II
Melisa había llegado al laboratorio. La zona estaba cubierta de una alambrada en los alrededores. El edificio era grande, con una antena satelital brevemente visible en el techo. Esto le pareció sospechoso. En la entrada había un custodio al que le enseñó su identificación y luego la dejó pasar.
Entró en el edificio. Estaba todo increíblemente limpio, con un color blanco en las paredes que le llamó la atención. La recepción estaba justo al frente, continuo al ascensor. Ahí había una mujer, casi de treinta años, pero muy guapa, que tenía el pelo de un inusual color plateado con puntas violeta y ojos claros. Andaba atendiendo una llamada cuando cruzó su mirada con la de la joven.
-¿Puedo ayudarte?-preguntó la recepcionista.
-Oh...Hola.-contestó Melisa.-Vengo de parte del general. Soy la Doctora Grissom.
Melisa le enseñó su tarjeta de identificación falsa. La presentaba como la Doctora Catherine Grissom, nombres que sacó de personajes de la serie CSI.
-Vale.-prosiguió la recepcionista.-Él lamentablemente no se encuentra, pero si quieres le aviso que estás.
-No, no es necesario. Volveré en otro momento quizás. Oye, me gusta tu color de pelo. ¿Es natural?-preguntó Melisa mientras esbozaba una dulce sonrisa.
-¡Oh, no! ¡Qué va!-respondió alegremente la recepcionista.-Me la suelo teñir en la peluquería del pueblo. Hacen las mejores. Me gusta también tu corte, muy de los años 20.
La joven tenía un corte con flequillo que le llegaba por la mandíbula. Algunas personas se referían a este como bob.
-¡Gracias!-respondió con un tono agradable.
-Si quieres te muestro algún día qué tal hacen los peinados en el lugar. ¿Alguna vez has ido, Catherine?
-No, realmente. Por favor, llámame Cathy. ¿Tú te llamas...?
-¡Oh, cierto! Mala mía. Me llamo Shoshana Wenjun. Mucho gusto, Cathy.
Ambas se dieron un apretón de manos y Melisa estaba sorprendida por el rumbo que tomaba la conversación.
-Igualmente, Soshana. Es un bonito nombre. ¿Eres judía?
-No, es mi padre. Mi madre es asiática. Supongo que la gente dice que me parezco más a mi padre.
-Ah, vale. Bueno, me puedes dejar tu número si quieres. Así vamos a la peluquería cuando tengas tiempo libre.
-Oh, claro. Aquí está.
Shoshana arrancó un pedazo de papel de su libreta de notas y apuntó su número de teléfono. Luego se lo entregó a Melisa.
-Muchas gracias. Fue un gusto hablar contigo.
-Jajaj. Lo mismo digo.-dijo Shoshana mientras se echaba para atrás el pelo.
Inmediatamente, Shoshana siguió con su tarea, aún conservando su sonrisa. Melisa guardó el papel en su kit. Entonces, cautelosamente, lejos de la vista de la recepcionista, decidió entrar en el ascensor.
La recepcionista se levantó un momento y desapareció detrás de una puerta, por lo que Melisa aprovechó para llegar al ascensor. Rápidamente, apretó el botón para que abriera el ascensor. Estaba increíblemente desesperada. Finalmente abrió y se apuró para entrar. Cuando Shoshana volvió, solo pudo oír extrañada cómo se cerraba la puerta.
Se detuvo a mirar los botones del ascensor. Había uno que decía específicamente BAJAR, cosa que la extrañó mucho. Estaban los números de los pisos y los de arriba y abajo que eran flechas, pero ese decía precisamente BAJAR. Trató de probar suerte y para su sorpresa, el ascensor comenzó a bajar.
Eventualmente, llegó a lo que parecía ser un nivel subterráneo. Salió del ascensor y vio que se hallaba en un pasillo iluminado solo con luces azules. Este estaba repleto de puertas de metal, parecidas a las que estaban en las prisiones de máxima seguridad. Pasó silenciosamente al lado de estas, que tenían una pequeña ventana por la que mirar hacia adentro.
En la primera puerta no encontró nada, sintiendo un raro alivio. En la segundo, mirando por la ventanilla, pudo notar una figura pequeña, como del tamaño de un niño, mirando hacia la pared. Vestía ropa gris, como un recluso. La luz que iluminaba su cuarto, en cambio, era verde. Melisa miró alrededor para ver si encontraba una llave.
En el final del pasillo había un estante con lo que parecía un llavero con una gran cantidad de llaves. Apresuradamente, llegó y lo cogió. Al volver, halló al niño en la misma posición que lo había dejado. Se puso a probar con cada llave para tratar de abrir la puerta. Al regresar la vista a la ventana, se llevó un horrible susto. La figura era un niño. En sus ojos, Melisa pudo ver claramente una mirada muerta, una "mirada de pescado", como decían en el pueblo.
-¡Eh, niño! ¿Estás bien?-preguntó alarmada.- ¿Quién te tiene aquí encerrado?
El niño no emitió ninguna respuesta. La joven continuó con lo que hacía.
-No te preocupes, te sacaré de aquí.
Arriba, en la recepción, el hombre de la máscara de gas entraba con una pistola en su mano. La recepcionista pudo notarlo y rápidamente, apretó un botón debajo de su escritorio para llamar alertar a seguridad.
-¿Puedo ayudarle en algo?-preguntó disimuladamente.
El sujeto levantó el arma, apuntando hacia ella. Era una Glock. Con la misma, acertó tres disparos a la mujer en el cuerpo. Esta cayó tendida en el suelo. Su hermoso cabello color plateado ahora se teñía con el roja de su sangre.
En el edificio entero comenzó a sonar la sirena de emergencia. El asesino sabía que, inmediatamente, llegaría seguridad y su misión se dificultaría. Decidió ir al ascensor y bajar al piso donde había llegado Melisa. En una pared, sin que este ni Melisa se dieran cuenta, había una cámara de seguridad que observaba todo lo acontecido. Quien detenidamente analizaba la situación era el General Flint, que tenía el teléfono en la mano.
-Suelten a Reptil.-ordenó a través del teléfono
Melisa continuó abriendo las celdas, con los niños que reunía a su lado. Ya iban tres que sacaba. Dos niñas y un varón, ahí, encerrados. Empezaba a creer que aquello era algo grave. Cuando fue a abrir la cuarta puerta, se encontró a un hombre con bata de doctor, calvo y con anteojos. Llevaba una jeringuilla en la mano. Había un niño sentado en la cama. La luz verde reflejó su asustado rostro.
-¿Quién eres?-preguntó Melisa.
-Soy el Doctor Rosovich. Ahora dime, ¿quién eres?
-Soy la Doctora Catherine Grissom. El general me ha mandado a llevarme a estos niños a otro lugar.
-¿En serio? Él no me ha notificado nada. ¡Usted es una mentirosa! ¡Exijo que me diga quién es en realidad!-ordenó el doctor.
La joven rápidamente sacó de su kit de CSI un spray de pimienta al que roció sobre el doctor.
-¡Arggggh!
-¡Ven conmigo, niño! ¡Corre!
El chico rápidamente se fue con ella. Ya se había unido al pequeño grupo que había formado. Melisa cerró inmediatamente la puerta de la celda. Empezó a avanzar a la próxima, pero se aterró cuando miró para atrás.
Era el hombre con la máscara antigás. Estaba parado en medio del pasillo, mirándolos fijamente. Empezó a caminar lentamente. Melisa, con los niños atrás, retrocedía mientras se daba cuenta de que en su mano llevaba una Glock.
El tipo había llegado a la misma celda donde dejaron encerrado al doctor. Con un disparo de su pistola, procedió a abrirla y le dirigió la palabra.
-Lárguese antes de que te encuentren. Tu trabajo aquí ya ha sido comprometido.-advirtió el hombre misterioso.
-Entendido, elimina a los niños. No podemos dejárselos a Flint.
-Me encargaré de eso.
El doctor echó a correr. Melisa estaba perpleja con lo que escuchó. Pensar que probablemente iba a matar a aquel niño, la llenó de una ira incontrolable. El sujeto la apuntó con el arma y se preparó para disparar. Sin embargo, algo salió del final del pasillo. Algo que evitó que disparara. Al voltearse, divisó una criatura humanoide, con escamas en la piel y su cara con forma de reptil, claramente, con pantalones rasgados y descalzo. El ser le gruñó en la cara y antes de que pudiera disparar, le apartó del camino con un empujón. Acto seguido, dirigió su mirada hacia Melisa y los niños.
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