Capítulo 1 - Recoger a Sarah Cooper.
Buenassss
Me adelanto un día y les traigo el capítulo 1 de esta historia tan diferente. Esta vez, está narrada por Sarah. Espero que les guste :P Ya me contaréis!
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El silencio de aquella sala de estudio me calmaba, mientras mi pulgar presionaba el mecanismo del bolígrafo sacando y guardando la punta una y otra vez, envuelta en mis ejercicios de física, intentando demostrar la teoría que tenía en mente, ignorando los comentarios de las chicas sobre lo complicados que eran aquellos días las clases en la universidad, y los de la mesa de al lado, que seguían hablando sobre los ataques de los rebeldes a la ciudad.
Se acercaba una guerra entre máquinas y seres humanos, y sabía que al final ganarían, se cargarían todo por lo que nuestros padres lucharon, el progreso no era algo importante en aquellos días.
Si pienso en ello, creo que el ser humano siempre se ha sentido amenazado por el cambio, cuando las cosas eran distintas a como esperaban se oponían y se cargaban el progreso. Lleva pasando durante décadas, si miramos atrás en la historia de la humanidad, creo que podemos encontrar cientos de ejemplos.
Miré hacia el reloj digital de mi muñeca, casi eran las doce, papá prometió recogerme a esa hora y aún no había rastro de él. Tenía un mal presentimiento, tan sólo esperaba que estuviese a salvo, que su loca idea de ir a la universidad a recoger el trabajo de toda su vida no hubiese sido demasiado peligroso para él.
- ¿Qué crees que nos pasará? – quiso saber Tessa, justo cuando yo cerraba el cuaderno, pues estaba cansada de intentarlo. No iba a concentrarme si seguía allí, con aquellas cotorras que no iban a detener su verborrea – He oído que las familias están emigrando al norte. Todo esto será un verdadero caos cuando lleguen los rebeldes.
- ¿Qué pasará con tu padre? – preguntó Lena, me encogí de hombros, sin querer compartir aquella información con ellas. El plan de papá era algo ultra secreto, algo que sólo nos involucraba a nosotros dos – Será uno de los primeros que caerán si le cogen.
- Es cierto – añadía Tessa - ¿no participó tu padre en el proyecto Magnus? – tragué saliva, fingiendo que no se me notase esa preocupación que tenía dentro.
- Sarah – llamó la voz de la señora Parker, haciendo que girase la cabeza para mirarla, luciendo despreocupada, con aquel moño casi desecho en mi cabeza. Me sorprendió no encontrar a papá, solo a Peter Leewis y otro de sus alumnos, al que ni siquiera conocía – te buscan.
- ¿Quién es el que viene con Leewis? – comenzó Tessa, mientras yo metía apresuradamente los libros en la mochila, más que dispuesta a abandonar aquella sala y dejar allí a mis compañeras de clase.
- Está cómo quiere el tipo – añadía Lena, mientras yo las despedía con la mano y caminaba decidida hacia aquellos dos.
No negaré que me fijé en ese chico, ese al que mis compañeras se referían. Era alto, cabello castaño y ojos claros, muy guapo, era totalmente el tipo de chicos de ellas, no el mío que me iban más los rubios. Pero había algo extraño en él, algo misterioso que llamaba mi atención.
- ¿Dónde está mi padre? – quise saber, junto a las escaleras que daban a la parte de arriba, tan sólo tenía que subir abrir la habitación de Lena y coger mi macuto. El que mi padre me obligó a preparar esa mañana, antes de dejarme ir a clase. Peter actuó como siempre, tímido hasta la médula al hablar directamente conmigo, mirando al suelo, sin tan siquiera responder a una de mis preguntas - ¿quién es tu amigo? – quise saber, mirándole de reojo.
Tenía un porte decidido, con la vista fija en mí, con una indescifrable mirada, como si me estuviese estudiando minuciosamente.
- Es Tyler Magnus – contestó, haciendo que me fijase de nuevo en él. ¿Magnus? Debía ser una coincidencia que se llamase igual que el proyecto de papá, ¿no es cierto? Era imposible que fuese un robot, era demasiado humano para serlo – Tu padre quería que te llevásemos a un lugar seguro.
No.
Aquel no era el plan.
Era él, mi padre el que me llevaría a las montañas nevadas de Moose,Wyoming. Aquellos dos no entraban en nuestros planes en ningún momento.
- El doctor Cooper prometió que se reuniría contigo allí – se atrevió a decir aquel tipo desconocido. Me fijé en su voz, era suave pero decidida, casi sensual, me puso los pelos de punta. Pero me centré en lo que había dicho. Papá solía cumplir todas sus promesas, no había por qué preocuparse, aquella no sería una excepción - ¿te ha prometido alguna vez algo que no haya cumplido? – sonreí, porque sabía que era lo que él hacía, era su forma de calmar mi corazón, y sólo por eso ya iba a unirme al Team Magnus, dejando a un lado el equipo de Leewis el tímido.
- Recogeré mis cosas para que podamos irnos – anuncié a aquellos dos, para luego darme la vuelta subiendo las escaleras que daban a la parte de arriba, escuchando detrás de mí, sin apenas pretenderlo las palabras de aquel chico misterioso.
- Es más bonita de lo que imaginé.
Peter por poco no se disloca el cuello al mirarle con tanta rapidez, totalmente sorprendido por las palabras de su amigo.
Sonreí, atravesando el pasillo, pensando en aquello. No solía despertar interés entre los chicos de mi edad. Para empezar no me interesaban demasiado las citas, ni los besos, ni los chicos, tan sólo estudiar y atender en clase. Mi sueño era convertirme en alguien talentosa en el mundo de la ciencia, justo como lo fue mi madre.
Cogí la bolsa y cerré la puerta, sin tan siquiera echar un último vistazo a aquella habitación antes de irme, y caminé de nuevo hacia aquellos dos despistados que parecían estar teniendo una conversación sobre los derechos de los robots a seguir existiendo en este mundo. Al parecer Magnus era pro robots.
- ¿Trabajas con mi padre? – quise saber, mientras nos subíamos en el auto, allí con todas aquellas cajas, toda la investigación de mi padre. Él no dijo nada, y yo me centré en Peter, en el asiento del copiloto, con los brazos cruzados, echando una cabezada mientras su compañero llevaba el auto aquella vez.
Peter Lewis era un chico bastante normal, no muy agraciado que digamos, pero siempre tuvo un aire hippie que me gustó mucho. Tenía el cabello rubio, alborotado y con un corte parecido al que llevaba John Lennon, integrante de uno de sus grupos favoritos. Ojos color avellana, complexión delgada y más o menos de mi misma estatura.
Dejé de prestarle atención y miré por la ventanilla, observando la espesura de la noche a nuestro alrededor. Hacía frío, así que me acurruqué en mi chaqueta, e intenté ignorar el vacío de mi estómago, ya que apenas había cenado.
- ¿Eres compañero de Peter? – insistí. Pero más silencio fue lo que obtuve como respuesta. ¡Capullo! Me parecía un borde, no había más, y no me sorprendió ni un poco, pues los chicos tan guapos como él se lo tenían demasiado creído – No eres de hablar mucho ¿no? – más silencio. Me dejé caer en mi asiento y me crucé de brazos, molesta con ese idiota.
- No – fue su respuesta, sorprendiéndome, pues no pensé que realmente fuese a hacerlo. Le ignoré, observando la gasolinera en llamas, mientras la gente corría a resguardarse de un sitio para otro, justo cuando estalló, formando una gran humareda que se expandía por todo el cielo.
Ya había comenzado. Los rebeldes acabarían con todo lo electrónico, todo lo relacionado con las tecnologías. No podía culparles porque entendía sus razones, más después de lo que el gobierno hizo, dejando a todos aquellos soldados en la calle, dejando que las máquinas usurpasen sus trabajos.
Pienso que todo aquello se podía haber evitado. Los extremos nunca son buenos, los robots podrían haber trabajado junto a los humanos en el frente, sin necesidad de dejarles sin trabajo, pero el gobierno quería mejores resultados, eso era todo.
¿Cuántos puestos de trabajo se podrían ahorrar si una máquina hacía el trabajo de una planta completa? Reducir costes, ese fue siempre el fin de las empresas. A nadie les importan las personas, sólo eres un activo del que deshacerse cuando dejas de ser útil. Esa es la realidad.
Nos encontramos a miles de personas por el camino, intentando que detuviésemos el coche, pero Tyler no se detuvo en ninguna de esas ocasiones. Y lo entendía perfectamente, no se puede fiar uno de nadie en un apocalipsis, pero eso no quiere decir que compartiese su postura.
En algún momento de esa silenciosa noche me dormí, tuve un cálido sueño, justo la última navidad que pasé con mis padres, cuando mamá estaba viva y llegó a casa el nuevo guardaespaldas que papá había contratado, disculpándose por no poder quedarse todo el día.
Dejé de prestar atención al trenecito que Santa me había traído, me puse en pie y abandoné el cálido salón alumbrado por la chimenea, escuchando un poco más de aquella conversación.
- Se le contrató por una razón – se quejaba papá, mientras mamá le agarraba del hombro para que no fuese tan duro con él – si no tiene con quién dejar a su hijo, no es nuestro problema... - el hombre se quedó mirándome, y entonces fui descubierta – Llévatela – pidió hacia mi madre, que caminó hacia mí, cogiéndome en brazos, alejándome de aquellos dos.
Mi familia no era tan perfecta como podáis imaginar, mis padres discutían con mucha más frecuencia de la que deberían, y siempre he pensado que mi padre era demasiado duro con el servicio.
El sol que se colaba por las ventanillas del vehículo fue lo que me despertó, en la más plena soledad, en aquel claro del bosque, mientras observaba a lo lejos a Peter discutiendo con su amigo.
- ... No – Le escuchaba, malhumorado, justo cuando abrí la puerta y caminé hacia ellos, con sigilo – No eres cómo nosotros, así que no tienes ese derecho – un paso en falso por mi parte hizo que el crujir de una rama los alertase a ambos, que se voltearon a mirarme - ¿ya estás despierta? – volvió a mirar hacia el horizonte, justo cuando Tyler apretaba los puños, molesto y se marchaba a nuestro vehículo.
- ¿Va todo bien? – quise saber, deteniéndome a su lado, observando aquel valle que teníamos debajo de nuestros pies. Era hermoso, el cantar de los pájaros, el sol incidiendo en las ramas de los árboles, el sonido del río a lo lejos, y el refrescante olor a pino. Siempre me ha gustado acampar en el bosque, soy realmente rara entre las adolescentes de mi edad - ¿por qué hemos parado?
- Necesitaba estirar las piernas – aseguró, aunque sabía que estaba mintiendo. Siempre he tenido el don de saber eso, podía ver cambios en la voz de los sujetos cuando eso sucedía. Empecé a darme cuenta desde bien pequeña, cuando los adultos me contaban una mentira para suavizar la verdad.
"Fue un accidente" – aseguraba papá el día del accidente que acabó con la vida de mamá – "Tú no tuviste la culpa"
¿Por qué se empeñaba todo el mundo en decirme eso? Cuando recordaba bien al tipo del arma, era imposible olvidar ese aspecto desaliñado, ese brazo lleno de tatuajes apuntándome con su arma, y esa sonrisa tan perfecta, sin ni un diente torcido. Jamás olvidaré lo que sucedió ese día, dos personas inocentes murieron por salvar mi vida.
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