V
Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.
Jorge Luis Borges
Capítulo 5: El calor del fuego
Sintió una mano en su frente. El calor del tacto le hacía acuerdo a alguien y cuando abrió los ojos la sorpresa no lo invadió. 99 estaba a su lado, con una preocupación en los ojos. A su lado London lucía desesperado, como si hubiese roto algún jarrón en un museo. Pudo ver algo de alivio cuando le notó despertar.
—Idiota —99 le dio un golpe en la cabeza, uno lo suficientemente fuerte como para despertarlo por completo— 55 es tan mentiroso que te podría decir que la luna es de queso.
London se acercó más a él, la preocupación esta vez lucía adorable. 99 tenía razón, algo en London era diferente. Demasiado bonito en ese lugar.
—Es lindo porque fue modelo cuando era joven —Una vez más 99 ya sabía lo que tenía en su cabeza y respondió sin siquiera tener una pregunta—, luego se metió a la medicina.
El doctor suspiró y volteó, ya seguro de que Kaled estaba a salvo no tenía nada más que hacer en ese lugar. Solo dejaría a 99 y ya dentro de poco empezaría con el entrenamiento una vez más.
—Creo que esto ha pasado por falta de información —se atrevió a decir Kaled—, necesito un poco de información, si no es así entonces no haré nada de lo que me pidas.
London entonces volvió en sus pasos hasta la cama de Kaled y se sentó a su lado. Sus manos masajearon su sien dos veces antes de respirar con profundidad y mirarle a los ojos. Finalmente tendría algo de información. 99 sorprendentemente lucía tan o más interesado como él. Quizá el muchacho tampoco sabía más de lo que aparentaba.
—El mundo colapsó en guerras —empezó London—, cerca del año 2160 el mundo llegó a su fecha límite. Los recursos naturales escasearon y el agua se terminó por completo. El calentamiento global y las diferentes idioteces de los humanos acabó con el planeta antes de lo previsto. Varios años después un país se alzó sobre los demás. Con los recursos necesarios pues la naturaleza estaba en ellos como una huella que respetaban. Al enterarse de ello, varios otros países quisieron hacerse de las riquezas del único sobreviviente con agua. Las guerras entonces empezaron y el hambre y sed acabó con tres cuartos de la población mundial. Con eso el planeta dio otro respiro. Menos consumidores significaba una oportunidad escasa, pero que valía. Un treinta por ciento fue a parar al país con naturaleza, el único que quedaba, nosotros llegamos poco después. El director le dio al actual presidente la confianza de ser la potencia cuando todo se haya estabilizado. Por eso no se negaron y nos dejaron quedar. A cambio entregábamos armas para defenderse. Estamos en guerra desde hace bastantes años. Y en algún punto la fecha dejó de ser importante y volvimos al año cero.
—Eso no me dice nada —Se quejó Kaled.
—Te dice que tu familia no murió como 55 te lo ha dicho, así que considérate informado.
99 no se alejaba de su lado, siempre tenía una pajilla entre sus dientes y usaba su típico caminar de adolescente millonario cuando pasaba cerca de London. Su cabello rojo lucía un peinado diferente cada día, a veces lo usaba todo levantado y otras cubriéndole los ojos, mayormente los cubría cuando tenía la intención de ver un poco de más el caminar del doctor.
Por su parte, 09 tuvo que volver a sus trabajos forzados. Ahora el agua no era el problema, había sido quitado de sus trabajos hace bastante tiempo. Lo actual que le ponían a hacer era pelear con desconocidos que parecían ser más veloces que cualquier ser humano. Meyer le decía cada que caía “nadie va a defenderte” y otra vez su oponente le tiraría al suelo con una facilidad increíble.
En las mañanas le llevaban a correr en una máquina, con cables en su cabeza y torso. Mientras realizaba sus ejercicios matutinos 99 se perdía entre uno de los salones de donde salían sus gritos e insultos, también gritaba uno que otro piropo hacia Meyer y Kaled sentía que cada ocurrencia del adolescente le rejuvenecía un poco. Una vez le preguntó lo que ocurría con él en las mañanas y 99 tan solo se reía con fuerza antes de cambiar de tema a lo hermoso que lucía London ese día.
London por su lado solo estaba con él en las tardes, en las mañanas y noches se perdía entre todo el hospital y ni siquiera 99 sabía su ubicación. Las veces que lo veía lo ponía a trabajar como si fuera una máquina, sin descanso ni tiempo para levantarse.
Cuando se enfrentaba a las diferentes personas que Meyer le ponía entonces intentaba poner en práctica todo lo que London le decía antes de cada pelea. Pero no servía de nada poner al máximo su cabeza, porque en cuanto lo lograba ya estaba en el suelo y la mirada decepcionada de Meyer le calaba el rostro desde su oficina arriba de él.
Kaled sostuvo el brazo de su oponente e intentó tirarlo, pero la fuerza de su rival era tanta que de un solo empujón lo lanzó al suelo con fuerza. Como había visto en las películas, intentó patear sus piernas para hacerle caer y lo único que consiguió fue lastimarse los tobillos y no poder levantarse. Y ahí estaba una vez más, desde la ventana superior la mirada decepcionada, mas no sorprendida, de London, con su típica libreta entre sus manos y sus labios diciéndole algo a la doctora de cabello rojo.
Una vez más el altavoz fue activado y la voz de Meyer salió con fuerza.
—Una vez más, esta vez vamos a cambiar a tu oponente —Meyer lo decía con una voz tan monótona.
—¿Por qué debo hacer esto? —preguntó Kaled, tan agotado que sus piernas temblaban ante su propio peso.
—Responderé a tus preguntas en cuanto derrotes a alguno de los oponentes que te doy.
La puerta se abrió y su oponente fue cambiado por otro, un hombre de su edad con un collar de guerra en su pecho y los brazos musculosos descubiertos. Kaled supo enseguida que perdería. No podía poner su cabeza al máximo y el miedo a ser triturado por aquel sujeto le heló la sangre. Estaba agotado, no pelearía.
Otra figura entró y Kaled se levantó de inmediato, 55 le veía con burla, con una mirada fría como siempre y los brazos envueltos en vendas de combate. Una vez más el sonido característico que se escuchaba cuando el altavoz era encendido se dejó escuchar. La voz de London inundó el lugar.
—55 vuelva a su bloque de inmediato —Esta vez la voz de la doctora fue la que se dejó escuchar y Kaled se obligó a alzar la vista para darse cuenta que en la sala de control solo estaba la pelirroja y London había desaparecido.
—Eres escoria —dijo 55, ignorando la voz de la mujer— no sirves para esto, serías mejor siendo utilizado como remplazo de órganos o comida para perro.
—Ya la escuchaste —Kaled se acercó a 55 y le palmeó el hombro— vuelve a tu bloque. Si quieres hacer crecer tu ego hay otros lugares a donde ir.
—Te voy a demostrar la forma en que son las cosas en este lugar —retó 55 antes de empujarlo para apartarlo del set de pelea.
El combate empezó, el hombre musculoso tenía a 55 entre sus brazos en segundos, una llave de pelea muy reconocida. Kaled estaba ansioso por burlarse del moreno, pero en un segundo el hombre parecía haber perdido el conocimiento, lucía desconcertado y desorientado, sus ojos se movían a todos lados buscando respuestas. 55 usó esa distracción para saltar y darle un fuerte codazo en la nuca, un golpe que dejó al hombre en el suelo, con sangre saliendo de su nariz y con la apariencia de un muerto.
London entró para ese instante. Su mirada y la de 55 tan tensas que Kaled estaba seguro de poder cortarlo con unas tijeras.
—Tus sujetos de pelea son una burla —dictó 55— con esos contrincantes 09 saldrá peor que una hormiga en una guerra.
—¿Has venido a buscar pelea? —retó London, sus manos empujando el pecho de 55 mientras una persona con una máscara sacaba el cuerpo del desconocido fuera del ring— entonces pelea conmigo.
—Voy a romperte el cuello.
—Y yo la cabeza —London se puso en pose de pelea, con los brazos al frente de su cuerpo, un pie tras otro y la mirada penetrante—. Pelea conmigo.
Entonces 55 gruñó en respuesta lanzándose hasta tomar a London de los hombros y lanzarlo al suelo para posteriormente posar su pie en la cabeza de este. London de inmediato se recompuso y tomó la pierna del moreno para doblarla hacia adelante intentando romperla.
Eso molestó a 55, Kaled debió haber intervenido. En cuanto 55 se agachó para tomar a London de la cabeza, todos supieron que aquello acabría mal. Porque el moreno sujetó la quijada del doctor y la presionó con toda la fuerza que tenía, intentando romperla. Quería escuchar el crujido de sus huesos y lo único que obtuvo fue el grito roto del Meyer.
Un grito que alertó a Kaled quien de inmediato corrió hasta el doctor y de un jalón lo alejó de 55. London tenía la piel irritada y movía la boca de un lado a otro como si quisiera recomponer el lugar de su mandíbula.
La risa de 55 les advirtió a todos que con él no se jugaba.
99 llegó de inmediato, alterado y con la respiración fuerte. Había corrido todos los pasillos para llegar a ese lugar al escuchar el grito de London. Los ojos de 99 estaban tan rojos como la sangre y su cuerpo expulsaba vapor más que antes, dejando que el ambiente se vuelva tan pesado que tuvieron que toser varias veces. Kaled sujetó la cabeza de London entre sus brazos para así intentar que el doctor encontrara un aire más fresco. Algo que estaba funcionando a la perfección.
55 Y 99 se peleaban entre miradas retadoras, el moreno se acercó a 99 y el pelirrojo rehuía de su mirada a cada segundo, como si supiese lo peligroso que era.
—Voy a matarte —gritó 99 antes de lanzarse contra 55 y darle una patada en el pecho que lo lanzó hasta la pared metálica del lugar—, toca una vez más a London y te sacaré los ojos.
—¿Eres su perro faldero? —El moreno limpió su cuerpo de la caída y se levantó caminando a la salida, sin tener interés alguno por pelear una vez más.
—Vuelve a tocar a London y te sacaré los ojos —repitió 99 antes de acercarse al doctor y ver su estado.
London quitó las manos que le ayudaban en ese instante, su orgullo magullado podía ser recompuesto en ese instante. El doctor de ojos dorados se levantó y tomó a Kaled del cuello. Enfrentándole para así amenazarlo.
—No necesito que me protejan —exclamó con fuerza volteando la mirada e intercambiándola entre Kaled y 99—, necesito que peleen. ¿Lo han entendido?
—¿Eh? —99 se acercó a London con una mueca despreocupada— ¡¿así me agradeces que te haya vengado?! al menos un beso era suficiente.
Kaled apretó los puños y se alejó de London, enojado y completamente disgustado por la actitud del doctor, cuando en realidad debía de estar agradecido por lo que había hecho. Si no lo hubiese alejado entonces en ese momento tendría la mandíbula destrozada. 55 no iba a detenerse lo había notado y por eso lo alejó de Meyer, pero ahora se arrepentía de haberlo hecho.
—Me entrenas durante varios días sin siquiera darme una razón. Me pides que aprenda a pelear, lo exiges cuando tú ni siquiera puedes detener un golpe —reclamó Kaled, cada palabra era un paso acercándose al doctor— tal vez 99 te tenga mucha estima como para soportar lo que haces, pero yo no soy tan idiota. ¡Vas a decirme lo que pasa contigo!
—Jódete —Meyer escupió y volteó, dispuesto a irse.
Kaled estaba enfadado, más que antes, pero también satisfecho, aquella emoción de enojo era la primera que conocía del doctor. Ahora podía ver que no era una robot, que era un humano al igual que él.
—No —gritó Kaled entonces— el que va a ser jodido vas a ser tú.
London se detuvo un segundo en la puerta y volteó a ver a los guardias.
—Lleven a 68-09 al cuarto de salida.
No importaba, no le importaba en absoluto. Kaled estaba satisfecho, porque pudo ver el rubor en las orejas del doctor cuando este se dirigía por el pasillo. Aquello valía la pena para ir al cuarto de castigo.
99 no se separó de él en todo el recorrido hacia el cuarto de salida, sus bromas pesadas y sin sentido le alegraban un poco antes de pasar una larga jornada en aquel helado cuarto diminuto. Esperaba recordar unos chistes para cuando esté encerrado y sin ninguna otra distracción.
Cuando le cerraron la puerta Kaled tuvo bastante tiempo para pensar. Quería practicar aquello que London siempre le decía, poner su mente al límite o dejarlo en blanco por completo. Debía aprovechar aquel momento de silencio. Por eso cerró los ojos y buscó calma, más de la que había para así poner la cabeza en blanco, solo dejarse llevar por la nada y así sumergirse en una paz que necesitaba si quería ver algún progreso para el día siguiente poder restregarlo en el rostro de London.
Cuando cerró los ojos lo primero que se le vino a la mente fue el rostro de su hermana menor, cuando era pequeña y le pedía que le ayudara a arropar a todos sus peluches. Ella era realmente adorable cuando se lo proponía y conseguía lo que quería con un puchero que él siempre aplastaba entre sus dedos. También recordó a sus padres, su madre que gustaba de salir en la mañana para perderse en el mercado conversando con sus amigas y su padre quien siempre la esperaba con una música antigua.
Ellos se amaban tanto.
De pronto el rostro de London llegó a su mente, como un recordatorio de que debía practicar. Por eso volvió en sí e intentó lograr aquello, solo poner la mente en blanco.
—¿Estás despierto? —La voz de 99 hizo que perdiera la concentración— La única vez que me trajeron acá duré horas despierto, pero escuché que tu gritaste como nunca cuando te encerraron la segunda vez, eres mi ídolo desde ese instante. Nunca lo hubiese pensado.
—¿Qué estás haciendo acá?
—Vine a hacerte compañía —respondió 99— ¿qué clase de amigo sería si te dejo solo?
—Niño, ¿cuántos años tienes?
Un profundo silencio se hizo después de aquella pregunta. 99 tenía la mirada baja del otro lado de la puerta, sus ojos estaban llenos de melancolía y parecía estar inventando alguna que otra mentira que lo salve de aquella cuestión. Al final decidió responder con la verdad.
—Cuando desperté, no recordaba mucho —empezó 99, contando lo que había vivido, intentando que al menos eso distraiga a Kal de su castigo y porque quería dejar salir todo aquello que le pesaba—, recordaba mi nombre y cómo hacer lo mínimo para sobrevivir, incluso olvidé escribir ¿no es gracioso?
—¿No recuerdas nada?
—Recuerdo pedazos, casi nada, imagenes como una casa enorme, tal vez era millonario o algo así. También recuerdo la televisión con música Rock, como típico adolescente. Una serie animada y nada más. Mi nombre lo sé por el recuerdo de una señora llamándome por él.
—¿Cuál es tu nombre?
—Marley, Marley algo, no recuerdo mi apellido pero London me dijo que en el pasado era Marley Grantz mi familia era poderosa y nada más. London fue el primero en darme las respuestas que realmente quería, por eso quiero estar a su lado —Una risa melancólica sonó y 99 tenía pena en el alma, un pesar tan grande que hinchaba su pecho de dolor. Por primera vez sentía ser sincero con alguien a quien conocía hace poco—. No sé lo que hago acá al igual que tú, pero me conformó con tener un poco de comida en mi plato.
—¿Qué es lo que estamos haciendo acá? —Kaled estaba confundido, no quería llegar a estar en la misma condición que 99. No quería olvidar a su familia, tenía mucho por recordar— ¿sabes algo?
—Meyer es duro en cuanto a ese tema, no lo dice incluso cuando tiene una navaja en la garganta —99 se levantó del suelo y estiró sus brazos—. Tiene miedo, lo notó cuando es llamado por su superior. ¿Lo has notado?
—Sí ¿sabes algo importante?
—Sé que London está viniendo acá, directo a sacarte, te dije que él no es malo.
Efectivamente, las puertas se abrieron y London lo dejó libre, caminando otra vez a la sala metálica, esperando que Kaled lo siguiera y definitivamente lo hizo. Creía que sería obligado a hacer algún ejercicio como cada día, pero una silla lo esperó en el centro de la sala y otra frente a la primera, como si fuese un interrogatorio. Kaled supo de inmediato que debía sentarse y esperar lo próximo que ocurriera.
London se sentó frente a él, con su típica libreta entre sus largos dedos. Tenía unas gafas gruesas y un boligrafo en su bolsillo. Kaled se quedó un poco más de tiempo viendo el cuello del doctor, notando aquel pequeño lunar que resaltaba en medio de su clavícula. Le gustaba aquel lunar, parecía llamarle cada vez que le veía.
99 estaba a su lado, tenía la mirada fija en la libreta, como si la hubiese visto varias veces. Sabía que Marley estaba acostumbrado a esto más que él, supo por su cara despreocupada que no haría nada que no quisiera o lo agotara. Por eso no protestó y siguió esperando.
London sacó un celular de su bolsillo y buscó entre sus documentos. Kaled estaba sorprendido por ver aquel artefacto después de tanto tiempo, tuvo la necesidad de tomar el móvil e intentar llamar a sus familiares aunque estaba seguro que estos ya no se encontraban con vida.
—Vamos a hacer un intercambio de información —London guardó el celular en su bolsillo y tomó el bolígrafo—, yo te haré preguntas, tú las responderás y luego tú harás preguntas y yo las responderé.
—¿Cualquier tipo de pregunta?
—Cualquiera —afirmó London, esperando el asentimiento por parte de 09 y así empezar— ¿sientes algún cansancio mental después de tu entrenamiento?
—No —No tuvo que pensarlo mucho, al principio sí que lo sentía, pero luego solo se había vuelto un dolor muscular. Su mente estaba en calma la mayor parte del tiempo, recién se daba cuenta de ello—, es mi turno —pensó en su pregunta— ¿Cuántos años llevo en este lugar?
—Más de 100 —El doctor lo dijo con naturalidad, como si aquello no pesara demasiado— ¿Fuiste culpable del magnicidio del que se te fue acusado en tu ejecución?
—Sí —Eso fue más difícil responder, pero lo hizo— ¿Cuántos años tienes?
—No lo sé —London seguía anotando en su libreta— ¿Por qué cometiste tal crimen?
—Venganza —Kaled torció su cuello, incómodo— no quiero responder ese tipo de preguntas.
London siguió anotando, ignorando a 09 y causando una vez más su enojo. Kaled apretó los puños conteniendo su ira. Repitió lo mismo y obtuvo la misma respuesta, el completo silencio del doctor. Entonces se levantó. Aquel día no era el mejor que tenía y recordarle la razón de haber llegado a ese lugar estaba molestándole. Repitió lo mismo obteniendo la misma respuesta, entonces se enojó, explotó en ira y se lanzó contra el doctor.
Lo tomó de cuello y lo arrastró hasta golpearlo contra la pared regocijándose de su fuerza al notar un rastro de su sangre de sus labios, una prueba de que lo había lastimado. Probar el miedo en los ojos de London fue su gloria, por eso quería más, quería ver hasta qué punto podría lastimarlo hasta que le dé las respuestas que quería.
—¿Qué es lo que hago aquí? —preguntó Kaled, con la mandíbula apretada y las manos sujetas en el delicado cuello del doctor, sintiendo tantos deseos de romperlo— ¿vas a responder? —preguntó al no obtener respuestas.
—Bájalo —la voz de 99 le recordó que no estaba solo en aquel lugar, el mocoso iría a salvar al doctor, de eso estaba seguro, pero quería solo que respondiera esa pregunta y entonces lo dejaría.
—¿Qué es lo que quieren de nosotros? —cambió la pregunta viendo al doctor abrir la boca buscando un poco de aire.
—¡Bájalo! —gritó 99 y Kaled solo decidió ignorarlo.
—¡¿Qué es lo que quieren?!
El doctor estaba en el borde de la incosciencia, cuando un fuerte estallido los lanzó a ambos al otro lado de la sala. Kaled lo había soltado por el impacto y London se apresuró a levantarse, estando seguro de lo que produjo la explosión. Debía ser veloz, si esto era reportado a su superior le quitarían del proyecto 68 y 71. No dejaría que le quitaran su trabajo.
Kaled sintió el pitar en sus oídos, la explosión había golpeado a sus sentidos y podía sentir sangre brotando de ellos. Sus ojos estaban entrecerrados intentanto ver entre el espeso humo que resultó de aquel momento. Y entre todo aquello vio a 99 con las manos abiertas y tirado al suelo, parecía estar desmayado.
Kaled corrió hacia Marley intentando salvarlo. Se asustó al ver el fuego cubrir parte de los brazos de 99 e intentó apagarlo, varios intentos hasta que se dio cuenta de lo que había ocurrido realmente. Porque el fuego no se había producido por nada, la explosión no resultó de nada.
Marley tenía las manos encendidas en fuego y estas no quemaban su piel.
99 era el que manejaba el fuego entre sus dedos.
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