Capítulo 6 - El cobarde.
Buenos días.
Aquí os dejo el capítulo de esta semana.
Espero que os guste :D
Aquel día fue silencioso.
Intenté sacarle conversación, pero contestaba con monosílabos, terriblemente preocupada por ese robot. Seguramente debía considerarme un cobarde...
Quizás debía confesarle lo que ese ser del que tanto se preocupaba era, pero estaba fuera de lugar, más cuando debíamos proteger el activo de los rebeldes, y ni siquiera sabía si ella guardaría el secreto. Además, le había prometido a su padre que no le hablaría de aquello ni siquiera a su hija.
Le ofrecí uno de mis bocadillos, intentando mantener una conversación con ella, justo cuando nos detuvimos a descansar. Se limpió el sudor de la frente y me asesinó con la mirada, como si aún me guardase rencor por lo que sucedió ahí atrás y miró hacia el horizonte, estaba oscureciendo, quizás deberíamos acampar, aunque me aterraba hacerlo y que fuésemos atacados por animales peligrosos.
- Sé que no te importa – comenzó, mientras se sujetaba a sus rodillas, observando como el sol se marchaba más y más, justo cuando yo volví con algunos troncos que encender para calentarnos en esa fría noche – pero ...
- Él estará bien – prometí, amontonando la madera, sacando del bolsillo trasero de mis pantalones el encendedor, agarrando unas cuantas hojas del suelo para encenderlas – sabe cuidar de sí mismo, es un superviviente.
- Aun así... no deberíamos haberle dejado – contestó, acurrucándose sobre sí misma para intentar dormir. Creí que se detendría entonces, pero no lo hizo – los amigos permanecen juntos.
- ¡Él no es mi amigo! – me quejé, cansado de aquella conversación de mierda. Me senté a su lado, e intenté que comprendiese mis razones. Se dejó caer en mi hombro antes de decir algo más – Si no se hubiese quedado atrás para darnos una oportunidad, no lo habríamos conseguido.
- Lo habríamos conseguido juntos – añadió, dispuesta a hacerme entender su postura. Pero jamás me pondría de lado de un robot, no cuando mi madre fue asesinada por uno de ellos, a pesar de lo mucho que la policía y el gobierno aseguró que fue ella la que se puso en medio cuando iban a disparar a un terrorista – los amigos se ayudan, se defienden y se salvan.
- Te repito, Sarah, él no es mi amigo.
- Aun así... no es la primera vez que te salva la vida – en eso tenía razón - ¿no podrías hacer lo mismo tú por él alguna vez? – sonreí, divertido – No es gracioso.
Me quedé pensando en ello, en esa máquina, antes de contestar, cuando lo hice, era plenamente consciente de que ella podría descubrir la verdad, pero ni siquiera me importaba, los celos en aquel momento ni siquiera me dejaban pensar con claridad.
- Él es la razón por la que tu padre no está aquí – me observó, sin comprender – tu padre se detuvo a salvarlo y por su culpa tuvo que enfrentarse a los rebeldes obligándonos a huir sin él.
- ¿Lo apresaron? – preguntó con un hilo de voz, preocupada. Se puso en pie, molesta conmigo, como si yo tuviese la culpa de algo, y entonces gritó, dejándome algo desorientado - ¡Eres tan cobarde que ni siquiera te quedaste a ayudar a mi padre, ¿verdad?! – negué, asustado, poniéndome en pie, intentando explicarle que estaba equivocada, agarrándola de los brazos, pero me empujó y cuando creí que todo había terminado... me pegó un puñetazo en la cara.
El crujir de una rama nos hizo detenernos a ambos, salir de aquella locura y girarnos, con el alma en vilo, temiendo ser descubiertos por los malos. Pero nos calmamos en cuanto vimos a un ciervo que había salido de su escondite para beber un poco de agua. Sonreí, la forma majestuosa en la que se movía, con la luz de la luna reflejándose en su pelaje. Fue algo mágico que jamás antes esperé presenciar.
- Tu padre estará bien – prometí, sentándome en el mismo lugar, junto a ella, presionando mis dedos sobre los nudillos, altamente incómodo con la situación. Odiaba que ella se sintiese molesta conmigo, cuando lo único que yo quería era que tuviese sentimientos románticos hacia mi persona – es un hombre fuerte e inteligente, seguro que les dio esquinazo y logró escapar – sonrió, con desgana, pero pareció calmarse, mientras ambos mirábamos hacia el animal.
- Lo siento – se disculpó, apoyándose sobre mi hombro, mientras yo sonreía. Ella era una buena chica – lo del puñetazo.
- Está bien – la calmé, dejándome caer sobre la roca que teníamos detrás, más que dispuesto a quedarme dormido
- Mi padre se pasó gran parte de su vida intentando protegerme – comenzó, con voz ronca, se notaba a leguas que estaba cansadísima de todo el día – poniéndome guardaespaldas para que no me sucediese lo mismo que a mi madre, sobreprotegiéndome y dejando que otros me salvasen la vida – asentí, porque lo había comprobado, la forma enfermiza en la que él la trataba, sin dejar si quiera que viviese su propia vida – ni una sola vez se detuvo a preguntarme que era lo que yo quería. Si tengo que elegir entre correr y quedarme a luchar... - se detuvo, entrelazando sus manos alrededor de mi brazo, sorprendiéndome, porque aquello no me lo esperaba – ... me quedaría a salvar mi propia vida.
- Sé que estás molesta conmigo – me toqué el golpe que aún tenía en mi mejilla, ese que ella había provocado – crees que abandoné a Tyler, pero ... él no necesita que nadie lo salve, por si no te has dado cuenta... puede defenderse perfectamente él solito, Sarah.
- Todo el mundo necesita ayuda alguna vez – contestó. Sonreí, al darme cuenta de que ella era tan terca como su padre - ¿o crees que Hulk nunca necesitó ayuda de los Vengadores? – solté una risotada al escuchar aquello. Ella era tan friki como lo era yo, y eso me sorprendió demasiado – Sus amigos nunca le abandonaron a su suerte, lucharon a su lado, aunque sabían que él era plenamente capaz de defenderse a sí mismo – asentí, entendiendo su punto de verlo.
- Nuestro Hulk volverá – prometí, ella asintió, agradecida - ¿sabes una cosa sobre tu padre? – esperó a que dijese algo más – estaba enfrascado en un proyecto ultra secreto dentro de Magnus...
- ¿Vas a hablarme sobre él? – preguntó, sorprendida, levantando la cabeza para mirarme. Asentí, quería compartir aquel secreto con alguien más. Quizás ella dejaría de preocuparse por él si sabía lo que era.
- Estudiaba la parte cognitiva del cerebro de los robots – me observó, con incredulidad, sin entender lo que eso quería decir – él creía que el alma podía preservarse.
- ¿El alma? Pero .... Los robots no tienen alma – sonreí, ella era tan ilusa como lo fui yo al empezar aquella historia. Pero después de presenciar las cosas y ver a ese robot sintiendo como cualquier otro ser humano... ya no estaba tan seguro de esa afirmación – no viven, sólo existen.
- Pero ... ¿y si pudiese hacerse? – lucía asustada, porque esa locura podría ser peligrosa. Y lo sabía, nadie debería jugar a ser dios. Pero unos cuantos entendidos en la robótica se atrevieron a soñar con algo mucho más perfecto, a crear un ser, un híbrido capaz de hacer cosas que escapaban a toda lógica - ¿y si se pudiese capturar el alma de una persona moribunda e introducirse de alguna forma dentro de un robot?
- Entonces no sería un robot – contestó. La observé, que me miraba algo confusa aún – sería una persona.
Tenía razón. Era una abominación. Meter la conciencia de una persona dentro de un robot, usar el KH4 (sustancia alienígena) para preservarlo. No os hablaré demasiado sobre esa sustancia, más cuando es un tema clasificado por la NASA, pero lo que sí os diré, es que el último prototipo (Omega) que enviaron a Venus no trajo sólo imágenes inéditas de la atmósfera.
- Quizás dotar a un robot de alma lo haría más cercano a nosotros de lo que imaginamos – añadí, al pensar en las posibilidades, incluso en el primer magnus 7, ese al que ella conocía como Tyler - ¿Te imaginas el gran descubrimiento que sería un robot con sentimientos?
- Eso no es posible – sonreí, al darme cuenta de que ella se negaba a creer en esa posibilidad.
Me levanté en cuanto se quedó dormida y la cubrí con mi chaqueta. Me puse en pie, mirando hacia la hoguera casi apagada y saqué el paquete de cigarrillos del bolsillo trasero de mi pantalón, agarré uno y me lo encendí, dando un par de caladas que me supieron a gloria. Me había pasado todo el maldito día sin tocarlo, la preocupación ni siquiera me dejó acordarme de nada más.
Aquella noche hacía más frío que de costumbre y casi me arrepentía de haberle cedido a ella lo único que haría que no me congelase. Pero ... estaba demasiado preocupado por aquella chica para la que por supuesto yo era invisible. Quizás me consideraría como un buen amigo, pero nada más.
Pensé en ella, en las miradas que le echaba al magnus, en lo interesaba que estaba por su persona, y entonces me vi a mi mismo envuelto en teorías sobre cómo el profesor había podido tener éxito. Había creado un híbrido, algo que podía sobrevivir a altas temperaturas, luchar en combate, despertar a la sustancia que vivía dentro de él, incluso sentir.
Ni siquiera quería pensar en lo peligroso y arriesgado que había sido usar esa sustancia alienígena. La primera vez que la vi en el laboratorio me pareció algo fascinante, allí, dentro de aquel tarro de cristal, pegándose a las paredes de este, intentando salir de él, una gran pasta verde que parecía plastilina. Me recordó a la película de Fluver, no sé si la habéis visto alguna vez, pero ... tenía la misma consistencia.
El KH4 adoraba el frío, las altas temperaturas, por eso el humanoide estaba congelado en la cápsula del laboratorio. Así que... era meramente posible que nos encontrásemos ante el "Fluver" del futuro.
El sonido que hace una ramita al partirse por la mitad me hizo salir de mis pensamientos, me giré, y dejé caer el cigarro al suelo, de la impresión. Me parecía imposible que aquel ser estuviese allí. Era como si lo hubiese invocado con mis pensamientos.
Miró hacia ella, percatándose que dormía, la forma en la que lo hacía, como si realmente estuviese preocupado, me molestó. Pero debía ser consciente, de lo que ese ser era.
- Estaba preocupada por ti – le dije, estudiando su rostro. Sonrió, como si le gustase saber aquella noticia. Y entonces me di cuenta de algo que antes había sospechado pero que me pareció una locura. Esa cosa estaba empezando a despertar sentimientos por ella – El profesor lo logró contigo ¿no? – él se encogió de hombros, sin decir nada. No me sorprendió, él era de pocas palabras. Se sentó junto a la fogata y sopló sobre ella, echando mucho más aire de lo que una sola persona lograría, y reavivó el fuego. Luego se fijó en ella, de nuevo, como si fuese la cosa más bonita que había visto en su vida. Realmente esa cosa tenía sentimientos – eres distinto a los demás – él ni siquiera se giró a mirarme, tan sólo levantó la mano para acariciar a la dormida Sarah - ¿Cómo has podido sobrevivir? – fueron mis palabras, tragándome todos los celos que sentía en aquel momento.
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