🌌~5~🌌 [+18]
Aún me encuentro con Hernán en la consulta, mis piernas se niegan a obedecerme y espero para despertarme de esta realidad inventada en mi cabeza. Como un cazador persiguiendo a su presa se mueve tras de mí, cuando me quiero dar cuenta me encuentro arrinconada contra el escritorio. Se desplaza despacio, es como si no quisiera asustarme.
Su mirada se posa en la mía, sintiendo su intensidad, llegando abrumarme. Antes de que pueda dar su siguiente paso su busca suena, debe cogerlo, puede ser una urgencia. Comienzo a respirar de nuevo con normalidad, agarro mis cosas y salgo rápida hacia fuera. Estoy nerviosa y el calor se ha subido a mi rostro, doy gracias al uso de mascarillas en el hospital, pueden disimular mi vergüenza.
El móvil comienza a sonar en el bolsillo de la bata, al comprobar quien es veo que tengo un mensaje:
[*Hernán*: Tenías mucha prisa por lo que veo.]
[*Hernán*:Nos queda algo pendiente.]
Siento mucho calor de repente y no me disgusta. Prefiero dejarle en visto y no contestarle. Regreso a casa para descansar, estudiar y tomarme tiempo para mí. Como algo y después me refugio bajo el agua caliente de la ducha. Me relajo bajo esa cascada protectora de mi soledad, dejándome arropar por el calor que desprende su agua. Este momento lo disfruto, no quiero que nadie me lo estropee, a continuación mientras me seco observo mi cuerpo desnudo frente al espejo. Mi piel es demasiado blanca y por ello las marcas de mi torpeza me adornan como la pintura en un lienzo.
Cansada me dirijo al dormitorio, al abrir el cajón de la ropa interior veo como el succionador que me regalaron las chicas está ahí. Le puse hasta nombre a ese jodido aparato.
—"Romeo".— Susurre. Y es que me daría lo que quiero sin engañarme con poesías. Cuando se quedara sin batería solo tenía que cargarlo y únicamente me tenía que aguantar a mi misma. Que ya es bastante difícil. Suspiro al mismo tiempo que aprieto el botón de encendido y lo acerco a mi piel acariciándome con cuidado sintiendo su vibración. Al llegar a mi bajo vientre lo adentro al interior de la ropa interior donde mi intimidad espera candente por su contacto. Las sacudidas que hace el aparato al aspirar sin más control que el de mi mano provocan que una corriente eléctrica sacuda mi espalda.
Muerdo mi labio inferior al mismo tiempo que sujeto con la mano que me queda libre el edredón de la cama. A mi mente viene su recuerdo, su cabello castaño, su semblante serio y su gran atractivo.
Me lo imagino hasta con la bata que viste a diario en cada consulta. Niego cada pensamiento frenando en mi acción, confundida por lo que mi mente inconsciente desea paro, mi respiración está agitada y me pregunto ¿por qué él?
Hace tan solo un par de días no podía dejar de pensar en Tara y sin entender la razón mi mente era ocupada por otra persona. Sin reflexionarlo dos veces continuo, manejando con maestría aquel dichoso aparato que podía volverme loca. Consiguiendo que me retuerza de puro placer. La tensión provoca que estire mis extremidades inferiores, un pequeño cosquilleo en la parte baja de mi abdomen provoca que mi cuerpo se mueva por estímulos. Terminando finalmente con mi danza solista, dejo caer a un lado el provocador de mis suspiros y después me quedo acurrucada en la cama.
Mi móvil vibra sobre la mesilla, solo puedo preguntarme quien puede ser. Un par de mensajes de Claid se reflejan en la pantalla.
[*Claid*:¿Qué tal te encuentras?]
[*Claid*: Te veo el viernes.]
Me echo a reír al leer el segundo mensaje, estaba tardando demasiado en reclamar mi atención. Sin ningún ánimo preferí dejarle en visto, ya tendría tiempo de contestarle. Solo quería descansar, imposible conciliar el sueño, fui al servicio y me preparo la bañera. Mientras espero que se llene un poco más repaso, los chats de hace un rato y abro el del doctor Hernán. Dudo si contestar, sintiéndome valiente, me animo a jugar a eso que se propone y que no entiendo como puedo llegar a salir, pero aun así me quiero arriesgar.
[*Violeta*: ¿A qué se refiere?]
Sin perder la educación continuo tratándole de usted, por muy joven que siga siendo, sé que le gustan las diferencias del cargo y donde nos sitúa a cada uno. No tarda en ponerse a escribir, solo espero a que llegue su respuesta.
[*Hernán*: Intenta no salir corriendo mañana después de las consultas.😌]
Trago saliva, no sé qué responder a eso. "Claro adjunto, esperaré encantada". Ninguno de los dos nos creeríamos esa actuación, sería mejor que me pusiera mala y me quedara en casa. La palabra "escribiendo..." vuelve aparecer bajo su nombre y espero para saber que más tiene que decirme. De pronto desaparece volviendo a su estado en línea, y una vez más se reanuda para mandar un mensaje. Sin explicación me encuentro nerviosa esperando su mensaje.
[*Hernán*: No muerdo. 😉]
Estupefacta releo el texto, centrándome en el emoji que me ha enviado. ¿Qué le ocurre? Pienso que si no le contesto finalmente se aburrirá y me dejará tranquila... hasta mañana. Con cuidado me adentro en la calidez del agua y dejo que las sales de baño que he preparado me relajen. Cierro los ojos para sucumbirme por completo en mi descanso.
"Me encuentro en la penumbra de una sala oscura con olor a humedad y pocos cuidados en general. Siento algo frío y duro rodear mis muñecas, percibo que son unos grilletes y eso me da a entender que me mantienen esposado.
—chss, chss... ¿Hugo? ¿Me escuchas?-Una voz en susurro me llamaba.
—¿Qué ostias quieres Agustín?— escupo las palabras.
—Saldremos de esta, tío, no te preocupes. Pero la próxima vez no te hagas el valiente con un narco. —¿Cómo dijo?
—¿La próxima vez? ¡Me cago en tu puta madre Agustín!
—Luego le pedirás galletas...—Dice entre dientes.
—¿Qué has dicho? Como me suelte pienso darte de ostias hasta que me duela la mano.—forcejeo nuevamente más enfadado que antes. La fricción provoca que la piel se abra y eso duele.—¡Joder!
Me levanto como puedo y busco entre la oscuridad la manera de salir, pateo todo con lo que me choco deseando que algo de lo que doy ceda.
—Ese soy yo, deja de soltar patadas.
—Te jodes, por gilipollas.—respondo. —Si salimos de esta, me alegro de que te obliguen a cambiar de carrera. Así no tendré que volverte a ver a la cara.
—Cállate, que te vas a arrepentir de tus palabras.
Un sonido metálico llama nuestra atención cuando la luz aparece y una sombra grande se presenta ante nosotros. Agarran mi brazo con fuerza, no nos dan ninguna opción y cuando voy a poder ver su rostro colocan un saco de tela sobre mi cabeza.
—Lleva a este a la sala de despiece.—habla de mí cuando me empuja y alguien frena mi cuerpo. —A este otro, llévalo con el jefe. Tiene que hablar con él. Me tratan con desprecio moviéndome como un despojo, llegando a tropezar y caer de bruces contra el frío suelo. Siento como uno de ellos me patea la espalda.
—¡Vamos! ¡Levántate! Y después de unos minutos recorriendo el lugar entramos a una sala donde el olor a sangre es nauseabundo por la intensidad. Cansado arrastro los pies con cada paso que doy. Algunos de los matones me agarra con fuerza del brazo para sentarme en una silla y atarme de pies y manos. Lo siguiente que noto es algo duro impactar sobre mi abdomen, el dolor se disipa después de unos minutos, pero antes se encargan de golpearme en otra parte del cuerpo.
El dolor en la mandíbula es más intenso, siento un par de dientes moviéndose en el interior. Intento escupir la sangre y los restos que contiene mi boca, pero el saco sobre la cabeza me lo impide. Cada golpe que me asestan es una anestesia más que mi sistema nervioso ha dejado de recibir. Algo en mi cerebro ha dejado de funcionar y es algo que agradezco en este momento. Aun así, los quejidos salen involuntarios desde lo más profundo de mi garganta. Si consigo salir de esta con vida pienso cargarme a Agustín, eso es en lo único que puedo pensar. En desear que mi amigo sufra más que yo.
Llega un momento que mi cuerpo no aguanta ningún encontronazo más con estos animales. Mientras mis sentidos se apagan, mi oído capta unas últimas palabras.
—No le matéis aún, el jefe lo quiere con vida."
Me levanto de la bañera sofocada, cogiendo una gran bocanada de oxígeno que me resucite del todo. Estas incesantes pesadillas me están volviendo loca, continúan contando la muerte de ese chico y no sé que creer en las locas historias que se me pasan por la cabeza.
—Hugo Martín...—susurro. La necesidad de saber más de él se instala en mi mente y siento que debo de investigar más a fondo. ¿Podría buscar su historial médico? ¿Y si solo fuese una invención de mi cabeza? Un gran estruendo me saca de toda esta ensoñación y la voz de mis compañeras de piso se escuchan al otro lado dando gritos.
—¿Violeta? ¡Llevas una hora en el baño! —Me sorprendo al descubrir todo el tiempo que había pasado soñando. ¿Era en serio? Sin ganas me levanto para dirigirme a por una toalla para cubrir mi cuerpo antes de abrirles la puerta.
—¿Qué pasa chicas?—solté completamente relajada.
—¿Qué pasa chicas?—repite la frase con un tono de burla. —¿Estarás de broma? Pensábamos qué te había ocurrido algo. ¿Nos quieres matar?
—Me quede dormida, no estoy durmiendo bien y me pudo el cansancio. Eso es todo. —Eiden me golpea el brazo molesta.
—Pues no te duermas en la bañera, idiota. ¿Y Si te ahogas?—resoplo por su insistencia. Agotada mentalmente, ignoro lo que me dicen y me encierro en mi dormitorio. Completamente, a oscuras me dejo caer sobre la cama y estirando mi brazo, busco en la mesilla el tabaco. Sé que no es nada beneficioso para mi salud, pero a mi mente la engaño de esta manera para relajarme. Y es sin lugar a dudas mi mejor táctica. Al mismo tiempo me dedico a mordisquear las uñas, hoy mi estabilidad ha desaparecido y busco como distraerme. Después de elegir una camiseta ancha, enciendo el ordenador para trabajar en la tesis. Tras un par de horas de trabajo extra decido dormir para ir mañana de nuevo al trabajo.
***
Un sonido vibrante rompe mi descanso, dándome cuenta de que el teléfono móvil mantiene su luz encendida mientras se mueve sobre la mesilla. Me despejó de golpe cuando veo el nombre de Hernán en la pantalla, es extraño recibir una llamada suya a estas horas.
—¿Diga?—respondo con sueño y timidez.
—¿Violeta?
—¿Si?
—Disculpa la llamada a estas horas, pero voy camino al hospital por una cirugía de urgencia poco habitual. ¿Te gustaría participar? Será una lección diferente.—habla nervioso, puedo percibir que aún está en el coche.
—Si, claro. Ahora mismo voy.—emocionada me levanto corriendo, cogiendo lo primero que encuentro en el armario. Agarro el bolso con las llaves de la moto y salgo corriendo.
—Aquí te espero. —Contesta aún al otro lado de la línea. No pierdo más el tiempo y voy en la moto como si la velocidad y los semáforos no importaran. Al llegar aparco en la puerta y entró sin saludar a nadie en la entrada. Camino a toda prisa hasta los vestuarios y después agilizo mi llegada al quirófano. A la entrada de estos, el adjunto Hernán está entrando justo por la puerta.
—Me alegro de que vinieses, vamos dentro a prepararnos.
La cirugía comienza y todos estamos en tensión, pero con la profesionalidad que se nos piden en el momento. Todo transcurren correctamente y el paciente ya está fuera de peligro. Han sido horas las que hemos pasado bajo los focos de la sala del quirófano, sudando y deseando que todo acabase con el mejor de los finales y así ocurre. Cansada y estando ya fuera me dirijo a las duchas para refrescarme.
Me encuentro sola en los baños, bajo el calor del agua, consigo relajarme y dejar la mente en blanco. Parece que los sueños de Hugo han cesado y eso me tranquiliza. De repente un golpe fuera de las duchas me avisa que alguien está fuera. Corto el grifo y me quedo escuchando. Las pequeñas gotas que aún caen de la alcachofa se escuchan al golpear el suelo.
—¿Hay alguien ahí? —Me doy cuenta de la idiotez que acabo de hacer. ¿De verdad espero que alguien me conteste? Abro la puerta despacio por si me encuentro con alguien. Lo primero que veo es el torso desnudo de un chico, su camiseta está tapando su rostro y deja de manera visible sus abdominales marcados. En bobada me quedo observando del cuerpo de aquel desconocido.
—¡Eh! —Al levantar la vista el adjunto Hernán se está riendo, no le importa lo más mínimo que yo esté allí. Únicamente se burla de la situación en la que nos encontramos. —Los ojos los tengo más arriba. Cierro de golpe la puerta de la ducha y me cubro la boca por la impresión. En este momento desearía que la tierra me tragase. Al final es mi superior y encontrarnos así es muy bochornoso.
—Voy a entrar a ducharme, podrás salir tranquila. —Cuando le escucho encerrarse, salgo cubierta por una toalla. El ruido de su ducha me pone los pelos de punta, me visto rápidamente para no cruzarme con él. Pero es inevitable. El ruido se corta antes de que pueda salir por la puerta. De nuevo su torso está desnudo y solo tiene una toalla cubriendo el resto de su cuerpo. Agarro mis cosas y me dispongo a salir.
—¿Te apetece salir a tomar algo?
—¿Cómo?—Suelto confundida. El alza una ceja y después sonríe de forma chulesca.
—Podemos ir en mi coche si no tienes como ir.
—Tengo mi moto.— Estoy en shock por la confusión y contesto de manera automática.
—¿Conduces una moto? Interesante.—Arrugo la frente por el comentario que acaba de hacer, en ese momento veo que se retira la única ropa que tiene y me doy la vuelta incómoda.
—Entonces... ¿Te vienes o no? A pesar de mis dudas, accedo.
—Espero fuera.—Le oigo murmura y después salgo al pasillo. No sé si está bien que vayamos juntos fuera del hospital. Es demasiado raro a los ojos de cualquiera que nos conozca.
No tarda en salir al encuentro, juntos y en silencio caminamos hacia el exterior. Allí nos topamos con un grupo pequeño de compañeros, algunos adjuntos y residentes más.
—Ahh, que vamos todos. —suspiro aliviada.
—¡Claro! ¿Qué pensabas?
—Nada, nada.—Muevo las manos, nerviosa. —Bueno, pues si quieres vamos en mi coche y dejas aquí la moto.—Me niego al principio, no quiero tener que regresar mañana en autobús y dejarla aquí. Pero tras deliberar la mejor opción, nos encontramos de camino a mi calle, para dejarla cerca de casa. Allí me recogerá. Al montar en el asiento del copiloto, el olor a su perfume inunda mi nariz. Es fuerte, pero me gusta, él tiene la música encendida.
—¿Dónde vamos?—Pregunto curiosa.
—Un sitio que me descubrió un amigo el otro día, me gusta la música y los reservados que tiene.—Cuando dice eso temo lo peor. Enseguida llegamos al lugar, las luces de fuera me dan el primer aviso, al salir las letras Moore's encabeza el letrero en la fachada y el agobio aparece de nuevo. ¿En serio?
—Creo que me voy a marchar a casa, estoy cansada y no vengo adecuadamente...— Suelto de golpe.
—¿Qué dices? Ni te preocupes por eso.— Él se queda observando, habiéndose percatado que no quiero entrar por algo más. —Si estás incómoda...
—¡No! No pasa nada... —cambio de idea. Al acercarme a la puerta de entrada donde se encuentra, Gorka le miró y le pido silencio con el dedo índice en la boca. Él asiente y nos saluda dándonos paso. En el interior pasamos hasta el final donde están los reservados, el sitio está abarrotado a pesar de ser un día de diario cualquiera. Con dificultad e intentando disimular tapo mi rostro, no me apetece que nadie me reconozca.
—¿Qué quieres tomar?—Mi pensamiento se ve interrumpido por Hernán, que se encuentra justo a mi lado.
—Un refresco está bien, no me apetece nada con alcohol.—Él asiente y se pierde entre toda la gente, mientras yo avanzo con el resto del grupo hacia los reservados. Nerviosa tiro de las pieles de mis uñas, creando pequeñas heridas alrededor de mis dedos. Sentada junto a varios residentes y adjuntos más espero que Hernán regrese con las bebidas.
—Eres Violeta, ¿verdad? —Me giro para ver quién es la persona que pregunta. Me topo con unos ojos oscuros y una voz ronca. Al estar fuera del hospital, sin batas, ni identificaciones, no sé cómo dirigirme al chico que me pregunta.
—Eh, sí. —Confundida contesto automáticamente.
—Soy Eric, adjunto trasladado este año.—Extiende la mano para que la estrechemos. —También soy compañero de Carlos. Muevo la cabeza escuchando con dificultad por la música. De pronto, Hernán aparece y se posiciona frente a nosotros. Su cara de póker no me dice nada, pero tampoco parece estar de buen humor. Antes de hablar retira al otro adjunto sentándose entre ambos.
—Bueno, ahora llega la bebida con una camarera preciosa para ti, Eric.—El otro chico se ríe nervioso. No tarda en llegar Susi con una bandeja cargada de copas y casquillos de botellas. Ella se sorprende al verme, sin embargo, mi mirada súplica clemencia una vez más. Mi compañera parece entenderme y no dice nada, únicamente deja las bebidas y se da media vuelta.
—Espera guapa. —Suelta Eric extendiendo algo entre sus dedos. —Tú propina.
—Gracias, simpático. —Contesta guiñando un ojo. Antes de que pueda volver a marcharse, Hernán sujeta su muñeca, captando de nuevo su atención.
—¿La chica de las flores?—Ahora soy yo quien observa atenta la escena.
—Dirás la chica de las rosas.—Hernán mueve la cabeza afirmando. —Está de permiso estos días, puedes buscar "Black Arm" en la barra del fondo, cerca del DJ.
Quiero salir corriendo y buscar aire, me agobia que él sepa quien soy fuera de las pulcras paredes en las que nos vemos día a día.
—Gracias, iré luego.— Susi por fin se marcha y yo quiero ir a hablar con el encargado que me sustituye estos días.
—Ahora vengo, voy un momento al servicio. —suelto nerviosa. No sé si me han escuchado, aun así me levanto y camino a mi sitio habitual. Puedo ver cantidad de gente rondar la zona, el gentío que me rodea me agobia y el calor sube por mis mejillas. Retiro la chaqueta y la dejo anudada en mi cintura. Al llegar a la barra el color de pelo cobrizo del camarero me llama la atención.
—¿Black Arm? —el chico que está sirviendo copas se da la vuelta, me sorprendo al ver que no lleva nada cubriendo su torso, aún más al ver su cara y toparme con un Gari de ojos color miel y facciones más definidas.
—Dime guapa, ¿Qué te pongo?
—¿Eres tú Gari? —se comienza a reír.
—Ya quisiera él ser como yo.— Comenta acercándose más a mí. Cuando está lo suficientemente cerca se queda observando mi brazo y roza con cuidado mi tatuaje. —Vaya, en vivo y en directo... la chica de las rosas.
—¿Eres tú?—escucho en susurro por culpa de la música, aun así esa voz me suena. Al girarme, Hernán está justo detrás de mí, escuchando cada palabra.
A.
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