🔬Cap33:" Call it what you want"🔬
Sorry not sorry.
Advertencia.
Super largo, super intenso.
Mi infancia fue una etapa de mi vida que jamás voy a olvidar, mucho menos olvidaré a quien estuvo presente en ella, mi padre.
El vínculo que teníamos era más fuerte del que tenía con mi madre, nunca hemos sabido el porqué. Seth siempre ha estado más apegado a mamá y yo a papá. Cuando Seth tenía miedo, buscaba mamá y yo mi padre. No siento que sea favoritismo, más bien Seth y mamá comparten carácter y se entienden mejor, lo mismo con papá y yo. Desde muy pequeño era cobijado por sus consejos y sus locuras.
El padre de mi madre, tenía un rancho y en él había muchos animales, entre ellos, caballos. Recuerdo que papá trato de mil maneras enseñarle a Seth a montar, pero el niño les tenía miedo y prefería estar en la cocina con la abuela. Yo en ese entonces tenía 3 años y yo quería montar un caballo. Le pedimos permiso a mamá y cómo en la mayoría de los matrimonios, la última palabra la tiene la mujer y bueno, su palabra fue no. Igual nos valió madres, de todos modos me enseñó a montar. Sobra decir que cuando mi madre me vio montado, solo, en un caballo enorme, casi se muere de miedo, me deshereda y mata a papá.
Matías Martensi no solo era mi padre y me ejemplo a seguir, era mi amigo y confidente. Un hombre que tanto te podía hacer reír hasta que quisieras ir al baño y encubrirte de mamá, cuando llegas a las 2 am, todo borracho y sin saber quién eres, hasta ser el papá que no quieres ver enojado porque sabes que no habrá manera de calmarlo. Ahora solo era un recuerdo, uno que dolía. Matías Martensi, no solo era un gran hombre y padre, era de los nuevos genios de la física, de los más respetados. En tiempo pasado. En el presente, no quedaba ni un mísero rastro de él, nada. El hombre sentado frente a mí solo era un fantasma de mi padre. Jugaba con piezas de LEGO, sentado en una silla blanca que hacía juego con sus ropas.
— Podemos armar cualquier cosa con estos instrumentos científicos.— dijo ensamblando piezas al azar. Había días en que estaba más lucido que otros, esos eran los mejores. Podías hablar con él, casi como antes, con la excepción que, entre sus frases, decía cosas incoherentes. —¿Cómo te va en la universidad?— me preguntó interesado y viendo sus juguetes.— !Mira¡ Es un átomo.
— Bien, voy bien.— contesté sin más.— Eso no parece un átomo papá ¿Cómo sabes cómo se ven?
— ¿Y tú cómo sabes que no se parece?— Sus ojos avellana me vieron con intriga.— ¿Has visto uno para decirme que no sé parece?
— mmm... ¿No?
— Ves, no puedes decir que no es igualito a un átomo.— Ganó la discusión, no había argumento alguno contra eso.— Cami, sabes que no me dejan salir del laboratorio, soy muy importante para esta investigación y no puedo estar contigo.
— Lo sé.— le di la razón con un nudo en mi garganta.
— Pero quiero que me cuentes todo ¿Qué cosas te han pasado?— Él creía que dónde estaba, era un prestigioso laboratorio privado y del cual no podía salir hasta tener resultados de sus experimentos. Una ilusión que se creó, evitando así, su realidad.
— Todo está casi igual, sigo hablando con Cris, te manda saludos.— continúe a relatar.— Mis amigos, Alex y Nuria siguen por ahí... Y amm, creo que estoy saliendo con una chica.
— Eso es nuevo.— dejó de lado sus Legos y me examinó con sumo cuidado.— ¿Cómo se llama?
— Lune.
— ¿Luna?
— Si pero en francés.—Corregí divertido.
— ¿Estás enamorado?— cruzó sus brazos y me miró duramente.
— ¿No?— contesté dudoso.
— ¿Es pregunta o respuesta, Cam?—Mi papá jamás me decía por mi nombre, siempre era Cam o Cami.— ¿Estás enamorado? La respuesta es un sí o un no.— presionó para que le diera una respuesta rotunda.
— No es tan fácil, apenas la voy conociendo.— no era un excusa, era la verdad.
— Jóvenes, luego lo aceptarás.
¿Qué estaba viendo que yo no?
Los viernes eran días de visita en el centro de psiquiatría, cosa buena porque hoy no quería venir con Seth. Ayer fue todo un desastre en todo el sentido de la palabra. La doctora Wood me dio la regañiza del año y me hizo sentir una mierda. Acepté la culpa por la terrible exposición, por lo que decidí darme el día para quitarme el enojo y la frustración. Por esa razón estaba aquí, visitando a mi padre. Aunque no estuviera cuerdo y no me diera ningún consejo, me sentía mejor con él. Platicando y escuchando las pendejadas que decía.
— Cuando me den el nombramiento de caballero, ella jamás te dejará ir.— solté una carcajada ante su lógica.
— Padre, le van a dar un Nobel.— le dije muy entre risas.— Qué seas caballero, no es nada para ella.
— Entonces si te ama de verdad.— lo soltó, así sin más.
— ¿Qué? ¿Por qué....? ¿De dónde...?— me interrumpió mis preguntas a medias.
— Si está contigo, siendo un don nadie y ella siendo todo.— Hizo un movimiento medio extraño con sus dedos sobre la mesa.— Ella te quiere por lo que eres, no por lo que tienes y mucho menos por lo que se sabe de ti.
Damn
Las palabras de mi padre fueron directamente y sin escalas a grabarse en mi cerebro. De un lado estaba conmocionado por lo que mi padre me decía, quizá Lune si me quiera a pesar de todo. Por otro lado, ella no sabía la verdad de esto, no sabía quién era completamente ¿Qué pasaría si se entera de esto? ¿Nuestra relación cambiaría si se enterase de esta situación? Si supiera la verdad de lo que quiero, no sé si me siguiera queriendo o al menos gustando.
El motivo por el cual, mi padre termino internado en una clínica psiquiátrica, eran los Zays. Ellos fueron los causantes de la locura y desequilibrio mental de mi padre, por ellos no tengo a mi padre todos los días en mi casa. Gracias a ellos, tenía que soportar ver a mi héroe en un estado deplorable.
El camino que estaba tomando la conversación me incomodaba, por lo que preferí cambiar el rumbo. No quería hablar más de Lune, de alguna manera seguía afectando mi mente. Hablamos otro rato de su súper experimento y lo que iba a aportar a la humanidad. La visita iba muy bien, hasta que recordó.
— Ellos... Ellos fueron.— se tomó con ambas manos la cabeza y con ellas se comenzó a pegar.
Estaba teniendo una crisis. Llamé rápidamente a las enfermeras y traté de calmarlo. Intenté, sin resultados positivos, hablarle y distraerlo del tema con cualquier cosa.
— ¡Son tres!— gritó y trató de pegarse otra vez.
Lo detuve antes de que se hiciera más daño, y aunque le hablaba, él parecía no oírme. Seguía gritando y diciendo que eran tres, que ellos fueron los que le hicieron esto y que estaba bien. Me pareció eterno el tiempo que estuvo así, hasta que le pusieron calmantes. Se lo llevaron a su habitación y a mí me dijeron que era mejor irme. No tuve más remedio que acatar las indicaciones. Las crisis ya no ocurrían tan seguido, pero seguían ocurriendo. No podía hacer nada para ayudarlo, y eso es lo peor, la frustración de no poder hacer nada.
Caminé al estacionamiento del lugar, dirigiéndome a mi coche. Mi mente estaba nublada, que no estaba en esta dimensión. Seguía en el palacio mental, dándole miles de vueltas a lo que me había dicho papá. Sin embargo, hubo algo que logró regresarme a la tierra y querer huir de ahí. El lujoso auto de Nyx, estaba aparcado en la entrada del centro.
¿Qué chingados estaba haciendo está aquí?
Su auto afortunadamente estaba muy lejos del mío. Revisé la zona y parecía no haber nadie, así que, sin perder tiempo me fui a mi vehículo y me largué del lugar. Rezaba porque la chica no me haya visto, ni a mí, ni al auto. Salí velozmente y seguí de ese modo hasta llegar a mi casa. Entré al mi condominio con la esperanza de llegar a mi depa, tomarme 3 caballitos de tequila e irme a dormir. No quería hacer nada, estaba lo suficientemente harto de la vida y de pensar. Más en cambio, la vida no quiere eso para mí.
En las escaleras de mi edificio, las que estaban a lado del departamento, estaba sentada Lune. Ella jugaba con sus pies que portaban unas botas azules tornasol, moviendolos de un lado al otro.
— ¿Qué haces aquí?— Ella volteo a mi ante mi cuestionamiento.
— Te esperaba.— contestó restándole importancia.
Le tendí la mano para levantarla y así poder estar casi de la misma altura. La aceptó y de un jalón la levanté.
— A veces me das miedo.— dije mientras abría la puerta.— Pero enserio ¿Qué haces aquí?— La invité a pasar y fui detrás de ella.
— Quería hablar contigo.— llegó a la sala pero no se sentó, permaneció parada.
— ¿Y si no llegaba?
— Seth me dijo que no te ibas a tardar.—¿Ella me esperó? ¿Ella? ¿Lune? — No me mires así.— se cruzó de brazos y me vio feo.— Vine porque quiero y puedo ¿Problema?
— No, no, no es eso.— Respondí rápido.— Sinceramente me sorprende que lo hayas echo, significa mucho.
— Si, lo que sea.— dijo acercándose.— Vamos al cine.
— ¿Me estás invitando? ¿Tu? Lune Eris Zays.— Dije los más sarcástico posible.
— ¿Se te van a caer por aceptar?— atacó fuerte y al grano.— ¿Si o no?
— No.— contesté en segundos.
La cara que puso fue épica. No sabía si era de enojo, sorpresa o que me iba a matar aquí mismo. — Bien.— trató irse, pero la detuve con un brazo.
— No tengo ganas de salir, no me siento bien.— su rostro se relajó y pareció comprenderme.— Pero, podemos ver una aquí ¿No?
— Oh, ya.— dijo un poco en shock.— Si, me parece bien.
Juntos fuimos a la cocina a preparar frituras para ver la película. Hice palomitas y ella vacío las bolsas de papas especiales de Seth, en platos hondos.
— ¿Cómo sigues?— preguntó con cuidado.
— Me siento muy estúpido, para que te miento.— respondí viéndola a los ojos. Me sentí una basura en la ciencia, si no logré dar un puto seminario, no sé si podré con lo demás.— Supe que interviniste.
— Solo es un tropiezo, Cam.— se colocó frente a mí.— Esto no te define. Además, para no saberte los datos nuevos y esas cosas raras que te puso tu doctora a última hora, lo hiciste bien.
— Tú no puedes hablar, eres un genio.
— ¿Quién te dice que jamás he pasado por eso?— lo dijo de una manera tan seria, que me sentí aún más pendejo por no haber pensado en ello. Quizá ella también ha fracasado, pero ha aprendido de eso.
— ¿Has pasado por esto?
— No.— soltó una risita. Yo me cruce de brazos, lanzando le una mirada molesta.— Pero eso no quiere decir que no me pueda suceder, Cameron.— con sus manos me obligó a deshacer el nudo de mis brazos y después acaricio mis manos.— Eres muy inteligente, recuerda que yo califico tus exámenes. Y jamás había visto a alguien con tu capacidad y eso que estuve en el Cassab.
— ¿Quién eres y qué le hiciste a Lune?— me acerqué más a ella.— Gracias, por venir.
— No le hice nada, así soy.— Imitó mi acción, haciendo que nuestros rostros quedarán a centímetros.— Acostúmbrate.
¿Para qué hacernos idiotas?
Con un brazo la rodeé de la cintura y sin mucho esfuerzo, la cargué y senté en la isla de la cocina. No le di más vueltas y la besé, ella tampoco pidió explicaciones, simplemente se dejó guiar. Sentí como sus manos jugaban con el cabello de mi nuca, como se sentían mis manos sobre su cintura y cadera. Besar sus dulces labios eran como estar en el cielo, en el infierno y la tierra al mismo tiempo. El beso no era para nada salvaje pero tampoco era tierno, quizá un término medio. Ella jugaba conmigo, mordía un poco y luego succionaba, haciendo que las vibraciones de nuestros corazones aumentaran. Cuando el aire nos faltó, nos separamos lo necesario para respirar. La pegué más a mi cuerpo en un tipo de abrazo.
— ¿Quién eres y qué le hiciste a Cameron?— las pregunta salió de sus labios junto con una pequeña risa. No respondí, con mi nariz acaricie su rostro hasta llegar a sus mejillas, dónde dejé unos besos y pequeñas mordidas.— ¿Y yo soy la loca?— me reí ante su comentario. Le dejé un beso en la esquina de su labio e iba por más, pero el microondas chilló. A mí me valió madres, pero a ella no.— !Palomitas!— me empujó y fue por la bolsa de maíz explotado.— ¿Qué película vemos?
— ¿Y si no vemos la película?— le insinué. No esperaba que aceptara, es más, posiblemente me iba a insultar, pero me gustaba molestarla.
— Ah no, te chingas.— tomó todos los envases que contenían chatarra, o al menos los que pudo, y caminó a la sala, desapareciendo de mi vista.— Yo quería ir al cine.
Realmente me gustaba está tipa. Sonreí como un pendejo, hasta caí en cuenta lo bien que me sentía junto a ella.
— ¿Quieres un refresco?— grité para que me escuchara.
— No, me hace daño.— gritó de regreso.— Solo agua.
Tomé una jarra de agua de limón que era de Seth. Si ya le habíamos robado sus papas ¿Por qué no su agua de limón?
— ¿Y si vemos el concierto Reputation de Taylor Swift?.— propuso cuando llegue a su lado.
No, a penas y supere las canciones que tenía pegadas.
Terminamos eligiendo una serie. Sorprendentemente, los dos nos picamos con Black Mirror. Terminaba un capítulo y en seguida poníamos el siguiente. Sin darnos cuenta, el tiempo paso rápido, tanto que el cielo se tornó oscuro. Revisé mi celular para ver la hora y mándale mensaje a Seth. En la pantalla estaba marcado las 18 horas y Seth me avisó que iba a quien sabe dónde con Valy, que llegaría muy tarde o no llegaría.
— Ya es tarde.— le comenté tranquilamente.— ¿Trajiste la moto?
— No, como te da miedo subirte y pensé que íbamos a ir al cine, preferí venirme a pie.— explicó.
Le rodeé los ojos ante su comentario de mi miedo.— Pues... no te puedes ir a pie a estas horas.— señalé un tanto preocupado por su seguridad.— Te llevo a tu casa cuando quieras.
— No es tan tarde, si me voy ahorita si me puedo ir a pie.— se levantó del sillón y caminó a la puerta.
— ¿Entonces ya te vas?— dije un poco decepcionado mientras caminaba a ella.— Te puedo llevar a la hora que sea. Recuerda que mañana es sábado.
— Está bien ¿Y qué hacemos?— Cuestionó con doble sentido que no capté.
— Lo que quieras.— contesté inocentemente.
Se lo pensó un momento. Y no sé realmente que fue lo que dije, pero su semblante cambio a uno que entre que me dio miedo y me gustaba.
— !Taylor Swift¡— gritó feliz, corriendo a la sala.
— ¿Tengo de otra?— me agradaba verla así. Eran ese tipo de actitudes que no mostraba a muchas personas, detalles que no pensabas que tenía.
— Claro que no.— canturreó.
Puso el concierto y parecía niña pequeña, no sabía cómo describirla mejor. Se sabía no solo cada canción, si no también cada coreografía y sus discursos. No se podía quedar sentada ni un momento y no le importaba que me valiera madres que significaba cada canción, ella me la explicaba entusiasmada. Admitiré que el concierto me agrado, quizá allá sido porque estaba con ella. Llegó un momento en el que llegó una canción que me gustó, aunque era medio melosa.
— ¿Cómo se llama esa?— señalé a la pantalla.
Ella, aún parada y medio cantando, me dijo:
— Call it what you want (Llámalo como quieras).— Aproximó su ser al mío y me tendió la mano.— Ven.
La vi muy raro. Dudé mucho, pero terminé aceptando. Bailaba y cantaba a mi alrededor, haciéndome mover como ella. Claramente ella se sabía los pasos, yo ni de broma, así que su solución fue usarme como su monigote como quiso.
— I recall late november, holdin' my breath. Slowly I said, "you don't need to save me ( Recuerdo finales de noviembre, conteniendo la respiración. Lentamente dije, "no necesitas salvarme).— cantó al mismo tiempo que Taylor.—But would you run away with me?"(¿Pero te escaparías conmigo? ")— me dijo viéndome.
Me estaba muriendo de risa y ternura. Hay que aclarar que nadie había sacado ese lado mío.
— Ya que insistes.— contesté dándole una vuelta y atrayendo la a mí. Sus ojos heterocromáticos mostraban una felicidad tan grande que contagiaba.
Tuve razón desde el primer momento. Ella seguía siendo un enigma y mientras más descubría sus claves, más comprendía que jamás iba a terminar de conocerla. Terminó la canción y ella, a propósito, me hizo sostenerla de la cintura. Estaba es mis brazos, sin ninguna restricción.
¿Qué más daba?
A la fregada.
Eliminé todo el espacio entre nosotros y la besé, no se resistió e inmediatamente me acerqué más, ella colocó sus manos detrás de mi cabeza. La tomé por la cintura pegándola a mí con desesperación. El beso se intensificó, llenando el ambiente de deseo y lujuria. Cuando creí que podía ser más excitante, de pronto ella lo profundizó aún más, e inició una guerra con nuestras lenguas. Ella sabía cómo jugar; yo atacaba y ella respondía de igual manera. Eso me animó a no ser muy delicado, así que mordí un poco su labio inferior, haciéndola soltar un gemido entre nuestros labios.
Caminamos torpemente hasta el sillón, dónde sin dejarnos de besar me hizo sentarme y se subió sobre mí, con sus piernas rodeando mi cintura. Ella se mantenía derechita, besándome, pegada totalmente a mi cuerpo y yo, me permitía acariciar sus piernas sobre la tela de su pantalón, ella tenía mucha carne de dónde comer. Subí lentamente mis manos por sus muslos hasta su trasero y una vez ahí lo apreté contra mí, causado que nuestras partes se rosen. Gruñí ante lo bien que se sentía y ella lo captó inmediatamente que comenzó a subir y bajar, frotándose contra mí, poniéndome duro.
—Me vuelves loco.— Admití en un jadeo.
— Dime algo que no sepa.— atacó entre besos.
Mis manos subieron a su abdomen y se colaron por debajo de su playera. Su piel se erizó ante mi tacto, dándole al mismo tiempo una sensación de placer que la hizo soltar un profundo suspiro. No me detuve en solo acariciar su cintura, me fui más arriba; acaricié y masajeé sus pechos sobre su bra. Ella tampoco se quedó atrás. Me quitó la playera tirándola por algún lado de la habitación, con sus pequeñas manos acarició mi pecho, mi vientre, que gracias al gym estaba marcado, mientras los dos jugueteamos con muestras bocas. Su playera desapareció en un instante, así como su brasier, dejando expuesta su piel blanca por completo, y con ello, dos tatuajes. Estaban a los costados de sus blancos y excitados pechos, pero por el momento no pude apreciarlos bien.
La acosté sobre el sofá, quedando arriba de ella. Me desvíe de su boca para besar su cuello, clavículas y bajar lentamente por entre sus senos. Su respiración estaba tan agitada como la mía, pero no evitaba soltar suspiros de placer. Llegué a sus pechos y los disfrute a profundidad; los besé, los lamí, mordí y lengüetee, haciendo que arqueara su espalda a cada toque, dándome acceso completo a ella. Besé sobre sus tatuajes, los acaricié y me detuve a admirarlos un momento. El de lado derecho era un dragón en negro y del otro unas flores azules, que por la luz no analice los detalles. Seguí bajando, hasta llegar al borde de su pantalón, con la boca solté el botón y dejé besos esos sobre la tela de su pantis antes de volver a su boca. Ella bajó sus manos a mi cinturón, liberándome de él y sin previo aviso, metió sus manos dentro de este. Solté un jadeo ante su toque y mi mente se opacó, solo logré besar su boca y cuello tras sentir como su mano se movía dentro de mis ropas, tocando con firmeza y calma mi zona v, hasta llegar al resorte de mi boxer. Metió su mano y sujetó mi miembro sin dudar.
— joder.— gemí sobre su boca. La vi a los ojos, ella los tenía cerrados, disfrutando del momento, pero con una sonrisa de excitación y perversidad.
—No creí que cargaras con tan buenos genes.— intensificó su agarre. Su comentario era lujurioso, pero con su toque personal para joder.
Masajeaba de arriba abajo, aumentando cada vez más. Mi mente se quedó en blanco, pero sabía que no lo quería hacer aquí. Bruscamente, la tomé por su trasero y la pegué más a mí. Ella sacó su mano de mi parte.
—¿Qué?—dijo pero atrapé su boca para callarla.
La cargué y ella enredó sus piernas alrededor de mi cintura. Rápidamente la llevé a mi habitación, dónde la tumbe sobre cama, le quite el maldito pantalón y ella me ayudó con el mío. Ya en solo calzones me acosté sobre de ella y continúe a devorarla completamente. Besé, succioné y mordí cada parte de su cuerpo. Su cuello, sus senos, su estómago, hasta alcanzar su zona íntima y de ahí, me pasé a sus piernas que me volvían loco. Se desesperó a tal grado que, con nada de delicadeza, me empujó para quedar arriba de mí, ahora ella besó cada parte de mí, sin dejar de restregarme todo su cuerpo.
Ambos gemíamos al mismo tiempo, fuerte y claro, creciendo nuestra lujuria.
—Necesito hacerlo . — solté.
—¿Esperas invitación? — apretó su pelvis contra mi miembro.
Solté un gruñido. Tomé la parte baja de su espalda con una mano, con ella la moví frotándonos, haciéndola mojarse más. Sus pechos se restregaban en mi rostro y yo no podía más con la ola de calor que me invadía. Aumente el ritmo, con ella ayúdame.
—Hazlo... Ya... — pidió entre jadeos.
Me detuve. De la mesita de noche tomé un condón; me lo puse. Me volví a acomodar.
— Mírame. —le pedí.
Sus ojos bicolor se encontraron con los míos. Estaban dilatados, llenos de excitación y me provocaba más mi fetiche con sus ojos heterocromáticos. La penetre y su expresión fue una belleza de momento. No podría describir lo placentero que fue verla disfrutar. No desperdicié tiempo y comencé a embestirla. Primero lento, para no lastimarla, pero olvide eso cuando ella no pudo controlar su boca. Ella soltó los sonidos más placenteros y hermosos, que alguien puede soltar en el sexo. Me subía el ego y, por ende, para que no quedar mal, subí el nivel de embestidas. Todo mi ser lograba sentir como se estremecía bajo de mí, como temblaba, pero eso, no la detenía para querer sentir más. Rítmicamente se movía a cada penetración que le daba, no solo aumentando su placer, también aumentaba el mío.
—Ya me vengo. — avisó con voz entre cortada.
—Aguanta. —mi voz se había vuelto más gruesa, por la excitación.
La apreté más a mí, acelerando mis movimientos para llegar juntos. Ella me rodeó con sus brazos, reforzando el agarre de sus piernas. La cama no era para nada silenciosa, pero me valía un carajo si Seth llegaba y escuchaba.
—¡Ah! — gemimos los dos cuando llegamos al puto máximo de placer. Ella se tardó más en terminar. Después de que yo acabe, ella seguía gimiendo, razón por la cual no deje de penetrarla hasta que llegó al clímax.
Nunca nos dejamos de ver a los ojos. Ella pudo ver mi expresión al llegar al orgasmo como yo el de ella. Una imagen que se quedara guardada el resto de mi vida en mi mente. Pegó mi frente a la suya. Nuestras respiraciones eran un asco, ambos llenos de sudor y sin poder decir palabra. Besé su frente, sus mejillas y labios, dulcemente, no con deseo, más bien con cariño. Ella cerró sus ojos ante mis caricias, disfrutándolo y, sobre todo, aceptándolo.
Salí de ella con cuidado. Me senté en la cama para quitarme el preservativo y lo tiré en algún lugar del suelo, mañana me ocuparía de tirarlo como se debe. Regresé a acostarme junto a ella, la tomé por la cintura y ella pegó sus manos a mi pecho. Nadie decía nada, no teníamos la fuerza para hacerlo, pero tampoco para dormir.
Acaricié su espalda, sus glúteos, sus piernas y muslos, volviendo a subir mis manos hasta su espalda, e hice ese mismo recorrido, una y otra vez.
— ¿Ya eres adicto? — preguntó descaradamente.
— ¿A ti? — pregunté con una sonrisa reprimida. —Desde que vi tus ojos.
!Heterocromaticos¡
¿Soy yo o hace calor?
Inserte su reación aquí----->
Sentí feo por el padre de Cam y por Cam, pero vaya que al final le fue bien.
Díganme que les pareció y así.
Saben que pueden dejar su voto y comentar todo lo que quieran.
Los quiero.
Ale
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