Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

🌌~26~🌌


"Agustín me mira con odio en el rostro, pasa el bate de béisbol de una mano a otra mientras se muerde los labios y gesticula arrugando la nariz. Las aletas de la misma se agrandan con cada respiración fuerte que genera.

—¿Qué ostias haces imbécil? —espeto escupiendo sobre sus zapatillas. Entonces no lo duda, arremete contra mi rostro con la rugosa madera. El mareo es instantáneo, el dolor aumenta según pasan los segundos y la confusión se agolpa de golpe en mi cabeza. En mi boca, el sabor a metal es inmediato, acabo escupiendo por el exceso de este y con ello un trozo de diente que se ha roto. —Agustín, reacciona.

Los ojos parecen salirse de su órbita, no sé si sospechar que esté colocado o que ha perdido por completo la cabeza.

—Joder...— no lo pierdo de vista, observo como camina sin rumbo de un lado a otro de la habitación frotando su rostro con frustración. Me señala de repente con el bate. —Eres tú o yo amigo. No puedo decepcionar a mis padres, han invertido demasiado en mi futuro.

Comienzo a reírme por sus palabras, que asqueroso su sentido de la lealtad. Hermanos, decía, maldito hijo de puta traicionero. Si pudiera, estaría dándole una paliza en este momento.

—¿De qué estás hablando gilipollas? — en la oscuridad una sombra se acerca, es grande, mucho más que Agustín. Albert Gulliet tiene cara de pocos amigos, no necesita portar un arma para mantener a mi socio a raya. En sus manos reposa un teléfono móvil, quien este al otro lado de la línea, no lo sé. Pero, me doy cuenta de que a Agus le preocupa. Al lado de Gulliet dos hombres corpulentos se aproximan, rodeando a mi amigo y reteniéndolo por los brazos.

—Parece que vosotros dos no sabéis más que dar problemas. — pasea a nuestro alrededor mientras habla, observa la habitación y musita cosas que no logro escuchar. — Parece que os lo habéis montado bien, este sitio está escondido de puta madre. Qué pena que os tengáis que quedar sin él, no podéis joderme el negocio e iros de rositas, niñatos.

—¿Cómo? — Agustín alza la cabeza confundida, no creo que ese fuera el trato que tenían.

—Oh, podéis darme la mitad de vuestras ganancias aquí.

—¡Lo que quieras! ¡Quédate con todo si te apetece! — suelto de manera abrupta.

—¿Qué dices? ¿Sabes lo que he invertido en el prado? — grita Agustín desesperado.

—No vale más que tu vida, ¡idiota! — el narco se ríe, le divierte la situación. Entonces, lo veo acercarse hacia mí. Sus manos rozan las ataduras de las muñecas, liberándome.

—Deberías de buscar otros amigos, ya sabes que el que tienes te vendería por mucho menos. — susurra a mi oreja. — Me gusta lo que hiciste aquí, búscame si quieres hacer negocios. Te doy una semana, estamos a dos del nueve del noventa y nueve, para que no se te olvide.

El narco y los matones se marcha y es cuando siento que voy a lamentar lo que yo mismo empecé.

Como un golpe de locura me abalanzo sobre Agustín, haciendo que caiga por el frío suelo de hormigón. Golpeo su cabeza con fuerza, me confió, creyendo que ha quedado lo suficiente aturdido y camino tambaleándome para salir de aquel frío sótano bajo las instalaciones del invernadero. Agustín arremete contra mí, empujándome para que vuelva a confrontarle. Lanzo puñetazos al aire, esperando que alguno le dé en la cara, hago rechinar mis dientes y comienzo a notar como la tensión, el agobio y la rabia se apoderan de mí. Veo todo a mi alrededor a cámara lenta, cada movimiento sucede demasiado despacio y el calor es aún mayor en aquel lugar que hacemos llamar la nevera.

No veo ahora a mi amigo, somos dos personas llenas de ira que están deseando provocar que el otro caiga. Llevo tiempo aguantando sus locuras y todo lo que se le pasa por la cabeza. Intentando pensar que es mejor de lo que aparenta, pero ya me cansé de seguir a su lado y hoy había rebasado el vaso.

—¿Qué te dijo Gulliet? ¿Por qué te comportas así? — esputa casi sin aliento.

—La mierda de amigo que eres, y tiene razón. — es él quien suelta el siguiente puñetazo, dando en mi mandíbula. Noto el sabor a metal y algo duro moviéndose en la boca, escupiendo lo que me parece una muela al suelo. La risa escapa de mi garganta como una burla, haciéndome sentir ridículo en este momento.

—Eres muy listo...—sonríe con ironía señalándome con su dedo índice, parece que duda moviendo de manera irregular su cabeza y después dándose con fuerza en la frente. — Solo te has aprovechado de mí.

—¿Cómo dices? Mira que eres ridículo, tío. — de manera imprevisible, así es su forma de ser, Agustín saca un arma. —¿Qué mierda haces con eso?

—¿Te cagaste encima, Huguito? Es protección.

—De poco te sirvió minutos antes, no ayudaste en nada, juré por un momento que me matarías. Y seguiría ahora mismo dándote una paliza. A punto sobre su pecho con uno de mis dedos, hincándolo con fuerza y mirándolo con mucho asco.

Agus comienza apuntarme de manera más directa con el arma, la boca de la pistola toca por un momento el lado izquierdo del pecho. Yo la agarro con fuerza y la aprieto más a mi cuerpo. Continúo rechinando los dientes mientras ahogo en mi cabeza Agustín, sé que mi mirada le advierte de lo mucho que lo aborrezco en este momento.

—Sabes que ahora no tenía que estar aquí, como siempre me has jodido los planes. Eres un egoísta Agustín. — de nuevo me golpea, esta vez con la culata del arma. La fuerza que ejerce consigue que caiga de rodillas, creando un intenso dolor en las mismas. La sangre vuelve hacer acto de presencia, consiguiendo que mi boca se llene.

—Estoy cansado de tus lloros, tú me ayudas y yo te doy pasta. Antes eso no te importaba. — no duda en echármelo en cara.

—¿Qué insinúas? — frunzo la boca molesta, queriendo escupir en su rostro todo lo que he deseado decirle y he aguantado por esta absurda amistad.

—Lo que ambos sabemos, eras mi putita. Yo te pagaba, y tú hacías lo que yo quería. — suelta sin miramientos, vuelvo alzarme para ahogarlo con mis propias manos. Asegurarme que no continúa entrando ni un poco de oxígeno en su cuerpo.

Forcejeamos como animales rabiosos, escucho en algún momento sus manos consiguen cargar el arma y yo la busco entre nuestros cuerpos para poder arrebatársela. La tensión ha aumentado y el lazo de la amistad que nos había unido se ha desintegrado.

El arma se dispara, provocando que ambos nos separemos y haga que me mire el cuerpo queriendo saber si me ha dado. Al comprobar que estoy bien, levanto la cabeza para ver a Agustín. El cual sujeta su costado derecho, donde se puede ver aquel líquido carmesí manchando su camiseta blanca. Cuando se levanta un poco la prenda para asegurar que la herida no es grande, puedo ver un pequeño rasguño. Por suerte no ha sido muy grave.

—¡Me podrías haber matado! — empuja con una mano mi hombro, haciendo que retroceda unos pasos.

—¡Tú tenías la puta arma encima! — respondo con la misma violencia, y como en un bucle, vuelve a repetirse. Ambos comenzamos un ciclo continuo de peleas. El último golpe que me asesta es el más fuerte hasta ahora, donde sus manos agarran el cuello de mi camiseta para llevarme contra el muro tras mi espalda. Eso provoca que no se percate de la biga de hierro oxidado que hay en la pared y que atraviesa mi pecho en la mitad, sobresaliendo por delante. Puedo ver su rostro asustado, la sangre que salpica el mismo y sus ojos abrirse por completo. Me suelta para retroceder muy despacio, sin quitarme la vista de encima.

Por otro lado, noto un fuerte dolor que comienza arder desde mi interior. La sensación de ahogo que se lleva parte de lo que soy y unas lágrimas que salen sin previo aviso. Intento respirar, abro la boca buscando una última bocanada de aliento. Y es que eso hace que el dolor se intensifique, siendo aún mayor. Tiemblo cuando con la energía que me pueda quedar, intento hablar. Agustín se encuentra en shock, me observa aterrado.

—Hugo, Hugo... Hugo...— tartamudea una y otra vez. Intenta posar sus manos en mi rostro, para descender hasta donde está el fin de mi existencia. Es inútil, porque sé que aquí acaba mi vida. —Yo no... ¿Qué hice? — El reloj de mi muñeca suena, para avisarme de la hora. Son las diez en punto de la noche, y he dejado a Sami plantada en el hospital. Jamás podre conocer a su bebe, y mucho menos contarle quién era su padre, porque no he tenido tiempo de hablar con él. Suerte en este mundo pequeña Violeta."

***

Me revuelvo agitada y con mucha confusión, abriendo los ojos, empapada en sudor, respiro, muy nerviosa y me cuesta incorporarme. Aún no puedo creer lo que he visto, lo que ahora no soy capaz de visualizar es nada a mi alrededor. Tengo una nube negra sobre mis ojos, como si ese sentido se hubiera fallecido junto a Hugo. Esta vez, pude observar su verdadera muerte con claridad. Con anterioridad solo fui engañada por vagos recuerdos mezclados entre sí, sin que nada cobrara sentido, mostrándome parte de su vida para indagar sobre algo que le pudo suceder. Esta vez fue claro, hoy revele el rostro de su asesino. Alguien que después de todos los sucesos, jamás pensé que ocurriría. Su amigo, su hermano y socio. Agustín, maldito hijo de puta.

Dudaba que Hugo fuera mi padre y aún sigo considerando que él solo era un buen amigo de mi madre, quien le apoyo y acompaño durante su embarazo. Pero lo que, si necesito confirmar, es la hora de mi nacimiento, porque el día lo tenía claro. Él tuvo que morir para que yo pudiera vivir. ¿Por qué está unión a él y su historia?

Por otra parte, estoy angustiada porque no dejen de sucederme cosas, y a pesar de ello continuo viva, luchando por seguir despertando. Los días se aproximan para volver a la unidad del sueño y me temo la peor de las noticias, confió en que Hernán pueda ayudarme con ello. Por mucho que me cueste, toda sustancia mala está siendo eliminada de mi organismo. Pasar tiempo con él me ayuda a estar más calmada, debo de agradecérselo.

De pronto mi teléfono móvil suena en alguna parte, busco a tientas por la inmensa oscuridad que me rodea. Ni siquiera sé quién está al otro lado de la línea. Descuelgo antes de contestar, me mantengo escuchando la respiración del teléfono.

—¿Violeta? ¿Hija? — la persona que más necesito está ahí, como una conexión mental, mi madre me llama y me siento aliviada.

—¡Mama! ¡Eres tú! — lloro de felicidad, grito por la euforia del momento y rio al mismo tiempo.

—¿Qué pasa cariño? ¿Qué es lo que ocurre? — su voz ahora se escucha angustiada.

—¿Quién es Hugo? —el silencio se extiende durante un momento.

—Alguien importante de mi pasado que desapareció. — puedo notar el dolor en ella, me da pena saber que jamás se enteró de su muerte. — Fue un gran amigo, tanto mío como de tu padre.

—¿Y quién es mi padre, mamá? Sé que me estás ocultando información

—Es mejor que hablemos en otro momento, cariño. — intenta huir, como no vi venir que algo ocurría con quien soy. —Vine al mundo para vivir entre problemas.

—Espera, ¿te acuerdas a la hora que nací— solicité?

—Claro, a la diez y un minuto. Fui muy feliz al verte el rostro. Eras preciosa, gordita y llena de pecas. — escucho como ríe muy sutil y me la imagino sonriendo, después de mucho tiempo.

—Gracias mama, pronto iré a verte. Bueno, iremos, tengo que presentarte a alguien. — No contesto, solo colgó la llamada y entonces lo entendí todo. Pude saber algo más de esta extraña realidad que me rodea y con la verdad, regreso mi vista. Abriéndome los ojos a lo que se venía.

—Yo soy Hugo. — susurre. Una vibración del teléfono me avisa de un mensaje, el nombre de Gorka se refleja en él.

—[Gorka]: Olvídate del club, el jefe ya lo traspaso. Ya hay otro al mando. — resoplo sin saber por qué, ¿alivio? ¿Decepción? ¿Pena?

¿Cuándo dejarán de joderme?

A.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro