La mesa que antes ocupaba mi cuerpo, ahora lo ocupa el cuerpo sin vida de mi creador.

¿Me arrepiento? No. No podría predecir que me hubiese sucedido si ese loco todavía me usara como su experimento. Pero, a pesar de matarlo, me convirtió en aquella arma que él soñaba, muchas veces me decía que era el regalo de su Dios, tomaba la Biblia y me recitaba algún proverbio. Quizás para liberase de la culpa, quizás como un paso más al loquero.

Todavía recuerdo sus entrenamientos, los primeros días se basaron en estar recostado, conectado a una máquina que liberaba energía en mi torrente sanguíneo, cada vena después de aquello se convirtió en cable. Dudaba de que hubiese sangre en mí, mi cuerpo continuamente es apresado por las cosquillas.

Después pasamos a mi tacto, la sensibilidad al sentir la energía que me rodeaba. Por ello me encontraba en una especie de carpa aislante. La primera vez que liberó mis ataduras también redujo la dosis que me suministraba (todavía no tengo idea de qué era, y estoy seguro de que se llevó ese tipo de antídoto a la tumba), aquello produjo que mi poder se liberara en ondas, en esa ocasión la que más efecto tuvo fue la electroestática, al parecer tenía un problemita de electrones. Días después, con muchos más estudios, el viejo logró que de alguna forma estén nivelados en mi cuerpo la carga negativa y positiva. Pero eso sólo se lograba al 100% si yo lograba manejar aquello en un espacio abierto a partículas y demás cosas.

Fueron días largos, pero lo logré, la clave era manejar mi campo eléctrico. Es como una sábana para mi cuerpo. 

Pero si me destapo, tengo que abrir mis sentidos a todo lo que me rodea y manejar las energías como un titiritero.

Después de aquello fue todo más fácil, o casi.

Lo siguiente fue, metafóricamente, convertirme en la energía que me rodeaba. Así podía lograr apagar la luz sin levantarme, pero debía sentirla, ser parte de ella. Las primeras veces que lo intenté exploté todas las bombitas, no sólo de aquella habitación, sino de toda la casa.

Hoy en día ya puedo generar un apagón en mi pequeña ciudad, como también volver a dar la luz al siguiente segundo.

Lo último era materializar la energía. Juntar cada partícula como bloques de legos. Una chispa (si es que así podía llegar a nombrar a lo que había logrado) me había llevado muchas horas. No puedo crear un rayo, pero sí una corriente como para matar a alguien y lo hice, pero después, quedé agotado.

Tomé asiento en una pequeña mesa y concentré energía en la pava eléctrica. Tenía hambre, y sólo había una caja de sopa. Ese hombre casi no me alimentaba, sólo lo hacía cuando lograba sus propósitos. Por ello cumplía con sus caprichos, también lo hacía porque quería saber manejarme cuando saliera de aquel lugar y no ser un peligro, por ejemplo, una tormenta eléctrica sin control.

Nota:

Me costó un montón escribir esta parte, lamento para los fanáticos de la física que tengan que leer esto, pero fue lo mejor que pude hacer. 

¡Espero que les guste un poquito como para dejar sus votos!