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Capítulo 2 - Las cervezas.

Buenos días.

Hoy toca capítulo nuevo.

Espero que les guste :D

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Mi corazón se calmó considerablemente, ni siquiera me importaba la pelea que acababa de tener con esa máquina, ni la forma sobreprotectora en la que miraba a Sarah, no cuando estaba allí, mirando aquellas preciosas vistas con la chica que me gustaba.

Metí las manos en los bolsillos de mi chaqueta y la escuché bostezar a mi lado. Saqué una chocolatina y la puse a su alcance. La agarró y la tomó como desayuno, aceptando eso por mi parte.

Quizás aquella vez podría dejar de ser invisible a sus ojos, quizás tendría la oportunidad de mostrarle mis sentimientos y conquistarla. Sonreí, ante esa sola idea, mientras ella se terminaba la chocolatina, guardando el papel en uno de sus bolsillos, para evitar contaminar el lugar que nos rodeaba.

Sonreí. Era más parecida a mí de lo que se veía a simple vista. Ambos adorábamos la ciencia, a mí me iba más la robótica, mientras ella estudiaba física. Son dos campos bastantes lejanos el uno del otro, pero no deja de ser ciencia.

- Gracias – me dijo.

- No hay de qué – contesté, observando cómo se daba la vuelta y miraba hacia el robot.

- Deberíamos irnos – añadió, asentí, siguiéndola hacia el auto, entrando en él, mientras el Magnus 7 se ponía en marcha. Debíamos atravesar cuatro estados hasta llegar al refugio. Aquel viaje estaba lleno de peligros, y apenas teníamos nada.

- Paremos en la próxima gasolinera que veamos – sugirió el magnus. Parecía que él también sabía lo que estábamos haciendo – debemos repostar y recolectar víveres.

La teoría estaba bien, el problema era ponerla en práctica. Las más de tres gasolineras que encontramos a nuestro paso habían estallado, sin lugar a dudas sería obra de los rebeldes, que estaban decididos a evitar que las personas huyesen hacia las montañas. Quizás estarían buscándonos, quizás alguien más sabía que había un robot entre nosotros.

Alargué la mano para poner música, el silencio en aquel vehículo me estaba matando. Sonreí en cuanto escuché los acordes de "Yesterday". El doctor Cooper y yo teníamos gustos similares.

Abrimos las ventanillas y sacamos las manos, Sarah y yo, cantando a pleno pulmón, mientras aquella máquina intentaba comprender nuestro comportamiento. Lo que una canción puede causar en los humanos. Rompimos a reír al mirarnos, esa complicidad que los acordes causan en las personas.

Más canciones de los años 80 continuaron después de esa canción. Sonreí, divertido, mientras el robot continuaba con una mirada impasible.

El auto se detuvo en una gasolinera al norte de Littleton, Colorado, y los tres salimos, más que dispuestos a encontrar provisiones. Sarah y yo fuimos a la tienda, mientras el magnus se quedaba a repostar gasolina.

El apocalipsis.

La gente se vuelve loca en ese tipo de situaciones y compra más de lo que necesita por miedo a quedarse desprovista. Era justo eso lo que ocurría. Pude ver el miedo reflejado en el rostro de varias personas, el desconocimiento y la ansiedad.

Cogimos algunos paquetes de patatas, varios refrescos y chocolatinas, ya que el agua, los bocadillos, incluso los bollos habían sido arrasados. Los pagamos en efectivo y guardamos todo en su mochila, charlando animadamente sobre el papel higiénico, pues sorprendentemente siempre era lo primero en acabarse frente a una pandemia. Y entonces nos detuvimos a mirar al bar que había justo al lado, donde la gente entraba despreocupada.

¿En serio? ¿Estábamos en medio de un apocalipsis y aquellos idiotas se ponían a beber alcohol? Me parecía de lo más irreal.

- Deberíamos volver – sugirió, mirando hacia el chico misterioso que cargaba el auto con gasoil, despreocupado, mirando hacia la carretera.

- Te invito a una cerveza – le dije, lanzando ficha, porque quizás no tendría una oportunidad como aquella de nueva. Saqué un lado seguro de mí mismo que no tenía en lo absoluto – ya tienes más de 18, así que ...

- No me parece que sea el mejor momento – contestó – estamos en medio de una guerra tecnológica, Peter.

- Precisamente por eso, quizás no tengamos otra oportunidad – sonrió, entendiendo lo que quería decir y se dejó arrastrar hacia el interior de aquel antro.

-

El Magnus esperaba con paciencia a que apareciésemos, sentado sobre el capó del auto, fijándose en cada una de las personas de aquel lugar. La mayoría repostaba y se marchaba con rapidez, temiendo por sus vidas. Otras se atrevían a entrar a por provisiones y se marchaban poco después. Y luego estaban los despreocupados, que entraban en el bar que estaba justo al lado y no volvían a salir hasta estar lo suficiente borrachos como para importarles aquella guerra estúpida, ignorando el peligro que corrían.

Ni siquiera era consciente de que aquel ser estaba viendo todo aquello por primera vez, sacando sus propias conclusiones de todo.

El galope de los caballos se escuchaba a lo lejos, justo cuando él cerraba los ojos y recordaba los vídeos de carreras de caballos que el profesor solía ponerle cuando estaba en el laboratorio. Recuerdos. Se supone que los robots no tenían de eso.

Las bengalas rojas y azules alumbraron el cielo, y los gritos de la multitud resonaron en aquella noche silenciosa, haciendo que él abriese los ojos, y se percatase de lo que ocurría. Tomas Fletcher estaba allí, los había encontrado.

Entró en la tienda de la gasolinera, sintiendo aquella sensación extraña apropiarse de su cuerpo, algo que no había sentido jamás. El miedo. Había escuchado hablar de él cientos de veces, pero su maestro jamás le enseñó cómo actuar en esas situaciones, solía decirle que era mejor que lo averiguase por él mismo, que eso lo haría sentir humano. Pero ... ¿cómo iba un robot a sentirse como un humano?

No había ni rastro de Sarah Cooper o Peter Leewis en el interior de aquella tienda, y eso sólo le preocupó un poco más. Preocupación. Otra cualidad humana que un robot no debería tener.

Atravesó el lugar, escuchando de lejos los gritos de júbilo de Tomas Fletcher, sintiendo el miedo agolpase en su cerebro con cada paso. Deteniéndose en el interior de aquel bar, en cuanto nos vio a Sarah y a mí, divirtiéndonos en la pista de baile, como si fuésemos dos adolescentes irresponsables.

Sí, no estuvimos demasiado finos en ese momento. Pero en mi defensa diré que era mi primera vez en un bar, bebiendo cerveza.

Su mundo se detuvo, sus ojos rodearon cada rincón de aquella fiesta, la primera que podía presenciar personalmente, no en películas ni grabaciones que su creador le ponía, fuera de la teoría, algo que estaba sucediendo frente a sus ojos en ese momento, y las risas de Sarah Cooper resonaban por el lugar, mientras me veía hacer el tonto con dos patatas fritas que ni siquiera puedo recordar de dónde salieron.

¿Por qué exactamente reían los humanos? ¿Qué les incitaba a bailar? ¿Por qué sonreían? ¿Qué eran esas miradas de complicidad?

Para un robot como él, esas preguntas siempre le interesaron, pero su creador nunca le dio respuestas, seguía con su idea fija de que debía descubrir todo aquello por él mismo, cuando visitase el mundo exterior. Tan sólo... nadie esperó que fuese en esas circunstancias, se suponía que sería en un entorno controlado.

Podría poneros mil excusas, pero estar allí con Sarah fue algo maravilloso, así que no os pondré ninguna. No podía creerme que estuviésemos allí, sintiéndonos cómodos el uno con el otro, como si fuésemos amigos. Quizás me pudieron las ganas por tenerla.

- Eh tú – escuché una voz junto a nosotros, haciendo que perdiese las ganas de reír y pasármelo bien de repente, incluso se me bajó la borrachera. Conocía bien aquella voz. Su afán de vengarse nunca pasó desapercibido - yo te conozco – tragué saliva, ante la sola idea de que nos hubiese descubierto - ¿no eres la hija de ese viejo chiflado que jugaba a ser dios? – negó con la cabeza, horrorizada, haciendo que temiese por nuestras vidas.

- Sí – afirmó uno de sus secuaces, levantando la mano para agarrarla. Era el fin, ni siquiera había tenido la oportunidad de huir, siempre estuvo condenada por ser la hija de uno de los que iniciaron todo aquello, uno de los creadores del proyecto Magnus – es ella.

Sabía que era el momento decisivo, debía hacer algo para protegerla, pero mi papel en esa historia nunca fue tal, tan sólo era un cobarde, no estaba preparado para los acontecimientos que estaban por llegar. Cerré los ojos, horrorizado, escuchando el grito que salía por su garganta, agarrando su mano en acto reflejo, más que preparado para huír, pues era eso lo único que podía hacer por ella.

- ¿Quién coño eres tú? – preguntó el tipo de antes, haciendo que ambos abriésemos los ojos y mirásemos hacia la imponente espalda de un muchacho que se nos había puesto delante, para evitar que esos tipos pudiesen hacernos daño.

Era él, el Magnus 7. Y aquello me parecía de lo más irreal.

Los rebeldes nos rodearon en seguida, ahuyentando a las personas que nos hacían hueco para no estar en medio de lo que allí estaba por suceder.

El magnus se quedó en el mismo lugar, cerró los ojos y se concentró, escuchando solo los sonidos que le eran relevantes para empezar aquella lucha. Uno a uno, los rebeldes le atacaron con aquellos bates, y él consiguió salir airoso, haciendo piruetas aquí y allá, como si fuese un verdadero karateka, logrando incluso que Sarah y yo abriésemos la boca sorprendidos, siguiendo cada uno de los pasos de aquel ser, que en aquel momento se defendía de Fletcher, que le atacaba directamente con una navaja. Sonrió, con chulería, haciéndole una señal con la mano para que se acercase, dejándome algo desorientado.

Detenía a aquellos tipos antes de habernos alcanzado y los empujaba hacia un lado, luchaba con ellos y salía airoso, sin un rasguño, consiguiéndonos el tiempo que necesitábamos para huir. Pero yo parecía haberme quedado detenido en el piso, me era imposible reaccionar. La forma majestuosa en la que se defendía me parecía algo mágico, jamás presencié algo igual.

- ¡Llévatela de aquí! – gritó, justo cuando detenía el ataque de Fletcher con la mano, agarrando el cuchillo antes de que se hubiese clavado en su cuerpo y lo empuñaba directamente, sin importarle la herida que se había hecho al quitárselo a su oponente. Ni siquiera me quedé a mirar si estaba bien, no cuando debía hacer caso a sus palabras, debía llevarme a Sarah, ponerla a salvo.

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