XXI /Contenido +18/
—Bueno, hemos llegado a este cómodo departamento, nadie nos podrá encontrar, así que no creo que tengamos problemas por el resto de noche, debemos descansar para lo que viene —sonreí con Jennie mientras abría la puerta principal del lugar.
—A menos de que alguno tenga rastreadores, eso sí, nos pondría la noche fea —menciona Lupe divertida mientras deja que todos dejen escapar un par de carcajadas.
—Para nada Lupe, aquí mi querido amigo Kevin no dejo que tomáramos nada, que no fuese servido en nuestras narices, o en su defecto, que lo hayamos pedido a petición de ser destapado o inclusive verificado antes por nosotros.
—Como digo yo, es mejor prevenir que lamentar luego —ambos sueltan una pequeña risa mientras se acomodaban en los sillones— por cierto, Lupe, nuestro querido Rich, ¿siempre ha de venir mañana?
—Eso es lo que espero, al enterarse de la situación logro conseguir adelantar todo el trabajo que ustedes le han designado, por fin ha de venir de vuelta a Florida, que este por allá solo no me gusta —esta hace un puchero mientras ríe.
—Tranquila, el contrato es de cuatro meses, verás que el tiempo vuela como nunca —le sonreí antes de tomar su mano y arquear mi ceja derecha— además fuiste tú misma la que no se quiso ir con él, le recuerdo.
—Si lo sé, pero también tenía que atender el hospital. Por cierto, cambiando un poco el tema, me gustaría preguntar dos cosas, la primera... ¿No les mata los pies a ustedes también? —deja escapar una pequeña risa mientras quita sus tacones— y la segunda, ¿dónde consiguieron este lugar? No parece un departamento normal, es más una mansión.
—Es un departamento de todo un poco, pero respondiendo a tu segunda pregunta, no los presto un amigo que tenemos en común, Key y yo, es de fiestas, por eso es tan espaciado y decorado —sonríe grandemente la pelirroja.
—¿En serio? Con razón, y, ¿cuántas habitaciones tiene? —dice sorprendida al mirar a su alrededor.
—Tiene diez habitaciones totalmente limpias y preparadas —le sonreí mientras también quitaba mis tacones.
—Tal cual como dice Key, son cinco en el tercer piso y otras cinco en el cuarto, son espaciosas y tienen de todo un poco —sonríe ampliamente— estaremos cómodos.
—Este primer piso es una especie de lobby, pero, ¿qué hay en el segundo? —pregunta la joven con curiosidad.
—Verás Lupe, en el segundo solo hay estudios con comodidades por si las parejas no lograban llegar a las habitaciones —deje escapar una risa divertida sintiendo la mirada de impacto de mi esposo.
—¿Han venido a este tipo de fiestas donde se pierde la cordura o qué? Por qué por lo que veo se saben toda la casa de arriba a abajo —responde el señor Contreras con una ceja levantada.
—Varias veces, pero jamás había entrado a una en plena fiesta —reí un poco mientras le daba un corto beso antes de tomar su mano— es mejor ir a descansar.
—Tienes razón Key, cada quien puede tomar la habitación que quiera, descansen —sonríe la pelirroja mientras tomaba la mano de su esposo.
—Lo mismo digo, lástima que ahora yo duermo sola, no hagan tanto ruido ustedes —dice de golpe Lupe antes de reír y despedirse para todos dirigirse a sus habitaciones.
9:30 pm, en la habitación de Keyla y Harold.
—Este lugar tiene una gran vista, cariño —comenta el chico mientras se encontraba apoyado en el balcón de una de las habitaciones del cuarto piso.
—Sí, lo sé y mucho amor —me acerqué a este abrazándolo levemente por la espalda para mirarlo— y bien, dime lo que me ibas a decir mañana, estamos tú y yo solos ahora mismo, y te juro que me está matando la curiosidad.
—Bueno amor, lo que paso fue que... —ambos tomaron asiento en la cama por comodidad y este empezó a decirle todo lo que Tiffany le había comentado, la reacción de su esposa fue más de sorpresa que cualquier otra, simplemente no podía entender como existe gente tan miserable como ese egoísta.
—Aún no entiendo cómo puede existir gente tan mala, sé que Tiffany no es la mejor persona que digamos, pero me compadezco por su esposo muerto y su bebé, además... La entiendo, yo también fuese hecho esto en su lugar... —suspire un poco pesado mientras lo miraba.
—Tranquila, amor, todo estará bien, ya lo verás cariño y lograremos acabar con ese estúpido, además de concederle la libertad a Tiffany y que no nos moleste más —sonríe este mientras acariciaba su mejilla levemente.
—asentí y empecé a desabotonar con un toque de cautela su camisa mientras lo observaba a los ojos— ¿Y si levantamos estas perezas? —sonreí dejando pequeños besos en la zona de su cuello al notar como este me daba cada vez más espacio al hacer su cabeza atrás— eres mío Contreras.
—Y usted, señorita, no lo dude que también es mía —sonríe ampliamente antes de quitarle la peluca a la joven, mientras empezaba a bajar los tirantes del vestido, acariciando la suave piel de su contraria.
—deje escapar una pequeña risa cuando de un impulso termine haciendo que me cargue, mis labios atacaron ferozmente los contrarios, formando un beso lleno de pasión y lujuria, empezando por quedar sentada sobre el regazo de mi marido. Movimientos circulares empezaron a aparecer en el acto, y el calor se empezaba apoderar de nuestros cuerpos.
De un giro terminé debajo de mi esposo, quien empezó a deshacerse de las molestosas prendas que nos cubrían, descendiendo en un camino de besos hasta llegar a esa zona sensible, que empezó a devorar como un manjar mientras la chica recogía un poco sus piernas abriéndolas para él. El oral que le hacía Harold le hacía perder la cordura, que aunque se removiera en las cobijas, no podría librarse del tan especializado movimiento de lengua de su contrario.
Los gemidos eran retenidos en las almohadas, las cuales también soportaban los apretones que dejaba. La humedad en mi entrepierna era demasiada que a súplicas observaba a Harold para que se detuviera y cambiáramos de roles o me correría en ese preciso instante, acto que fue aceptado por mi marido el cual en un ágil movimiento me dejo encima de este y ahora yo era la que lo recompensaba en una perfecta 69 que nos hizo llegar al primer orgasmo, puesto que este estaba igual de duro y listo para correrse.
Tras recobrar el aliento volví a quedar a la merced de mi esposo, Harold estaba siendo un experto tocando cada punto de mi piel con sus labios haciendo que delire. Al sentir su gran falo ingresar por mi intimidad húmeda dejé escapar un gemido alto que termino inaudible en las almohadas. Sus embestidas eran feroces, que la cama rechinaba un poco, por lo que lleve mis manos a su espalda arañándola, la sinfonía del movimiento, los roces de la piel y el choque era excitante.
Después de que acabásemos esa ronda volviendo a un segundo orgasmo, ambos caímos agitados y abrazados en esa cama, deleitándonos cuál amor sentíamos el uno al otro, por lo que acaricie su cabello húmedo dejándole un beso en sus labios cortamente.
—Te amo, mi amor... —sonríe agitado el joven con una gran sonrisa mientras se acomodaba en el pecho de su amada.
—Te amo más... —susurre con una sonrisa antes de cerrar mis ojos, quedando dormida de ese largo día. El primero de muchos, porque lo que se venía no sería nada fácil.
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