Mientras le doy vueltas a la taza recuerdo a aquella mujer, la que hoy vive dentro de mí, es como una radio vieja que no se apaga su voz me habla, me susurra, acaricia cada palmo de mi ser como la seda, se vierte en mi cerebro como el mejor café, disparando la adrenalina en mí, deseando tener el antídoto para su veneno pero el cual es inexistente.

Dicen aquellas malas lenguas que tenía una vida por delante, llena de triunfos y que lo arruiné. Pero no, ella me arruinó; me sedujo y me hechizó. Y después de su muerte sigo siendo su títere.

La veo en cada mujer, todas son brujas, todas deben morir hasta que yo encuentre mi paz entre mis manos teñidas de sangre.

La observó mientras limpia las mesas, hipnotiza con sus movimientos, suaves y calculados como los de un gato. Como los de una bruja.

Debía cumplir con mi propósito antes que ella lo hiciese con alguna pobre alma, pero decidí esperarla en mi auto, aquí dentro no podía hacer ningún movimiento porque un hombre se hallaba sentado. Mirándome y estudiando; raro pero lo dejé pasar.

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Aquel hombre por alguna razón había activado mi alarma de sospecha pero la otra parte de mi cerebro me decía que estaba siendo paranoico. Y le creí, con todo lo que estaba sucediendo sentía que todo estaba dado vuelta. Pero mi inquietud no se fue, menos cuando al salir lo hallé en su auto, agazapado, como esperando a su presa.

Maldije a mi nuevo lado protector y decidí ver qué sucedía, escondiendome detras de un gran árbol.

Los minutos pasaban y el frío me estaba cobrando factura, cuando iba a desistir ví a la chica salir del local. Sola.

Caminó hacia el lado contrario del auto, si el conductor daba la vuelta en U sería muy sospechoso. Supuse que la interceptaría, no quería levantarme y ver una noticia de una chica muerta y más si yo pude haber hecho algo.

Decidí seguirla, lejos para que no se asustara pero cerca para seguir sintiendo sus latidos.

No me percaté del auto hasta que apareció en la esquina, el hombre bajó y la tiró en los asientos traseros. La gente se acumuló y no pude usar mi latigazo de energía porque no sabía distinguir un latido de otro.

Sin pensarlo corrí detrás del auto, una cuadra, dos cuadras, tres cuadras, callejón sin salida.

El hombre salió con las manos en alto, yo levanté las mías. Un corto latigazo y estaba desplomado en el suelo, pero no lo maté, llamaría a la policía para que se encarguen. La chica salió, las lágrimas habían corrido todo su maquillaje, temblaba como una hoja, le hice una seña para que de fuera y corrió lejos.

Caminé una cuadra hasta llegar a la cabina de teléfono, supuse que por unos minutos no iba a suceder nada. Pero pensé mal, cuando volví el hombre no estaba más, me quedé pasmado en mi lugar, ¿cómo podía ser posible?