Una brisa soplaba sobre mi rostro, como una caricia para que me despierte. Fruncí el ceño y abrí mis ojos, estaba tirado en la maldita calle como un perro. Moví mis hombros e hice sonar mi cuello me levantaba con todo el cuerpo duro.

Vagos recuerdos aparecían como chispazos en mi mente.

"Debes hacerlo" aquella voz sonaba enojada en mis recuerdos.

"Estaba enojado, muy enojado pero mi sed de sangre era mayor, mis manos picaban por tocar aquel líquido caliente". Sonreí y miré mis manos, bajo las uñas podía ver la sangre seca del resultado de lo que fue anoche. Suspiré y seguí caminando, sin dudas la satisfacción es mucho mejor y más agradable que el dolor, este último no debía ser nunca más parte de mí, más que nada si no quería terminar tirado en la calle otra vez. Me tranquilicé sabiendo que ya le llegaría su turno y recordando lo de anoche, quiero repetirlo. 

"De noche de día, lo que fuese, siempre estaba impregnado aquel olor a humedad nauseabundo. Las calles estaban oscuras, yo podría pasar como una sombra más si no fuese que estoy todo vestido de blanco, menos la mochila que colgaba de mi hombro.

La vestimenta era perfecta para la ocasión, yo era un lienzo en blanco e iba en busca de mi pintura. 

Sentía mi corazón latir ante el momento que se aproximaba, limpié mis manos sudadas en el pantalón y toqué el timbre. Cada segundo que pasaba mi furia aumentaba, potenciada por las cervezas que había bebido en el camino ¿fueron dos o cuatro?

La puerta fue abierta por un corderito que hoy sería sacrificado. 

—Hola cariño, te esperaba para mañana— su sonrisa era tensa y parecía nerviosa ¿me estaría escondiendo algo?

No le respondí, la empujé al entrar y revisé cada rincón, hasta que me encontré con una campera que claramente no era mía. No éramos nada, no me había engañado pero yo le sentí como tal. 

La daga de mi bolsillo hizo un corte limpio en su brazo, las primeras gotas ya habían comenzado a pintar. Gritó y corrió a la puerta, pero fui más rápido y la atrapé. Sus gritos no me molestaban pero sabía que alertaría a los vecinos, los cortes eran rápidos y emanaba mucha sangre tibia, manchando la alfombra y mi vestimenta hasta mi rostro.

Estaba tan concentrado en mi arte que no escuché los golpes en la puerta, cuando giré el rostro ví a tres personas paradas en la puerta, una tenía un arma pero no llegó a levantarla ni un centímetro que mi daga ya estaba perfectamente clavada en su cuello. 

—Gracias por ser espectadores de mi obra de teatro, ante ustedes "el artista". 

No se movieron ni respiraron, aprovechando el momento me fui por la ventana y corrí lejos, en el camino me cambié la ropa y guardé mi pintura en la mochila."

Las noticias volaban, me sentía extasiado. Todos me temerían.  

Encontré mi mochila que había escondido en un arbusto: mi arte. 

Nota:

Hola, hola. Aquí estamos ante nuestro villano, ¿qué les pareció? 

A mí me encanta, es mi favorito. 

¡Espero que les guste!