6. Le hace "tilín"
6. Le hace "tilín"
¿Alguna vez habéis visto en los dibujos animados cuando a un personaje se le ponen las pupilas en forma de corazón? Bien, así debían de estar las mías en aquel momento.
Cuanto más conocía a Caleb, más me gustaba. Era como un rayo de sol. Siempre estaba alegre y sonriendo. Suspiré como tonta.
Habíamos pasado dos semanas prácticamente juntos; Aprovechábamos cualquier momento para vernos. Nunca me había dado señales de que yo también le gustara, aunque yo tampoco sabría decir, ya que nunca fui buena para ese tipo de cosas. Sobre todo si yo estoy involucrada.
—Y entonces la tortuga gigante, el unicornio rosa y yo hicimos un trío en el País de Nunca jamás. Y luego se nos unió Campanilla, que venía de comerse al Capitán Garfio.
No presté atención a lo que dijo Amy, sino que me limité a susurrar un Uhum mientras seguía pensando en él, mirando a la nada.
—¿¡Pero me estás escuchando!?— preguntó, exasperada.
—Esto... No— admití. Me miró con toda la furia que sus ojos verdes podían contener. Esbocé una sonrisa de culpabilidad y Amy puso los ojos en blanco.
—Necesito tu ayuda— al sentir la mano fría de Evan en mi hombro, y su voz casi en mi oído, pegué un brinco.
—Hijo de... ¿Qué demonios quieres?— volvió a esbozar una sonrisa ladeada. Me dieron ganas de arrancársela.
—Necesito consejo sobre chicas— solté una estruendosa carcajada, que provocó que todo el mundo se girase a mirarme.
—¿En serio?— él asintió, mirándome fijamente. Su sonrisa desapareció.
—¿Podríamos hablar... En privado?
Asentí lentamente, frunciendo el entrecejo. Evan echó a correr por el pasillo, dejándome sin otra opción que ir corriendo tras él.
Los demás estudiantes nos miraban extrañados al pasar, ¿No tenían vida o qué?
Evan se detuvo frente a la puerta del aula 105. Me puse junto a él y esperé a que dijera algo, pero ni siquiera balbuceó una palabra.
—¿Me haces venir hasta aquí sólo para esto? ¿Se puede saber qué te pasa?— pregunté. Evan se llevó un dedo a los labios mandándome guardar silencio. No hice caso y seguí hablando—Dime por qué estamos aquí o...
—¡Cállate!— levanté ambas manos para reafirmar mi inocencia.
—Vale— dije, alargando la e. Evan me miró como si hubiera ahogado a una camilla de cachorros inocentes. Es decir, sumamente mal.
Me crucé de brazos y esperé a que suspirara como colegiala enamorada. Reí cuando por fin esbozó la sonrisa bobalicona.
—¿A Evan le hace tilín Alice?—pregunté, burlándome. No me esperaba que sus mejillas se tiñeran de rojo langosta y que sus ojos empezasen a brillar de esa forma que solo puede significar una cosa.— Oh por Dios, ¡Te gusta de verdad!— grité. Él hizo un movimiento con la mano para indicarme que me callara y que no lo gritase a los cuatro vientos.— Lo pillo. Alto secreto. No te preocupes, no lo diré. Lo prometo. Soy una tumba.
Evan comenzó a perder los nervios. Empezó a hacer gestos desesperados con las manos. Solté una carcajada.
—Vale vale. Ya me cayo.
La puerta se abrió de golpe, cortándome a la mitad de la frase. Una chica rubia salió a toda prisa de la sala, parecía malhumorada.
Llevaba vestimenta punk. Solamente por eso y por la mirada de odio profundo que le echó a Evan supe que íbamos a llevarnos bien.
En vista de que Evan no se movía y no parecía tener ninguna intención de hacerlo, decidí llevar yo misma la iniciativa.
—Alice, ¿verdad?— la chica se giró hacia mí y frunció el ceño.
—La misma.
Le arranqué los papeles de la mano a Evan, que seguía petrificado en su sitio.
—Esto es tuyo— le dije. Ella me sonrió, agradecida. Suspiró de alivio y no me abrazó de milagro.
—¡Menos mal! Llevaba todo el día buscándolas. ¡Ya las había dado por perdidas!— Sonreí de vuelta, aquella chica tenía una sonrisa contagiosa. Me daba pena de Evan. Alice ni siquiera le miraba.
—Y-yo las encontré— Habló Él —Se te cayeron antes en el p-pasillo—aclaró. Ella trató de hacer memoria. Aquello debió dolerle. Normalmente la gente solía recordarle.
—Tú eres el rubio oxigenado de antes— gruñó.
—Evan, encantado de conocerte— dijo, esbozando su mejor sonrisa. Levanté un pulgar en señal de aprobación, solo para darle ánimos. Vale que el chico siguiese sin caerme bien, pero nadie merecía estar en esa situación.
—No puedo decir lo mismo— respondió. La sonrisa se le borró por completo de la cara. Por un instante, parecía haber perdido su confianza y, por un momento, le vi como un adolescente normal que no vivía únicamente por y para sí mismo. A lo mejor solo fueron imaginaciones mías.
—Te haré cambiar de opinión— juró. Alice esbozó una sonrisa sarcástica que debía significar "Sí, seguro".
—Muchas gracias, de verdad— se dirigió hacia mí. Hice un gesto con la mano como restándole importancia. Evan parpadeó indignado. Parecía estar pensando: ¿En serio me está ignorando por completo?—Por cierto, tu nombre es...
—Skyler, pero llámame Sky.
—Encantada, Sky.— Le dirigió una mirada fulminante a Evan.— Rubio no-natural— dijo, y se fue.
Al menos íbamos progresando; le había llamado rubio no-natural y no rubio teñido.
Cuando Alice estuvo lo suficientemente lejos, me giré hacia él y susurré:
—Tranquilo, esto suele pasar. La realidad es la mayor hija de puta de la historia— Bajó la cabeza disgustado— Por cierto, ¿eres rubio teñido? Es que tus raíces son más oscuras y... —Me miró completamente ofendido y abrió la boca indignado— Eso es un no. Lo pillo.
...
Mi profesor de literatura (mejor conocido como mi tío) debía de pensar que los libros eran los nuevos matamoscas. Soltó un libro enorme de mitología desde una altura considerable, que obviamente, causó un estruendo considerable. La clase entera dejó de hablar en voz alta y se sentaron rectos y formales en sus sitios.
—¿Conocéis alguna cultura con una mitología tan variada y rica como la antigua Grecia? Ya os respondo yo: No. Los griegos eran politeístas, es decir, creían en varios dioses. Y cada dios tenía sus propias leyendas y mitos— Se levantó de la silla, con unas fotocopias bajo el brazo que empezó a repartir entre los alumnos—Hay 12 dioses del Olimpo. Pero hoy nos vamos a centrar en Apolo, el dios del tiro con arco, las enfermedades, la música, la belleza, la perfección... Muchas cosas— Eso era lo que yo llamaba favoritismo. Poseidón era mejor.— Hay muchas leyendas en las que aparece. Obviamente no las vamos a estudiar todas, aunque aquí tenéis las más significativas. Escoged una de las que tenéis en la ficha y haced un resumen. Recojo las redacciones al final de la clase.— Ahora venía la bomba, lo sabía— Son para nota— ¡Ahí estaba!
Me puse a rápidamente a leer la segunda ¿Qué por qué no empezar por la primera? Una palabra: Pereza.
La leyenda contaba cómo Apolo se había burlado de Eros, el Dios del amor (mejor conocido por su nombre romano: Cupido). Eros, totalmente ofendido porque le llamase joven afeminado y porque pusiera en duda su habilidad con el arco, se vengó: Cogió dos flechas, una de oro y otra de plomo. Le disparó a Apolo con la flecha de oro, que provocaba el amor. Con la de plomo, que provocaba el odio, le dispara a la minga Dafne. Por lo tanto, Apolo se enamoró perdidamente de Dafne, mientras que ella le aborrecía.
Tras eso, Apolo se dedicó a (básicamente) acosarla. Un día la estaba persiguiendo, rogándole para que se quedara con él. Con ayuda de los demás dioses, Apolo logra alcanzarla. Dafne invocó a su padre (a saber quién demonios era aquel Ladón) y éste la transformó en un Laurel. A eso lo llamo yo amor padre-hija.
Total que Apolo lloró y se lamentó y bla bla bla. Empleó sus poderes de eterna juventud e inmortalidad para hacer que la planta estuviera siempre verde. Y supuestamente es por eso que la Corona de la Victoria se hacía con Laurel.
Aquel mito me recordó demasiado a una persona que, por desgracia, había tenido que conocer: Evan Wilson.
...
Evan no daba el menor signo de cambio.
Llevábamos varias semanas sin hablar. Al parecer, se había enfadado conmigo. O puede que se hubiera olvidado de mí.
No me quejaba, la verdad. Él en sí todavía me resultaba demasiado... Difícil de tragar. Pero mi nota de psicología seguía dejando mucho que desear.
—¿¡Un tres!?— le reproché a la profesora en cuanto dejó el examen encima de mi mesa. Me echó esa mirada tan común en las profesoras, la que parece decirte "Te jodes, puta". Cerré los ojos y me esforcé por no darle un puñetazo en plena garganta.
—No respondiste a lo que preguntaba— Me dieron ganas de estrangularla. ¿Desde cuándo saber más cosas que las que se te exigían en el examen era un motivo para bajar la nota?
—P-pero...— traté de decir. Me ignoró completamente y siguió repartiendo los exámenes.
Genial. Era simplemente genial. Iba a suspender la asignatura, pero oye, ¡qué más daba!
El timbre sonó. Me levanté gruñendo y me fui por el pasillo.
—Maldita vieja amargada. Debería tener sexo más a menudo, seguro que así se animaría y nos subiría las notas...— Iba susurrando para mí misma, cuando de repente vi eso fríos ojos de reptil a centímetros de los míos.
—Todavía puede aprobar si saca buena nota en el trabajo— ¿Cómo se había movido tan rápido? Estaba segura de que había echado a correr y, dudaba que una anciana de unos 80 años (en verdad debía de tener unos cincuenta) corriera más rápido que yo. Vale, no era precisamente la persona más rápido del mundo pero, al menos, tenía que ser más rápida que ese fósil, ¿verdad?
—Esto... ¿Gracias?— dije. Ni siquiera me fijé en su reacción: Eché a correr hacia la salida.
Me fijé en la melena Pantene rubia no teñida que tenía justo delante.
—¡Evan!— grité. El susodicho no se giró. Corrí más rápido para alcanzarle y me di cuenta de que iba con los auriculares puestos. Le toqué el hombro.
—¿Qué pasa?— preguntó molesto. Mierda, ¿y ahora qué?
—Se me ha ocurrido una idea para impresionar a Alice, pero oye; si tu ego y tu malhumor te impiden estar con a la chica de tus sueños, no es mi culpa. Ya te advertí. Suerte con eso de "ser feliz el resto de tu vida"— Me había quedado genial. Ahora, ¿qué demonios iba a decir cuando me preguntase qué quería decir con eso? Ni idea. Supongo que tendría que improvisar.
—Está bien. Necesito tu ayuda— dijo. Sonreí diabólicamente. Estábamos ante una fase muy importante del proyecto fanboy: Ganarme su confianza. Era una fase crucial, que determinaría si tendríamos éxito o si la misión sería un completo fracaso.
—Está hecho.
...
Cuando Evan se presentó esa misma tarde a las 7:30 en mi casa se desató el caos: Mi hermano corrió a abrazarle, Noah le fulminó con la mirada y se negó a relacionarse con él y mi tío le dio un "abrazo de hombres". ¿Qué tenían todos ellos en común? Pensaban que estábamos saliendo.
Repulsivo, ¿verdad? Tenía que darle la razón a Noah. Cada vez que miraba a Evan hacía una mueca, como si se hubiese tragado un limón y su piel adquiría un tono aún amas verdoso.
—Venía a por Sky ¿Está en casa?— preguntó. Metió las manos en los bolsillos y se apoyó en el marco de la puerta.
—No— se apresuró a contestar Noah— Habíamos quedado en ver X-Men. Lo siento, pero ya tiene planes. Qué lástima (no, en realidad no) ¡Adiós, puto!— Oí el ruido de la puerta al cerrarse y supuse que Noah le había cerrado la puerta a Evan en la cara. Bajé las escaleras y vi a Noah con una gran sonrisa en la cara exponiendo su "acto de valentía". Negué con la cabeza. El plan de quedarme aquí con él y Will viendo X-Men me parecía mucho más atractiva que irme con Evan, pero no podía hacer nada.
—Enseguida vuelvo. No me perdería esa peli por nada del mundo y lo sabes— le sonreí. Noah sonrió ampliamente de vuelta.
No recordaba cuando había empezado a gustarle. Creo que siempre había sido así, desde que se hizo amigo de mi hermano hace... Bueno, desde que nacieron. Yo siempre lo había visto y tratado como si fuera mi hermano pequeño pero al parecer eso no le había impedido tener un gran crush en mí.
—No te fíes. Los tipos como él no son buenos novios, solo te aviso— reí dándole la razón. Alargué la mano para despeinarles a él y a mi hermano a modo de despedida y salí a encontrarme con Evan.
—¿Qué pasa?— pregunté. Me miró casi suplicante y señaló un pequeño Audi negro aparcado en la acera de enfrente.
—Nos vamos de incógnito.
Ay Diosito.
...
Nunca jamás volveré a meterme con la forma de conducir de Amy. Nunca.
Una de las cosas que más odio de viajar en coche son, aparte de la contaminación que genera, los baches. Los horribles y odiosos baches. Incluso las curvas son letales para mí, ya que me mareo a la mínima.
Bien, dicho esto, se puede tener una idea de la escena: giro brusco tras giro brusco, el coche haciendo un zigzag prácticamente continuo... En fin, lo anormal.
—¡VAMOS A MORIR!— grité.
—¿Quieres dejar de gritar? Esta debe de ser la quinta vez que dices lo mismo y, ¡fíjate! Seguimos vivos y tú me estás deconcentrando— Me dieron ganas de lanzarle un zapato a la cabeza. De hecho, lo iba a hacer, pero el frenazo tan brusco que dio me hizo darme de frente con la guantera, lo que me aturdió por varios segundos.
—¿Estamos en el cielo? ¿Por qué no estoy rodeada de ángeles con pañales?— pregunté, todavía aturdida por el golpe. Evan suspiró y me ayudó a bajar del coche.
—Ya hemos llegado— Miré a mi alrededor. Vi una gran noria, puestos de tiro, algodón de azúcar por doquier e incluso un carrusel.
—¿Un parque de atracciones? ¿En serio? ¿No había nada todavía más cliché? Ahora enserio, ¿qué hacemos aquí?
—Lo primero: No es un parque de atracciones. Es un acuario, obviamente— ironizó— Tienes razón, no hay nada más cliché que el parque de atracciones, aunque yo no escogí el destino. Un amigo me dio un soplo: Alice tenía una cita aquí hoy, con un tal Andrew.
—Y me has traído aquí porque...
—Necesito que finjas que venimos a una cita.
—Un momento, ¿una cita doble?— Evan se rascó la nuca nervioso. No le estrangulé de milagro.
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¿Quién más se imaginó a Evan así cuando le preguntan si es rubio teñido?
Bueno bueno.
Lo primero de todo es: Lo siento. Llevo un mes horrible, con varios exámenes todos lo días. No tenía nada de tiempo para escribir y... Bueno hoy por fin tuve un hueco libre así que me puse a escribir y VOILÀ!
Pero no os preocupéis, que mañana o pasado como mucho, subo el siguiente capítulo donde van a pasar las cosas chulas.
PD:
...
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LLEGAMOS A LAS 1000 VISITASSSSSSSS
YESSSSSSSSS
MUCHÍSIMAS GRACIAS ❤️❤️❤️❤️
Sois demasiado sersis
Bye!
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