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Me tengo que incorporar para no vomitarme encima, el equipo de enfermería se percata de ello y me hace llegar la papelera que está cerca. Sujeto mi frente humedecida por el sudor, intento ponerme en pie, sin saber dónde quedarme.Me muevo nerviosa y miro con temor a las mujeres que me rodean, de golpe, alguien entra en la habitación sin previo aviso. Hernán se encuentra frente a mí, está preocupado y eso me alivia. Me lanzo contra su cuerpo, sintiendo como él me rodea entre sus brazos. Me refugio en la calma que me transmite su mirada, y me alivia sentir sus manos acariciando mi rostro. 

—Tranquila, tranquila...—intenta que mi respiración se relaje, mi pulso continúa acelerado en exceso y puedo notar como mis pies pesan. — ¿Podéis traerme algo de agua y un alprazolam de medio?Así lo hacen, tomo la medicación y me recuesto de nuevo en la cama. Carlos se queda a mi lado, en el sillón que hay en la habitación. A pesar de estar más tranquila, no consigo volver a dormir y por miedo a que pase de nuevo, omito las pastillas que hizo Claid. 

Pasa el tiempo despacio, de pronto, unos golpes en la puerta llaman mi atención y despierta a Carlos. Ambos nos incorporamos para ver quien es, el especialista está allí, por raro que parezca no nos asombra que el equipo lo haya llamado por la situación anterior.

 —¿Violeta? ¿Estás mejor? — asiento, él se acerca hasta nosotros. —Vengo de ver la grabación anterior, no traigo buenas noticias. 

—¿Cómo dice? —insiste Carlos. No puedo evitar mirarle, sin entender aún que está aquí apoyándome, como mi pareja. 

—Hernán, ¿Qué hace por aquí? —pregunta él confundido al ver a su antiguo alumno en la habitación. 

—Acompañando a Violeta, para que no lo pase sola. —el hombre asiente, sin quitarle la vista de encima. 

—Bien, pues pasemos un segundo a los monitores. — los tres pasamos a la sala contigua, allí se encuentra alumbrada por una luz tenue y la que emite las pantallas del ordenador.El doctor Gallardo se frustra buscando el momento exacto que quiere mostrarnos, un sonido de interferencias y una señal dañada comienza a salir en la pantalla. Él revisa una y otra vez la grabación, sin entender nada. La pantalla sigue sin emitir el video completo, a mitad de la actividad, se puede apreciar un corte, como si se hubiera borrado. 

—Lo acabo de ver, estaba ahí. La actividad de tu cerebro era excesiva, hasta que te has despertado, todo se volvió negro, la mancha volvió a aparecer. No creo que creciese, pero las ondas en tu cerebro era algo muy inusual. — intenta volverlo a poner. — ¿Lo abre borrado? —se pregunta a sí mismo en alto. 

—Si me deja las cintas doctor Gallardo, podré visualizarlas a fondo en mi despacho. Podrá ser de ayuda. —el hombre asiente, grabando la documentación visual de mis sesiones en la unidad del sueño.Mientras me cambio de ropa y recojo mis cosas, Hernán espera fuera. En lo que voy terminando un mensaje llega a mi teléfono. Al abrir el chat, veo el nombre de Jazmín en pantalla. 

—*[Jazmín]: Sé que habéis sido vosotros, tenemos que hablar*— Será idiota, ella misma se hunde sin ayuda de nadie. Ignoro su mensaje, sin olvidarlo por completo.

—¿Has acabado? — Carlos está en la puerta esperando. Asiento y camino hacia él, dejando un beso sobre sus labios y saliendo con el del hospital. Vamos hasta donde tengo la moto, justo en la entrada.Me dedico a observarle de reojo, me encuentro como una niña pequeña con un juguete nuevo. Nos quedamos callados por un momento, guardo mis cosas y me coloco el casco antes de subirme a mi pequeña monstrua de metálica piel.

 —Tengo cosas que hacer, hablamos más tarde. — sin decir nada, me marcho, con rapidez y camuflándome entre las hojas de los árboles que nos rodean. 

El sol ya está saliendo, hoy me he marchado más pronto de lo habitual y es que no tenía sentido seguir con aquella sesión tan traumática.Recuerdo el sueño, aquella doble vida mental que estaba teniendo. Como era posible que el tal Hugo conozca a mi madre, ¿era parte de una ilusión? O tal vez estaba desarrollando alguna enfermedad mental latente dentro de mí.Un mar de preguntas que me ahogaban con cada ola que azotaba en la orilla que me encontraba, algo extraño que continuaba sin explicación. Ahora tenía la necesidad de ver a mi madre, de hacerle saber cada una de mis dudas. Todo se cernía sobre mí, agobiándome y provocando una ansiedad aún más elevada. Y es que cuando parece que la vida me sonríe un poco, algo o alguien se encarga de pasarme por encima para recordarme que no soy nadie. Apago el motor y puedo oler como las ruedas se han quemado contra el asfalto al hacer la maniobra. Levanto la cabeza mientras me retiro el casco y veo el luminoso cartel, Minitas, así se llama el grotesco club de alterne del argentino. Observo entonces de nuevo el mensaje de Jazmín, y la palabra que reposa bajo su nombre, En línea. 

*[Violeta]: Estoy fuera, sal o entro a buscarte. *—escribo con agresividad. Durante unos momentos me quedo esperando, mientras miro la pantalla del móvil que pasa de escribir a estar en línea varias veces. Después de quince minutos, cansada, voy a entrar. Algo toca mi hombro, frenándome en seco y obligándome a retroceder sobre mis pasos. Aquel pelo oscuro y esa enorme complexión me hacen reconocer al susodicho. 

—¿Qué demonios haces aquí? —pregunta molesta Gorka.

 —¿Podría decirte lo mismo? ¿Os llego un mensaje verdad? —asiente y antes de continuar nos calmamos para hablar entre nosotros. —Llama al jefe, te está buscando. — No contesto, solo marco el teléfono del rubio antes. El tono da en varias ocasiones, llevándome después al buzón de voz. Acto seguido su nombre aparece en la pantalla, devolviéndome la llamada.—¿Dónde estás? Es importante que vengas al club ahora. 

—En la puerta del Minitas, con Oso. —su respiración se escucha agitada. 

—No hagáis ninguna tontería y ven ahora mismo con Gorka. —hago rechinar los dientes y cuelgo. 

 —Nos vemos en club, oso. — De nuevo sobre la moto doy media vuelta y conduzco enfadada. No tengo control por un momento, saltándome algunos semáforos y sin mirar qué coches se cruzan. Escucho el sonido de cláxones y gritos de conductores molestos. A los cuales no tengo el problema de sacarles el dedo, a pesar de que es mi culpa.Enseguida llego al Moore's, entrando por la puerta trasera, como siempre, voy al despacho de Claid. Donde lo encuentro con una copa en la mano y el cigarro en la otra. Con ironía al entrar por la puerta, hago una reverencia alzando las cejas. Dejando claro que hice lo que él pidió. 

—Muy graciosa, siéntate. — no voy a negar que lo hago por molestarle un poco más, pero sin escucharle, me siento sobre el escritorio. Cogiendo la cajetilla de tabaco que hay sobre ella, me enciendo uno de sus cigarros. Me rio por dentro, sacarle de quicio me encanta. Él se acerca, colocándose frente a mí. Sus labios están a distancia de los mío y puedo oler su aliento, alcohol y tabaco mezclándose.—Me exasperas, no sabes cuanto Olet.— alzo las cejas de nuevo, después de tanto tiempo, continúa teniendo su acento inglés intacto. 

—Al grano, Claiden.— su nombre completo es un ruido desagradable en sus oídos. 

—Jazmín cree saber, pero no tiene ni puta idea de donde está el argentino. Pero, ha llegado a mis oídos que su hermano viene a España. — Ahora sí que miro a Claid con atención, la conversación ha cambiado de grado y esto es importante. — El negocio con los asiáticos está preparado, en unos días saldrá la primera carga. En esta semana, quiero que el sábado estés en el turno, sí o sí, vendrán a tomar algo a uno de los reservados. Quiero que este todo preparado para su bienvenida. Hay que tener a Jazmín alejada, para que el hermano del argentino no nos moleste. — me levanto para pasear por la habitación. 

—Eso es lo que quería hacer, encargarme de ella. —espeto. Claid se acerca a mí. 

—Que te crees ahora, ¿una matona a sueldo? Compórtate, eres camarera, darte el gusto, el otro día me está saliendo caro. — me señala con el dedo. Enfadada, lo separo de mi rostro, y lo marco como mi índice.

—Neuróloga, idiota. La mejor de mi promoción, por si no te has enterado aún. —escupo las palabras, asqueada. 

—Como si eres una jodida ardilla, Violeta. No podemos cagarla, tú te quedas sin carrera y sin vida. Yo tengo dinero suficiente para salir de aquí y desaparecer. —eso me ha dolido, más viniendo de él. 

—No serias capaz de dejarme atrás. 

—No quieres probarme. —por un momento dudo, le creo. Pero la realidad vuelve, y aunque sus palabras son agresivas, sus ojos le delatan. 

—No lo harías. 

—¿Tanto te importa? —extiende los brazos, después se dirige hacia la caja fuerte, de allí saca una pequeña papelina con algo de pirixodina en polvo. — Esto, será lo que nos asegura que Jazmín no se entrometa más. 

—¿Está enganchada? —él asiente, volviendo a guardar la droga. — Para eso fue Gorka. ¿Verdad? — comienza a señalarme, gesticulando de manera exagerada, asombrado. Camino hacia donde está él.

—Eres lista. Deja que lo solucione y no te verás involucrada en nada más. — justo frente a mí, acaricia mi mano que está apoyada sobre el respaldo de su sillón. Me voy, quiero irme a casa y darme una gran ducha hasta que llegue el siguiente turno, para irme al hospital al día siguiente. 

 —Claiden...—susurro.—Gracias por lo del otro día. — agacho la mirada y salgo reteniendo el aire en los pulmones. Que poco a poco voy expulsando para retomar mi respiración normal otra vez.Salgo de la ducha y me dirijo a mi habitación mientras me seco el pelo. Compruebo mi ordenador, está sobre la cama y tengo abierto en él una sesión en mi aplicación de mensajería. Me sonrojo al ver el nombre de Hernán en la pantalla, aún no lo he cambiado, continua como lo agende en principio. 

 —*[Hernán]: ¿Estás ocupada? *

Pienso mucho antes de contestar, decido que no hay mejor manera de relajarse, que jugar un rato. Dudo un par de veces, me muerdo el labio nervioso, escribo y borro en varias ocasiones antes de mandarle una respuesta. 

*[Violeta]: ¿Qué tal se le da el sexting adjunto? * 

 —*[Hernán]: ¿El qué? *— me echo a reír por su respuesta. 

*[Violeta]: ¿Muy mayor para un poco de sexo telefónico? *— entonces decido hacer una foto de mi cuello y clavícula, apenas mostrando algo de piel. Aún enrollada con mi toalla de baño, suelto mi pelo deshaciéndome de la toalla que lo cubría. Antes de que la foto llegue, él contesta. 

*[Hernán]: Bruja, pobrecito de mí. Burlándose de un pobre ancianito. *— a carcajadas me dejo caer sobre la cama, no sé por qué me lo he imaginado con su pelo completamente cano y la bata de médico. Para nada lo que él es físicamente. Es cierto que, a sus casi cuarenta y cinco años, es mucho más atractivos que mis compañeros de universidad. Desde su barba bien cuidada, el tono de sus ojos castaños, su cabello peinado y su cuerpo trabajado en el gimnasio. Cualquiera diría que ya paso los cuarenta años de edad. 

 El siguiente mensaje es una cadena de fuegos y demonios morados alternos. Entonces procedo a crear una ráfaga de fotos un poco más subidas de tono, pongo el temporizador y me tumbo sobre la cama. Con las piernas abiertas, aun con la toalla puesta y mis manos tapando mi sexo. La cámara del ordenador hace una foto tas otra, la foto no se muestra y es mejor así. Justo antes de revisar que no se vea algo más raro de lo normal, le doy a enviar.Una imagen llega en ese instante, espero mientras se descarga unos segundos y después la abro. Sonrió cuando veo su torso desnudo, la definiendo de cada uno de sus abdominales y sus pectorales. Cuando me quiero dar cuenta, mis manos están acariciándome. La tensión aumenta, mientras el calor se adhiere a las paredes de mi habitación. Me atrevo a más, pulso el botón de la cámara y me decido, a hacer una videollamada con él. 

—¿Qué se le ofrece señorita Arbuaz? ¿Una tutoría extra para sus prácticas? — me rio como una tonta por su extraña interpretación, y aunque sería un juego sexual muy excitante, también muy real. No puedo evitar imaginarme esta situación en alguna de las consultas del hospital. 

—Creo que necesita una consulta, me duele mucho...—sugiero con voz melosa. Veo como él se acaricia el cuello, después se desabrocha el cinturón y el botón del pantalón. —¿Le agobia la ropa, doctor? 

—Preferiría que estuvieras aquí conmigo, la verdad. —nos quedamos en silencio, solo escucho su respiración agitada. 

—Podemos imaginar que, si estamos ahí, sube tu mano al cuello de nuevo y cierra los ojos. ¿Tienes crema cerca? — se levanta y se va. 

—Ahora sí. —entonces me quedo observando la pantalla con mucho detalle. 

—Vuelve a la posición anterior, cierra los ojos y masajea tu cuello con ambas manos. Pasa a imaginar que soy yo, como desciendo hasta tu cuerpo, tu pecho y abdomen. Voy despacio... ¿Te gusta? —lo veo asentir, musitar, algo que me es imposible escuchar. 

—Violeta...—susurra. 

—Shh, déjame seguir a mí. Mientras yo continúo acariciándote, con la otra continúo bajando, hasta retirar por completo tu ropa. — Así lo cumple, al detalle, cada una de mis órdenes. Dejando a la vista su depresor erguido para qué continué jugando con sus sentidos a distancia. —Paso a dejar un rastro de besos, coge la crema y echa un poco en el centro de tu mano. Después continúa tocándote. 

Un gruñido sale de su garganta y yo inhalo excitada por la imagen que tengo ante frente a mis ojos, con las manos sin ningún control y emocionada recorro mi cuerpo para complacerme. Sentada sobre mis talones, con las rodillas flexionadas y mi mano pérdida entre el interior de mis muslos. 

—Es ahora mi boca quien te rodea, imagina como tus manos se pierden entre mi cabello y acarician mi cabeza. Como paso mi lengua con suavidad por toda su extensión y masajeo la zona baja para acrecentar el placer en tu interior. — escucho como jadea de manera irregular, como sus manos masajean su zona y su pecho se acelera por mis palabras y la excitación. Un gemido ahogado se escapa de mi garganta, él obedece y continua con los ojos cerrados.

—No aguanto más...— gimotea. 

—Baja el ritmo, solo un poco más. —suplico. —Mis manos ascienden por tu cuerpo, sin alejar mi boca de ti, sujetando tu cuerpo, manteniéndote cautivo bajo mi contacto. Solo de tenerlo sometido a mí, el placer me arrincona, haciendo que todo mi cuerpo tiemble, con sacudidas y espasmos que liberan el tacto bajo mis dedos. —Ya, te absuelvo. —suelto mirando como sus ojos se abren de golpe y todo lo que retenía sale con fuerza, junto a un gutural grito, desatándose por completo. Junto a él, mi propio calor es reducido, muerdo mi labio inferior sin quitarle los ojos de encima. 

—Eres bienvenido en casa, si no tienes nada que hacer. —sugiere Carlos con picardía. Entonces un mensaje entrante en la pantalla, tiene toda mi atención, dejando al médico en segundo plano. 

—Lo siento, mañana a primera hora tengo guardia. — es cierto, no le estoy mintiendo. Solo oculto lo que acabo de leer, sin hacerle partícipe de mis problemas. 

—Mañana nos vemos, tengo guardia también. —me guiña un ojo. —Descansa, preciosa. —es él quien cuelga la llamada, entonces puedo leer mejor el mensaje. 

*[Claid]: No salgas de casa, el hermano del argentino está rondando el club, te está buscando.* —me quedo paralizada, esto es el cuento de nunca acabar. Paso de ser la víctima, a la cazadora y volviendo a empezar en cuestión de segundos.Dejo a mi jefe en visto, me hago un ovillo en la cama y deseo que esta vez, cuando me duerma, nunca despierte. Facilitando todo por una vez.


A.

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