Capítulo 3 - El bosque.
Aquí les traigo el capítulo de esta semana, espero que les guste :D
Cuando conseguí soltarme de Peter ya era tarde, estábamos en medio del bosque y ese chico misterioso y borde en peligro, muy lejos de nosotros. Le miré en busca de explicaciones, pero este parecía lejos de dármelas.
Justo había decidido que volvería al bar, cuando una explosión nos hizo a ambos mirar hacia ese punto. Un coche acababa de explotar y el humo negro llenaba el cielo de ese horrible olor.
- Podría estar en peligro por nuestra culpa – me quejé, mientras él negaba con la cabeza, como si no lo creyese algo posible en lo absoluto. Me quité el moño deshecho y volví a sujetar mi cabello en una alta coleta, fijándome de nuevo en el camino por el que habíamos aparecido, esperanzada, quizás ese tipo apareciese de un lugar a otro.
- ¿Acaso no has visto lo que yo ahí dentro? Él estará bien – aseguró, rebuscando en sus bolsillos, percatándose de que no llevaba consigo su teléfono móvil. Lo había dejado en el auto – sólo espero que eso que acaba de estallar no fuese nuestro coche.
¡Oh Mierda!
Él tenía razón.
¿Y si era nuestro coche? ¿Y si la investigación de mi padre se había perdido? Y...
¡Mi bolsa iba en ese coche!
Di un par de pasos hacia la gasolinera, haciendo que Peter se quejase al respecto, pero yo debía cerciorarme de que mis cosas estaban a salvo, pues tenía todos mis recuerdos en esa bolsa. Lo único que me quedaba de mamá estaba ahí, por no hablar de mis ropas, el dinero que había ahorrado desde hacía dos años para comprarme un coche, y ...
Dejamos de pensar en cuanto escuchamos unos pasos acercándose. Me quedé estática, sin poder avanzar, y el miedo se agolpó en mi pecho.
Sería el fin si aquellos rebeldes nos encontraban.
Un molesto Tyler apareció detrás de los árboles, calmándonos a ambos. Al menos no seríamos capturados por los rebeldes aún.
- Teníais una sola misión – se quejaba al llegar hasta nosotros, furioso con ambos. Yo no lograba entender su enfado, más cuando nos habíamos salvado. Pero ... en el fondo sabía que tenía razón, habíamos sido unos críos irresponsables – comprar provisiones y volver al coche. ¿Tan difícil era?
Miré a Peter en busca de ayuda, más que dispuesta a defender sus acusaciones, pero él estaba incluso más sorprendido por el rapapolvo que le estaba cayendo. Y entonces me fijé en su mano, estaba sangrando.
- Tenemos que seguir – fueron sus palabras, en cuanto se hubo recuperado de la impresión, agarrándome de la mano, tirando de mí para alejarme de nuestro salvador, mientras yo giraba la cabeza para observarle.
¿Cómo podía la relación de aquellos dos ser tan nula? Se notaba a leguas que no se soportaban, al menos por parte de Peter era más que palpable.
- ¿A dónde iremos ahora? – quise saber, pensando en nuestros teléfonos que estaban todos en ese auto que había saltado por los aires. No teníamos GPS para seguir nuestro camino, ¿cómo íbamos a encontrar el camino hacia las montañas?
- Deberíamos salir a la carretera – sugirió él, deteniéndose cerca del río, encarando a su amigo, este negó con la cabeza, en señal de que no era una idea válida. Se colocó un pañuelo de tela alrededor del corte de su mano y nos anunció algo.
- Las carreteras estarán siendo vigiladas – aseguró, prosiguiendo la marcha, mientras Peter y yo lo seguíamos.
- ¿Qué propones entonces? – se quejaba, molesto porque un tipo como él llevase la voz cantante – ni siquiera sabemos dónde estamos...
- Sé perfectamente dónde estamos – contradijo Tyler, sin detenerse, mientras yo miraba a su amigo en busca de explicaciones, este lucía demasiado molesto por cómo se estaban dando las cosas.
- Todo el trabajo de mi padre iba en ese coche – me quejé al pensar en ello, haciendo que Peter se preocupase al respecto, pues había prometido mantenerlo a salvo, y en aquel momento se había percatado de que había fallado.
- No todo – contestó Tyler, haciendo que los dos mirásemos hacia él. Le miré, sin comprender. ¿A qué se refería? ¿Pudiese ser que tuviese algún pen en su poder con información relevante para la investigación en el proyecto Magnus?
- Esto es una locura – se quejaba Peter, deteniéndose junto al río, sin atreverse a cruzarlo aún, mirando fijamente hacia su amigo - ¿cómo vamos a sobrevivir a esta noche en el bosque? – caí en la cuenta entonces. Hacía frío, pero ese era el menor de nuestros problemas, había lobos en aquella parte del mundo, y también osos - ¿memorizaste el camino? – insistió, el otro lo miró, sin pestañear si quiera, molesto - ¿cuánto tardaremos en llegar a las montañas?
- No lo conseguiremos sin un medio de transporte – contestó, sorprendiéndonos a ambos. La certeza con la que hablaba era admirable – La estación de tren está a media hora en esa dirección – señaló hacia la alta colina que teníamos al lado – aún estamos a tiempo de coger el último tren a Raton.
- ¿A qué estamos esperando? – se quejó Peter, que para nada iba a alabar a su amigo, yo por el contrario me sentía agradecida de tenerle de nuestro lado. Era como un verdadero "boy Scouts" – Vamos.
Peter lideraba aquel grupo, seguido por mí y luego por ese chico tan misterioso. Le observé, desde aquel punto parecía un hombre de acción, quizás trabajó para el ejército antes de que los humanos fuesen sustituidos por las máquinas.
- ¿Trabajabas para la armada antes de que llegasen los robots? – quise saber, dejando que mi curiosidad ganase la batalla una vez más. Él no contestó, como era de esperarse, aunque aquella vez mostró una tímida sonrisa, algo nuevo en él.
Aquel peculiar trío adentrándose en un mundo lleno de peligros atravesó el bosque, a una velocidad abismal, con una meta en mente, sabiendo que ese tren era nuestro billete para salir con la ciudad con éxito.
Me gire a mirarle en más de una ocasión, parecía un chico seguro de sí mismo, reservado y sin ningún tipo de interés en chicas. Me recordó a mí cuando iba a la universidad.
- Los Robots no pueden tomar decisiones... - comenzaba Peter, enumerando una serie de verdades que las máquinas no podían hacer, eso le calmaba, le hacía focalizar su cometido – no pueden llorar, ni compadecerse de otros – aunque tenía la sensación de que se lo estaba diciendo a alguien más - Tampoco pueden reír ni bromear. Los robots no tienen sentimientos, son sólo una concha vacía. No tienen alma, ni ...
- Ya casi hemos llegado – dije al visualizar el edificio, para calmar los ánimos de aquellos dos, que parecían estar asesinándose con la mirada.
-
La estación estaba abarrotada, parecía que todo el mundo tuvo la misma idea que nosotros, la única forma de escapar hacia las montañas era esa, ya que las carreteras estaban siendo controladas por los rebeldes.
Los mostradores de las taquillas estaban cerrados, señal de que no iban a venderse más entradas, pero eso no nos preocupó en lo absoluto.
Nos metimos entre la multitud, intentando llegar al tren, con dificultad, sin soltar nuestras manos, fijándome en como él las afianzaba, con seguridad. Pensar en las sensaciones que sentía no iban a llevarme a ninguna parte, y tampoco es que tuviese demasiado tiempo para pensar en ello, dada la situación actual.
El tren empezó a avanzar, haciendo que la multitud corriese detrás, aterrada de quedarse en tierra, nosotros no éramos la excepción. Peter consiguió subirse y me agarró de la mano para ayudarme, pero Tyler no tuvo tanta suerte, un tipo le agarró deteniendo su llegada y ambos temimos que no lo consiguiese.
Bueno, en realidad no veía a Peter ni un poco preocupado al respecto, tan sólo era yo. Lucía preocupado de no lograrlo, pero avanzó un poco más, justo cuando yo le lanzaba la mano para que la agarrase, después de afianzar mi agarre a la barandilla, sintiendo nuestras manos entrelazarse.
Una sensación extraña nos embargó a ambos, yo al sentir que lo había conseguido, él al sentirse a salvo.
¿Sentirse a salvo? ¿Por qué él lo sentía?
"¿No va a enseñarme nada más?" – preguntó su propia voz frente a su profesor, el que había sido como un padre para él desde que abrió los ojos en aquel laboratorio.
"Ya sabes todo lo que hay que saber. No puedo enseñarte sobre el resto de las cosas, porque solo las aprenderás viviéndolas, Magnus 7"
Por fin entendía sus palabras.
- ¿Por qué estás tan pensativo? – quise saber, tras un par de minutos en silencio, mirando hacia la noche estrellada que nos rodeaba, en aquel tren con destino a las montañas. Peter... no tenía ni idea de dónde estaba él.
Tyler no contestó y yo no esperé otra cosa, pues así era justo como él era, de pocas palabras. Me solté el cabello y volví a amarrarlo en una coleta, y entonces me fijé en la forma en la que miraba hacia las estrellas, como si fuese la primera vez que las viese.
Me acerqué a la baranda y observé el firmamento. Siempre me calmó mirar hacia el cielo por las noches, pensando en si habría vida en otros planetas. De así serlo... ¿serían tan materialistas como en este planeta? ¿Tendrían ese afán de ser mejores a otros? ¿Esa sed de destruir lo desconocido?
- ¿Cuál es tu campo? – quise saber, sabía que no iba a responderme, pero al menos quería callar esa pesadez que sentía en mi interior. No quería pensar en sí papá lo habría logrado, en que estaba hambrienta o en lo preocupada que estaba sobre aquel incierto futuro – el mío es la física.
- La robótica – contestó, sin tan siquiera querer entablar una conversación fluida conmigo.
Me sujeté los brazos dándome cuenta de que había refrescado y eché una leve ojeada a mi alrededor, aquel abarrotado tren donde la gente lucía tan preocupada como lo estaba yo.
- ¿Crees que él lo habrá conseguido? – pregunté, pensando de nuevo en papá. Él dejó de preocuparse por la oscuridad que nos rodeaba y se giró a mirarme. Con una sola mirada y ya me sentía de lo más intimidada – No es muy bueno en este tipo de situaciones... - reconocí, recordando el pasado, los fines de semana de acampada en las montañas, donde mi abuelo solía destacar más que él. Esos días siempre me traían paz.
- ¿El doctor Cooper? – adivinó, mientras yo asentía, y él se fijaba en cada detalle de mi rostro, como si intentase adivinar lo que sentía en aquel momento. Me fijé en ello, en la forma en la que me estudiaba, y aproveché para apreciar sus facciones. Era incluso más apuesto de cerca – Estará bien.
- ¿De verdad lo crees? – asintió, con calma, en respuesta, justo cuando mis tripas rugían y él se preocupaba al respecto, como si jamás antes hubiese escuchado un ruido similar – sólo tengo hambre – contesté, avergonzada, bajando la mirada, sacando entonces un paquete de patatas de mi mochila, devorándolo en cuestión de segundos - ¿quieres uno? – pregunté, intentando parecer amable, ofreciéndole uno. Él negó con la cabeza, volviendo a fijarse en el paisaje que nos rodeaba, que no era en lo absoluto demasiado alentador, el humo que subía a lo lejos, a medida que pasábamos por las ciudades, las saqueadas estaciones, y la multitud corriendo con todas sus fuerzas para subirse al tren en marcha, intentando salvarse de aquel caos.
Apoyé la mano en la barandilla, con un nudo en la garganta, quizás debía beber algún refresco para tragarlo, pero aún necesitaba agradecerle a ese chico de pocas palabras su ayuda, sabía que no lo habríamos conseguido sin él, y puesto que el egoísta de Peter no iba a hacerlo... me parecía oportuno hacerlo yo.
- Quería darte las gracias – comencé, justo cuando él se daba la vuelta y se apoyaba en la barandilla, intimidándome con su presencia. Lamí mis labios, su cercanía me ponía nerviosa – no he tenido la oportunidad de agradecerte lo del bar – a él debía de parecerle fascinante mi comportamiento, pues tenía cierto brillo de interés en sus ojos. Su actitud me ponía incluso más curiosa. ¿Qué era lo que tanto le fascinaba sobre mí? – Gracias...
- Chicos – nos llamó Peter, haciendo que ambos mirásemos hacia él, mientras él se sorprendía de vernos tan cerca el uno del otro – he encontrado un hueco cerca del conductor – agarró mi mano, sin previo aviso, separándome de su amigo, tirando de mí hacia el interior, mientras yo me giraba para mirar hacia Tyler, que lucía calmado, observándonos sin más – podríamos aprovechar para dormir un poco – sugirió. Asentí, en señal de que me parecía una buena idea, estaba demasiado cansada.
Me senté junto a la ventana junto a Peter y aproveché para desconectar unos minutos, cerré los ojos y dejé que el sueño me venciese, viendo a mamá en él. Sonreí, agradecida, me encantaba lo brillante que se le veían sus cabellos rubios al sol, como si fuesen de oro.
Reconocía aquel día, era uno de mis recuerdos más nítidos, quizás porque era muy feliz en aquella época, a pesar de tener sólo cinco años de edad.
Estábamos en el bosque, junto a las montañas nevadas, cerca de la cabaña de los abuelos, y papá me explicaba sobre el proyecto que tenía entre manos, mientras mamá se quejaba al respecto.
"Nada de hablar sobre trabajo este fin de semana" – suplicaba, mientras yo sonreía y me lanzaba a sus brazos, abrazándola con fuerza.
Abrí los ojos, despertándome momentáneamente, mirando hacia el chico que había sentado frente a mí. Era Tyler, tenía la mirada fija en el exterior, en la forma en la que la ceniza caía contra el cristal. Miré por la ventana, observando horrorizada los altos edificios en llamas, lo único que podía verse en aquella oscura noche. Sin lugar a dudas el ser humano se había vuelto loco.
- Si se comportan así con las edificaciones, ¿qué crees que les harían a los robots? – preguntó Peter a mi lado, molesto con aquella situación – seguramente los habrán despiezado uno a uno – tragué saliva, sin saber qué decir. No quería pensar en el futuro de todos aquellos humanoides que no tenían culpa de nada, tan sólo habían obedecido las órdenes de sus amos.
- Deberíais dormir – fueron las palabras de Tyler, sin querer aportar ningún comentario al respecto. Me gire a mirarle. Cerró los ojos, fingiendo que él ya lo hacía y yo hice lo mismo, debía descansar algo antes de que amaneciese, o estaría cansadísima al día siguiente.
Me quedé dormida con el traqueteo del tren y el monólogo que Peter mantenía consigo mismo, sobre las cosas que los robots no podían hacer, ante la molestia de su amigo.
Cuando volví a abrir los ojos era tarde, la mayoría de las personas de aquel tren dormían, excepto algunos que rezaban aterrorizados todo lo que se sabían. Peter también soñaba a mi lado, del que no había ni rastro era de Tyler. ¿Dónde se habría metido?
Me levanté y caminé con cuidado por aquel largo pasillo, mirando por las ventanas en un par de ocasiones, sin ver nada más que la noche oscura acechándonos. Él estaba al final del vagón, mirando hacia el camino que dejábamos atrás, la ciudad y todo aquel caos, pero había algo preocupándole.
El olor del humo era casi devastador, pero también olía a humedad, estábamos cerca de las montañas.
- ¿Qué haces aquí tan sólo? – quise saber, haciendo que se voltease a mirarme, sorprendido de que estuviese allí. Volvió a mirar hacia la noche, como si estuviese esperando algo.
- ¿Lo escuchas? – preguntó, agudicé el oído, pero no podía escuchar absolutamente nada, sólo el silencio de la noche.
- Yo no escucho nada – contesté.
- Exacto, hay demasiado silencio, ni siquiera puedo escuchar a los animales – miró hacia arriba un momento, observando algo que llamó su atención y la mía, alguien acababa de lanzar una bengala. Las chispas rojas y las azules se entrelazaban – tenemos que irnos – le miré, sin comprender, lucía demasiado preocupado – ve a por Peter – justo iba a obedecerle cuando el tren frenó con brusquedad, haciendo que él se viese en la obligación de sujetarme para que no me despeñase. Ambos nos miramos, con cautela, estábamos demasiado cerca. Quizás era la primera vez que él estaba tan cerca de una chica.
El resto de las personas de aquel tren empezaron a despertarse y a preocuparse sobre lo que ocurría en el exterior, justo cuando él sujetaba mis cabellos rebeldes detrás de mi oreja, sorprendiéndome. ¿Cómo podía preocuparse por algo así en un momento como aquel?
- Algo está pasando – me quejé al escuchar disparos y gritos en el exterior. Él asintió, agarrándome del brazo para colocarme a salvo, detrás de su fuerte espalda.
- Están aquí – aseguró Peter llegando hasta nosotros, lucía más preocupado que de costumbre - ¿Qué vamos a hacer?
- Saltar – contestó Tyler, ante la sorpresa de ambos. El primero negó con la cabeza, como si pensase que este estaba loco – el río Santa Ana está debajo de nosotros.
- No pienso saltar sin saber la profundidad que tendrá, completamente a ciegas – se quejaba.
- No tenemos tiempo para pensar en las variantes – añadió, empujando a Peter hacia el vacío, preocupándome. Estaba aterrada - ¿estás lista? – negué con la cabeza, provocándole una sonrisa de calma. Me agarró de la cintura y luego tiró de mí. Ambos caímos al vacío. Contuve la respiración y cerré los ojos, aterrada, sabiendo que aquella locura podría matarnos, pero ... inexplicablemente me sentía bien en sus brazos.
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