🌌~19~🌌
Corro por los pasillos del hospital como alma que lleva el diablo, me he quedado dormida y por los pelos no llego a la hora. Encima Hernán como adjunto principal, tenerlo como principal en una guardia es un horror, me han dejado claro que no es compasivo con las meteduras de pata. Al entrar en la sala común de médicos, los adjuntos anteriores y los que cogen el relevo ahora por la mañana, charlan de forma animada. Los residentes nos sentamos en las sillas libres, escuchamos lo que ha sucedido en el turno anterior.
—¿Habéis visto la lista? Por desgracia me toca con el adjunto Hernán, preferiría la verdad al adjunto Romero, es menos severa. —una de las residentes tiembla solo de pensarlo, por otro lado, yo prefiero abstenerme de comentar nada. Aunque razón no le falta.
—Resis, llaman, desde urgencias, una consulta para una mujer de treinta y dos años. Posible código ictus activado. — mi compañera y yo corremos por el pasillo, bajamos por el ascensor que se encuentra abierto. Hernán va por delante de nosotras, el equipo de enfermería encargado nos lleva hasta el consultorio donde una mujer en semiinconsciencia se encuentra rígida como una tabla. De pronto, comienza a convulsionar y sus ojos se voltean, quedando en blanco.
—¡Esto no es un código ictus, llevadla a los boxes! ¡Ya! —grita el adjunto con la vena de la frente hinchada. Nadie se atreve a rechistar, los celadores tiran de la camilla a gran velocidad y mientras Hernán lee algo en el ordenador, nosotras vamos detrás de la mujer para reconocer cada uno de los signos que presenciamos.
—La analítica ya la han sacado, pero quiero unos gases arteriales ahora, por favor. Y a poder ser una PCR. — aunque uso un tono demasiado exigente, el enfermero a cargo no se queja y obedece mi orden.
—¿Cuál de todas? —pregunta.
—La más rápida. — dejo los papeles de las pruebas sobre el mostrador. En los ordenadores que hay justo detrás, leo su historia, y espero las analíticas. Puedo comprobar que es una mujer sana, sin vicios, aparentemente. Algo muy extraño.
—¿Podéis pedir este TAC con urgencias? — entrego un papel a los celadores que se encuentran allí de charla, por el momento. Ellos asienten y se van rápido. Se mantiene estable por el momento, su corazón late con normalidad y gracias al oxígeno sus respiraciones se ralentizan. El adjunto llega hasta los boxees, donde nos mira con cara de pocos amigos.
—¿Qué tal está la paciente? —exige saber. —Estable, con todas las pruebas pedidas. Monitoreada, oxígeno a seis litros y los gases sacados. —un técnico nos entrega el pequeño papel, antes de verificarlo se lo entrego al adjunto. Él lo lee, incluso arruga el entrecejo y luego me lo entrega.
—¿Qué ves ahí? — reviso el papel, no se ve absolutamente nada fuera de lo normal y eso es extraño. —¿Y bien?
—Nada, está todo bien.
—Quiero que saquéis otro si vuelve a darle otro ataque. — esta vez se dirige al equipo de enfermería. —ellos asienten y nosotros nos quedamos en la sala de médicos, estudiando la historia de la mujer.
—¿Puedes ir a ver cómo continúa? — su voz es más tranquila que antes, despacio y sin hacer mucho ruido vuelvo al box 12 para comprobar las constantes.
Abro la puerta para encontrarme a un hombre poco más o menos de la edad de la chica, mirándolo de arriba abajo, no puedo negar que me es conocido por algún motivo. Al verme, él se asombra, y entrecierra la mirada.
—Buenos días, ¿es familiar suyo? —él asiente, cruzando los brazos y centrándose en mí. — Llamaré al médico encargado, un segundo. — salgo fuera para llamar al busca de Hernán, que no tarda en contestar.
—¿Ocurre algo?
—Está aquí un familiar. —cuelga sin decir nada más y yo vuelvo a entrar en la habitación. Comienzo a hacer un reconocimiento completo, hasta llegar a su rostro y abrir sus ojos. —ambas personas han estado en el club, lo que no estoy segura es si han llegado a consumir algo. Y me queda claro que posiblemente, sí. Hernán y mi compañera entran en la habitación, habla con el hombre y le explica que aún continuamos haciendo pruebas y seguimos sin un diagnóstico claro.
No tardan en llegar los celadores para llevarse a la paciente al TAC, mi compañera decide acompañarlos para ver la visualización del cerebro en el momento. Yo continúo paralizado en shock, me giro despacio para ver el rostro de Carlos serio y asqueado.
—Sabes muy bien por qué es. Es el quinto paciente en los últimos días que llega así. La mierda esa que vendéis al precio del oro está destrozando vidas. — espeta apretando los dientes. Llevo mis manos a la boca, me angustia pensar que si podamos tener la culpa. Sabía que la pirixodina no era magia, fuera de generar daño en las personas. Sigue siendo veneno empaquetado en lujosas bolsas para promover al público. De eso se valen los narcotraficantes, de que sus clientes se enganchen y quieran más producto.
—Solo tienes que dejar el trabajo, puedes mantenerte con lo que cobras en el hospital. —sugiere Hernán.
—No sabes nada de mí fuera de aquí. Necesito continuar en el club, es un ingreso extra para aportar en casa. —me siento mal, nunca vi a nadie en esas condiciones. Creyendo que es mi culpa.
—Sé que eres mejor que todo ese mundo en el que te empeñas en vivir, te ayudaré si es necesario. —quiero creerle, tengo que creerle. Después de todo ahora es mi pareja. Se acerca a mí, roza mis brazos creando caricias y me aisló dentro del calor que emiten sus ojos. Un carraspeo hace que ambos nos separemos, viendo a mi compañera en la puerta intentando dirigir su mirada a otro lugar.
—Adjunto Hernán, ya están los resultados del escáner. — él asiente y yo me siento incómoda de repente.
—Vamos a verlos entonces. — nos movemos hasta el mostrador, para seguir con el caso.
***
Son las cinco de la tarde, la paciente como obra y gracia del espíritu santo, la virgen y el dios todopoderoso, como muestra de un milagro. Se despertó ella sola, las pruebas estaban perfectas y todo quedo en un susto. La guardia iba bien, no tuvimos más urgencias y pudimos descansar por la noche sin complicaciones.
Las luces de la discoteca me ciegan, Agus se acerca a mí con un par de copas y de fondo un par de colegas nos hacen un hueco en el reservado. Allí ellos tienen sobre la mesa una bolsa de un polvo violeta, con el cual forman un par de rayas que justo después hacen desaparecer.
—¿Te animas Hugo? — dice uno mientras se limpia la nariz riéndose.
—No gracias, no me va. —me alejo a mirar hacia la pista, allí a lo lejos veo a una chica con el pelo largo y rubio bailar con un grupo de chicas. Me llama la atención como se mueve y se muestra feliz.
—Ahora vengo. Como la atracción de dos imanes, me muevo hasta donde se encuentra ella. Voy tan hipnotizado por su presencia que acabo chocando con otra persona. Ambos caemos al suelo, levantándome con algo de dificultad, por el alcohol que ya corre por mis venas.
—Disculpa. —digo mientras le acepto su mano. Al alzar la vista, unos enormes ojos de un tono verde oliva me miran. Su sonrisa es una entrada hacia la felicidad y su cabello castaño se mueve siguiendo sus pasos.
—Nada, ninguno estábamos mirando por donde íbamos. —se ríe. —¿Quieres tomar algo? Junto a la barra pedimos un par de copas que vamos a beber a una zona contraria donde están los chicos.
Pasamos la noche conociéndonos más uno al otro, como ella estudia obligada por sus padres y al mismo tiempo la sugieren día a día que tiene conocer a su futuro esposo. Siendo una familia religiosa y anticuada. Todo lo contrario, a la mía, con una madre que se desvive por sacar a sus hijos adelante. Paso la noche riendo y pasando un rato agradable con ella, me alegro de haberme topado con ella. He olvidado por completo a la chica que iba a buscar a la pista, encontrándome con una persona mucho mejor. Cuando nos queremos dar cuenta, llevamos unas copas de más y el local está a punto de cerrar. Agustín y los otros chavales ya no están. —Qué cabrones, no me han esperado. —pienso. Me quedo observando a Sami, que sigue bailando sin música por la calle, me rio me alegra ver que alguien puede ser feliz con muy poco.
—Te acompaño a casa. ¿Dónde vives? —ella niega, sin parar de bailar, se sujeta a mi cuello.
—Mejor me voy contigo, que si mis padres me ven así me matan. Además, iba a dormir en casa de una amiga. —abre los brazos y comienza a reírse a carcajadas. — Y no sé dónde está. — grita. Sin discutirle eso, caminamos hasta mi casa. Vamos a pie, no vemos ningún taxi por la calle, así que eso nos ayuda a despejarnos. Al abrir la puerta, Agus y los chicos continúan la fiesta en casa.
—¡Ese Hugo! — gritan todos.
—Buenas, bajar el tono. Que tenemos vecinos imbéciles. — antes de cerrar la puerta sujeta la muñeca de Sami, que pasa despacio. — Entra, el pasillo al fondo. — ella asiente, y va directa a mi habitación sin que los chicos la vean y hagan preguntas. Cuando voy a por algo de ropa para cambiarme, ella ya ha caído dormida en la cama. Me quedo apreciando su perfil, no puedo negar que es guapa y también divertida. Me lo he pasado muy bien con ella esta noche. Al final me tumbo a su lado, dándome la vuelta y quedando dormido a su lado.
Un fuerte pitido comenzó a sonar, después unos golpes en la puerta que hacen que mi compañera y yo nos levantemos de golpe. Entonces me doy cuenta, mi madre y ese Hugo, se conocían.
—Chicas, arriba, una urgencia en boxes. —me levanto aún con los ojos pegados, queriendo matar al adjunto por tanto alboroto.
—¿Qué ocurre? ¿Qué ocurre? —preguntamos ambas aún dormidas.
—Las cuatro de la mañana, es la misma paciente de esta mañana. —comenta. Y es cuando mi cerebro comienza a trabajar. Y puedo intuir que la chica puede haber vuelto a consumir. Miro al adjunto intentando tragar saliva, ambos sabemos que puede ser esa posibilidad. Bajamos para volver a ver a la paciente, ver en qué situación está y que es lo que ha ocurrido. Dormida, monitoreada y bajo la atenta mirada del que suponemos es su pareja, se encuentra la misma mujer. Esta vez está tranquila y estable, las analíticas continúan bien y las pruebas también.
—¿Podemos hacerle unas preguntas? —sugiere Hernán al acompañante de la paciente. El hombre asiente, y le hacemos sentar.
—¿Ha consumido algún tipo de estupefaciente? — él niega. —Estábamos de fiesta, tomando algo con unos amigos. Ella ni siquiera bebió alcohol, no le gusta. — nos miramos extrañados.
—¿Usted? ¿O alguien de su entorno? Pudo contaminarse su bebida. —él continúa negando todo. Entonces confundidos y saber en qué punto estamos comprobamos una vez más el último escáner que le han realizado. Asombrados vemos como las ondas de su cerebro son una explosión de actividad extra, entonces recuerdo mis propias grabaciones. Hay una única diferencia, que la chica parece encerrada dentro de su propia mente y no podrá despertar. Ya que es todo su cerebro el que se mueve de forma intensa, trabajando todo él en su cien por cien.
—¿Es lo que parece? —pregunto asustada.
—¿Tú qué crees? — Hernán me observa, espera una respuesta.
—Entro en coma, no podrá despertar. Y si "despierta", su cerebro morirá. Tengo que avisar a Claid, esto no pueden volver a ocurrir.
A.
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