
030| Sentimientos.
Cada uno ha de actuar según su conciencia y seguirla donde le lleve, aunque el camino sea largo y duro y millares de demonios se interpongan —Thor.
La pelea fue caótica y casi letal. Los solados que nos abordaron estaban mejor adiestrados y equipados, disponían de un nutrido arsenal de armas diseñadas especialmente contra nuestra naturaleza. Eran demasiados y parecían surgir de cualquier grieta.
Verme contra las cuerdas me dio una nueva perspectiva. Estaba claro que nos aproximábamos peligrosamente al origen y los métodos se encrudecían, los altos cargos se volvían despiadados al verse cada vez más arrinconados y aquella desesperación creciente incrementaba al riesgo hasta un nivel insostenible.
No iba a permitir que Tom y Paul quedaran atrapados en el fuego cruzado y para eso debía dar unos cuantos pasos hacia atrás, alejarme y disuadirlos para que me dejasen continuar a partir de este punto en solitario. A fin de cuentas, ya no me encontraba por completo sola, Flynn y Brett, el otro par de híbridos estaban justo ahí, entendiendo el peligro y pudiendo encararlo.
Ambos lo demostraron sobradamente al enfrentarse con los solados.
Dudé un instante cuando la voz quebrada de Paul me golpeó directamente y sin paliativos en el oído, aflojándome las rodillas con una debilidad desconcertante y acelerando de manera ridículo el latido de mi corazón.
El recuerdo provocó una traicionara corriente por mis músculos e, instintivamente giré el rostro apenas unos centímetros. Paul, sentado en un rincón, mantenía la cabeza gacha con un aire desinteresado, molesto y frío, comprobando de vez en cuando la pantalla de su teléfono, ignorando la conversación que se mantenía en la habitación y que surtía el efecto contrario sobre Tom Hopper.
—Por las bragas floreadas de mi tía abuela —soltó, impresionado, amasándose el bigote casi en un afán descontrolado cuando Flynn explicó concisamente los aspectos más importantes de la situación global—. Es una puta locura.
Una sonrisa algo divertida elevó las comisuras del híbrido.
—Es una forma de describirlo, sí.
Brett también había optado por mantenerse al margen, sentado sobre el alfeizar de la ventana con medio cuerpo fuera. Estaba claro que habían estipulado que sería Flynn quien tratase con la gente, ya que el método hosco y violento del rubio podría ocasionar más confusión en un tema ya de por sí complicado.
—Por suerte este vejestorio aún tiene recursos que ofertar —pronunció Tom con un tono que se debatió entre lo jocoso y severo. Deslizó el teléfono por satélite por la mesita de té donde se concentraba la reunión con una expresión satisfecha—. Los capullos que atacaron a estos dos en el pueblo se comunicaban a través de uno de estos. Pertenecen a un proveedor propio, cuyas transacciones están encriptadas y sumidas en la más estricta confidencialidad, pero... mis amigos en el muelle han localizado un cargamento con su firma que sale esta madrugada hacia San Diego.
Las pobladas cejas castañas del híbrido se elevaron con genuino respeto.
—Así que California —asintió, despacio—. Tiene su lógica, Morris operaba desde San Francisco antes de perder gran parte de sus inversores y la protección federal. Es una información muy valiosa, Hopper.
Capté el orgullo taimado en la mirada del sheriff de pueblo con un cierto malestar. Era evidente que Tom era útil y bastante más impresionante y preparado de lo que prejuzgué al conocerlo, por lo que sería complicado apartarlo todo lo rápido y aséptico que necesitaba.
Se me formó un angustiante nudo en el estómago que me forzó a parpadear y centrar mis pensamientos en un asunto más productivo, como el tema de los muelles.
—Podemos interceptar el cargamento, debe ser importante si se toman tantas molestias de descargarlo en este muelle si plantean llevarlo a la otra punta del país. Alguien tiene que supervisar el traslado —intervine.
—Está claro que pretenden despistar —Flynn se mordió el labio inferior con una expresión de concentración—. Nadie descarga en una costa si su destino es la contraria, aunque, una acción tan enrevesada les libra del foco de atención, ya que, como dije, la última localización importante del trabajo de Morris era San Francisco.
—No sé —la voz grave de Brett cargada de desconfianza y desdén estalló en la habitación—. Es demasiado conveniente.
Alcé el rostro frunciendo las cejas, curiosa.
—¿A qué te refieres?
Brett se sentó más recto en la ventana, introduciendo ambas piernas en el espacio de la sala y estirando la columna en nuestra dirección. Sus ojos gélidos se entrecerraron en un gesto un tanto aburrido, pero tras esa primera impresión se percibía el enorme estado de alerta en el que se encontraba.
—Piénsalo, enana —cargó ese absurdo mote con intención—. Los muy imbéciles entran en una misión portando teléfonos que, aunque difícilmente, pueden ser rastreados hasta aquí y, justo cuando llegamos hay una importante descarga en el puerto. Apesta a intencionalidad, a migas dejadas en tu camino para que llegues justo donde estás ahora, ¿cómo puedes estar segura de que no te están manipulando? ¿qué no se están dejando perseguir para que los encuentres?
Sus palabras me congelaron la sangre en las venas, helándome los pensamientos que quedaron suspendidos. Noté una sensación extraña cosquilleándome hasta en el último recoveco de mi organismo, muy similar a los instantes previos a que activaran la corriente en el tanque; ese sentimiento de anticipación y... miedo.
—Es posible —resolvió Flynn—. Pero eso no significa que vayan a salirse con la suya, darles la sensación de control puede jugar de nuestro lado, su prepotencia y exceso de confianza ha sido su perdición más de una vez. Ambos fuimos conducidos a su trampa y pudimos sobrellevarlo —sus curiosos y extraordinarios ojos verdes se posaron en mí con fijeza—. Eres fuerte, Chloe, incluso más que nosotros, podrás hacerlo.
Debí sentirme mejor, pero por algún motivo no lo logré.
Supe que se refería al momento de la pelea donde conseguí obtener ventaja, pero la teoría de Brett había calado hondo, adhiriéndose a mis huesos, sin dejar un hueco para el optimismo o la confianza. Miré al híbrido pantera que me estudiaba con atención, ¿evaluando mis reacciones? ¿queriendo ver si me iba a echar atrás? ¿si estaba asustada?
Cerré los puños, clavándome las garras en las palmas, dejando que el dolor físico me anclase al suelo, reteniendo las dudas, enjaulándolas con el resto de las emociones inservibles que solo engordaban mi latente debilidad.
Resalté la barbilla y mi tono sonó firme:
—Estoy dispuesta a correr el riesgo —tomé aire, dejando, de paso, que mi oración cayese con la suficiente fuerza antes de continuar—. Pero vosotros os quedáis aquí, solo incordiaríais. Es conveniente que abandonéis la ciudad cuando toda su atención esté puesta en mí.
Tom ni pestañeó, por el contrario, una sonrisa ladeada brotó en sus labios y su mirada se enterció, a pesar de la crudeza de mis alegatos y lo implacable que me esforcé por sonar.
—¿Y después qué?
Su interrogación me descolocó y él lo notó. Paul no apartó la vista de su teléfono, pero en un vistazo superficial pude apreciar tensión acumulada en su mandíbula y que su postura no era tan relajada e indiferente como antes.
—¿Después?
Asintió.
—Exacto, después. Puede que incluso salgamos de la ciudad sin incidentes, que durante un par de días todo se calme, pero no será tan sencillo acabar con el enorme grano en el trasero de la organización. Sé por qué nos apartas y eso solo valida mis intenciones —se encogió de hombros—. Prefiero ser útil en el frente que me atrapen como una rata en la retaguardia.
Me quedé sin habla, mi sistema fonador dimitió y mi mente cortocircuitó ante la serena calma en su voz, como si no se estuviera adentrando en las fauces de un dragón. Una oleada cálida me atacó desde dentro e incluso... incluso se me humedecieron los ojos por la impresión.
—Es tan conmovedor que me dan ganas de vomitar —soltó Brett, sacudiendo la cabeza—. Está claro que esta ñoñería de tema no es de nuestra incumbencia. Será más productivos si el resplandeciente Ruby Tiger y yo vamos a patrullar los muelles.
Resplandeciente era un adjetivo que encajaba con la personalidad de Flynn, pero sonó a insulto.
Ruby Tiger.
¿Quién en su sano juicio se pone en nombre tan cursi?
—Vas mejorando en tacto, Dark Claw —se burló Flynn, recogiendo su chaqueta marrón del respaldo de su asiento y guiñándome el ojo—. Si hay alguna novedad prometo informarte, si no, quedamos dentro de dos horas en la entrada de este hotel.
—Tú, surfero —Brett se detuvo frente a Paul—. Es un asunto de mayores, será mejor que salgas al pasillo a seguir montando tu numerito de despechado.
Paul elevó la cabeza bruscamente y sus labios se despegaron sin emitir sonido, anonado.
Flynn puso los ojos en blanco.
—Retiro lo anterior.
Brett sonrió malévolamente y sin esperar a una reacción del muchacho lo asió de la manga de la sudadera, arrastrándolo fuera. En parte, que se marcharan colaboró a que no me sintiera tan expuesta.
Presioné los labios en una tensionada línea recta.
—No es seguro para vosotros —simplifiqué.
—Es un poco tarde para inquietarse respecto a la seguridad —Tom se incorporó y avanzó los pocos metros que lo separaban de mí—. Debes quitarte ese peso de encima.
Posó sus gigantescas manos en mis hombros y me miró con una fijeza seria.
—Sé que no somos unos puñeteros mutantes, ni soldados de élite, ni nada parecido, pero vacía tu mente de esos traicioneros pensamientos, meditar sobre lo que puede ocurrir tiende a bloquearnos —me dio un ligero apretón cargado de afecto—. Sé que no quieres que salgamos heridos, que nos dañen, pero, Chloe, estar vivo significa correr riesgos y enfrentarse continuamente a la perspectiva de la muerte. Quizás me dé un infarto en unos años por el exceso de azúcar, ¡está claro que no me freno a la hora de comer donuts! Esa muerte no tendrá nada de heroica, ¿qué será? ¿un accidente automovilístico? ¿un cáncer? ¿un despiste? ¿una bala?
Una de sus manos se alzó para acariciarme cariñosamente la mejilla. Su sonrisa siguió justo ahí, reconfortante y refrescante.
—Me siento muy afortunado de haberte conocido, pequeña y no me arrepentiré nunca de hacer algo para ayudarte. Eres una persona increíble, y no solo porque pegues jodidamente bien, si no por todo lo demás. Cuando Karen murió, creí hacerlo con ella, quedándome estancado en una rutina gris y apática, pero... llegaste y le devolviste el sentido, ¡maldición! ¿¡Sabes lo divertido qué han sido todas las tareas de investigación?! Ha sido como volver a respirar —soltó una carcajada vibrante y rebosante de vitalidad—. Incluso he encontrado esperanza en el pedazo de mierda con patas que es Paul gracias a ti. Quiero estar a tu lado, no hace falta que sea en el sentido más literal, pero sí cerca, para que lo sepas, para que lo notes... no estás sola, me tienes a mí... tienes al canalla de mi sobrino y esos dos frikis gatunos.
Sobrepasada, así me sentí, por la cantidad ingente y nueva de emociones que me surcaron de arriba abajo. Fue... fue... inefable, raro y acogedor. Antes de poder racionalizarlo lo abracé, hundiendo el rostro en su pecho y luchando con el nudo que se había materializado en mi garganta, contracturando mis cuerdas vocales.
—Gracias —mi voz me abandonó pastosa.
—Gracias a ti —repuso Tom, acariciando pacientemente mi espalda—. Te quiero, pequeña.
No sé cuanto tiempo permanecí en ese rincón del universo, degustando esa calidez recién descubierta. Ya era imposible comentar nada al respecto, solo un fracaso más que añadir al montón. Pero debía reconocer que tenía razón.
La organización los conocía y aunque frustrase su intercambio en el muelle y pudiesen eludir su influencia durante un tiempo, era imposible asegurar su seguridad.
—Tienes que hablar con él —murmuró Tom pasados unos minutos.
—Lo sé —suspiré, apartándome.
Estaba reblandecida por dentro, trasmutada en todo un pastelito, pero tampoco disponía de tiempo para despilfarrar en tratar de calmarme. Salí al pasillo, descubriéndolo desierto. Conduje mis pasos hacia la puerta de su habitación y toqué con los nudillos en su mullida superficie.
El aroma que flotaba en el interior del hotel era agradable y por fin me había habituado por completo a la bulliciosa cantidad de estímulos de la ciudad.
Esperé, sin obtener una respuesta clara.
Insistí, obteniendo solo silencio y ausencia de respuesta por su parte.
Bueno, nadie podía decir que no había optado en primer lugar por el método más civilizado.
Abrí la puerta, encontrándome el espacio sumido en la penumbra, parpadeé, acostumbrándome a la poca cantidad de luz, cambiando a una visión más refinada. Escuchaba el latido de su corazón, así como el sonido de su respiración claramente.
—Paul —llamé con neutralidad. Arrugué la nariz—. ¿De dónde has sacado el tabaco?
—Tenía una caja de emergencias por si la situación la ameritaba —elevó las cejas con una evidente dosis de burla y extendió el brazo en mi dirección—. ¿Quieres?
Negué de mala gana y él se limitó a encogerse de hombros, volviendo a llevar el cigarrillo a sus labios. La luz anaranjada del fuego iluminó su rostro y acentuó las sombras. Dejó salir el humo y su pecho se hundió con fruición.
Crucé los brazos sobre el pecho, internando un paso más, adentrándome en esa atmósfera enrarecida. Pude notar el dolor y la sorpresa de su mirada después del abrazo, como me hizo flaquear unas milésimas.
—No me has informado de tu decisión.
Paul me miró antes de chasquear la lengua.
—Habló la reina en informar de decisiones... —se lamió el labio inferior y volvió a dar otra calada antes de responder—. Iré. Tampoco es que tenga elección.
—En eso tienes razón, vayas a donde vayas, podrían encontrarte.
Los ojos castaños de Paul no abandonaron los míos, incluso cuando una sonrisa triste irrumpió en sus facciones cansadas.
—No me refería a eso.
—¿Y a qué te referías?
Aplastó la colilla sobre al alfeizar, contemplando las delgadas volutas de humo hasta que desaparecieron.
—No lo ibas a entender —razonó—. No es necesario complicar aún más las cosas.
Sacudí la cabeza con cabezonería, plantándome frente a él de un movimiento tan rápido que el chico se vio obligado a parpadear. Tenerlo tan cerca disparó esa absurda respuesta física que me desajustaba un poco las articulaciones.
—Prueba a explicármelo —demandé—. De lo contrario te recomiendo que no hagas una afirmación tal.
Una tensión eléctrica se apoderó de mis músculos, incluido el corazón, que me galopó en el pecho. Podía escuchar el acelerado ritmo del suyo golpear rítmicamente en mis oídos como una melodía destinada a confundirme.
Paul soltó el aire profundamente por las fosas nasales y sus labios se entreabrieron un poco antes de que se aprontase a responder:
—No es la organización quien no me deja opción... Eres tú.
—¿Yo? —inquirí—. Eso no tiene sentido.
Paul soltó una carcajada ácida, carente de toda gracia o disfrute y retrocedió un paso mientras sacudía la cabeza de un lado a otro.
—¿Ves? Te dije que no ibas a entenderlo, pero no te sofoques, es culpa mía, yo soy el único idiota aquí.El tipo siniestro me haayudado a comprenderlo.
Ese "tipo" debía ser Brett.
Me mordí el labio inferior, enrabietada, por alguna razón, había algo en su actitud que lograba sacarme de mis casillas, simplemente... no era el Paul habitual, si no aquel que se esforzaba por construir un muro cimentado en las estupideces y la actitud de imbécil.
—Puede que seas un idiota, o puede... solo puede, que se te dé muy bien comportarte como uno —repuse sin ocultar mi alteración—. No sé como pretendes que comprenda lo que ocurre cuando no paras de cambiar tu forma de actuar, pareces casi... asustado.
—¿Qué yo cambio mi forma de actuar? ¡Debes estar de coña! ¡Joder! ¡Eres tú la que primero dice que te alegras de haberme conocido para después... después... apartarme como si solo fuese un incordio!
Refunfuñé.
—Era por tu bien...
Pero él no atendió a escucharme, solo se acercó más con esa mirada rutilante y enfervorecida. Parecía fuera de control, como si hubiese mandado a la mierda el escaso sentido común que lo mantenía atado al mundo y a un nivel de coherencia mínimo.
Su agitación era contagiosa porque pronto me vi engullida por esa energía insostenible que derritió mi escasa capacidad de mantener una interacción social tranquila. Mis pocas habilidades en ese área siempre habían supuesto una traba, un incoveniente a la hora de comprender cosas sencillas, ¡hasta apenas unas semanas ni siquiera sabía hablar! ¡Exigirme tanta complejidad era descabellado!
Pero, lo que sentía, lo que me atenazaba el estómago estaba ahí, ineludible, insoportablemente real, conduciéndome a mi propio límite, sobrepasando mi entendimiento, llenándome de frustración por eso mismo. No era necesario entenderlo para que se presentase justo ahí, justo en ese momento farragoso y acalorado.
—Responde: ¿por qué te fuiste sin avisar? ¿Por qué me tratas con tanta frialdad innecesariamente?
—¡No era innecesario! —chillé—. ¡No puedo soportar la idea de que te hagan daño y mantenerte al margen me pareció lo más adecuado! ¡Casi te vuelan por los aires! ¡Te apuntaron con una pistola! ¡Tienes la espalda lesionado por mi culpa! SOY UNA MALDITA BOMBA DE RELOJERÍA QUE TARDE O TEMPRANO VA A EXPLOTAR Y NO QUIERO QUE TE ALCANCE.
Después de descargarlo me sentí mareada, casi sin fuerzas.
Paul se mantuvo en silencio, con un semblante impasible, antes de soltar un susurro bajo y derrotado:
—Tarde, muy tarde.
Me agarró de la nuca, impulsándome hacia él en un movimiento tan rápido y fluido que ni mis reflejos cubrieron lo que pasaba hasta que su boca abrió ansiosamente la mía en un beso que dinamitó aquel sinsentido de emociones de mi pecho.
SORPRESA.
De uno a la semana, a dos en dos días hay diferencia eh... pero no sé, me apetecía sin más, pensé en reservarlo por si se complicaba el asunto but... ¿y si me muero y se queda en el tintero? PENSAMIENTO EXTREMO.
Opiniones del capítulo AQUÍ.
Llantos, ruegos, reclamaciones AQUÍ.
Teorías, locuras, peticiones AQUÍ.
¿Qué le habrá dicho el locuelo de Brett al bebé Paul? ¿Qué pasará en los próximos capítulos? ¿Tendremos a Paul y Chloe intimando en el siguiente? MUCHAS CUESTIONES SIN RESPUESTA.
Puedes seguirme en instagram como @comandanteprim, ya sabéis que vuestros comentarios son mi gasolina para continuar escribiendo, y como YA NO HAY FUCKING PISCINA PORQUE ESTAMOS CASI A SEPTIEMBRE... *shoro*
Os quiero mucho mucho.
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