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🌌~20~🌌

Llevo más de dos horas intentando contactar con Claid, ya que no nos ha quedado otra que avisar a las autoridades. Mis manos sudan y temo que la redada llegue antes que mi llamada pueda avisar a mi amigo. Intento respirar con tranquilidad, que nadie note mi comportamiento agitado y las ganas de salir corriendo que me invaden. Hernán me mira desde el otro lado del escritorio, sabe muy bien que yo también estoy involucrada y siento que le da lo mismo. Su rostro parece preocupado, pero en sus ojos puedo ver diversión. Estoy algo confundida. Me pongo más nerviosa cuando el móvil suena entre mis manos, un mensaje de Claid acaba de llegar. 

 —*[Claid]: ¿Qué te ocurre? Estoy ocupado con la contable, te llamo luego. *— sé que mi gesto me delata, nublando la vista al imaginar esa dedicación que le tiene a la mujer que le lleva las cuentas. 

*[Violeta]: Súbete la bragueta, los perros azules van a por el pienso.* —Espero que se acuerde de su propia referencia para dejar claro que la policía va hacia ellos. Es entonces cuando una llamada entrante aparece, su nombre se ve reflejado y ahora sí que quiere hablar conmigo. Decido contestar ya que no es el momento de hacerme la indignada por su comportamiento. 

—¡¿Qué ostias pasa, Violeta?!— respiro hondo y me alejo del médico, que está pendiente de quien me llama. 

—Una paciente tiene todos los síntomas de haber consumido alguna sustancia ilegal, nueva y desconocida. Tiene muerte cerebral Claiden, desde aquí hay que avisar a las autoridades. —muerdo mis uñas, pienso en todos esos signos que muestra mi cuerpo y recuerdo que muy pronto tendré el mismo final que esta mujer. Todo por consumir esa mierda. Quiero gritar, llorar y golpear algo, pero me abstengo. Al otro lado de la línea, Claid maldice, y hace todo aquello que yo deseo. Decido colgar, ya hablaré más tarde con él. Ahora necesita mover el culo y solucionar las cosas. 

—Tienes que dejar de encubrirlo, acabaras entre rejas junto a él. —me asusto al sentir su voz detrás de mí y sus dedos rozar mi cintura para atraerme a su cuerpo. 

—Es mi amigo, siempre está a mi lado. —contesto con dolor. 

—Solo quiere traspasar la línea, está esperando que llegue su momento. Solo hay que ver lo posesivo que es contigo. —no se aparta, aprovechar para descansar su barbilla sobre mi hombro. Pongo distancia con sutileza, para poder girarme y mirarlo a la cara. 

—Te estás equivocando con Claid. —salgo molesta por la puerta y me dirijo al servicio, en este momento no me apetece escuchar ese aparente ataque de celos que le ha surgido.

 — No, ya sé lo que te pasa. ¿Tienes miedo de que te salga competencia? — una carcajada se escucha a mi espalda y eso da paso a que su orgullo de macho dominante salga a la luz. 

—Eso no me preocupa para nada, pero sí que tú salgas mal parada por las acciones de él. — sé que eso es solo una excusa que usa, puedo notar en su voz como hay algo más. — Por cierto, la policía va a querer hablar con nosotros. Omite que trabajas en el club, que ellos averigüen primero donde tomaron la droga y si te preguntan es cuando puedes responder. —me molesta que quiera dirigir hasta lo que debo decir. Apuntando con el dedo, golpeo su pecho en señal de aviso.

—Soy adulta, llevo varios años falseando mi doble vida, no tienes que darme lecciones de nada. Un hombre que ha nacido en una buena familia y ha vivido fuera de este mundo no me va a enseñar a ocultarlo ahora. — enfadada salgo dando un portazo para ir a ver a la mujer que continúa conectada a una máquina. Su acompañante espera a la familia directa de la paciente.Entonces mi teléfono comienza a vibrar en el bolsillo de la bata, la pantalla se pone negra y yo arrugo el entrecejo al no saber qué ocurre. Muchísimos dígitos aparecen, reseteando mi móvil. Van a gran velocidad, borrando todo lo que puede haber en él. Cuando parece volver a su estado habitual, mi conexión no se establece, invalidando la tarjeta. —Maldito Claiden. —pienso.Sé que es su forma de protegerme y desvincularme de él, parece que mi día será pasarlo en el hospital. Acabe o no la guardia, el caso lo amerita. 

Las horas pasan, atendemos diferentes pacientes que van llegando, hasta dar pausa en la hora de la comida. La familia de la mujer, en coma inducido, han llegado, rodean su cuerpo aún con vida en la habitación de la UCI. No soy capaz de entrar, no sé cómo mirarlos a la cara o siquiera decirles una palabra que los reconforten. No puede ser fácil para ellos, pero la culpabilidad se instala en mi pecho, impidiéndome respirar con normalidad.De pronto el reconfortante calor de alguien rodeando mi cintura, provoca que me estremezca. El olor de su aftershave me ayuda a reconocer que es Carlos quien está ahora a mi lado.

 —No es tu culpa, no es tu droga y no obligas a que nadie la consuma. — comenta cuando ve como una lágrima desciende de mi mejilla. 

—Yo los ayudo a ellos, soy parte de ello y acabaré así por consumirla. —susurro. Eso hace falta para que él reaccione y me haya escuchado. Me gira con fuerza, para mirarme a los ojos con lo que parece preocupación. Ese singular brillo tan pícaro que le caracteriza ha desaparecido, su mirada tiembla al igual que sus labios. 

—¿Por qué? — no sé qué contestarle, me encojo de hombros y comienzo a llorar. Antes de sentir un gesto amable por su parte, soy arrastrada por los pasillos hasta el dormitorio de los médicos. Carlos cierra la puerta con llave y me ayuda a sentarme sobre una de las camas. Mis manos tiemblan y mi nivel de ansiedad ha subido tanto que me he roto por completo. 

—Por eso tus resultados aparecen y desaparecen cuando duermes. —masculla para sí mismo en alto. 

—¿Has visto las resonancias? —asiente. 

—No vuelvas a tomar nada, Violeta. Puede que la próxima vez no despiertes, acabaras como esa paciente a la que están velando en vida. —sus palabras son duras, pero certeras y hace tiempo que decidí dejar cualquier sustancia alejada de mi sistema. Lo único que entra en mi cuerpo en este momento son las pastillas para poder descansar, y no es frecuente. Sin embargo, cuanto menos sepa Carlos mejor. Crearía un gran escándalo de cualquier minucia. 

—No tienes de que preocuparte. —su frialdad se acaba para dar paso a un refugio entre sus brazos. Donde me rodea para después depositar un delicado beso sobre mi cabeza. Reconfortada, acepto el contacto, sonrió extasiada mientras él levanta mi mentón besando con cuidado mis labios.Su teléfono comienza a sonar, él se separa y vuelve a ser igual de áspero que en otras ocasiones. Ese momento de cercanía que hemos tenido ha desaparecido y sale de la habitación sin decir nada.

 Aprovecho para ver si Claid me ha escrito, nerviosa busco por todas partes ese dispositivo que me mantiene todo el día enganchada a su pantalla.Después de veinte minutos de desesperación, un ruido en la puerta me altera un poco más de lo que ya estaba, —¿quién podría ser ahora? — pienso con las pulsaciones aceleradas, mi corazón al ritmo de un tambor y la sensación de expulsar mi propia vida por la boca. 

—Violeta, la policía, necesita hablar con ambos. Sal ya. —Es Carlos quien me busca, su voz es severa, el tono que emplea me eriza la piel y me excita al mismo tiempo. La diferencia está que ahora no podríamos utilizarnos en nuestros confusos juegos. Era algo serio, y mi propia libertad está en juego. —¿Violeta? 

—¡Ya salgo! — grito pudiendo contestar, tengo la boca seca y un sudor frío baja por mi frente y tengo que controlar que no noten mi nerviosismo con el temblor de mis manos.Al atravesar la puerta cambio mi expresión, sonrió a los agentes y a mi adjunto. Estrecho sus manos con decisión y me mantengo serena. 

—Un placer conocerla, doctora Arbuaz.— asiento y observo a la pareja de agentes que se presencian ante nosotros. 

—Ha llegado a nuestros oídos que uno de los locales a investigar, es donde usted trabaja a media jornada durante el turno de noche. ¿Es cierto? — respiro hondo, y solo pienso en la rapidez con la que las cosas son destapadas. Sin perder la sonrisa me dirijo a ambos.

—Es cierto, estoy pagando parte de las matrículas y préstamos estudiantiles como camarera en el Club Moore's, ¿es un problema? —mantengo las apariencias, con seguridad contesto con amabilidad. 

—No, mientras que su labor sea solo ser ccamarera. —uno de ellos sospecha, su tono es de duda. Entonces me quedo mirando sus ojos marrones oscuro, aquel halo blanquecino que hay alrededor de su iris, su gran y espeso bigote negro. Lo he visto en el club, es uno de los tantos corruptos que Claid paga. Sé que me ha visto, incluso cuál es mi labor. Pero no dirá nada, a ninguno de los dos nos interesa. 

—¡Claro! ¿Cuál más podría ser? — lo observo a él, sin quitarle la vista de encima, manteniendo una guerra de miradas. —Estoy segura de que mi jefe, les puede aclarar todas sus dudas si van hasta allí. — en mi interior me estoy derritiendo como una barra de mantequilla. Siento escalofríos y calor al mismo tiempo, sin saber cuál será la siguiente bobada que se escape de mi boca. 

—Entonces, iremos a hacerle una visita. Quizás la veamos allí. —sugiere con un tono burlesco en su voz. 

—Quizás, si no necesitan nada más. Debemos ir a hablar con la familia de la mujer antes de desconectar la máquina. —Desde atrás Hernán sujeta mi muñeca para dirigirme hasta el pasillo que da a los ascensores. 

En la silenciosa cavidad que comienza a cerrar sus puertas, ninguno de los dos comenta nada. La distancia es mantenida por los dos, la tensión se podría cortar con un cuchillo y volvemos a comportarnos como superior y alumno. Por momentos como este siento que solo juega conmigo, el capricho con el que se desquita y que esta relación no va a durar mucho más tiempo. Pero es cierto, que con una de sus caricias o dulces palabras caigo como una estúpida.Cuando vamos a salir al pasillo, antes de que las puertas terminen de abrirse, intento acercarme a él. Con sutileza aparta mi mano, despreciando el roce que pudiésemos tener. Eso me duele, puedo notar una presión en mi pecho que me ahoga. Una pequeña lágrima que logra pasar desapercibida baja por mi mejilla y antes de que él pueda notarlo la limpio. 

 Llevamos un par de horas discutiendo con la familia cuál es la mejor decisión, varios colegas nos acompañan para solaparnos y tras muchos intentos tenemos que llamar a un especialista judicial para ayudarnos. Eso nos lleva todo el día, donde finalmente la paciente es desconectada por la madre y la pareja entre sollozos. El equipo médico observamos a un lado, sin molestar. Nuestras lágrimas apenas son percibidas, nada como el verdadero dolor que sufren los familiares más cercanos, que pasan de la tristeza, a la rabia en cuestión de segundos. Los dejamos con su duelo, y tras más de treinta y dos horas de guardia, por fin puedo cambiarme e irme a casa a descansar. Aunque realmente saldré corriendo al club, a comprobar que Claiden está bien. 

Antes de salir por la puerta principal, la voz de Carlos se escucha a mi espalda, intenta no llamar mucho la atención, pero sé que me está buscando a mí. Molesta, lo ignoro y continúo hasta al aparcamiento superior donde está mi moto. Veo como los rayos de luz del sol iluminan su metalizada centelleante coraza de tono morado y negro. Al llegar a ella, saco el casco para colocarlo con cuidado. Carlos me alcanza, así que soy rápida introduciendo la llave o eso creo. Su mano se posa sobre la mía, para impedirme que pueda huir. 

—¿Qué es lo que te pasa ahora? —chisto por lo ofensivo que me parece esa pregunta. 

—Nada. Estoy cansada y quiero irme a casa. —sé que eso no es lo que espera oír. 

—Vas con él. No razonas, no me llames cuando te detengan. — otra vez están ahí, esos celos vacíos que no entiendo. 

—¿Qué ocurre si quiero ir a ver a un amigo? — espeto cansado ya de todo esto. Su tono de voz cambia de manera repentina, se calma y piensa bien lo que dice. 

—Mira, vamos a hacer algo, vete a casa, descansa y luego si te apetece... te veo en mi casa. Los dos solos, cenamos, vemos una película y te quedas conmigo...—y esa confusión que me tiene loca la cabeza. Sabe cómo emplear cada palabra para llevarme por donde él desea. Quiero hacerme la dura, pero me ablandó cuando sus dedos acarician mis hombros. Pasando muy despacio hasta mi mano, que las levantan, dejando un beso sobre el dorso de ambas. Se marcha guiñándome un ojo, y lo último que veo es su mirada verdosa coqueteando conmigo. Eso hace que olvide todo lo malo, y solo lo vea a él siendo cariñoso y amable. 

 La fiera de dos ruedas que monto, no tarda en llevarme hasta las puertas del Moore's. Me comienzo a maldecir a mí misma cuando paso al interior por el almacén trasero, pienso en las palabras de Carlos y la razón que tiene en ellas. Dependo demasiado de Claid y no puedo evitar volver para saber cómo está.En el pasillo principal, veo a Gorka haciendo guardia cerca de la puerta del despacho, saliendo de él la administrativa cuyo nombre olvide, sale con el cabello alborotado y limpiando la comisura de sus labios. 

—Hasta luego Violeta. — se despide el portero de lo más amigable. —Cuando ella se gira y observa que no soy yo se disculpa. — ¡Oh! Le confundí con alguien más. 

—¿Con ella? —Me señala con cara de pocos amigos y yo me rio por la ridiculez. —La mujer enfadada se molesta sin decir nada más. 

—¡Grandullón! — abrazo a mi compañero y él vuelve a sonreír. 

—Qué confusión más tonta, de espaldas os parecéis demasiado. —duda. — Bueno, quizás la ropa. Si vienes a preguntar por la redada ya fue. No te preocupes, no encontraron la trampilla de la bodeguita. —asiento y después paso para hablar con el rubio. 

—¿Qué te has dejado? —con seriedad y muy tajante escucho a Claiden hablar sentado en su sillón de espaldas. 

—¿Si quieres me voy? Idiota. — se da la vuelta al escucharme hablar.

—¡Olet! Pensé que eras otra persona.— exhala antes de volver a darle otra calada a un cigarro. Después muestra la cajetilla ofreciéndome uno. Niego, no me apetece nada fumar en este momento. 

—Ya me dijo Gorka que no ocurrió nada. 

—Así es, Domínguez me advirtió antes de hablar contigo. — ese debe ser el inspector que vi en el hospital. Él sabe que, si dice algo, sus altas comisiones se acabaron. Veo como se acerca a mí, frunciendo el entrecejo y se queda observándome. 

—¿Has llorado?La angustia regresa e intento contestarle, pero las palabras no salen de mi boca y solo puedo llorar. Ni siquiera me atosiga con preguntas, un susurro de silencio me acuna mientras sus brazos me arropan para tranquilizarme. Me rompo en un fuerte llanto que llevo horas aguantando, intentando hacerme la fuerte y dándome cuenta de que aquella paciente pude haber sido yo. —Olet, tranquila. —Me obliga a mirarle. —Sabes que no fue tu culpa. — aquellas palabras me vuelven como en un déjà vu y veo el rostro de Carlos en él. — En tal caso, es mía. Yo hago y tráfico con la droga. — enmudezco unos segundos hasta que consigo recuperar mi voz. 

 —¿Por qué no lo dejas? Joder Claid, no lo necesitas. — tarda en contestar y antes de poder hacerlo se separa. — Monta un laboratorio, puedes crear algo mejor, que pueda ayudar a millones de personas. —oigo como carraspea y con pesar por fin logra decir algo. 

—Lo cierto, es que me llamo mi padre. Abrieron un laboratorio en los Ángeles y quiere que lo dirija yo. — me quedo perpleja por lo que me cuenta. 

—¿Le has dicho que no? Supongo...— una parte de mí desea que sea así. Si él se va... 

—No le he respondido aún, pensaba decirle que sí. Tú acabas este año, tendrás un trabajo a tiempo completo en el hospital y lo cierto es que mantengo el club abierto por ti Olet. —me siento confundida. —Hace tiempo que tu deuda fue saldada, tu madre tiene todo pagado ya y las facturas que dejo tu padre hace tiempo que fueron cubiertas. — hace tiempo que pude marcharme. Entonces, él extiende un sobre bastante grueso en la mesa. — Eso es tuyo, sé que vas a ser una gran médico y te extrañaré. 

 —¿Te vas? — es lo único que puedo decir con mi voz temblorosa. 

—Sé que no obligo a nadie a tomar las sustancias que creo, pero llevo demasiado tiempo en esto y mi padre me ofrece algo muy bueno. Debo coger las riendas de la empresa que están poniendo en bandeja. — sé que solo es una excusa, no quiero que se marche. 

—¿Y ya está? —se da la vuelta para suspirar. No considero que sea solo eso. 

—Mira, seré lo más franco posible. — posa las manos sobre mis brazos, acercándose a mí para hablarme directamente. — Nunca fue un secreto mis sentimientos, desde el principio dejé claro que quería algo más Olet. 

—Pero los dos sabemos que eso no va...—hace que me calle cuando su mano tapa mi boca. 

—Déjame continuar, ahora me vas a escuchar. —desconcertado dejo que continúe. — Nunca me negué a intentarlo y te demostré que me importabas. No somos los mismos que comenzábamos la universidad, ya somos adultos de verdad Violeta. No es una simple atracción sexual, en demasiadas ocasiones te he dicho que te quiero. Tú te lo tomas como ese cariño de amigos, hermanos que dices tenerme. Yo te estoy hablando de una palabra aún mayor, me trastorna tener esta amistad fraternal que me brindas. — Llegado este momento no sé si quiero seguir escuchándole e intento cortarle, pero no me deja cuando su boca se posa en la mía y cuando intento separarle es el quién se retira. 

 —Claiden...— susurro y es que es lo único que soy capaz de articular. 

—Te amo Violeta, y no me cansaré de decírtelo... Podemos intentarlo, decidir qué hacemos o marcharme para poder continuar con mi vida sin sufrir, teniéndote a mi lado sin ser nada más que amigos.Y esas palabras retumban en mi cabeza, como pude estar tan ciega y no ver más allá de su amistad...

 "Te amo Violeta..."



A.

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