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Capítulo 7 - Regreso.



No fue el sol lo que me hizo despertar, ni el piar de los pájaros, fue la conversación risueña de dos chicos sobre la mejor forma de llegar al refugio. Me elevé, extrañada, observándole boquiabierta, él estaba allí, había vuelto. No estaba muerto.

Sonreí, como una idiota y caminé hacia ambos, mientras Peter miraba hacia mí y él hacía justo lo mismo, en el momento justo en el que le abrazaba. La cosa más irracional del mundo, pero me sentí tan a salvo cuando lo hice, como si no hubiese podido respirar hasta ese momento. Su olor golpeó mis fosas nasales, olía a chicle de menta.

Peter se marchó, dejándonos un poco de espacio, incómodo, mientras él lucía nervioso. Quizás porque era la primera vez que una chica se atrevía a acercarse tanto.

Me permití a mí misma mostrar mis sentimientos y disfrutar de él, a pesar de que estaba deseando golpearle por haberme dejado de esa manera. No me gustaban los héroes, prefería a los villanos de las historias, soy un poco única en cuanto a gustos, eso es todo.

- Deberíamos seguir avanzando – escuché a Peter a mi espalda, nervioso. Quizás no tenía prisa en lo absoluto y lo que quería era separarme de él. Quizás fuesen los celos.

Tyler se deshizo de mi abrazo y recogió la ballesta. Espera un momento, ¿de dónde había sacado una ballesta?

- Es una larga historia – me dijo, como si hubiese leído mi cara. Sonreí, justo en el mismo instante en el que lo hacía él, entrelazando nuestros dedos, haciéndome sentir a salvo, como hacía mucho que no me sentía. Él me hacía sentir bien – aún nos queda un poco hasta llegar a Victorville, debemos requisar un coche para seguir hasta Barstow.

- ¿Cómo te libraste de ellos? – quise saber, mientras recogía mi mochila y metía las cosas en ella. Él sonrió, calmado, observándome – Escuchamos los disparos.

- No me dieron – contestó – soy bueno esquivando balas – bromeó, caminando junto a mí, mientras Peter lucía algo molesto con nuestra cercanía. No me importaban los sentimientos de otro, podía morir de felicidad con el regreso de nuestro salvador.

- Podrías enseñarnos a defendernos – sugerí – así podríamos ayudarte en vez de huir, la próxima vez – sonrió antes de contestar.

- Lo pensaré – entrelacé nuestros dedos, haciendo que mirase hacia ese punto. Él también parecía sentirse bien con mi cercanía.

- Te dije que nada iba a pasarle – dijo Peter desde delante, guiándome un ojo, mientras yo sonreía - ¿quieres saber un secreto? – preguntó, tras largo rato caminando, justo cuando Tyler soltó mi mano y se adelantó, con la ballesta a punto por si algo se atravesaba en nuestro camino – los humanos tenemos nuestros propios olores personales, pero las máquinas huelen a motor.

- No todas – añadió Tyler, que parecía estar al tanto de nuestra conversación.

Hicimos una parada para comer y yo aproveché para mirar hacia Victorville, en tan sólo unos kilómetros llegaríamos.

Me senté junto a Tyler, después de sacar una chocolatina de la mochila, mientras él se fijaba en la forma majestuosa en la que los pájaros volaban cerca de nosotros. Yo no veía nada especial en ello, pero él parecía que sí.

- ¿Quieres una? – pregunté, ofreciéndole. Él negó con la cabeza. Eso me hizo pensar en algo. Llevaba demasiado tiempo sin comer nada – si sigues sin comer nada voy a pensar que eres un robot – bromeé, él se apoyó sobre las rodillas y me sonrió, calmado. Me quitó la chocolatina justo cuando iba a morderla y se la metió en la boca.

- Voy a tener que saltarme la dieta para echar por tierra tu teoría – bromeó, comiéndose mi chocolatina, mientras yo sacaba otra de la mochila. Ambos disfrutamos de la nuestra, fijándonos en aquel bonito paisaje que nos rodeaba – pronto los robots dejarán de existir – dijo, pensativo – los humanos acabaran con toda existencia artificial... - sonreí calmada, antes de decir algo.

- Siempre existirán unos pocos locos dispuestos a volver a crearlos – sonrió, justo cuando entrelazaba nuestras manos, haciéndole sentir especial. Aún no sabía lo que significaba aquello, aquel sentimiento, si era amistad u otra cosa, pero no quería pensar demasiado en ello.

- El ser humano no debería jugar a ser Dios – dijo Peter junto a nosotros, dejándonos claro que estaba allí, escuchando nuestra conversación – quizás por eso está sucediendo todo esto.

- No – le contradije – no es por eso. El ser humano siempre ha tenido miedo a la evolución, a lo distinto, tan sólo debemos acostumbrarnos al cambio.

- ¿Crees que un robot podría tener la capacidad de amar? – preguntó Tyler, haciendo que ambos mirásemos hacia él. Ninguno de los dos dijimos nada, y él sólo pensó en ello.

No podía dejar de pensar en esa pregunta. Los robots no tenían sentimientos, eso era lo que los distinguía de los humanos, pero ... ¿hasta qué punto podría ser distinto? Si Peter tenía razón y mi padre estudiaba la parte cognitiva del cerebro de los robots... ¿y si hubiese descubierto algo innovador?

- ¿Qué crees tú? – quise saber, observando como él sonreía y se ponía en pie, emprendiendo la marcha, dejándonos a los demás allí, con todas nuestras dudas. Recorrimos cinco kilómetros a pie, estaba agotada, justo cuando alguien habló.

- Podríamos pasar la noche en una de estas casitas deshabitadas – sugirió Peter, haciendo que Tyler se girase a mirarle – mañana requisaremos el auto y nos marcharemos a las montañas.

- Entraré a inspeccionar primero – nos dijo, entrando en una de ellas, dejándonos en la puerta, mirando hacia la calle principal. No había ni un alma.

- Si no encontramos un tren que nos lleve a Wyoming, quizás podríamos seguir en coche hasta Las Vegas – sugirió Peter.

- Quizás – contesté, sin ganas de decir nada más, lo cierto es que estaba agotada de tanto caminar. Necesitaba cenar e irme a dormir.

- Todo despejado – aseguró Tyler, bajando la ballesta, haciéndonos una señal para que le siguiésemos al interior.

La casa era amplia, tenía dos plantas. En la parte de abajo estaban la cocina, el salón y un pequeño patio trasero, y en la de arriba, 2 habitaciones y dos baños.

Cenamos como si fuésemos una pequeña familia en el salón, y luego nos fuimos a dormir, estábamos reventados.

Soñé con papá, con el día del accidente, apenas podía escucharle, era como si sólo sus labios se moviesen, mientras yo observaba como se llevaban el cuerpo sin vida de mamá hacia la morgue.

"Está bien, mi pequeña cereza" – dijo mamá a mi lado, como si jamás se hubiese marchado. La agarré de la mano intentando retenerla – "no temas, tesoro, mamá siempre estará contigo"

"¿Qué pasó?" – pregunté, con tan sólo cinco años de edad – "¿Por qué ese el hombre de la cicatriz intentó matarme?"

"Estarás a salvo" – repitió, sin tan siquiera contestar a mi pregunta – "quédate cerca de tus amigos y estarás a salvo" – su mano soltó la mía, y me preocupó que se marchase.

"Espera" – pedí, se dio la vuelta y sonrió, desapareciendo poco a poco.

Desperté en el sofá, ante el silencio de aquella mañana, observando a Peter a escasos centímetros de mí, agarrando mi mano, aún dormido. Eché una leve ojeada a mi alrededor, buscando a Tyler, pero no parecía estar por ninguna parte.

Me solté con cuidado, pues no quería despertarle e inspeccioné el lugar, encontrando a aquel extraño chico en el patio trasero, mirando el hermoso lugar en el que nos encontrábamos. Aún nos quedaba bastante hasta llegar a nuestro destino.

- ¿Qué haces aquí tan sólo? – quise saber - ¿has podido dormir algo? – no contestó, como siempre, era de pocas palabras.

Se sentó en el banco de madera y miró hacia los gnomos de jardín, intentando entender cuál era su función, poniendo una extraña cara que me hizo sonreír. Y entonces quedó envuelto en un pensamiento oscuro, algo que le afligía.

- Todo terminará cuando lleguemos – le miré, sin comprender, no entendía a qué se estaba refiriendo.

- ¿Qué quieres decir? – indagué. Él sonrió, observando cómo me sentaba junto a él. Alargué la mano para coger la suya, y él no se apartó ni un poco.

- Mi misión habrá acabado cuando te reúnas con tu madre en el refugio - ¿Misión? ¿Acaso mi padre le había pedido algo? – ya no me necesitaréis – sonreí, calmada, entendiendo su preocupación, y entonces pensé en algo.

- ¿Te marcharás a alguna parte? – quise saber. Él lucía confuso, pero se atrevió a mirarme a los ojos – podrías quedarte – sugerí, asintió, calmado – me gustaría mucho que te quedaras.

- ¿Te gustaría? – repitió, como si una parte de él no estuviese seguro al respecto. Asentí y entonces sonrió, como si aquello le hiciese especialmente feliz - ¿qué más te gustaría? – le miré, sin comprender, justo cuando se echaba hacia adelante, dudoso sobre si dar el siguiente paso. Mi corazón latía a toda velocidad, y tuve que cerrar los ojos, temerosa y ansiosa a partes iguales, sobre lo que sucedería a continuación.

¡Oh Dios!

¡Nos estábamos besando!

¡Le gustaba!

¿Cómo podía ser posible si quiera?

Varios muerdos húmedos bastaron para tenerme fascinada, ansiosa y con ganas de más. Sonrió, atreviéndose a besarme de nuevo, como si fuese especial para él.

¡Dios! Era su primer beso y yo ni siquiera lo sabía.

Un ruido en el interior nos hizo separarnos incómodos, al darnos cuenta de que Peter se estaba despertando, pero al mirarnos el uno al otro rompimos a reír, como si aquello fuese un secreto que sólo él y yo sabíamos.

Me hacía sentir a salvo cuando estábamos juntos.

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