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INMORTAL

Es el año 2711, hace casi 600 años, apareció una enfermedad incurable, que aparentemente había matado a casi todos los humanos, menos a uno, y ese sobreviviente soy yo. Mi nombre es... yo soy... yo era... eso ya no importa, lo único que sé es que sobreviví al virus por ser inmune. Acabo de cumplir, 688 años, o quizás sean 689, no lo sé, es difícil saber mi edad cuando todavía perece que tengo 50,

Durante los primeros 40 años me la he pasé buscando y deseando encontrar a otras personas que hayan sobrevivido, con el tiempo se volvió algo urgente para mí, pues, cada día me volvía más loco a causa de la soledad. Exploré todos los lugares que pude, las grandes ciudades, los pueblos pequeños, los países vecinos, y todo el contente. Pero no había nadie, sólo pequeños rastros de lo que alguna vez fueron cadáveres.

Estaba dispuesto a cruzar el mar en mi larga búsqueda de supervivientes, pero, después de tantos años, todos los posibles medios para lograrlo estaban obsoletos a causa del deterioro, esto me hizo ir cayendo más y más en la desesperación.

Algo que me pareció extraño, es que dejé de envejecer, no le tomé importancia en su momento, y pensé que era debido a mi genética, pero, un día, cuando sumido en la desesperación y la locura de no encontrar a otra persona, subí hasta la torre más alta de una ciudad en la que me encontraba, tratando de conseguir una frecuencia de radio, pero, caí al vacío y... no morí.

Me rompí varios huesos, y sentía cómo había hemorragias dentro de mí, pero no estaba muerto, pasé días ahí en agonía hasta que pude levantarme, confundido y pensando cómo es que seguía con vida.

Me lancé al mar e intenté nadar hasta el otro continente, sabía que era un suicidio seguro, pero ¿Qué otra opción tenía? La muerte parecía algo mejor que pasar los últimos años de mi vida completamente solo, pero ni siquiera la muerte me dejó acompañarle. No logré llegar al otro continente, ni tampoco morir, una tormenta me atracó mientras nadaba, seguía con vida aún después de sentir cómo me ahogué

Nunca más fue el mismo, pues, entendió que ser inmortal significaba estar solo el resto de los tiempos. Me cansé de vivir... de buscar y no encontrar a nadie. Desesperadamente intenté quitarme la vida, pero no lo logré, me disparé en la cabeza, bebí veneno, me lancé de más edificios, corté mis venas, mutilé, descuarticé y desmembré todo mi cuerpo... ¡Hasta corté mi cabeza!.. pero nada hacía que muriera.

Mi último intento fue morir incinerado, pero tampoco funcionó, era indestructible. Desde ese día me rendí en intentar morir, habían pasado 600 años y no pude hacer nada. Harto de la eterna agonía, decidí volver al lugar donde alguna vez tuve una vida, mi antigua casa, la cual, ya no tenía ese aroma tan peculiar que dejaba mi esposa tras limpiar, ahora, el lugar en el que estaba olía a naturaleza, humedad, pérdida y melancolía. En cuanto entré, varios animales salieron de la casa, ratas, aves y hasta un mapache. El sitio goteaba por todas partes y había vegetación en lo que alguna vez fue mi hogar. Recorrí el sitio y recordé cómo era mi vida antes de la tragedia, mi esposa sirviéndome una taza de café todas las mañanas, mis hijos recibiéndolo al llegar de trabajar.... eso murió hace tiempo, ya no había nada.

Encontré en el suelo mi identificación "Miguel Ángel..." El apellido estaba borrado. Yo, el último hombre sobre la tierra, sonreí al ver eso, pues, había pasado tanto tiempo que ni siquiera recordaba mi propio nombre.

Durante un momento me fijé en mi reflejo en un charco de agua en el suelo, al verlo, se podía sentir cómo mi dolor me torturaba, las ansias de morir y fracasar en cada intento por quitarme la vida durante décadas me tenían agotado.

Decidí sentarse en lo que quedaba del sofá que estaba en la sala de estar de lo que alguna vez fue mi casa. Sabiendo que en el mundo no quedaba ningún otro ser humano, tomé la decisión de ya no hacer nada más, simplemente quedarme ahí para siempre, sin moverme.

Pasaron unos cuántos siglos, más, y ahí seguía. Muerto en vida. Sin pensar, sin moverme, sólo existiendo y esperando que algo pase. Entonces, después de tanto tiempo, algo ocurrió. De repente, alguien tocó la puerta.

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