan mareado que siente que va a vomitar. Bajo la mirada pendiente de Jimin, JungKook lleva la mano hasta su boca, y corre con impaciencia hasta algún bote de basura cercano a él. La acidez de la sustancia que sale de su esófago lo hace sentir aún peor, ya siente un dolor de cabeza prominente en la sien, y está a nada de caer desmayado por ahí.
Sin embargo, su mente le llama a otro lado: de pronto, sus ojos caen en Kim TaeHyung. Él lo observa desde la lejanía, sentado en su mesa, con una expresión corrosiva, pero que no transmite ni una sola emoción. Si mira un poco con más atención, en los ojos de él hay un brillo burlón. Pareciera que entre más lo observa, más puede escuchar sus pensamientos: qué gracioso, te masticaré.
Pero, ¿por qué siente esa necesidad absoluta de excusarse y decirle que ha vomitado porque se siente mal? Es parte de la obsesión y la mente compuesta de pensamientos poco razonables. Es como si estuviera cayendo en un hoyo sin fondo y con relieves a sus lados; es doloroso, pero a la vez, una caída libre que lo hace sentir volar. JungKook no haya explicación a lo que le sucede, pero lo asimila con las drogas, es como un viaje.
Uno de esos viajes donde no te mueves. A su alrededor, todo está en delay, menos TaeHyung, que apenas pestañea sin dejar de verlo.
«Quiero hablarle» piensa JungKook. «Quiero hablar con él».
Y está a punto de hacerlo. Ya va a dar un paso largo en su dirección, fingir que no ha vomitado y retenerlo con explicaciones extrañas sobre tonterías, tal vez hacerlo reír.
Pero...
—JungKook, maldito loco desquiciado, ¿qué demonios tienes? —Jimin lo sostiene del hombro, haciéndolo recargar el cuerpo sobre el propio—. ¿Te llevo a la enfermería? Dios, ni siquiera sé por qué te pregunto.
«Dios», reacciona el pelinegro. «Dios es amable».
—Me siento muy mal, Jimin. —JungKook mira el suelo, cómo se deforma en formas extrañas y parece que va a caer—. Sí, vamos a la enfermería.
—Camina entonces.
Y así transcurre un camino donde la nuca del menor quema. Kook quiere voltear, pero se ve imposibilitado por las palabrerías de Jimin, que suelta en un intento de distraerlo.
—Me voy a desmayar.
—¿Estás seguro que no estás drogado? Estás sudando.
—Muy seguro.
—Está bien, calma.
Incluso cuando fue a la enfermería y fuertemente acusado de hacer cosas ilícitas, JungKook no pudo permanecer calmado el resto del día... Ni de la semana.
Algo lo molestaba con constancia.
Recostado en su cama, una noche, mira el techo con incomodidad. Ha preferido no consumir absolutamente nada por miedo a volver a vomitar.
En los últimos días ha tenido síntomas que no había experimentado antes, son extremadamente de miedo y difíciles. Su cuerpo comienza a extasiarse a la vez que se torna en exhausto. Cada vez que se ve en el espejo, sus mejillas lucen carcomidas, y es como si se asomara el hueso de su cara y lo hiciera ver más delgado. De pronto se marea, vomita, y la cefalea no lo abandona ni siquiera después de naproxenos o aspirinas.
De vuelta a esa noche, el insomnio lo consume y el miedo también. Mas, cuando sus ojos logran cerrarse, el sueño se transforma en un edén de pesadillas. Es como lo bello fusionado con lo grotesco, y la estética cobrando razón a partir de lo observable.
En su sueño, TaeHyung lo mira con una expresión feliz. Y ese es el sueño dentro de la pesadilla. Para empezar, ¿por qué sueña con TaeHyung? Pero no puede negar que es un éxtasis recorriendo su cuerpo, hasta su presión sanguínea en aumento lo alerta de los peligros, mientras su ritmo cardíaco sube, sube y sube como si fuese una batería en una canción rápida y morbosa que solo escuchas por presión.
Parece que TaeHyung se acerca él con la intención de tocarle el rostro, pero en cambio, JungKook se transforma en un ser amarrado y preso. De pronto es un conejo atrapado de su pie por unos dientes metálicos que no le dejan saltar, y puede ver a lo lejos a un cazador coronado sujetando un rifle, mientras el apunta directo a la cabeza.
El miedo se transforma en calma cuando, al disparar el cazador TaeHyung, la bala se transforma en una explosión de colores que giran a su alrededor, y ahora no es un animal, sino un espectador del baile afrodisíaco de un joven rey vestido de negro y dorado, que quiere cautivarlo y de inclina sobre él para darle un beso.
Pero el beso jamás llega, y al contrario, JungKook se levanta asustado de su cama, topándose con su propio reflejo, causado por el gran espejo puesto frente a su recámara.
Ese es uno de esos viajes de drogas que no son provocados por las drogas. La clase de sueños que tienes en días cansados y enfermos, que te dejan anhelando por un deseo que se creó en tu subconsciente. Entonces, como su subconsciente teme hacia Kim TaeHyung, pero ruega por un baile, la verdad esta distorsionada entre la atracción y el miedo.
Ese día de universidad, JungKook no dice ni una palabra de su sueño, pero el temblor de su cuerpo alerta de tal forma a su mejor amigo, que termina por tomarlo del brazo.
—¿Estás drogado otra vez? —El agarre es fuerte, casi en forma de reclamo.
—¡No! ¡Ya te dije que no! —Niega rápidamente—. Es solo que me siento extraño desde hace días.
—Ve al doctor- vamos, te acompaño cuando quieras.
—No creo que sea sobre mi salud, Jimin. —JungKook tiene un presentimiento extraño. Alza su cabeza, como si fuese un expectante can, y mira hacia todos lados.
Kim TaeHyung, es como el color algodón de azúcar, es como la lisérgica, y el alcohol. Adictivo, llamativo y único. Cuando él pasa al lado de ambos chicos, JungKook no duda ni un segundo en alzar el pie para dar el primer paso, y seguido de este son unos cuantos más, que de forma acelerada logran llegar hasta TaeHyung.
El bronceado chico no se detiene ni un segundo mientras JungKook va a su lado, y camina de espaldas con la intención de verle directamente a la cara.
—TaeHyung, hola. —Pretende hablar con naturalidad, aunque sigue sintiéndose un poco mareado—. Creo que no nos conocemos.
El comentario hace que TaeHyung sonría ladino, y juegue lentamente, sin decir ni una palabra.
—Me llamo JungKook. —No recibe respuesta nuevamente—. Soy de primer año.
JungKook se siente tan apresurado por hacer que el otro muestre alguna señal, al grado que la ansiedad lo empieza a consumir lentamente. Puede sentir su respiración agitarse, y el vómito provenir de una parte desconocida aunque ni siquiera ha desayunado. De repente se encuentra feliz, pero entonces enojado, y después triste. Las emociones fluctúan a la vez que el otro lo mira, solo por segundos, a los ojos.
Sigue deseando entender que es lo que lo llama.
No funcionará de todas maneras.
TaeHyung es un rufián de garras negras y manos tintadas de carbón, que lo abre por la mitad y toma su corazón para que nunca se separen.
—Eres una persona interesante.
Ojalá TaeHyung fuera su brazo a torcer.
—Y por eso —continúa JungKook—, quiero ser tu amigo.
Ahí sí se detiene TaeHyung, en un movimiento brusco y repentino que obliga a JungKook a tropezarse un poco. Termina controlando el equilibrio, y suspira con alivio al ver a TaeHyung parar su camino.
El castaño de ojos maléficos, ríe ladino mientras emite un sonidito curioso que hace a Kook pestañear alucinante.
—Sí te conozco —Dice TaeHyung—. Pero tengo clase.
—Y te gustaría... No sé, desayunar juntos o algo.
—¿Gustarme?
JungKook cree verse tonto e inocente, pero no es la vista que quiere dar. De pronto, mira su pulsera. Esa pulsera parece tener un ojo pintado en su dije; Jimin se la regaló, y suele decirle que la cuide demasiado. Por la misma razón, JungKook la toca con confusión cuando la ve roída de los hilos que la componen.
TaeHyung también la observa. Después lleva los ojos hasta los de Kook, mientras inclina la cabeza con los ojos entrecerrados y los labios sellados.
—Está bonita.
—No sé cómo la rompí.
—Tal vez fue un accidente. —TaeHyung deja de verla, para cruzarse de brazos frente a JungKook—. A veces se rompen porque sí.
—¿En serio?
—Oh, sí. Creo que deberías quitártela para no estropearla más.
—Es cierto. —JungKook se la quita con cuidado y la echa en bolsillo de su mezclilla—. Gracias.
TaeHyung no hace más que asentir. Su expresión llana hace que Kook baje los hombros, intimidado. Tiene miedo, y es la clase de miedo que eriza el cabello y te deja tartamudo.
Después de unos pocos minutos, el castaño de mayor edad alza las cejas.
—Sí podemos desayunar juntos.
—¿De verdad?
No es suficiente decir que ocultar sus emociones es como ocultar un iris dilatado.
—Claro. —Tae rebusca algo entre sus bolsillos, hasta sacar un broche diminuto, que se utiliza también para las pulseras—. Ten, tal vez con esto arreglas tu pulsera.
—Gracias.
—Sí, guárdalo bien porque puede caer.
—Está bien.
«Mierda, es como si mi boca estuviera atada». JungKook es incapaz de decir algo más.
—Entonces nos vemos luego.
[...]
Es como un reinicio. Desde que cruzaron palabras, JungKook no ha podido evitar sentirse casa vez más atraído hacia él. Es como si la droga hubiese suspendido todos sus efectos alucinógenos y el mismo TaeHyung se comportara como tal para hacerse pasar como un objeto adictivo.
No obstante, la adicción nunca termina por satisfacer a JungKook, porque no va más allá de decirle hola de vez en cuando o tener conversaciones estúpidas.
La cosa ha empeorado. Ya no sólo sueña con TaeHyung por las noches con cosas tontas, los sueños han escalado de tal manera que, durante ellos, ya todo parece más real.
Ya no sólo son sueños esporádicos donde lo consume la ansiedad de estar a su lado y adorarlo; ya son sueños que también sacan a relucir sus más profundos deseos y afiliaciones. JungKook ya soñó dos veces a TaeHyung en materiales distintos: hundido en pintura, y vestido en látex. Y también en queentex de encaje. A veces TaeHyung aparece de entre la oscuridad con unos ojos deseosos, pero en otras ni siquiera lo mira y lo pasa de largo.
Cuando se droga, a su alrededor todo se vuelve una montaña rusa. De pronto él es un chicle de sabor azucarado, y TaeHyung el dueño de la caja de goma de mascar. Pero después, TaeHyung se vuelve un sirviente vestido de pantalones largos y camisa blanca, que le lleva a la mesa deseos encerrados en cajas.
Ya comienza a volverse loco, ya todo gira alrededor de él. Cada día está más enfermo, cada día es más el dolor de cabeza, el mareo y el vómito. No come, no duerme, no piensa ni estudia, solo se decía a vivir por él y morir por él. Es como si fuese masticado en una boca de dientes alineados y después tirado al piso con coraje.
—¿Te sientes bien? —Pregunta TaeHyung, con la mandíbula recargada en su puño—. Estás sudando.
Pero todo lo que él dice suena a sus oídos como una burla.
A JungKook el pulso no lo deja decir nada, y respira incómodo, con las manos puestas entre sus piernas para evitar cometer estupideces.
—Creo que llevo enfermo unos días.
—¿Solo días? —indaga, serio.
—Semanas. Semanas para ser exactos. Pero no es la gran cosa.
—Deberías hacer algo al respecto.
—Estoy bien.
—Parece que viste un fantasma o algo así.
Así, hay algo que ha crecido en los últimos días, pero eso es más un producto de su imaginación. Se ha puesto pensar si no es que Dios está mandándole un castigo divino, y por eso lo hace enloquecer lentamente. Los fantasmas de pronto son más aterradores que nada, así que todo lo relacionado al esoterismo también lo tiene vuelto un idiota loco que grita por las noches al ver figuras extrañas en su habitación.
—No digas esas cosas.
Es increíble que JungKook piense que hay tanta química en esa clase de conversaciones cuando no son nada más que palabrerías cruzando de lado a lado entre dos personas.
—¿Te da miedo?
—Sí.
—Bien. No diré nada. Aunque de todas maneras, esas cosas no son reales.
—¿Tú crees que no?
—Claro que no.
—¿Crees en Dios?
TaeHyung suelta una risita extraña que provoca en JungKook una reacción inconforme. El mayor termina asintiendo. —Claro.
—Yo también.
—Oye, ¿quieres salir hoy en la noche?
—Sí. —Ansioso, responde, casi como un idiota pero disimulando su emoción—. Sí, me parece bien.
Su corazón es como un chicle que se infla ante el aire, que es la emoción rellenar su cuerpo. Pero TaeHyung es una aguja diminuta que se acerca lentamente a ese chicle corazonado, que amenaza con reventarlo.
«Querido diario, mi corazón está hecho un mar de alegría».
Lo curioso es que todo es tan surreal, que hasta parece plástico, y lo plástico es poco interesante y nada llamativo. En vez de un corazón lleno de alegría, la sensación es más como estar consciente de estar drogado. No es lo mismo saber que la alucinación frente a ti es una mentira, a vivir en la ignorancia de creer que el mundo se deforma a cada paso que das, y a tus lados hay sonatas que se dibujan en colores que no conocías.
JungKook de pronto puede sentirse despierto dentro de un sueño, borracho en una cuerda floja a la que llama atracción, y convencido cada vez más que algo tiene en su interior que lo hace caminar sin precedente hacia un chico que no ha hecho nada más que observarle.
De hecho, ese pensamiento jamás abandona su cabeza, incluso cuando se encuentra con TaeHyung por la tarde y él le observa con ojos escarlatas, impregnados de un sabor que sólo es posible ver e intentar imaginar. JungKook se siente amenazado por dentro, teme rechazarle, a la vez que lo observa con deseo y quiere masticado. Su corazón late con ritmo, es transparente y puede verse el líquido que transita a través de él; una, dos, tres, el ritmo no cambia, ni siquiera cuando el órgano quiere explicar como una gaseosa recién agitada.
—¿Cuándo naciste, JungKook?
—Septiembre, primero.
—Ya veo, creo que eres solo un poco menor que yo, ¿no?
—Bueno, soy del 97. Creo que dos años no es tanto de todas maneras.
—Ya veo. —TaeHyung asiente lentamente. No le presta atención con los ojos al otro, aunque sí de forma sonora. Mira el cielo detenidamente y después la hora—. Es una linda noche.
—La luna llena me aterroriza.
—¿Por qué?
—Es así desde que soy niño. —Admite sin vergüenza—. Ya sabes, mi madre dice que la noche es peligrosa.
—Suenas como un tipo de día.
JungKook ladra la cabeza, aún pisando las líneas del camino en el que ambos se pasean. El parque nocturno es una nueva experiencia para Kook, quien pretende mantenerse tranquilo tanto como pueda. El sentimiento en su interior es como una atadura de oro: duele, pero sigue siendo de un oro tan brillante que lo desea.
TaeHyung es como una sirvienta de lo inútil, es un ayudante multiusos, de figura de modelo, y cara de muñeco. Kook cree que requiere de adoración, y quiere ponerlo sobre un pedestal, alzarlo por los cielos y convertirlo en el mismísimo David.
Pero sabe que ese es un deseo desenfrenado, un deseo que lo consume debido a su lujurio y sentimiento de pertenencia. Dos cosas que no son nada normales, es peligro.
—¿Un tipo de día?
—Bueno —TaeHyung mira a JungKook, al detenerse en bajo la luz de la luna—, eso dicen cuando los bebés nacen de día. ¿No lo sabías?
—Oh, no. No lo sabía.
—Bueno, yo nací de noche. Parece que soy un tipo de noches.
—No creo que esté en lo correcto. Yo nací de día... Demasiado de día, como a las diez de la mañana o algo así.
—Interesante. Supongo que no es algo que sea verdadero, de todas maneras. —Continuando con su camino, TaeHyung revisa la hora de vez en cuando—. Y, dime, ¿qué te hizo interesarte en mí?
Directo.
Para nada de la clase de chico que es agradable.
JungKook odia que la gente no amortigüe las cosas antes de decirlas. Es como un shock mental, es vergüenza ajena y pena para sí mismo. No obstante, ¿sigue ahí de pie, con gusto?
—Eres interesante.
—En razón de qué, quiero decir.
—Bueno... —Incapaz de poder responder, JungKook titubea en esa pregunta. Por más que busca dentro de sí mismo, no hay nada más que un pitido agudo que suena en su mente. ¿En razón de qué? ¿Qué clase de pregunta es esa?—. No lo... sé.
En el otro no causa molestia, lo normal, si se habla de que un chico desconocido se acerca a hablarte para pedirte una amistad, y después te contesta que no sabe por qué le resultas interesante.
Solo que TaeHyung no es "normal".
En cambio, el mayor entrecierra sus ojos le dedica una sonrisa ladina.
«Qué falso», piensa JungKook. Mas, eso nunca sale de su boca.
—Oye, qué linda sonrisa.
—Ajá —Responde TaeHyung, como ya sabiendo que es una respuesta nada sincera—. Parece ser que te atrae más lo físico, ¿no?
—¿Atracción?
—Oh, o tal vez estoy confundiendo las cosas.
—No, no, para nada. —La respuesta que da JungKook le provoca asco a sí mismo. No asco de náuseas, asco en el sentido que se siente avergonzado por la naturalidad con la que le habla a la persona que cree, supone, deduce, le gusta—. Es exactamente eso. Pero el día en el que te hablé... Iba a ser raro que te dijera cosas... que no suelo... decir.
Hay momentos donde las personas comienzan a darte señales de que no es bueno estar cerca de ellas. Son los ojos, el cabello, o el ruido de una sirena policíaca y un carro de bomberos. La situación, el instante, el lugar. JungKook no había experimentado esa clase de cosas.
Hasta ese momento.
La luz del carro de bomberos, que chocan con el rostro ovalado de Kim TaeHyung, quien sonríe ladino y simple, hace que JungKook dé un paso hacia atrás. Por un segundo, parece ser que ambos se separan por un cristal que les permite ver a través de ambos como si tuviesen ojos radiactivos. De TaeHyung, no se sabe qué piensa. Pero JungKook presta especial atención al coche naranjoso que hace ver la piel del otro como un durazno, y su cabello lacio que amenaza con tapar sus ojos se revolotea lentamente a causa del aire. Todo es en un segundo qué se vuelve una eternidad, y la cámara lenta del momento, junto con su mal presentimiento, hacen que JungKook se quede perplejo.
Estático.
Como los ojos malvados de TaeHyung, que quieren quitarle el alma.
De pronto, a JungKook lo consume el miedo, la sorpresa, la estupefacción y, por último, pero no menos importante, un sentimiento similar al amor. Solo que más obligado, más fuerte y un tanto más inútil.
Es de tal magnitud, que no puede evitar dar un paso hacia atrás, aunque sujeta el brazo de TaeHyung en un arrebatado sentimiento de su corazón... ¿o de su mente? Corazón... ¿mente?
—¿Estás bien?
—Sí, es solo que me siento algo enfermo de pronto.
—Si quieres podemos dejar la salida para después. —TaeHyung sonríe llano. A JungKook no le agrada eso—. Creo que hay problemas hacia el lugar donde íbamos, de todos modos. —Volteando en dirección a donde iban los autos, TaeHyung se inclina un poco al distinguir humo saliendo de algún lugar—. Puede ser peligroso.
—Me parece bien. —No, no le parece bien, de hecho—. Salgamos otro día.
—¿Necesitas que vaya a dejarte?
—No, no. —Ni loco. Es la primera vez en la noche que puede decir eso que su cabeza le pide decir—. Me iré solo, tú regresa a casa.
Cuando TaeHyung asiente, no lo hace ni con amabilidad ni amargura. Eso es extraño. JungKook lo he agitar la mano, y hace lo mismo por pura cortesía; le da una sonrisa calmada, aunque se siente tan aterrorizado por dentro que es incapaz de moverse en cuanto TaeHyung da la vuelta para seguir caminando. Sin embargo, son unos segundos después, cuando JungKook comienza a caminar.
«No voltees, no voltees, no voltees», se ruega a sí mismo. Quizá es Dios hablándole por medio de su consciencia, su madre muerta mandándole un mensaje divino, o su ángel de la guarda intentando salvarle. Lo malo es que desobedecer es su fuerte desde la primera vez que salió de casa a una fiesta con alcohol.
Desde entonces, su vida es una mierda.
Y no parece querer cambiar.
JungKook voltea.
Pero no lo hace por completo, solo alcanza a ver de reojo.
Distingue a TaeHyung viéndolo desde su lugar. El castaño está inmóvil, con las manos en los bolsillos.
«Sigue caminando, JungKook. No voltees.» es como reiniciar tu cerebro cada paso para que no haga estupideces, y no actúe por banalidad.
Al girar en la esquina, algo lo detiene. Es el mismo instinto que le había pedido no voltear, hacerle dar un paso hacia atrás seguido de una espera momentánea. Aunque no sabe si hacerlo, ¿por qué su cerebro se contradice constantemente? Es como si hubiese brujería dentro suyo, y tuviese que detenerse a cuestionarse cosas tan obvias como el alejarse de aquello que lo hace sentir mal.
Qué estúpido.
Más estúpido aún en el momento en el que sus pasos lo retornan hasta la vuelta de la esquina por la que había obtenido su libertad. Entonces, JungKook está condenado.
Puede ver a TaeHyung de espaldas, observando la llama de humo que se alza en lo alto, y sin más, empezar a caminar. Cree que no sucederá nada más, pero en un instante de espera, TaeHyung dobla a la izquierda.
Solo que, ahí no hay nada más que la entrada al bosque de la ciudad, bosque el cual se ve que está incendiado.
«Vete, JungKook». Dios, si le hablas a JungKook por su consciencia, tal vez deberías de sujetarlo con tus lazos de fuerza.
JungKook espera unos llanos segundos, entre la espada y la pared. La ida a su casa o su duda comiéndolo desde el centro. No sabe qué hacer, a dónde ir, cómo caminar. Pero termina siendo idiota, un gran idiota, ¡que estúpido eres, Jeon JungKook! Se supone que debes ser asertivo, no un un vil asno que camina en dirección a la persona que crees que te hará tanto daño como tus malditas drogas alucinógenas.
—Maldito idiota —se dice a sí mismo, cuando pisa la hierba del iniciado bosque—, ¿qué mierda estás pensando?
Sentido de la sobrevivencia: inexistente. Es como un pequeño ciervo queriendo conocer a un humano, la abeja renegada de la película, un pez nadando a través del mar sin saber qué hay más allá. Es el protagonista de una película de terror, narrada de forma poco detallada, y por lo tanto, se encuentra tan perdido como aquel que la está leyendo.
Entre más avanza, avanza, y avanza, pareciese que el fuego y el humo se va haciendo más denso. Siguiendo por detrás a la figura de TaeHyung, quien parece volar por sobre el suelo más que ir caminando, y que de pronto...
¡Puf!
¿A dónde se ha ido TaeHyung?
Incluso dando vueltas sobre su propio eje, siendo imposible que él ya haya ido hacia el otro lado sin verlo pasar.
Caminando ya de forma ciega, JungKook no sabe si caminar lejos del fuego, o seguir el sendero por el que cree que TaeHyung ha ido. De hecho, cualquiera de las dos opciones es una estupidez. Lo más sensato sería regresar por donde ha venido y echarse a un río para limpiarse del olor asqueroso del humo, impregnado en su ropa.
Eso sería imposible.
Como se dijo antes, JungKook es un idiota; pero, más bien, es una marioneta manejada por unos hilos que se alzan por derriba de la copa de los árboles, es como si ese mismo lugar fuese el teatro donde es exhibido, y la gente que lo presencia sólo se burla de él al querer ser autónomo, cuando está más que claro que jamás podrá ser liberado.
De pronto, al seguir el camino por donde cree que el otro ha ido, JungKook divisa el humo volverse denso. A lo lejos se puede ver la llama ardiente del fuego, y a sus costados difícilmente puede hallarse a simple vista el camino por el que ha llegado.
Ya no es sólo miedo lo que lo consume, sino un increíble sentimiento que no tiene sentido dentro de la situación: es como si su corazón estuviese iluminado y lo viese palpitar en un color rosado que destella.
No obstante, cuando sus ojos se topan con un teatro demoníaco, ahí es donde inicia el verdadero sentimiento de atrapado.
Una sombra encapuchada esta de pie, dándole la espalda por completo. El olor a incienso es aceitoso, pero floral a rosas; y el fuego que parece atenuarse a lo lejos, emite una luz tal, que es posible ver en el suelo seres que giran alrededor del desconocido que flota por sobre el piso. Es un ritual, un momento de magia extraña. JungKook siente sus tripas salírsele de la garganta, y en su cabeza pasan cientos de imágenes aterradoras. Sangre, sudor, y sufrir; es como unos ojos blancos tornándose rojos, el vómito sanguinario y un clavo enterrado en el pie. Lo que lo envuelve es más una emoción de caer en un hoyo profundo, es como vivir una pesadilla, es ver un corazón latiendo fuera del cuerpo.
Es asqueroso, nauseabundo, horrible. Ni siquiera es capaz de moverse, porque tiene ganas de hincarse y echar la cabeza a la tierra para comer la y escupirla. De pronto, el esoterismo es como un murciélago nocturno, un chupasangre.
Tan asustado, como atónito, da un paso hacia atrás, procurando no escuchar lo que el encapuchado susurra. El sonido de la hierva incendiada que cruje, complementa la voz que de rápidamente, en un idioma desconocido, muchas cosas que es incapaz de comprender. Entre más se concentra en eso, es como si unas manos salieran del humo y lo tomaran por el cuello con garras afiladas.
El corazón late a mil por segundo. Es una rama que lo hace tropezar, aunque no cae; mas sí grita bajo, lo que termina con su muy malaventurada suerte. Aún temeroso, JungKook alza la vista al ser que se ha detenido repentinamente en su letanía de susurros, y, muerto pero vivo, cuando el otro se voltea lentamente, no es una sorpresa lo que observa.
Kim TaeHyung sonríe ladino, provocando que sus ojos cafés se tornen dorados.
Los seres desconocidos que habían danzado a su alrededor, de pronto han desaparecido. El humo sigue denso, cada vez más oscuro que antes, pero parece estar dentro de una burbuja donde nada le afecta.
—No quería seguirte. —Suelta entre titubeos, caminando hacia atrás con torpes pasos—. Lo lamento. No fue mi intención.
Pero TaeHyung ni siquiera le hace caso. Al contrario, lo mira como un demonio con dientes filmados, y sus ojos solo transmiten una gracia tal que atemoriza al mismo JungKook. Es como si el otro quisiera masticarlo hasta deshacerlo, y después escupirlo para pegarlo por ahí en algún lugar como señal de advertencia.
—TaeHyung —Si es que así se llama. Kook intenta hacerlo entrar en razón—, por favor no me hagas daño.
El joven castaño no presta atención, solo sigue hablando en voz baja. Palabra tras palabra, hacen que JungKook se sienta más mareado y sea incapaz de moverse un solo dedo. Los dolores de cabeza de las últimas semanas son cada vez más fuertes, suda y quiere desmayarse; esta aterrorizado, con una camisa de fuerza mental que lo atrae de forma incongruente a TaeHyung.
A unos pasos de estar más cercano a él, JungKook por fin cede al suelo irregular en sus pies, y se tropieza nuevamente con una rama. No obstante, no cae al suelo. Sus piernas se acomodan bien en una silla que no se sabe de dónde ha aparecido; pero está ahí. Y, sin poder moverse un solo centímetro más, TaeHyung se recarga sobre él, colocando sus manos tintadas de negro ceniza sobre el respaldo de la silla, y terminando de hablar mientras el otro cierra los ojos.
No le funciona, y al minuto siguiente, Kook ve a los ojos del encapuchado que sonríe conforme.
—Et erunt mihi maximus fan —dice TaeHyung mostrando una carta que se encuentra de la nada en sus manos.
Aquella carta muestra a un joven sentado en una silla, con colores tan desconocidos a su alrededor. Parece hundido en un mundo irreal y extraño; casi psicodelico, pero es más que claro que es un hechizo profundo que hace alucinar con cosas que no suceden, es como un mareo eterno, un viaje y un lavado cerebral.
Y, una vez más, TaeHyung voltea la carta, dejándose ver a sí mismo: un cuerpo con capucha negra que espera de pie, con el cuello torcido hacia abajo.
Entonces, cuando JungKook lo ve desde su lugar, TaeHyung sonríe.
—Amor incantamenta.
TaeHyung sella los labios de ambos. Uno se resiste, pero el joven demonio no se deja vencer, y se mantiene firme, hasta que JungKook cede. Es un beso corto sin aparente sentido, pero basta un segundo de separación para que el efecto se vuelva placentero.
El beso desenfrena un procedo de brujería, y un hechizo profundo que hace temblar desde su interior a JungKook. Aunque TaeHyung retrocede unos cuantos pasos para observarlo, es como si Jeon se perdiera dentro de las alucinaciones que suponía eran lo máximo. Pero ya no lo son más.
Lo que ve a su alrededor son colores rosados que se tornan en morados y después azules; todo lo que se encuentra a sus costados son cosas que me recuerdan a TaeHyung. No sean copias eternas de él caminando, o el sonido de su voz entrando por sus oídos con subtitulos, o el olor a licor que le recuerda a él. Es como la realidad y el tiempo se distorsionaran, y un haz de luz refractara todas las piezas de TaeHyung en distintos lugares para jamás hacerlo despertar. Es como el sonido de una guitarra subiendo y bajando, sin una pausa determinada.
Es una escalera, y cada alucinación es otro nivel.
De pronto, es como si el verdadero TaeHyung se haya esfumado y estuviese el sólo en una caja cerrada a lo real, si es que hay algo real. No lo sabe. Solo está excitado por la situación.
El desarrollo de ese pensamiento de lujuria se eleva cuando TaeHyung aparece de diversos lugares vestido de cosas que solo vio en sus sueños; pero el más atractivo es el joven que se mueve de lado a lado con una especie de collar que adorna, no su cuello, sino su cintura delgada, en un vaivén que remueve el diamante falso que cae por debajo del ombligo de Kim. Aquel chico baila con lentitud, y camina a él como en sus más profundos sueños y deseos.
A sus costados, hay más versiones que jamás pensó que podría ver. Es la clase de fantasía de todos, para él es real, aunque sea el reflejo de un prisma que separa la luz blanca; aunque no tenha absolutamente nada de puro, es el mero libido creciendo y saliendo a relucir lo que le incita a no temer. Porque de pronto, se ha olvidado del miedo, y eso es algo que lo aterrará después, pero no en ese momento.
—¿Te gusto? —Suelta el más llamativo de ellos.
Su boca está literalmente sellada con una cinta que apareció de saber dónde. Pero ha entendido el mensaje: no tiene que responder absolutamente nada. La pregunta es más para convencerlo.
—Te gusto —eso lo dice una de las copias que aparece por una esquina de su cubo de encierro alucinógeno; aquel viste un traje entero de látex—. Claro que te gusto.
El tono es crudo, cosa que ya se mencionó detesta. Pasa que dentro de esa alucinación, producto de un embrujo, el punto es hacer caer al que está en el mando de su corazón hasta doblegarlo.
Hay que convencer a JungKook: te gusta Kim TaeHyung. Por eso hay decenas de copias de él, de las formas más absurdas que un chico quisiera ver a ese qué me atrae de forma, más que sentimental, sexual.
Todos los TaeHyungs que caminan por ahí en movimientos que son difíciles de quitar los ojos de encima, hablan como si llevaran perfume de rosas en los labios.
—Te gusto aunque no te agrade.
—Me quieres aunque no me veas.
—Sueñas conmigo cada noche.
—Quieres que reviente tu corazón.
—Crees que mi sabor es rosa, como el algodón.
—Maravilloso sirviente.
—El número uno. ¿Quieres que te robe un beso?
—Inflaré y reventaré tu maldito corazón.
—Mi sabor es de licor. —La cercanía de todos ellos ha aumentado.
Pero lo sorpresivo, es cuando el joven de ataduras en la cintura, se sienta en su regazo. Mirándolo con la ceja alzada, mostrando una personalidad nunca antes vista, ladea la cabeza burlándose del silencio obligado que posee JungKook. Entonces, lo toma de las mejillas de forma simple, entrecerrando los ojos, musita:
—Soy el chico por el que morirías.
Y así, TaeHyung besa a JungKook con una fuerza tal, que es capaz de hacer que el entorno se revuelva en un círculo similar al de un lavabo.
Mete sus manos en lo profundo; no sabe en qué pero las mete. Es una, y otra vez, y sujeta con tanta fuerza aquella cintura remarcada y tan diminuta que parece un cuello, que prevé que esta asfixiando a alguien. No puede evitar comportarse tan cohibido como atolondrado, es extraño. Tan es así, que no halla más que besuquear el torso del chico, y hacerle marcas hasta donde sus labios alcanzan. Esas rojizas marcas de labios succionando son suficientes para hacerlo caer por completo en el trance.
JungKook puede sentir como lo consume un fuego interno; la resistencia fue insuficiente, y su corazón experimenta una taquicardia que lo hace respirar agitadamente.
Las escenas de él, se desvanecen por el horizonte cada vez más, y ese beso, tan de pronto como en un abrir y cerrar de ojos, se vuelve el techo de su habitación.
JungKook se sienta con incomodidad en su cama, y observa todo su cuerpo antes de temer al observar a su alrededor, y no ver nada más que, en la mesa, un cuadro incompleto de cartón con colores extraños.
El pelinegro se maldice a sí mismo, mirando por la ventana en busca de alguna señal de humo, un incendio, algo que le dijera la verdad. Pero no hay nada. Solo es la noche.
No hay nada más que una noche oscura, y una luna menguante.
[...]
Una semana después, aquellos dolores y náuseas habían terminado. JungKook ya no se sentía tan extraño como antes, y tampoco mareado o sudado sin haber consumido algo previamente.
No obstante, algo permanecía: la necesidad intrínseca de estar con TaeHyung.
El que por cierto, no dio señales de vida hasta un día viernes. JungKook al verlo, quiso fingir primeramente que no sucedió nada; pero la duda lo comía. Solo habían dos respuestas posibles: sueño o realidad.
O alucinación.
Pero no cree que las alucinaciones por LSD funcionen así.
—JungKook, por una mierda, ¡hasta que estás limpio, amigo!
—Voy a dejar las drogas.
—Deberías ir a rehabilitación. Hablando en serio, eso no es algo que solamente dejas y ya. Es un problema serio, no por unos minutos de tu psicodelia vas a drogarte diario. —Suspira Jimin, dejando caer la mochila en la mesa de las afueras—. El viernes pasado estuve preocupado por ti, creí que saldrías con TaeHyung, pero me alegró haber recibido tu llamada.
—¿Qué llamada?
—Dijiste que él te había cancelado porque me surgió una emergencia en su pueblo natal, o algo así. No sé. Creo que ya estabas un poco subido de tono a ese instante.
—¿Yo te hablé?
—Tú mismo.
—¿Yo? ¿Yo Jeon JungKook?
—¿Me vas a decir que sucedió algo? De nuevo alucinaste con él, de seguro es eso.
—Bueno...
—No, pero ya no hay excusa para eso. El tipo literalmente llegó bronceado hoy, así que no puedes decirme que fue a visitarte a casa. Digo, ya había especulado yo eso, pero ahora sinceramente lo veo un poco menos extraño.
—¿Cómo que menos extraño?
—Más sonriente.
—¿Qué?
—Ajá. —Jimin asiente—. Míralo, está justo allá.
Efectivamente, hacía unos metros más adelante, TaeHyung conversa con más calma con otro chico de tez blanca y ojos felinos. La escena es por demás extraña, y provoca en JungKook un sentimiento de celosía. TaeHyung sí luce más bronceado, y hallazgo alguno sobre algo distintivo de su extraño sueño no existe.
Pero entonces, ¿qué fue todo aquello? ¿Un sueño que parte desde ese libido fuerte que posee y el sentimiento de necesidad gavia una relación? ¿Fue su obsesión hablando por medio de sus alucinaciones?
Pues, aunque JungKook no lo entiende, lo primero que hace es acercarse a TaeHyung con una expresión llana. Ahora lo imita antes de ese ritual extraño, y cada vez más cerca, el latido de su corazón, experimentan la taquicardia de aquella vez, y el hormigueo de pies a cabeza. Es como si su cuerpo recordara el terror y la excitación.
—TaeHyung.
—Hola, JungKook.
El otro chico observa a Jeon de pies a cabeza, y sonríe un poco antes de ponerse de pie e irse en silencio. La atención de Kook recae en TaeHyung, en sus ojos y en la forma en la que sus labios se tornan en una sonrisa repleta de algo irreconocible.
—Puedes sentarte si quieres.
—Ah... Sí. —A diferencia de otras veces, ya no es extraño—. Sabes, TaeHyung, quería preguntar...
—Por cierto, lamento haberme ido la otra noche de repente. Mi papá me habló pidiéndome que me apresurara, había una emergencia.
—Sí... Te fuiste...
—Podemos volver a salir cuando quieras.
Ese TaeHyung aterra más que el primero.
Es cierto, da miedo.
Sin embargo, no puede decir que le desagrada.
Al contrario, crece el amor dentro de sí. Qué risa. Amor. Llámese cómo sea, es una estupidez, in espejismo.
Así que, convencido en que fue solo su corazón hablando, JungKook se relaja en su lugar. Ahora piensa en cómo debería hacer que TaeHyung se volviese más cercano a él, ¿cómo podría atraerlo? ¿Qué debería hacer para que esos ojos lo miren desde el lado de un chico atractivo más que como un tipejo de primer grado?
Unos chicos saludan a TaeHyung, a lo que él les agita la mano sin importancia.
—Wow, ahora hasta los populares te saludan.
—Lo sé —habla Tae—. Hasta tú me hablas.
—Sí...
—De hecho, creo que vas a ser mi más grande fan.
De nuevo es como las sirenas de bomberos de su sueño, solo que en ese momento, no hay más que la luz del sol iluminando el rostro de TaeHyung y haciéndolo ver como un ángel.
Pero no es un ángel.
Es un demonio.
JungKook ríe un poco, algo confundido. —¿Qué? —sonríe extraño—. ¿Qué es lo que dices?
Y esos ojos alegres, se tornan en círculos profundos que inspiran atracción, aunque hay mucho más de ira, molestia, rencor en ellos.
JungKook reconoce esos ojos.
—¿Te gustó el baile, JungKook?
Al salir esas palabras, JungKook entreabre los labios anonadado. Sin embargo, apunto de ponerse de pie, oye a las dos chicas que pasan a su lado; y lo que dicen, no es exactamente lo mejor.
—¿Viste la noticia que acaba de salir?
—No.
—Estrangularon a dos personas en el bosque. Una de ellas tiene marcas en el torso de chupetones.
Psicodelia.
Este OS es inspirado en "Bubblegum bitch" de Marina and the Diamonds. Desde mi perspectiva, la canción me da aires de una bruja que busca atraer a ese que es su favorito por sobre todos. Sobretodo el ambiente de esta canción se basa en el final de la canción; "Creo que quiero tu bronceado americano, creo que vas a ser mi más grande fan", que por cierto, esa es la tonada de guitarra que JungKook cree escuchar dentro de su alucinación.
En esta historia, TaeHyung es un brujo que utiliza a JungKook y la fijación mutua que se tienen, para convertirlo en su asesino.
La historia es llamada Psicodelia por el sentimiento de JungKook ante la realidad que lo envuelve. Incluso hasta el último momento, le es difícil pensar que hay algo más allá de más drogas que lo hagan sentir bien. Pero, ¡sorpresa! Sí lo hay.
Quisiera saber su opinión ante esta historia corta de 7000 palabras. Espero les haya gustado, y muchas gracias. Disculpen si hay errores ortográficos.
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