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Capítulo 37 Delirium

En la vida solo venimos con un propósito, Y una vez que cumplimos con ello, Llega el momento de partir...

- Miriam Godínez

Saludos soy el oficial Kant comandante de la guardia y guardaespaldas personal de la concejal Dagmar.

— Saludos, oficial Kant — respondí.

— Usted debe de ser Silvana Milenka Diatlov, hemos escuchado cosas buenas relacionadas con sus misiones.

— Espero que no hayan exagerado las cosas.

— Desde luego que no, mi principal trabajo es investigar quien se ha acercado a la concejal Dagmar.

— Perdoné, pero a mencionado a la concejal Dagmar.

— Si ha escuchado bien eso me recuerda — agrego, el oficial Kant, mientras tomaba su comunicador — el perímetro está asegurado puede aterrizar el águila en el nido.

— Veo que se han tomado algunas medidas — afirme.

— Como mencioné antes oficial Kant estas medidas son un tanto precipitadas — respondió, La concejal Dagmar al entrar a la habitación.

<< ¡Concejal en el puente!>>, exclamo el oficial.

— Puede estar en descanso oficial — respondió, la concejal Dagmar.

— Creí que ya no la volvería a ver.

— Lamento que las circunstancias hayan cambiado, y más a un a verte echo dar este viaje tan innecesario.

— No tiene de que disculparse concejal — respondí.

— Concejal Dagmar disculpe mi interrupción, pero tengo que darle el informe de la situación — interrumpió Hank.

— En ese caso Silvana también debe de escuchar el informe — agrego, La concejal Dagmar haciendo un gesto con su mano hacia el oficial Kant — puede traer al prisionero.

— En seguida concejal — respondió, el oficial.

— Debo decir que Merick ha logrado movilizar sus tropas más rápido de lo que teníamos previsto — comento, La Concejal Dagmar.

— Concejal discúlpeme por interrumpirla, pero traer al prisionero frente a usted pondría a todos los miembros en riesgo — comento el oficial Kant.

— Deje las formalidades para el oficial Kant, no olvide que seguir el protocolo ha provocado que nuestro rival Merick se adelante más de un paso a la vez, ¿o no quiere al igual que yo terminar con todo este conflicto?

— ¡Concejal!

— Algunas veces no hacer lo correcto es la única opción, no siempre puedes ganar si ya hay alguien haciendo trampa en tu tablero, si quieres ganar hay que hacer trampa.

— Comprendo concejal.

— Gracias, por entender agente Silvana sé que uno de tus deberes es protegerme, pero yo tomaré esa decisión — agregó — ahora que ya todo ha quedado claro hay algo que deberían de saber los dos.

— ¿Qué es lo que debemos de saber señora concejal? — pregunte.

— Como sabrán cuando Alik Faddied tomó el poder, se encargó de destruir a todos los ministerios en Providencia, pero dejo con vida al ministro Hedeon, ahora creemos que la única razón por la que decidió dejar al ministro con vida, fue porque el ministro de defensa Hedeon ayudó a realizar el golpe de estado.

— Por esa razón el plan de Merick se pudo llevar a cabo.

— Es lo que en realidad ocurrió, ahora que su alianza con el gobernante de la nación peninsular se ha formalizado y el concejal Dema le juro lealtad absoluta a Magnus y a su nuevo régimen, me temo que su poder y dominio sobre las demás naciones se hará absoluto — respondió, La Concejal Dagmar.

— Concejal Dagmar he traído al prisionero como ordenó — interrumpió, el oficial Kant.

— Ahora puede liberarlo.

— Señora concejal es el tirador del Gustav Bradbury, ¿él es nuestro mejor contacto?

— Coronel Richard Roitman le recuerdo, que está en presencia de un oficial de muy alto nivel, le recomiendo que modere su tono.

— Lo siento concejal Dagmar.

— El señor Gustav Bradbury fue enviado por Edmon el soberano de Abxas, y tu padre sugirió muy enérgicamente al señor Jov para nuestro apoyo, el cual estoy de acuerdo en recibir, muy a pesar que en años anteriores él y la orden de providencia quería imponer un gobierno secreto, durante los primeros días de mi concejalía.

— Mi padre lo envío para nuestro apoyo — respondió, Hank.

— Al igual que ustedes temo que los deseos insaciables de poder del sumo concejal lleven a la ruina a este nuevo orden.

— ¿Qué es lo que sea sugerido hasta momento? — pregunte.

— Mientras no se logre determinar con mayor precisión los movimientos de Merick, tus actividades como director adjunto del ministerio de defensa serán sesadas, por lo tanto, continuaras activa como agente, no puedo arriesgarme a que Merick nos siga llevando la delantera.

— Entiendo concejal.

— Y tu Hank, trabajaras en conjunto con Gustav Bradbury necesitó a alguien confiable que siga sus pasos no puedo darle libertad absoluta hasta entender que es lo está tramando tu padre y Edmon con enviar a uno de sus agentes activos.

— Sí, concejal entiendo su preocupación.

— Si te causa algún inconveniente trabajar con Gustav Bradbury, este es un buen momento para decirlo así podre reasignarte a nuevas actividades.

— Señora concejal no me causa algún inconveniente.

— Ya que las cosas están claras pueden regresar a sus actividades y a tu misión en curso agente Silvana a un tenemos que averiguar qué hacia el escuadrón de la muerte en un sitio tan remoto.

— Prepararé mi equipo.

— Le avisaremos cuando la nave que la llevara esté lista — añadió, el oficial Kant.

Al salir del puente continúe caminando hasta llegar a mi dormitorio, me tire sobre la cama y observe el techo, trataba de entender que misterio encerraba la misión a la que me enviaban, no había información relevante sobre los movimientos de Merick durante las últimas cuarenta y ocho horas. Tome el dossier que había guardado en uno de los bolsillos de mi chaqueta, ¿qué relación había entre un edificio en medio de la nada y la antigua orden de providencia?

Tock, tock el sonido de la puerta al ser golpeada interrumpió mis pensamientos, tomé el arma que guardaba en el buro y me dirigí hacia la entrada.

— ¡No es muy tarde para estar rondado por los pasillos! — exclame.

— Soy Lyonya lamento interrumpirte.

— Enseguida abriré la puerta.

— Ibas a realizar alguna práctica de tiro nocturna o pensabas dispararme en cuanto abrieras la puerta — respondió, Lyonya al ver la culata de mi arma que sobre salía de mi camiseta.

— A decir verdad, no esperaba visitas.

— Creó que ya lo noté, y me dejaras pasar.

— Adelante pasa, creí que no permitían traer bebidas alcohólicas a este lugar — dije, mientras observaba por el rabillo del ojo.

— Es solo una botella de whisky.

— ¿Que te ha traído a este lugar?

— Cuando estaba en el ministerio de defensa la concejal Dagmar habló conmigo me sugirió que la apoyara.

— Y la razón por la que estés en este lugar, no soy yo.

— Bueno tal vez es una de las razones.

— Creó que ya me lo esperaba.

— Veo que has estado trabajando — dijo, mientras observaba la mesa de centro.

Doy un sorbo a mi vaso con whisky, mientras observo los documentos sobre mi mesa, Lyonya saca de su bolsillo un cigarrillo, el humo de su cigarrillo escapa de su boca y nariz. Permanezco observándolo en silencio, mis mejillas se ruborizan o quizás es por lo fuerte que está el alcohol, froto el vaso sobre mi cuello y mi nuca. Lyonya permanece observándome en silencio.

— Creó que debo de retirarme — respondió, interrumpiendo el silencio que se había creado.

— Enserio, crees que debes de retirarte — musite.

— Si tú me lo pides podría quedarme.

— Creó que no estas utilizando las palabras correctas, sólo por esta vez debería de tomar en cuenta tu sugerencia.

— Podría cambiar de opinión y quedarme.

— Chico listo, pero creo que esta vez no será — agregue, mientras abría la puerta de mi dormitorio — ¡por cierto gracias por la bebida! — exclame, mientras sostenía la botella.

La intensa luz de mi dormitorio me provoco una intensa jaqueca, me había terminado la botella de whisky hasta la última gota. Camine hacia el lavabo para echarme algo de agua sobre el rostro. Al salir de mi dormitorio, el pasillo se encontraba en completo silencio, continúe caminando hasta llegar a la cafetería, en una de las mesas ubicadas en un rincón se encontraba sentada Himeko, ella leía mientras comía una manzana. Continúe caminando hasta sentarme en su mesa.

— Puedo sentarme — agregué, mientras colocaba mi bandeja.

— Adelante.

— Parece ser un libro interesante el que lees.

— Así lo es, ¡creo has tenido una noche ocupada! — exclamo, sin levantar la mirada.

— Sólo fueron un par de tragos.

— No debes justificarte, no te estoy juzgando, cuando termines Hank te está esperando en el hangar — respondió, Himeko mientras se levantaba de la mesa.

Apresure mi café y continúe caminando detrás de Himeko, el pasillo se encontraba rodeado de agentes, había un montacargas reabasteciendo la nave, eche un leve suspiro.

— Deberías de tomarte un descanso te ves fatal — respondió, Hank.

Levante la mirada para observar la plataforma que se encontraba sobre mi cabeza.

— No te preocupes para eso es el café.

— ¿Pasaste una buena noche? — pregunto con un tono de sarcasmo.

— Vine hasta aquí porque me estabas buscando.

— Saldrás en un par de minutos de acuerdo a mis cálculos llegaran al anochecer.

— ¿Qué hay de la vigilancia?

— Usaran la oscuridad para entrar a su territorio.

— Cuál es la otra parte del plan o solo es entrar a su territorio lanzar algunas bombas y después salir.

— Creó que Bertolt te lo podría explicar mejor — respondió, Hank mientras apuntaba con su dedo.

— ¿Bertolt?

— Así es.

— Creí que a un seguías en recuperación — respondí.

— Mis heridas sanaron y ya terminé mi rehabilitación así que ya me reintegraron al equipo.

— Es bueno saberlo, y volviendo con la aplicación del plan, podrías decirme cual es la otra parte que no se ha mencionado.

— Entraremos volando a baja altura para eludir sus radares, una vez en tierra aseguraremos el área para que el segundo grupo logre descender con el doctor Antón.

— ¿El doctor Antón?

— Necesitamos analizar las muestras que recolectemos para llevarlas al laboratorio.

— Hank fue muy enérgico en convencerme de ir a la misión, si le causa alguna molestia el que vaya puede ir en mi lugar Caroline, después de todo ella tiene más experiencia en trabajo de campo.

— No es ninguna molestia el que vaya doctor Antón, puede unirse a nuestro grupo — afirme.

— Ahora que ya han logrado arreglar sus diferencias la nave espera para partir — respondió, Hank.

Colgué mi mochila sobre mi hombro, puedo ver que el doctor Antón tiene problemas con su equipo. Me acerque hacía él y tome de un asa su maleta, y la lleve sobre mi hombro. Hago un leve gesto y continúo caminando.

— Puede ser un poco incómodo para usted el tener que cargar mi maleta — afirmo, mientras me observaba.

— No es ninguna molestia doctor Antón, sé que no ha tenido trabajo de campo.

— Creó que debo de parecer bastante obvio.

— No tiene por qué avergonzarse a cualquiera le puede pasar.

— Hay algo que le preocupa señorita Silvana.

— Sólo dígame Silvana, me preguntaba si llevamos suficientes municiones no sabemos a qué nos enfrentaremos una vez estando en aquel lugar.

— No tienes por qué preocuparte llevo municiones suficientes en estas dos cajas — respondió, Eckard.

Las cadenas y las poleas resuenan por toda la cabina. La nave se mecía de un lado hacia a otro durante la turbulencia, provocándome náuseas; de pronto el olor a aceite quemado, comenzó a saturar mi olfato haciéndome sentir a un peor. Mis ojos se mantienen secos trate de llorar, pero me era inútil, solo me quedaba permanecer sentada sobre mi lugar y esperar a que la turbulencia terminara. Al mirar los ojos de Antón pude entender que no sabía lo que estaba ocurriendo. Un fuerte ruido metálico resonó sobre mi cabeza, respire sobresaltada mientras miraba hacia arriba. Pedazos de papel salían disparados fuera de la cabina a través de una grieta sobre el fuselaje detrás de un chirrido de aire. Una luz roja se encendió iluminando la cabina.

<< ¡Aseguren sus cinturones tendremos un aterrizaje de emergencia!>>

Al escuchar la voz del piloto provocó que la sangre se me helera, la compuerta de la cabina se abrió con fuerza. La maleta de Bertolt y lo que no estaba sujetado salió disparado fuera de la nave. Una leve sensación de ingravidez, me provocó un vacío dentro de mi estómago, al mirar por la ventanilla pude observar cómo nos precipitábamos cada vez más hacia el suelo. El piso de metal sobre mis pies se desprendió violentamente después de un crujido y una espesa nube de polvo invadió el lugar. El olor a aceite quemado y el sonido del acero doblándose, sacudió mi interior. Mi cerebro trabajaba tratando de evaluar en donde me encontraba y cual era mi situación, todo lo que podía recordar era mi nombre silvana Milenka Diatlov.

— ¡Hay alguien vivo, creo que nos hemos dado un duro golpe contra el suelo! — exclamó, Eckard.

— Los que puedan moverse y salir por su propia cuentan, traten de ayudar a los que están heridos — Indico, Bertolt.

Permanecí sobre mi lugar mientras trataba de entender en donde me encontraba, sentí un temblor inquietante sobre mi pecho como si mi corazón quisiera salir.

— Silvana... ¿Te encuentras bien? ¿Puedes escucharme? — dijo, Aleck mientras tocaba mi hombro y me sacudía.

— ¿Qué ha pasado?

— Acaso no lo recuerdas hemos caído, debemos salir fuera de la nave antes de que estalle.

— ¿Qué hay del guardia concejal?, No podemos dejarlo aquí.

— Lo hemos perdido, era un buen tipo.

— Te refieres a que ha....

— Si a muerto, pero la nave tiene una baliza de rescate encendida y enviara una señal a la base para que Annika nos rescate.

— ¿Qué hay del piloto?

— No lo ha logrado, la cabina se desprendió y quedo lejos de aquí a unos kilómetros.

El ardor recorrió mi nariz mientras intentaba respirar, mi pecho se oprimía el humo aumentaba cada vez dentro de la nave.

— ¡Vamos que esperan salgan de la nave!, Esto está a punto de estallar — exclamó, Eckard desde a fuera de la nave.

— Será mejor que salgamos — dijo, Aleck mientras me ayudaba a levantarme.

Afuera podía ver como todos corrían tratando de quedar lejos de la nave. Antón ayudaba a los que se encontraban heridos, mi cabeza a un daba vueltas me encontraba aturdida por el impacto. Aleck me recargo junto a un árbol que se encontraba a unos pocos metros de la nave que ardía en llamas. Desde lejos podía ver girando una de las turbinas, Eckard camino junto a mí y me tomó del hombro.

— ¿Te encuentras bien?, Veo que estás sangrando de la frente, traeré alguien para que te atienda.

— Solo estoy un poco aturdida, ¿ya contamos con un reporte de las bajas? — respondí, mientras lo tomaba del brazo.

— Hasta el momento solo hemos tenido a un guardia concejal y los dos pilotos, pero yo no descartaría a futuras bajas por la magnitud de sus heridas.

— Y tu Eckard ¿cómo te encuentras?

— Sólo tengo algunos golpes y moretones, no hay nada de que deba de preocuparte.

— También estoy igual, ¿quieres que informe de la situación a Hank?

— Creo que sería lo más conveniente, iré a revisar a los heridos y Silvana deberías de atenderte esa herida en tu frente — comento Eckard.

— Lo haré en un momento, informaré a Hank de la situación.

Me apoye contra el tronco del árbol, mientras intentaba mantener el equilibrio, un leve zumbido en mi oído izquierdo me detuvo por completo. Tomé una fuerte bocanada de aire e intenté ponerme de nuevo de pie, cuando lo conseguí todo giraba a mi alrededor. Busqué en mi bolsillo mi PDA para informar a Hank de la situación.

¿Que ocurre?, veo que estas utilizando la línea encriptada.

Creó que ya estas enterado de la situación en tierra, no creo que requieras que te retroalimente.

Estoy enterado, hay más bajas.

Hasta el momento solo son los dos pilotos y un guardia concejal, ¿la misión esta cancelada? o ¿sugieres que continuemos?

Tu eres mis ojos en tierra, sin embargo, los sensores biométricos de los trajes indican que la mayoría presenta severos golpes y contusiones, pero no habla de la moral o si están dispuestos a continuar con la misión a un pese haber sufrido un accidente de esa magnitud.

La mayoría de los chicos está bien, tienen algunos golpes no hay nada de lo que debamos de preocuparnos, pero me temo que la moral está baja.

Imagino que no van a poder continuar con la misión.

No es para tanto — respondí.

En ese caso encárgate de subir su moral, ¿y qué hay del equipo?

Parte del equipo que subimos para hacer la misión está dañado por suerte tenemos suficientes municiones y logramos rescatar utensilios médicos que utilizará Antón.

Creo que no veo problema para que no puedan continuar con la misión.

Si estás de acuerdo, avisare a los demás les diré que se preparen.

Estoy de acuerdo quedaré al pendiente de la situación, y enviaré un equipo de rescaté.

Copiado.

Antón coloco su mano sobre mi hombro, aprete con fuerza los dientes para disimular el dolor que me causaba, un fluido rojo emanaba de mi oído. El continúo mirándome parecía preocupado, finalmente abrió la boca para pronunciar: — Tendrás tiempo para que te atienda.

— No sabía que estabas aquí, ¿desde hace cuánto tiempo has estado escuchando?

— Lo suficiente como para darme cuenta que intentas continuar con la misión, me pregunto si no se trata de algo personal.

— No te preocupes no intentaré tomar represarías.

— Creas o no esta situación también me importa, porque estarás intentado enviar a un puñado de hombres heridos.

— ¿Que sugieres que haga?

— Lo que tu creas que es correcto, pero que no te empuje la impotencia que ahora estás sintiendo.

— Nadie más sabía de esta misión, sin embargo, nos han derribado.

— Lo sé e igual como a ti también me disgusta, pero no podemos hacer nada que empeore más nuestra situación solo debemos tratar de mantenernos con vida.

— ¿Crees que puedan soportar una marcha?

— Como medico te sugeriría, que dejaras a los que se encuentran más graves aquí, y tomes a los que a un pueden continuar.

— Pero eso significaría — murmure.

— Significaría que tendría que quedarme aquí, y tu harías sola la misión.

— La nave de rescate llegará en un par de horas, pero mientras nos quedamos a esperar el rescate seremos blancos fáciles.

— Lo mismo estoy creyendo, pero sé que encontrarás la respuesta correcta.

— Lo sé, ya no te detengo debes de atender a los demás heridos — respondí, mientras caminaba hacia Eckard.

De mi bolsillo tome la vieja medalla que siempre llevaba conmigo, esperaba encontrar las fuerzas suficientes, para poder asumir la decisión que tomaría. Si decidía continuar significaría que dejaría a la mitad a su suerte sin ninguna protección, pero si nos quedamos a esperar hasta que el rescate llegara seríamos carne de cañón, observe por unos instantes a Eckard sabía que pensaba lo mismo que yo sin cruzar palabra alguna asintió con la cabeza y camino hacia a mí.

— Se que estas considerando continuar con la misión, lo puedo ver en tus ojos.

— ¿Cuál sería la probabilidad si llegamos hasta su base?

— Nos superarían por número y si también tomamos en cuenta que ya no tenemos el factor sorpresa de nuestro lado, creo que continuar haría la misión a un más peligrosa — respondió.

— Pero de igual modo ya estamos en su territorio.

— Concuerdo contigo, ¿pero quieres en verdad que seamos carne de cañón?

— De igual modo, si estuviéramos completos también seríamos un blanco fácil, no sabemos con cuantos elementos cuenta Merick en esa base.

— Si lo pones de ese modo, continuaremos con la misión.

— ¿Qué hay de los demás heridos?

— Vi una colina a unos metros de aquí podemos ocultarlos, también daría una posición estratégica en caso de que envíen a un grupo de reconocimiento.

— ¿A quiénes llevaremos?

— Creó que Birgit, Detlef, Aleck y Cora se encuentran en mejores condiciones podrán realizar una caminata, se quedara Bertolt para realizar guardia y auxiliar a los heridos.

— Son pocos hombres para realizar una misión — replique.

— Será una misión de reconocimiento ocupamos un grupo limitado para realizarla.

Al reclinarme para tomar mi mochila, un crujido sobre mi oído me hizo perder mi equilibrio, palpe con mi mano para limpiar la sangre que escurría. Eckard me tomó firmemente del brazo evitando que cayera al frío suelo.

— Creó que no estás en condiciones de realizar una caminata, deberías de estar en reposó.

— Merick no esperara hasta que mejoré, si no tratamos de detenerlo los eventos que vendrán no serán nada agradables — añadí ante la expresión de sorpresa en el rostro de Eckard.

— Creó que no puedo detenerte reuniré a los hombres, solo tengo una sola condición.

— ¿Que condición tienes?

— Déjame llevar tu mochila — respondió, Eckard.

— Puedo cargarla.

— ¿Quien dijo que llevaré todo tu equipaje?, ¡tu llevaras tu propio rifle!

— Me parece justo — respondí, con un tono de resignación.

— Ahora reuniremos a los hombres es tiempo de comenzar la caminata.

A grandes zancadas nos adentramos en el espeso bosque, habíamos caminado diez minutos sin pronunciar una palabra. En ese instante un dolor punzante atravesó mi cráneo, había tardado más que despertarme. Irrumpiendo con furia, lance un grito llevándome las manos a la frente palpándome intentando que cesará.

— ¡Ay! — fue todo lo que logre, exclamar.

— Deberíamos de atenderte esa herida, tuviste suerte de estar a un con vida después del duro golpe que te has dado — respondió, Eckard mientras me sostenía.

Me incorporé palpe por última vez mi frente en busca de sangre y esperé a que el dolor de mi cabeza cediera. Eche una mirada a mi alrededor.

— Podemos detener la marcha si ya no puedes continuar — añadió, mientras me observaba a los ojos.

— No será necesario — respondí, mientras me inyectaba morfina sobre mi brazo.

— No te llevaré cargando sobre mis hombros cuando regresemos al punto de aterrizaje — contesto, Eckard con un tono de enfado.

A las afueras de un poblado se levantaba una gran estructura de edificios sólidos. Un rápido vistazo de Eckard reveló que el escuadrón de la muerte custodiaba el extenso complejo de edificios. En el centro se encontraba un cobertizo de madera, desde su interior se desprendía un olor nauseabundo, Aleck observo en su interior había encontrado veinte cadáveres, al juzgar por su olor y su color en su piel llevaban muertos dos o tres días. La mayoría de los cadáveres tenían su rostro cubierto de sangre, algunos salían sangre de su nariz y odios. Aleck se encontraba horrorizado ante la enfermiza escena. Apreté con fuerza un trozo de tela sobre mi rostro y me dispuse a seguir avanzado hacia el complejo de edificios. Eckard obligó a Aleck apartar la vista de los cadáveres, pero no parecía perturbado ante la desagradable escena, en su rostro sólo había frustración más que descontento. Tal vez quería haber estado hay y evitar tan cruel masacre.

— Continuemos avanzando hasta llegar a los edificios — propuso Eckard — y busquemos a los responsables.

— ¡Como pudieron hacer algo así! — exclamo, Aleck.

— Chico a veces las cosas que ocurren a tu alrededor, no son buenas lo importante es que trates de hacer el bien que tu puedas.

— No permitiré que se salgan con la suya.

— Debes de tomarlo con calma, si intentas atacar en ese estado solo lograrás atraer su atención hacia nosotros y nos ocasionarías serios problemas — añadió, Eckard.

Comenzaron a escucharse susurros y murmullos afuera de los edificios, Eckard tomó su arma como si de algún modo esperara encontrarse con algún atacante. Mientras caminamos tratamos de mantenernos juntos para evitar ser descubiertos, sobre el suelo había una especie de caja.

— ¡Detengan su marcha! — exclamó, Eckard.

— Que ocurre — respondió, Birgit.

— Delante de nosotros hay una especie de caja, podría ser un sensor sugiero que elijamos otra ruta si no deseamos ser descubiertos.

— Seamos cuidadosos — añadí.

Al detener mis pasos un clic se escuchó debajo de mi bota, la sangre de mis extremidades se congelo temí que fuera alguna clase de mina de presión que pudiera haber activado. Observe a Eckard mi mira delató lo que sucedía, al observarlo podría entender que sentía mi terror, hice una leve sonrisa para intentar tranquilizarlo de que la situación estaba bajo control. Pero camino hacia a mí.

— No hagas un movimiento brusco no queremos atraer su atención.

— Dilo por ti mismo no eres el que está en peligro de perder su pierna — respondí.

— Es bueno saber que aun cuentas con sentido del humor.

— ¿Sólo has venido a burlarte? o ¿vienes a ayudarme?

— He venido a ayudarte a la cuenta de tres te jalare, si tenemos suerte la mina explotará cuando estés en el suelo — respondió, Eckard mientras tiraba del tirante de mi mochila.

Libere toda la tensión que podía tener en mi cuerpo mientras intentaba aligerarme, Eckard me tomó de ambos tirantes me miró brevemente a los ojos y sin dar aviso. Tiro de los tirantes con todas sus fuerzas. Del impulso que había tomado caí sobre él. Y me cubrí los oídos esperando disminuir el sonido de la explosión. Al encontrarnos sobre el piso las luces se encendieron iluminando todo el lugar. De la extraña caja emitió un extraño sonido tan insoportable que me causaba náuseas, cada vez que aumentaba la intensidad del sonido perdía el control de mis extremidades. Era difícil intentar mantener mis ojos abiertos. Ruidos de rueditas deslizándose sobre el suelo, y la sensación de acero frío sobre mi piel me despertó de mi repentino sueño, mis manos permanecían sujetas a lo que parecía ser una camilla, mis piernas y cabeza estaban atadas, solo podía mover mis ojos. Mientras intentaba entender lo que sucedía a mi alrededor, lo único que podía recordar era el sonido que emitía esa extraña caja. Al mirar sobre el rabillo del ojo logre distinguir a una persona con un traje que se utilizaba en caso de una contingencia biológica. El terror me invadió e intente gritar, pero ningún sonido podía emitir con mi boca, solo podía permanecer en silencio observando la escena que sucedía a mi alrededor.

— ¡Parece que ya se despertó! — exclamó, uno de los sujetos al observarme.

— No es necesario que le administremos otra dosis, ya es suficiente además estamos por llegar con su anfitrión no queremos que la vea durmiendo.

Sentí un temblor inquietante sobre mi pecho, la camilla se había detenido delante de unas puertas, uno de los sujetos quienes arrastraban la camilla abrió de golpe las puertas al entrar a la habitación retrocedieron hacia el rincón.

— Veo que no les demoro el encontrar este lugar — respondió, al ver entrar la camilla a la habitación.

El frío recorrió todo mi cuerpo al escuchar la voz de Merick, intentaba mover mis manos para desatarme, pero todos mis intentos eran inútiles la parálisis que sentía en mi cuerpo no desaparecía.

— No te molestes en intentar moverte te han administrado un fuerte paralizante, no queremos que te hagas daño.

— ¡Desátame! — grite. Las palabras desgarraron mi garganta.

— Debo de darte el crédito eres fuerte, pero veamos cuanto dolor logras soportar.

— Cuando logre liberarme tendrás tu merecido.

— Son palabras mayores para una persona que se encuentra en una situación bastante seria.

— No debes de tomar a la ligera mi advertencia.

— Acaso no te has dado cuenta, desde el principio te e atraído a mi juego.

— ¿A qué te refieres?

— Todo este tiempo has seguido mis pistas, el científico, mi laboratorio de pruebas y finalmente has llegado devuelta hacia a mí.

— No me pondría tan cómodo si fuera tu.

— Llévenla con los demás, quisiera volver hablar con ella cuando la dosis pierda su efecto.

Respire sobresaltada mientras a un continuaba mirando hacia el techo. Las lámparas brillaban con toda su intensidad. Las imágenes de los custodios pasaron fugazmente, pero no lograba reconocer a nadie. El elevador siguió descendiendo, el hormigueo en mis manos continuo intensamente. Los minutos se convirtieron en horas, era imposible saber cuánto había transcurrido. El elevador se detuvo con un crujido, lanzando la camilla contra una de sus paredes; miré hacia ambos lados, pero no veía más que las resplandecientes lámparas. Tanteé las paredes con los dedos de los pies en busca de algún interruptor, pero sólo logré sentir el frío metal. Lance un fuerte gruñido de frustración. El eco se expandió por todo el elevador. El sonido cesó y volvió el silencio. Grité, y pedí ayuda, moví mis manos violentamente intentando zafarlas, pero mis intentos fueron en vano.

El miedo había regresado estremeciendo todo mi cuerpo, mi corazón se aceleró violentamente como si de algún modo quisiera saltar de mi pecho.

— ¡Ayuda! — las palabras desgarraron nuevamente mi garganta.

El fuerte eco metálico resonó sobre mi cabeza. Respiré sobresaltada mientras a un continuaba mirando hacia el techo. Una línea de luz apareció sobre el techo del ascensor, las puertas corredizas del ascensor se movieron seguido de un crujido. Después de estar tanto tiempo en la tenue luz que iluminaba el ascensor. La claridad de la habitación me encegueció. Cerré los ojos presionando fuertemente los párpados.

Las voces de los desconocidos, estremeció mi cuerpo.

— Miren que valiente es.

— Intento luchar — añadió.

— Es más fuerte que sus amigos — musito.

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