Capítulo 6 «Reinicio»
Siguió con su recopilación de memoria, consultándole a Ruth todo lo que se había perdido por el camino desde su reinicio.
—¿Y dices que trabajaba en la obra?
—Sí. Aunque después de esto tendrías que cambiar de empleo. —Apretó los labios, furiosa. Podían hablar tranquilamente, puesto que las niñas seguían en el colegio. No regresarían a casa hasta la tarde—. ¡No quiero que vuelvas a romperte en mil pedazos! —protestó enérgicamente, con lágrimas en los ojos—. No puedes volver a ese trabajo.
—Como si los trabajos fueran fáciles de encontrar. ¿Y qué crees que debería de buscar? —consultó él, furioso, aunque en el fondo podría apoyarla después de no recordar nada de lo que había aprendido de su empleo anterior.
—La tienda de repuestos para automóviles de Phil tiene un puesto vacante. Podrías presentarte e intentarlo. Queda a unas pocas manzanas de aquí. Sería estupendo si te aceptaran.
Repuestos de automóviles. Sonaba más interesante que subirse a las alturas como un felino desafiando a las leyes de la gravedad, aunque no igual de emocionante.
Phil. Le sonaba el nombre. Como si no fuera esta la única vez que se pasaba por allí. Como si le pareciera de lo más familiar.
—Claro. Me pasaré esta tarde.
—¿Qué te dijo el doctor?
—Que estoy sano como un pez.
—No es cierto, Logan. Fue grave, y te fragmentaste totalmente cuerpo y mente.
Seguía sin poder llamarle cielo o decirle cualquier mote cariñoso de los que le ponía. Ruth seguía temiendo a su respuesta fría y calculada.
—Pensarás que es una tontería. Pero es como si hubiera despertado en un lugar distinto, con una familia distinta. Como esos programas concurso donde cambias de lugar.
Ella suspiró. Su marido no regresaba a la normalidad. Cada vez lo veía más ido. Nunca recuperaría a su gran amor. Sus vidas no volverían a ser lo mismo. Miró el reloj buscando terminar con la conversación. Se estaba sintiendo fatal.
—Tengo que seguir. O llegaré tarde al trabajo.
—¿Tengo que recoger a las niñas del colegio?
Se detuvo, allí de pie, apurada.
—¡No! No. Irá mi madre a por ellas.
—¿Temes que no las traiga al hogar correcto? ¿No confías en mí?
—No sé ya en qué confiar, Logan. No lo sé —farfulló, quitándose el flequillo de la cara de un zarpazo, nerviosa. Empezó a recoger la mesa.
—¡Haré lo que dices! Me pasaré por la tienda de repuestos de Phil —le gritó desde el salón porque ella ya se había metido en la cocina. No le respondió. Ruth se había sentado en uno de los taburetes que hacía juego con la mesa de la cocina, llorando con desconsuelo. Tapando su boca para que no la oyera. ¡No podía tener tan mala suerte! Y no podía hacerlo ellas misma todo. Se sentía oprimida; angustiada.
Logan podría haber ido a su busca. Estrecharla entre sus brazos. En realidad sí que la estaba escuchando llorar. Creyó que debería de esperar un poco más hasta aclarar sus ideas. Demasiadas muestras de afecto podrían resultar perjudiciales en el caso de descubrir que no se sentía bien con ella, teniendo que abandonar el nuevo escenario. Un nuevo escenario... Se rio de su ocurrencia. Aunque no fuera para reírse de ellos. Todo le causaba un estrés importante que podría retardar su recuperación.
Tragó saliva conteniendo la tristeza. Aunque no la tuviera la misma estima que a la inversa, hacer llorar a una mujer no era algo que le gustara. Tenía que distraerse con otra cosa. O quizá descansar porque la tarea siguiente le sería otra vez extraña. Aunque Phil le resultara familiar, tenía que interpretar de nuevo aquel papel de intruso, sin meter la pata en nada.
Se acercó a la tienda de Phil. Por el camino le sonó familiar otra ruta. Todo lo que le sonaba familiar, lo arrastraba a conocer más. Conocer de aquello tan desconocido que se le estaba rebelando. Lo siguió, tal cual le marcaba su cabeza. Llegó a una casa mucho más lujosa que la que residía actualmente. El coche estacionado a la puerta llevaba el cartel de se vende. Aquel vehículo... Un Chevrolet suburbano en color negro le trajo otro recuerdo que llegó como aquella luz cegadora que lo envolvió en sueños. Pudo visualizarse conduciéndolo. Llegando a casa y entrando allí mismo, en el inmueble que tenía enfrente, saludando a una mujer y a un niño.
—Jayden...
Por fin parecía tener el origen de ese nombre. ¿Y el de ella?
Los vio salir de la casa. Ella era hermosa. Y el pequeño tenía su rostro. ¡Se parecía tanto al yo anterior! El que se había volatilizado en algún lugar de la nada.
—Temperance...
El nombre le salió solo. Frente a él tenía su origen anterior. Por alguna razón de mala leche cósmica o divina, se le había transferido a un lugar incorrecto después de lo que habría sucedido. Hizo acopio a su banco de datos tan borroso como lo estaba su visión, que empezaba a humedecerse. Ella iba de negro. ¿De luto? ¿Estaba muerto? ¿Por qué diantre estaba muerto? Las llamas... Las llamas de su sueño tenían que ser la razón correcta de su transición a otro cuerpo. Pero, ¿por qué? ¿Por qué cualquiera de aquellos seres divinos que lo habían tocado, lo habían dejado en la tierra para torturarle de esta manera?
Los vio marcharse. Y enseguida echó de menos no poder acceder a su antiguo hogar. No tener las llaves y entrar para recopilar recuerdos, memoria o lo que fuera. Aquella vida ya no le pertenecía. Si bien aquellos eran su esposa e hijos, no pertenecían al humano que estaba ocupando en ese instante. Dio unos golpes al volante, dolido y se resintió. Todavía sentía sus huesos y músculos doloridos. Pensó que la vida era una mierda y que jamás se podría haber imaginado en semejante confusión. Se suponía que, una vez devuelto al mundo de los locos, deberían de haberle borrado del todo la memoria. Pero tenía la maldita suerte de ir devolviéndolos poco a poco a su lugar. Por eso se recordaba entre las llamas. Dentro de un avión. ¿Qué podría ser antes? Salvar vidas... Tenía que pertenecer al cuerpo de bomberos de la ciudad. Al cuerpo de bomberos forestal, si tenía que ser más preciso con aquellas imágenes.
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