Favor por favor
Bueno... iba a decir algo pero el asunto es que se me olvidó, así que sin más dilataciones les dejo un cap. No sé si la cuarentena les da ganas de leer o no, pero ya que estoy lo dejo.
Capítulo IX: Favor por favor
Ihan le dio una pequeña palmada en el anca al caballo, luego de revisar sus patas a conciencia y determinar que el pobre infeliz no podría avanzar más por ese día, y quizás por ese año puestos a ser honestos. La naturaleza tenía sus ciclos y ese caballo hacía largo tiempo había cumplido el suyo.
—Lo lamento amigo —le susurró propinándole una breve caricia detrás de la oreja. El animal piafó en su sitio, dándole una mirada que a ojos de Ihan casi y hasta lució avergonzada. Algo que, claro estaba, era imposible por no decir una locura de cabo a rabo—. Quizás el encierro me hizo mal —reflexionó él en voz baja.
—¿Cómo dice? —La retadora voz de la mujer se alzó más allá del caballo, donde aguardaba de brazos cruzados a que él diera su veredicto final.
—Digo que el caballo no puede avanzar más. —Y ese no era ni por asomo el principio de sus problemas, la noche había caído sobre ellos casi sin mediar advertencia, e Ihan se negaba a admitir que había perdido el sendero desde hacía más de una hora. Su testarudez lo había hecho continuar recto, impulsado por la esperanza de que alguien hubiera tenido el tino de colocar un pueblo en medio de la nada.
No había pasado, evidentemente.
—¿Qué haremos ahora?
—¿En dónde obtuvo este caballo? —contrarrestó él, haciendo caso omiso de su pregunta. Principalmente porque no tenía idea de cómo responderle—. Parece que tiene más años que todos mis antepasados juntos. —Ella lo miró con la boca ligeramente abierta, Ihan sonrió con soltura—. Tal vez Carlomagno tuvo el privilegio de montarlo. —En esa ocasión la mujercilla frunció el ceño con hostilidad manifiesta—. Sí ha oído hablar de Carlomagno, ¿verdad? —Ella no respondió, a decir verdad ni siquiera parpadeó—. Fue Rey de los francos...
—¡Sé quien fue Carlomagno! —lo interrumpió ella en un exabrupto.
Ihan asintió sin dejar de sonreír.
—Ya, mis disculpas. —Él volvió a palmear el cuello del caballo con toda la inocencia que fue capaz de conjurar—. No estoy muy enterado del nivel de conocimiento de los criminales hoy en día.
—No soy una criminal.
Él la miró enarcando ambas cejas con elocuencia.
—¿Entonces lo del secuestro fue un pequeño tropiezo en su camino a la santificación?
La mujer tuvo el detalle de sonrojarse levemente y apartarle la mirada como una virgen en su noche de bodas, algo que por un segundo pareció un gesto auténtico de turbación y lo incomodó más de lo que estuviese dispuesto a admitir.
Frunció el ceño, suspiró con fuerza y volvió a clavar su mirada en la persona que lo enfrentaba embutida en un ridículo atuendo de hombre que en ese momento, él no entendía cómo había hecho para hacerle caer en la farsa inicialmente. Allí de pie en toda su altiva gloria, le resultaba tan evidente el corte femenino de su cuerpo, la forma en que sus pechos empujaban contra la pechera de su chaqueta de lana o la manera en que resaltaban las redondeadas caderas con cada paso que daba, por no mencionar lo bien que su trasero era abrazado por el pantalón negro. Era una mujer de pies a cabeza y le fastidiaba que no lo hubiese descubierto antes; no, en realidad le fastidiaba notar que todo lo que veía de ella le atraía. Pero eso no era nada nuevo, a Ihan le habían atraído las mujeres desde que era un crío aprendiendo a dar sus primeros pasos.
Su madre solía contar la anécdota siempre que tenía oportunidad, de cómo Ihan se había lanzado a caminar solo para poder perseguir a las doncellas con mayor libertad de la que le otorgaba el gateo. Él había crecido, literalmente, rodeado de faldas. Si bien su padre siempre había estado alrededor y nunca le había faltado el consejo de sus primos, en realidad Ihan había sido criado por su madre y sus hermanas. La más joven de ellas era mayor que él por diez años, por lo que Ihan había sido como el pequeño proyecto de todas ellas, el niño mimado, el heredero buscado por años y el que conseguía todo con una sonrisa o algunas palabras galantes.
La situación a la que se enfrentaba en ese instante era completamente nueva para él. Aunque, puestos a ser justos, dudaba que alguien tuviese experiencia de cómo comportarse durante un secuestro; aquello no era algo que estuviese en un libro de texto del liceo ¿o sí?
—Ash... desearía haber puesto más atención en clases —masculló por lo bajo, logrando que la mujer lo mirara con desconfianza. Ihan le sonrió, algo que ella, por supuesto, no respondió en lo absoluto. Era tan expresiva como un trozo de granito—. No es de las que sonríe mucho, ¿verdad?
Ella apretó con mayor fuerza sus brazos cruzados, dejando en claro que no era el tipo de mujer que sucumbía fácilmente ante sus sonrisas. Pues que pena por ella, no tenía idea de lo que se perdía.
—¿Qué vamos a hacer ahora?
Ihan echó un vistazo en rededor, intentando determinar la hora al observar el cielo. Estaba casi seguro de que había un método para eso, pero debía de ser otra de esas clases que perdió en el liceo porque no tenía idea de cómo hacerlo.
—¿Sabe qué hora es?
Ella rechistó, dando un paso hacia él como si intentara intimidarlo.
—Yo hice una pregunta antes —le espetó con dureza.
Ihan parpadeó, tomado por sorpresa.
—Bueno no estoy bajo juramente, yo también puedo hacer preguntas —replicó con una media sonrisa socarrona.
La mujer masculló una maldición de lo más audible para ambos, antes de elevar sus ojos verdes hacia él y ofrecerle un profundo ceño fruncido.
—¿Acaso no puede tomarse nada en serio?
Él bajó la cabeza lo suficiente como para equiparar sus miradas.
—La vida es demasiado seria ya como está, dulzura. ¿Qué ganas tú poniéndote a la defensiva sobre todo?
—¡Estamos en el medio de la nada, señor!
—Ya... —le concedió con calma—. ¿Y culpa de quién es eso?
—Yo no fui la que pidió subir en el caballo con usted.
Ihan se inclinó incluso más, casi rozando su nariz en el proceso y los ojos verdes femeninos lanzaron chispas de animosidad, pero no hizo amago de apartarse. Ella tenía agallas.
—Pues yo no fui el que pidió ser secuestrado por usted y su grupo de delincuentes de género dudoso.
La mujer jadeó, apartándose finalmente hacia atrás con un indignado movimiento de su mano.
—Usted... —comenzó a decir, sin dejar de balancear su índice frente a su rostro—. Usted... ¡está loco!
—Al menos estamos de acuerdo en algo.
Ella lo observó con sorpresa.
—¿Lo admite?
—Claro que sí, yo también pienso que está loca.
En esa ocasión ella tomó una profunda bocanada de aire, para luego mirarlo con una engañosa expresión de calma. Algo muy similar a la manera en que sus padres solían observarlo cuando los sacaba de quicio pero les era imposible disciplinarlo como era debido. Ihan nunca había sido castigado, gritado o siquiera puesto en penitencia, su familia había esperado mucho por él como para hacer algo que pudiera disgustarlo.
—Milord no podemos quedarnos en el medio de la nada.
Ihan le ofreció una pequeña inclinación de cabeza, reconociendo que ella había escogido el camino de la diplomacia, sosegando su tono y sus modos al ver que discutir con él no llevaría a ningún lado agradable para nadie.
—Estoy de acuerdo con eso.
—¿Entonces? —pidió saber con cierto halo de esperanza en su timbre.
—No sé dónde estamos —admitió tras un calculado segundo de silencio. Ella parpadeó, lo observó con el rostro carente de expresión y una vez más volvió a parpadear.
—¿Desde hace cuánto? —instó con un hilo de voz.
Ihan curvó los labios en una pequeña sonrisa de disculpa.
—Como una hora o así...
—¡¿Una hora?!
—¡No tiene porqué gritar! —exclamó él a su vez, alzando las manos a la defensiva.
La mujer tomó otra profunda y, a juzgar por lo rojo que comenzaba a subir por su cuello, necesaria bocanada de aire.
—En general soy una persona equilibrada y serena —susurró sin dejar de inspirar por la nariz en cortos lapsos. Ihan asintió despacio.
—No me ha parecido ni una cosa ni la otra.
Ella lo fulminó con una mirada de advertencia, para luego volverse sobre sus talones y comenzar a observar el sitio donde se encontraban. Algo que resumido para el lector, lucía como filas y filas de interminables árboles.
—Nos hemos alejado bastante del camino, pero a juzgar por la dirección que estuvo manteniendo he de creer que nos alejamos de Andover y nos acercamos más a las campiñas de Hampshire...
—¿Hampshire? —inquirió él sin poder ocultar del todo su asombro—. ¿Estamos en el condado de Hampshire? —¿Aquellas mujeres habían logrado sacarlo de Londres y arrastrado todo el camino hasta Hampshire? Eso era algo para admirar y temer a partes iguales.
—No sería inteligente movernos de noche —continuó ella sin dejar de mirar hacia la oscuridad con algo similar a la desconfianza.
—¿Por qué?
—Estos lugares no son muy seguros. —Él asintió sin emitir comentario al respecto, mientras la observaba subirse la bufanda lo suficiente como para solo dejar una rendija libre para sus ojos—. Deberíamos buscar un sitio para descansar, ¿vamos?
Ihan también observó hacia la reinante oscuridad, tratando de estudiar la situación del modo más objetivo posible. Ella sabía al menos parcialmente dónde se encontraban, pero al mismo tiempo era una criminal cuyas motivaciones para secuestrarlo todavía no estaban esclarecidas. ¿Sería pertinente fiarse de aquella mujer? ¿Y si la seguía y terminaba una vez más amarrado de pies y manos a una cama?
En condiciones normales no pondría pegas a seguir a una mujer con tal iniciativa, pero estaba claro que a ella la movían objetivos muchos menos divertidos de los que él podría prever para ese escenario.
—¿Cómo sé que no va a tenderme otra trampa?
Ella frunció el ceño.
—Pues quédese aquí, no me importa lo que usted haga. —La mujer tomó las riendas del caballo decididamente y comenzó a avanzar hacia la oscuridad con paso firme.
Ihan masticó su labio inferior un eterno segundo, antes de encaminarse detrás de ellos como un cachorro siguiendo a su dueño. Era triste admitirlo, pero necesitaba de ella.
—La acompañaré pues me parece poco caballeroso dejar a una mujer sola en un sitio como este —murmuró con aplomo, al tiempo que equiparaba los pasos con la fría mujer de ojos verdes. Ella le envió una breve mirada de soslayo, para luego esbozar la más irónica de las sonrisas.
—Muy considerado de su parte, milord.
—Ni lo mencione.
Se dijo a sí mismo que aquella era la mejor decisión, no solo porque no sabía dónde estaba o cómo salir de allí, sino porque tampoco podía dejarla marchar impunemente. Ella había cometido un delito, independientemente de su evidente belleza, y él no iba a olvidarse de ello sin más. La mujer tenía que pagar por su agravio.
***
Maia advirtió el peligro incluso antes de poder abrir los ojos a la oscuridad, por su piel corrió un crudo escalofrío que la hizo ponerse de pie casi inmediatamente. Pero aquella reacción fue tardía, pues al volver su rostro hacia el sitio donde descansaba el hombre, notó las dos siluetas que se acuclillaban a su lado para estudiarlo en silencio.
Ella jadeó, ganándose automáticamente la atención de los dos desconocidos que se habían acercado a su improvisado campamento. Y fue en ese segundo, cuando el hombre pareció también percibir el cambio a su alrededor porque despertó con un sobresalto que hizo reír a los extraños.
—¿Qué rayos...? —lo escuchó decir con voz ronca por el sueño.
Uno de los sujetos sacudió un afilado cuchillo frente al rostro del caballero, dejando en claro que allí solo él hacía las preguntas.
—Solo entreguen lo que traigan en los bolsillos y nos iremos por donde llegamos —murmuró el corpulento que empuñaba el cuchillo.
Para suma sorpresa de todos los presentes, el hombre que acababa de despertar con la amenaza de dos delincuentes a sus pies, comenzó a reír. Ella frunció el ceño completamente confusa y por el modo en que aquellos extraños lo miraron, estaba claro que compartían el sentimiento.
—¿Acaso no me escuchó? —soltó el hombretón con un rugido indignado. El caballero asintió, echándose hacia atrás para soportar su peso contra el árbol que había sido su almohada aquella velada.
—Llega tarde mi buen señor, ya me han robado lo que llevaba en los bolsillos —explicó él, mientras se palpaba los susodichos—. Además de un hambre de los mil demonios, una comezón insoportable y una deplorable higiene... como podrá ver, no tengo nada para ofrecerle.
El del cuchillo miró a su compañero sin tener idea de cómo proceder desde allí, seguramente ninguno de los dos estaba habituado a recibir ese tipo de pretexto ante una situación de robo.
—¿Acaso está loco? —le lanzó luego de un largo instante de silencio. Ella quiso sumarse a la petición para esclarecer esa inquietud, pero sabiamente decidió permanecer en silencio.
El hombre sonrió, aun y con su hambre, comezón y deplorable higiene él sonreía. Algo que solo le ayudó a ella a confirmar la teoría de la locura.
—Le animo a revisar mis bolsillos si así lo desea.
El sujeto del cuchillo chasqueó la lengua en un marcado gesto de desprecio, al tiempo que su compañero carraspeaba para llamar su atención y apuntaba a la penumbra con un sutil movimiento de cabeza.
—Tienen un caballo —indicó en voz queda. El del cuchillo volvió su mirada hacia el animal que permanecía atado unos árboles más allá y liberando otro chasquido con su lengua, se puso de pie de mala gana.
—Nos llevaremos el caballo... —Maia le salió al paso apenas sin darse cuenta de lo que hacía, encontrándose cara a cara con el criminal que pretendía llevarse el último recuerdo que les quedaba de su familia—. ¿Hay algún problema? —masculló entonces, escrutándola con oscura malicia.
Ella hizo amago de replicar pero al notar que el caballero movía ligeramente la cabeza en una sutil negación, optó por mantener la boca cerrada. El sujeto del cuchillo aguardó un instante y al no obtener una respuesta, le colocó una pesada mano en el hombro para empujarla fuera de su camino sin ningún miramiento. Maia trastabilló con sus propios pies, antes de aterrizar boca abajo contra el duro suelo de tierra.
—Tómalo... —El primer sujeto fue a asir las correas de Lucky, el cual al notar la rudeza del desconocido comenzó a resistirse, jalando su viejo y cansado cuerpo hacia atrás en un vano intento de escapar.
El del cuchillo masculló varias maldiciones, acercándose por el otro flanco del animal para propinarle una fuerte patada en las ancas. Lucky se sacudió en su encierro, luchando por liberar sus correas de las manos del extraño y a la vista de esa cruel escena, Maia no pudo soportarlo más. Se puso de pie rápidamente, para luego correr hacia ellos y colocarse en medio en un intento de que no volvieran a patearlo.
—¡Quítate! ¡Esta maldita bestia tiene que aprender!
El primero de ellos intentó apartarla para darle espacio al otro de que descargara su ira contra el animal.
—¡No! ¡Basta! —Maia se sacudió con rabia, poniendo todo de sí para devolverle el empellón que el hombre le había dado. Y fue en ese segundo, tras un latido de corazón, en que todo el revuelo se detuvo abruptamente.
—¿Qué demonios? —susurró el del cuchillo, mirándola de un modo completamente nuevo—. ¿Acaso es una mujer?
Maia elevó la mirada cautelosamente, notando que ellos ahora la escrutaban con un brillo de triunfo en los ojos.
—Es una mujer —confirmó el otro con voz perezosa, el del cuchillo sonrió.
—Cambio de planes —dijo este último, alzando el tono considerablemente—. Nos llevamos al caballo y a la mujer.
Dicho esto, el dueño del cuchillo la tomó con fuerza del antebrazo jalándola sin ninguna consideración hacia su voluminoso cuerpo. Maia hizo acopio de toda su fuerza para liberarse, pero no logró más que causarse dolor en el brazo y en el orgullo al oír las risas divertidas de aquellos hombres.
—¡Suélteme! ¡No!
Estaban a punto de subirla en la grupa del nervioso caballo cuando él decidió intervenir.
—Oigan... —murmuró como si no le interesara mucho llamar o no sus atenciones—. Creo que ella no quiere ir.
—Usted no se meta en lo que no le incumbe —le escupió el del cuchillo, sin dejar de pasar una posesiva y asquerosa mano por el largo de su brazo—. Nos daremos por bien servidos con esto, así que vuelva a sus asuntos.
Volvió a arrastrarla hacia el caballo sin sentir en absoluto el peso de su resistencia y en esa ocasión, el caballero se interpuso esbozando una pequeña sonrisa burlona.
—En serio pienso que ella no quiere ir con ustedes.
El del cuchillo finalmente pareció perder la paciencia pues tras tronarse el cuello con un fuerte movimiento de su cabeza, la empujó a ella hacia un costado y enfrentó al hombre con los ojos inyectados de rabia.
—¿Acaso quiere morir?
—No, no particularmente —dijo éste con tranquilidad.
El extraño sonrió de forma amenazante y sin molestarse en replicar a la pulla, blandió el cuchillo hacia el estómago del caballero, el cual fue lo bastante astuto como para echarse hacia atrás en el último segundo. Solo eso necesitaron aquellos hombres, para enzarzarse en una incansable trifulca.
Los dos extraños atacaban al hombre de forma simultánea, golpeándolo y arrastrándolo por el suelo como si se tratase de un muñeco de trapo, aun así y con su evidente desventaja él no se dejaba hacer y conectaba tantos puñetazos como era capaz de dar en esa situación.
Todo ocurría tan rápido que Maia no tenía tiempo de pensar en cómo ayudarle, pero al ver que finalmente los sujetos habían logrado doblegar al caballero hasta dejarlo en el suelo con el filo del cuchillo amenazando su garganta, ella tomó una decisión. Fuese quien fuese, estando o no loco, él había salido en su ayuda cuando la había necesitado y Maia no iba a dejar esa deuda pendiente.
Tomandouna profunda inspiración, se colocó de cuchillas para rescatar la pequeñanavaja que tenía metida en su bota. Emma le había insistido en que la cargaraluego del primer ataque del caballero, como un modo de protección extra que nohacía daño tener. En ese segundo, agradeció la paranoia de su hermana y echómano de su navaja, avanzando lentamente hacia las espaldas de los hombres. Estabasolo a unos pocos pasos cuando los ojos dorados del caballero, tendido en elsuelo, se elevaron hacia ella en silencioso pedido. Era tarde, Maia ya se habíainclinado hacia el extraño con la intención de hundirle su navaja en laespalda, algo que él pareció presentir pues al último segundo se volvió y ellasintió por primera vez en su vida, el corte de un filo desgarrando su propia carne.
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Hoy mandé a los chicos a dormir temprano, pero ustedes tranquilos que ellos están bien en la situación actual. La verdad es que están bastante acostumbrados xDD
Nada, espero que les esté gustando para donde está yendo esta historia. Yo sé que les gustarían más actualizaciones, pero la verdad es que cuesta un poco estar del humor correcto para escribir en estos momentos. Espero sepan entender, no soy una persona de salir mucho pero hasta yo extraño mis pequeñas y esporádicas distracciones.
No les hago el cuento largo, ¿les va gustando?
A partir de ahora las cosas se van a poner un poco más... bueno, ya verán.
¡Saludos, fuerzas y tortugas para todos! (abrazos y besos no porque hay que mantener las distancias) :P
PD: Estoy buscando un Ihan y Jannis (o sea un actor o modelo que encaje con ellos) Se aceptan sugerencias, me las pueden hacer por fb o ig o twitter. Thanks!
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