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De vuelta al mundo real

¡Hola! Gracias a todos por los lindos mensajes que me dejaron en el cap anterior y en mi tablero. Me alegro saber que todavía hay gente del otro lado. Pero bueno, no les hago la cosa larga. 

Este capítulo retoma a personajes que fueron presentados en historias pasadas, así que si no leyeron la parte 1 y 2 de esta serie, puede que al principio no les suenen pero igual todo cobra sentido rápido. Igual, si están en eso, se leen las otras dos historias y ya. 

Sin más... a leer <3

Capítulo XVI: De vuelta al mundo real

Conforme pasaban las horas de minuciosa observación, Tarek se sentía más y más confuso con los acontecimientos de los que había sido testigo. No podía decirse que él no hubiese visto cosas extrañas en su vida, su línea laboral lo había hecho congraciarse con los asuntos más inesperados y bizarros que podía ofrecer la variopinta sociedad inglesa. Pero esto, lo que tenía frente a él, había cruzado la línea de lo bizarro hacía varios kilómetros atrás.

Ella —si es que un simple pronombre alcanzaba para hacerle justicia—, el objeto de su estudio, hizo una pausa en su enérgica caminata para mascullar una maldición y sacudirse la polvorienta falda con ahínco. Era probablemente la décima vez que insultaba su falda, se empujaba el oscuro cabello hacia atrás con un gesto cansino y retomaba la caminata. Antes de eso ella había estado en el pueblo, había caminado por cada parte como si buscara algo inexistente y luego de aquel número montado para su público ficticio, desapareció en el interior de una iglesia que estaba casi en ruinas apartada de la población general.

No habría habido nada particular con ese comportamiento, las personas suelen actuar de manera extraña cuando están bajo mucha presión o incertidumbre, y ella estaba bajo ambas; no, aquellas idas y venidas por el pueblo de Andover fue lo único normal y moral que había hecho esa chica. La cual había entrado en la vieja iglesia con faldas y un rostro decididamente femenino, para luego emerger con pantalones, botines gastados y una casaca que posiblemente había estado de moda en la época de gloria de su bisabuelo.

Ella salió de la iglesia convertida en un muchachillo escuálido, inquieto y con un objetivo claro, la taberna.

Por supuesto Tarek la siguió allí y aunque la chica/chico pasó horas dejando pacientemente calentar una cerveza en su mesa, nadie fue a su encuentro. ¿Realmente esperaba a alguien? ¿Por qué tomarse la molestia de vestirse de hombre? De acuerdo, quizás era una dama —y habría que poner varias comillas en ese término—, no sería correcto que entrara en una taberna sin compañía, pero tampoco sería tan inmoral como que alguien descubriera su indecisión de género. Y aun así ella había tomado ese riesgo para nada.

Horas después volvió a su atuendo original y emprendió la caminata en la que estaban embarcados ambos desde la última media hora.

Encontrarla no había sido difícil y tal como le había prometido a lord Keller, había mantenido su respetable distancia, solo manteniéndose al pendiente de ella mientras intentaba dilucidar las intenciones de aquel particular grupo. Por un lado, estaba la mujer que acompañaba a Ihan, la cual él se había negado a llevar frente a las autoridades hasta que fuese capaz de enfrentar físicamente las consecuencias de sus actos. Tarek podía respetar esa decisión, aunque no estaba del todo de acuerdo. Luego estaban la mujercilla y el capitán, ambos claramente se encontraban tras la pista de lord Keller, pero afortunadamente se mantenían lejos de su objetivo. Y por último estaba ella, la que se disfrazaba de hombre y se sentaba en una taberna a ver pasar las horas.

Alguien faltaba.

Tarek sentía que alguna pieza estaba perdida, algo de esa organización de criminales le parecía extraño y por el momento no podía decir exactamente qué. Tampoco podía señalar a un líder claro, todos ellos parecían actuar de forma impulsiva sin seguir un plan concreto y eso era lo más estúpido que él había visto en una banda de criminales. La organización lo era todo.

—¡Oi! —Se detuvo en seco, parpadeando fuera de sus pensamientos para llevar la vista al camino frente a él. Nadie—. ¡¡Oi!!

Tarek se volvió lentamente sobre su hombro, cayendo en cuenta del error que acababa de cometer por estar tan ensimismado. La chica se encontraba a sus espaldas y una pistola pendía de sus manos, demasiados pequeñas en comparación del objeto mortífero que sostenían. No estaba seguro cuándo, ni cómo, pero ella había tomado ventaja de su distracción para dejarlo al descubierto y en una evidente desventaja.

—¿Quién eres? —le espetó la muchacha, manteniendo unos seguros metros de distancia entre ellos y el arma firmemente apuntándole—. ¿Y por qué me estás siguiendo?

Tarek se tragó la maldición que pugnaba por salir de sus labios y se obligó a adquirir una postura relajada; como si tener una pistola midiendo hasta el menor de sus movimientos fuese la cosa más usual del mundo. Hablar con ella no había estado dentro de sus planes, pero los planes cambian y un hombre sabio es aquel que sabe plantarles cara a los imprevistos. Y a las armas de fuego.

—Mi nombre es Grey...

—Si usted lo dice —lo interrumpió ella con cinismo.

Él la ignoró, después de todo las formalidades parecían sobrar en ese contexto.

—La seguía, es cierto. —No había caso en negar lo evidente, estaba al descubierto así que bien podría armar una tapadera coherente.

—¿Desde hace cuánto? —cuestionó con los ojos verdes apretados en finas líneas.

Él la estudió de la misma manera en que ella lo hacía, ¿cuánta información sería pertinente compartir? ¿Podría descubrir más de aquella organización a través de esta chica? Tarek asintió para sus adentros, hacía meses que no le llegaba ningún trabajo que lo estimulase, últimamente su vida había caído en una rutina monótona la cual había sido ligeramente sacudida por la aparición de estas personas. Valía la pena investigar un poco más al respecto, se lo debía a lord Keller.

—Yo... —Él dio un pequeño paso con las palmas de sus manos expuestas, pero aquella acción tuvo el efecto contrario en su interlocutora, la cual afianzó el amarre entorno a la pistola y posó peligrosamente su dedo índice en el gatillo.

—No se mueva —le indicó con una firmeza envidiable—. Le hice una pregunta, no le pedí que caminara... si da un solo paso en mi dirección, le dispararé.

¿Sería capaz? Él negó ante su propio pensamiento, realmente no quería averiguarlo.

—¿Cuál era la pregunta? —inquirió tratando de lucir calmo, ella lo fulminó con la mirada—. Verá... no pienso bien cuando tengo un arma apuntando a mi rostro.

—Pues qué pena, yo no pienso bien cuando tengo un arma en mis manos y no me dan respuestas. —Ella agitó a la susodicha mostrando su impaciencia—. Responda señor Grey o le aseguro que no me temblara el pulso.

—¿Sería capaz de dispararme solo porque venía caminando detrás de usted?

Ella chistó con rechazo.

—Un hombre que acecha a una dama y la persigue por un solitario camino, merece ser disparado. —La mujer lo miró de arriba abajo con evidente repudio—. El tipo de hombres como usted... —se detuvo con un gesto de asco—, me repugnan.

Tarek realmente intentó no sentirse ofendido por esa absurda suposición, pero la idea de que lo tachara como la peor escoria de la sociedad —aquellos hombres que se aprovechaban de su simple condición de hombres para reducir a alguien en desventaja—, lo golpeó en lo más profundo.

—¿No cree que el término dama se usa muy libremente en estos últimos tiempos? —Ella parpadeó al comprender la ironía en su pregunta y de ser posible sostuvo el arma con más fuerza.

—No tiene por qué ser ambiguo en su insulto, señor —masculló ella con confianza—. Dama o no, soy la que tiene el arma...

—¿Siquiera sabe usarla? —Él no acababa de decir la última palabra cuando un estruendo sacudió hasta el último cabello de su cuerpo e hizo que instintivamente cerrara los ojos a la espera de... algo. Pero, tras unos interminables segundos en que espero oír las voces de sus padres guiándolo al descanso eterno, nada ocurrió. Abrió los ojos, ella estaba tan sorprendida como él por lo que acaba de hacer, pero Tarek no le daría tiempo a que probara su puntería una vez más—. Ahora... eso ha sido su error —musitó, antes de acercarse a ella en dos firmes zancadas y arrebatarle el revolver con un movimiento rápido.

—Eh... —La mujer hizo amago de luchar por el arma, por lo que Tarek se dio prisa al invertir las tornas y apuntarle en esa ocasión justo al centro del pecho—. No está cargada —dijo ella, aunque su anterior firmeza pareció vacilar notoriamente.

—¿Probamos? —inquirió él, elevando una ceja a modo de desafío. Ella presionó los labios en un rictus y Tarek empujó el arma hasta que el cañón tocó su esternón, la mujer gimió levemente mas no retrocedió.

—¿Qué es lo que quiere? —le escupió, arisca, imprudente ante su situación.

Tarek sonrió.

—Todavía lo estoy analizando. —Sin dejar de apuntarla, le indicó que se moviera a un costado del camino. Incluso aunque dudaba que alguien fuese a pasar a esas horas y por ese lugar, no era una situación en la que quería ser descubierto por nadie.

Ella se detuvo tras unos pocos pasos, mirándole cada vez más recelosa.

—¿Qué es lo que quiere? —volvió a repetir, pero algo en su timbre tembló y la aparente confianza se esfumó de su voz.

—Tranquila —murmuró, aunque no supo muy bien para qué—. Si responde mis preguntas, no tenemos por qué pasarlo mal aquí.

La mujer apretó sus manos en puños.

—Si usted se atreve a...

—¿Quiere dejar de insinuar barbaridades sobre mí? —la interrumpió, sabiendo a dónde se estaba dirigiendo.

—Es un hombre —masculló, como si lo estuviese maldiciendo en el proceso.

—Pues no tuve elección en el proceso.

—No confío en los hombres —añadió, pasando por alto sus palabras.

Tarek frunció el ceño. Y aunque deseó en algún modo poder defender a sus pares por un odio claramente infundado, en realidad no tuvo nada que decirle a esa mujer para que cambiara su opinión.

—Hace bien —se escuchó decir al cabo de un largo segundo de silencio—. No confíe.

—¿Se supone que eso debe reconfortarme?

Por extraño que pareciera él casi sonríe ante el desenfado de su comentario.

—No le estoy pidiendo que confíe en mí —explicó con algo de impaciencia, recordando súbitamente que no estaba en un salón de baile tratando de entender el razonamiento de una mujer—. Solo quiero hacerle unas preguntas.

—¿Y qué le hace pensar que yo quiero responderlas?

—Yo tengo el revolver.

—¿Y sería capaz de utilizarlo en mí solo porque me niego a responderle?

La conversación parecía estar tomando un extraño sabor familiar.

—Deje de intentar confundirme y...

—Deje de decirme qué hacer, puede que tenga mi revolver pero yo tengo la capacidad de tomar mis propias decisiones.

—¿A costa de su vida?

Ella guardó silencio un largo segundo, para luego alzar el mentón y enfrentarlo con sus felinos ojos verdes.

—Mejores vidas se han perdido —espetó con un destello de emoción en su mirada.

Tarek chasqueó la lengua.

—¡Todas las vidas son importantes!

—¡Yo no dije que no lo fuera! —Tomó una pequeña inhalación—. Solo dije que hubo mejores...

Él gruñó para sus adentros.

—Esta conversación es ridícula, usted es ridícula y... —Ella hizo amago de interrumpirlo—. No, cállese y escuche lo que voy a decirle. Sé lo que está buscando... —La mujer parpadeó, confusa—. O mejor dicho, a quién está buscando. —En esa ocasión, Tarek supo que tenía la completa atención de esa parlanchina muchachilla—. Y creo que podemos ayudarnos mutuamente.

—¿A qué... se refiere? —murmuró por primera vez sin sonar desafiante.

—Lord Keller —dijo, midiendo su reacción de cerca. Ella abrió los ojos levemente como única muestra de su sobresalto y luego, comenzó a observarlo con repentino interés.

—¿Usted... lo conoce? —Tarek asintió—. ¿Cómo?

Él vaciló, pidiéndole una disculpa interna a Ihan Keller por lo que estaba a punto de decir.

—Es un canalla. —Ella no lo negó, claramente esperando más detalles—. Los pormenores no importan, simplemente lo busco para cobrarle una deuda de honor.

Eso podría significar miles de cosas, por lo que le daría tiempo a inventar una historia de ser necesario.

—¿Y yo qué tengo que ver en todo eso?

Ella realmente tenía problemas de confianza.

—Sé que ustedes quieren algo de él.

—¿Cómo lo sabe?

—Conocí a su... —La miró con lentitud—... hermana.

En esa ocasión su sobresalto fue evidente, ella se olvidó por completo del revolver que había entre ambos y avanzó casi como si planeara tumbarlo para sacarle respuestas como fuere.

—¿En dónde está ella? ¿La ha visto? ¿Cómo...? —Entonces pareció caer en cuenta de algo y reculó—. De... ¿de quién está hablando?

Tarek sonrió.

—De la que está con el capitán —susurró al cabo de un segundo, mirándola por entre las pestañas con cierto placer ante esa pequeña victoria—. Aunque, al parecer, la que está con Keller también lo es.

Tres hermanas. Ihan iba a tener que pagarle una gran suma para que no comentara esto con lord Arwik. Dioses, esta podría ser una de esas historias que los parroquianos jamás dejan morir en los bares.

Tres hermanas habían secuestrado al doble heredero Keller.

***

—¿Papá?... ¡papá! —Una manito regordeta impactó en su mejilla, seguido de una risilla infantil—. ¡No, Lexi!

Bastian abrazó a la niña que estaba recostada sobre su pecho y empujó la cabeza de Junior sobre su hombro, esperando que captaran la indirecta.

—¡¡Paaa... papiiii!! —Pero claramente ninguno de sus hijos quería cooperar con la siesta de ese día.

—¿Qué ocurre? —Abrió los ojos, al tiempo que Alexa se incorporaba para sentarse sobre su pecho—. ¿No quieren dormir?

Nou... —musitó Ryan, haciendo reír a su hermana.

—¿Nou? —remedó con una sonrisa—. ¿De dónde eres niño?

—Mami e papi.

Bastian negó sin dejar de sonreír.

—¿De dónde? No de quién...

—¿Ne quién?

Aquella conversación no estaba yendo a ninguna parte, por lo que Bastian decidió zanjar la cuestión plantando un beso en la cabeza rubia del niño que pareció tranquilo luego de ello.

—Muy bien, vamos a hacer algo de provecho.

No acababa de llegar a esa resolución, cuando un golpe en la puerta captó la atención de los tres ocupantes de la habitación. Bastian dio la voz de entrada, seguido por el "permiso" de su hijo y el chillido curioso de su hija. Ellos no sabían lo que era quedar en segundo lugar, siempre hacían notar su presencia aun cuando uno apenas articulaba frases y la otra ni siquiera armaba una palabra.

Humphrey no se inmutó al ingresar y encontrarlo parcialmente acostado en el suelo, con sus hijos trepados de su cuerpo.

—Milord —musitó el imperturbable mayordomo, inclinándose en una breve reverencia. Alexa agitó su manito para saludar, a lo que Humphrey respondió con otra inclinación de cabeza—. Tiene visitas.

—¿Visitas? —inquirió él elevando una ceja con suspicacia.

Sus hijos lo miraron tan confusos como Bastian se sentía. No es que jamás recibieran visitas, a decir verdad su popularidad fue en aumento luego de su última visita a Londres cuando fue elogiado en el periódico por pasear con sus hijos por Hyde Park y verse como un padre devoto y un marido ejemplar durante toda la temporada. Jasmine había volteado los ojos al leer aquella entretenida noticia en la gacetilla de cotilleos, afirmando que nadie jamás había escrito un artículo sobre ella y su increíble trabajo en la finca, su dedicación hacia sus dos hijos y hacia su esposo trofeo. Aunque aquello no era culpa de Bastian, ser encantador le era tan natural como respirar y si la gente quería escribir sobre ello, él no podía detenerlos ¿cierto?

Sacudió la cabeza. ¿Quién diablos lo estaría visitando en ese momento? En teoría nadie sabía que ellos estaban de regreso en la finca.

—¿Mami?

Él negó.

—Mami no se anunciaría, niño feo. —Sus ojos fueron hacía Humphrey solo para que confirmara sus palabras, el hombre supo captar aquel pedido silencioso.

—Se trata de lord Keller.

—¿Ihan? —Eso era incluso más extraño que la posibilidad de que Jasmine se anunciara. Bastian se incorporó dejando a Alexa en la cuna.

—Llama a la niñera.

¡Nou! —protestó Ryan al instante, renuente a ceder a su tiempo con su padre a su tío.

—No me levantes la voz —le espetó, serio. Jasmine no dejaba de decirle que el niño lo manipulaba con demasiada facilidad y que si se lo seguía permitiendo, aquel comportamiento sería un problema en el futuro. Bastian estaba más que dispuesto a demostrarle a su mujer que ningún crío de dos años podía controlarlo.

—Quero... papi... —sollozó Junior con sus ojos celestes brillantes por las inminentes lágrimas.

Bastian negó, señalándole la cama.

—Cuida a Lexi mientras yo hablo con el tío, volveré antes de que lo notes.

Un buen argumento siempre era un recurso infalible. Ryan frunció el ceño, haciendo un puchero.

Nou, no quero. ¡Quero papi! —exclamó golpeando su pequeño pie contra el suelo.

—No —sentenció con firmeza—. Harás lo que yo digo.

***

Ihan sonrió confuso al ver a su primo entrar al estudio con el ceño fruncido y un feliz Ryan en brazos.

—Primo —lo saludó, inclinando la cabeza levemente—. ¿Qué te trae por aquí y por qué luces como si acabaras de pasar una semana en los establos?

Él no pudo más que aceptar aquella observación con un renuente asentimiento. Se veía del asco, incluso cuando había intentando cuidar de su higiene mientras convivía con Maia en la vieja cabaña, no pudo hacer mucho con los recursos que contaba.

—Es una larga historia —dijo tras un suspiro, señalando hacia una de las vitrinas de licores—. Por favor, dime que has vuelto en tus sentidos y has provisto esta casa de alcohol.

Bastian le ofreció una pequeña sonrisa.

—Mucho me temo que la vitrina solo es decorativa, pero puedo ofrecerte un té.

Ihan frunció el ceño, haciendo que su sobrino riera por lo bajo.

—Te odio —le espetó a Bastian, al tiempo que pasaba por su lado y tomaba asiento en uno de los sillones de orejas—. Que sea con leche y trae muchos dulces...

—Ya lo pido. —Bastian colocó al niño en el suelo y le murmuró algo al oído, logrando con esto que el pequeño saliera corriendo del estudio. Ihan enarcó las cejas—. Le gusta ayudar.

—No se parece a ti.

Su primo no le discutió.

—Ahora... ¿vas a decirme lo qué pasó?

—Sí, pero antes dime si conoces un lugar llamado... —Hizo una pausa tratando de recordar el sitio que había dicho Maia—. ¿Braishfield?

—No me suena, pero alguien aquí debe saberlo. ¿Por qué?

—Porque alguien... —Ihan clavó su mirada en los ojos celestes de Bastian—. Alguien de allí me secuestró.

—¿Un secuestro? —inquirió su primo, tomado por sorpresa—. ¿Alguien realmente se atrevió a secuestrarte?

—Sí.

—¿Y cómo es que estás aquí? ¿Escapaste? ¿O qué?

Ihan suspiró, echándose hacia atrás en el respaldo del sillón. En ese momento añoraba tanto un coñac o al menos un insulso jerez, algo con lo que aplacar su enfado y confusión ante todo lo que sabía que se le estaba escapando de la historia de Maia. Ella había estado extraña durante ese día y claramente todavía le ocultaba cosas, pero Ihan no iba a descubrir nada quedándose en la cabaña, volviéndose cada vez más cercano a ella. Y aquella comprensión lo había golpeado con fuerza cuando se vio intentando no dejarla, esperando en la puerta de la derruida cabaña a que la mujer lo llamara.

Negó ante su propio pensamiento.

Ella le gustaba, bien. Todas las mujeres le gustaban a Ihan e Ihan les gustaba a las mujeres. No había nada nuevo en ello y sin embargo esta mujer lo había secuestrado y allí estaba él, idiota, buscando la manera de ayudarla, creyendo sus mentiras y deseando pasar solo un poco más de tiempo a su lado.

—Tengo que ir a Braishfield —musitó, al cabo de un pequeño silencio.

—¿Para qué?

—Probablemente para nada. —Ella lo había querido fuera—. Probablemente para seguir su juego.

—¿El de quién?

Ihan no escuchó la pregunta de Bastian.

—Necesito tu ayuda.

—No estoy entendiendo nada.

Él sonrió, aunque no sintió ninguna satisfacción con ese gesto.

—Vamos a seguir a alguien. 

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Así que... como habrán notado se incorpora otro factor a esta historia, espero que les esté gustando.

Gracias por pasarse todavía!! 

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