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Mi misión es matar el tiempo y la de este matarme a su vez. Se está bien entre asesinos.

Emile Michel Cioran—


Capítulo 10: La vida es el tiempo.

Fue un segundo, rápido e imparable. Ion sujetó a London de la cintura y lo alejó de los demás. Kaled y Marley dieron su intento de detenerlo pero incluso de esa manera ya estaban lejos.

Aquello no podría salir más mal.

Otras manos se acercaron y se llevaron a London. Donde no podían verlo. En ese segundo London ya no estaba en la habitación e Ion arreglaba su corbata mientras observaba con el ceño fruncido a los dos proyectos frente a él. Estaban en la cuerda floja. Un paso en falso y todos morirían. El arma de Ion estaba en la mesa y Kaled estaba amenazado por ella. No había escapatoria. Tras ellos, tres guardias se encontraban, e incluso con un escape limpio el pesar de dejar a London en aquel lugar era grande.

La ventana oscura tras Ion se abrió, las partes negras se deslizaron a cada lado y el sol finalmente, después de un gran lapso, tocó la piel de Kaled. Esa era la realidad, no era una ilusión por computadora. Kaled lo supo en cuanto vio el cielo azul y el firmamento lleno de tierra. Ese era el exterior.

La felicidad hizo que se olvidara por todo, por un momento, porque estaba viendo la realidad. Kaled cubrió su asombro con una mano y con pasos lentos se acercó a aquella ventana y apoyó sus dedos en ella. Allá afuera estaba la naturaleza. Allá afuera estaba su libertad. Su boca se secó y sus ojos se llenaron de lágrimas. No sabía que había extrañado tanto la naturaleza hasta haberla vuelto a ver.

Sin embargo la devastación la tomó como presa. La naturaleza era irreconocible. Era arena pura y el sol tan brillante que lucía más caliente de lo normal. El ambiente era naranja por completo y el poco viento a penas y lograba mover algunos granos de arena. No había agua en el firmamento y a sus pies los cadáveres de varios humanos se amontonaban. Como si hubiesen muerto intentando entrar al hospital, intentando cubrirse del infernal sol.

—Lo común no es necesario —alegó Ion con soberbia. Sus ojos entrecerrados parecían aborrecer el sol.

68-31 estaba a su lado. Ella lucía feliz, tenía un perfume y su cabello tenía aroma a shampoo. Kaled pensaba que ya no existía, no lo había olfateado en él ni una vez. Solo que ver la mirada de Ion en la proyecto le hizo entender lo que ocurría tras aquel gran semblante y refrescante apariencia.
Ella sonrió de lado y con sus delgados y largos dedos acarició los de Ion en un leve momento de sonrisas y un coqueteo. Marley por suerte carraspeó incómodo, sacando a todos de aquella situación.

La mirada del pelirrojo le indicó a Kaled que algo estaba mal.

—Ya está listo, señor —susurró ella con una alegría incluso más reluciente que antes. Pronto Kaled supo el porqué.

Cuando la ventana negra volvió a cubrirse de su color, a su lado la otra ventana se abrió y dejó a la vista un escenario que causó un explosión en Marley. El suelo se incendio y sus manos seguían prendidas en aquel elemento. Ion lo ignoró y volvió la vista a la vista frente a ellos.

Kaled cerró los puños. Se dio cuenta que debía despertar una habilidad de inmediato, porque sin ella alguien más moriría.

London estaba frente a ellos, en una sala diferente, lo veían mediante una ventana. Sus pies y manos estaban sujetas por grandes manillas de metal a la mesa. Piernas separadas y la mitad superior de su cuerpo descubierta. El doctor de ojos dorados lucía serio, como si ya hubiese pasado por todo ello en un pasado. A su lado estaba Ian con diferentes herramientas y utensilios que lucían viejos y polvorosos.

—Déjame contarte un aspecto de Meyer —Ion caminó hasta su escritorio, de entre sus cajas sacó un papel que Kaled ya conocía.

La noticia de la muerte de London. Entonces se dio cuenta de un aspecto que quizá había pasado por alto.

Se reporta la muerte de London Meyer —reconocido biólogo— y su reciente pareja Ion Klein en un accidente de auto ocurrido en la carretera a la capital.

Marley retrocedió asustado. Porque quizá él todavía no creía ciegamente en el hecho de que todos en aquel lugar alguna vez tuvieron que morir. Le asustó más el estado viejo del papel. Casi hecho polvo salvado por una cortina de plástico.

—Meyer es un buen doctor —prosiguió Ion—, pero su lealtad deja mucho que desear. Él ya nos ha traicionado una vez, ha ocultado toda información tuya y de Marley —el semblante de Ion se endureció un poco más y golpeó la mesa con su puño. Fuerte y sonoro— Vamos a utilizarte como escusa para matarlo. Y si por un milagro despiertas un “poder” , que dejaste muy en claro que no tienes —aclaró— entonces lo salvas, y si no, él muere. Todos ganamos.

Ian era tan sangre fría como Ion. Nadie en aquel lugar dudaba que de un solo golpe este acabara con la vida de London.

68-31 Tomó un pequeño micrófono que tenía en su cuello. Sonrió un poco más que antes y con los ojos llenos de altanería dijo:

—Corten.

Kaled corrió hacia el cristal e intentó romperlo. El próximo dolor en su hombro le indicó que no tenía súper fuerza no podía atravesar los objetos. Kaled entró en un estado de nervios al ver aquella afilada cuchilla acercarse al cuerpo del doctor de ojos dorados. London estaba viendo su propia muerte e incluso de esa forma lucía altivo y elegante. Sin una mueca de dolor en cuanto la cuchilla entró por su piel.

Marley puso sus manos en el cristal y cuando el fuego avanzaba por sus codos para dar un gran impacto en sus manos. Los fuertes brazos de dos guardias lo separaron de su objetivo y lo inmovilizaron en el suelo.

Las puertas se abrieron y un nuevo proyecto entró. El desconocido solo tocó un cabello de Marley y congeló su cuerpo por completo. Marley estaba fuera de combate en ese instante y el deber de salvar a London solo le quedaba a Kaled.

Había cierta posibilidad.

Víncent lo había dicho. London no era humano. Nadie en aquel lugar podría serlo. Incluso si cortaban en miles de pedazos a London una máquina podría volver a reconstruirse. Tal vez no moriría. Kaled pensó en ello un gran lapso mientras veía la figura congelada de Marley que desprendía un leve brillo de fuego. Algo inservible pues era congelado en una nueva capa cada segundo.

Incluso si no era correcto London podía materializarse en cualquier elemento. Él podría salvarse a sí mismo.

—No puede —aclaró Ion, como si leyera su mente— si piensas que Meyer puede volverse alguna cosa y así escapar, no puede. Ian se lo impide. Él neutraliza cualquier poder en cuanto toca a su víctima. Por eso los proyectos le temen tanto. Por eso es el segundo en este hospital.

Aquella opción fue descartada entonces.

La siguiente era aquella que Vincent le dijo. Nadie en el hospital estaba “vivo” London era un máquina. Esa era su conclusión.

Esa igual murió cuando vio la sangre salir a borbotones por una de las heridas que Ian le hizo. Más al ver la reacción de sus dedos cuando Ian cortó un trozo de su muñeca. Kaled supo que London estaba vivo, sangraba y podría morir igual que él. También sabía que Ian era tan frío como para matarlo en un parpadeo.
Kaled concentró toda su fuerza en su mente. Debía averiguar su poder. Lo necesitaba porque London moriría frente a él.

Pensó en varias opciones. Telequinesis. No, intentó mover la misma noticia del escritorio de Ion y nada sucedió. No era su don. Tal vez fuego como Marley. Concentró su calor en sus dedos pero nada. Hielo, Tampoco; Agua, tampoco; Aire; tampoco; mente; tampoco.

Su cabeza empezó a picar por dentro y ya no sabía si el que parpadeaba era él o el mundo.

Parpadeó varias veces más. Debía buscar algún poder. Su cuerpo no estaba ayudando. Solo le quedaba alterarse más en cuanto escuchó un leve grito por parte de London. Estaba perdiendo el tiempo. No tenía ninguna alteración. Debía encontrar la forma de salvar a London siendo común. No importaba si luego lo mataban.

Vio los movimientos de Ion más lentos y las capas de hielo que cubrían a Marley menos rápidos.

Solo que simplemente sucedió.
Kaled volteó a ver  Ion y notó la extrañeza de aquel momento. Su cuerpo parecía haberse dividido en fragmentos descompuestos de tiempo. Sus manos estaban en su escritorio mientras su cuerpo permanecía de pie a su lado. Kaled se concentró una vez más en ese instante y vio con una extrema lentitud a Ion acercarse a su otra mitad. El tiempo en el cuerpo de Ion se había divido. Su mano parecía ir más rápida que su cuerpo.

Kaled se asustó por el horror de ver un cuerpo a la mitad pero al verlo recomponerse se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo. Ion no se había dividido. El tiempo lo había hecho, Y Kaled pudo ver el tiempo. Entendió que podía ver imágenes más veloces que otras.

Podía jugar con el tiempo.

Extendió su mano hacia los demás y pensó con fuerza “detente”.

No sabía si iba a funcionar. Solo quería detener el tiempo para poder salvar a London. Pensó con tanta fuerza que sintió sangre corriendo por su nariz. No importaba. Seguía intentando. Quería pasar de un tiempo lento a realmente neutro. Quería detener el reloj.

Cuando vio las capas de hielo dejar de cubrir el cuerpo de Marley entonces se dio cuenta que lo había logrado. El tiempo se había detenido.

Kaled sonrió con orgullo y quiso dar un paso para acercarse a London. Solo que en el primer movimiento de su cuerpo su mente estalló en un dolor insoportable. Sentía que su cerebro estaba siendo exprimido por su propio cráneo. Sus ojos lucían como si estuviesen a pocos centímetros de salirse de sus cuencas y su nariz seguía derramando sangre. Se quedó unos segundo más en el suelo, sujetando su cabeza con fuerza, hincado y preguntándose si a todos les dolía hasta el alma al hacer cualquier actividad.

Cerró sus ojos con fuerza y respiró con calma. Podía hacer aquello, él lo sabía.

Se levantó y tomando respiraciones calmadas empezó a avanzar. Caminar no era sencillo. Se sentía en un limbo.

Si tropezaba todo el tiempo podría volver a correr y su cabeza estallaría. Debía ser cuidadoso.

Cada movimiento era como una punzada en su cabeza.

Cuando llegó al vidrio y estuvo a punto de romperlo, vio una ranura a su lado. Metió sus dedos en ella y deslizó el cristal a un lado, con lentitud. El sonido igual causaba un gran dolor en su cabeza. Cruzó con cuidado y caminó hasta London. La sangre ya había cubierto su ropa por completo y tenía el ceño fruncido por el seguro dolor que estaba sintiendo.

Por primera vez le dio miedo realizar una acción. Tenía el presentimiento de que si hacia fuerza entonces su cráneo se rompería y su cerebro saldría por sus ojos. La imagen de él en ese estado lo asustó incluso más pero ver la cuchilla cortando aún la piel de London le hizo tomar coraje.

No se equivocó mucho. En cuanto sujetó a London por detrás de sus rodillas y su cintura y lo alzó. Su cabeza saltó en su cabeza y se presionó contra su frente.

No tomó en cuenta que el doctor seguía estando sujetado por las manillas de metal. Kaled estuvo a punto de rendirse por el dolor y dejarlo morir pero el movimiento de London le devolvió a la luz. Tal vez había perdido el control del tiempo y una vez más estaba andando. No pudo salvar a London, su mente estaba llena de esos pensamientos. Pero la falta de sonido le indicó que aquel no era el caso.

London le sonrió, en medio de un tiempo sin avanzar, y con una lentitud transformó sus manos en agua y cuando estas ya estaban libres de las manillas volvieron a su forma original. Ian no estaba tocándolo así que pudo realizar una transformación limpia.

London vio a Kaled con un poco de decepción y algo de culpa. Entonces se levantó y cuando sus pies tocaron el suelo la cabeza de Kaled pareció partirse. El sonar de aquellos pasos en su lapso de tiempo desorbitó toda su concentración. Kaled estaba tomando aquel escenario, aquel tiempo como su territorio. No podía soportar. Su cabeza no podía soportar a alguien más caminando en ella, en su tiempo.

Quiso explicarle lo que sucedía pero el solo hecho de producir un sonido partía su concentración un poco más.

Sin atreverse a hablar Kaled cargó a London de la misma forma que intentó hacerlo antes y avanzó.

Lo llevó hasta el lado de Ion con una gran velocidad, incapaz de soportar aquel dolor en su cabeza por más tiempo. Solo que no tenía idea de cómo reiniciar todo.

London sujetó su cabeza y lo vio a los ojos.

—Estás sujetando el tiempo con fuerza —intentó explicarle para así terminar su dolor— tan solo suéltalo y volverá a andar como antes.

Kaled asintió e imaginó soltar un pedazo de tierra. Los segundos se mostraron en su mente y una vez más el tiempo y el ruido volvió. Los gruñidos de Marley eran más fuertes y el frío estaba haciendo de las suyas en el suelo.

Ion lo observaba con cierto asombro y 68-31 lucía decepcionada.

—Teletransportación ¿quizá? —preguntó Ion a London, él sabía que el doctor sería el único con la respuesta correcta.

Cuando Kaled quiso negar aquello el agarre de London en su brazo le indicó que no lo hiciera y solo calló.

London asintió seguido de Kaled.

Al menos había salvado su vida.

Esa mentira no haría daño a nadie.

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