Capítulo 6 secuelas
Ni la muerte, ni la fatalidad, ni la ansiedad, pueden producir la insoportable desesperación que resulta de perder la propia identidad.
-H. P Lovecraft
Por la mañana camino hacia mi dormitorio, no se escucha ruido en los pasillos ni pies arrastrándose o conversaciones entre los reclutas. Al entrar al dormitorio, busco entre los cajones una camiseta limpia. Mi cuerpo está adolorido, duele respirar. Al quitarme la camisa puedo ver moretones en un costado. Heike entra al dormitorio con una chamarra color negro puesta.
— ¡Se nos hace tarde! — exclamó.
Trato de cambiarme lo más rápido que puedo, pero todo lo que puedo hacer es quejarme, en el reloj se leen 7:00 A.M. Teníamos que haber estado en el hangar hace 30 minutos.
— Apresúrate, conseguiré algo que comer — respondió con un tono de enfado.
Trato de no inclinarme, al buscar mis botas debajo de la cama, saco del cajón una camisa limpia. Tengo suerte de que nadie este mirando mi lucha. Cuando Heike se va, el dormitorio se encuentra vacío. Me cambio tan rápido como puedo, me duelen los brazos al ponerme la chaqueta y la dejo desabrochada, no logro levantar los brazos para subir el cierre. Cuando regresa Heike, me encuentra agachado tratando de atar mis agujetas, pero todo lo que puedo hacer es quejarme. Heike se detiene frente a mí y me pasa una malteada, mientras se agacha para atar mis botas. Cuando me encontraba en providencia, Grit era la única persona que mostraba esta clase de gesto hacia un desconocido, no era común que otra persona te ayudara.
— Te ayudaré a atarlas.
— Gracias.
Caminamos por el pasillo y Heike se adelanta para presionar el botón que hay en la pared. Desde la compuerta se ve la habitación donde armaban los motores de las naves, en las paredes están los letreros que marcan las rutas de evacuación. Cada paso que doy al caminar me causa dolor, camino detrás de Heike. Llegamos justo antes de la hora al hangar.
— ¿Por qué les tomó tanto tiempo llegar? — pregunta Cora.
— Bertolt no podía seguirme el paso, al parecer camino más rápido que él — respondió Heike.
— En realidad quise que tuvieras la ventaja — contesté.
Hiroshi se encuentra al frente del grupo, está parado cerca del borde de la plataforma, si diera un paso atrás caería al fondo del precipicio. Da un paso hacia a un lado para que los demás aborden el Falcón.
Los reclutas se esparcen haciendo una línea alrededor de la plataforma, el área de carga del Falcón está abierta, los grupos van saltando hasta que solo quedamos nosotros, Alek toma impulso dando un brinco dentro de la nave, aterrizando sobre sus pies. Seguido de él corre Cora impulsándose con los brazos extendidos, tratando de alcanzar la nave. Alek la toma de la mano evitando que caiga al precipicio. Doy un paso adelante con los otros que se quedaron atrás y comienzo avanzando despacio, corremos hacia el borde de la plataforma y luego nos lanzamos hacia dentro de la nave. No soy tan fuerte como algunos de ellos, así que no puedo impulsarme dentro del área de carga, me aferro al borde del costado de la compuerta. Alek y Cora se acercan para jalarme dentro de la nave, detrás de mi escucho un grito y miro sobre mi hombro. Es Heike quien se impulsa dentro de la nave cayendo sobre sus rodillas, detrás de nosotros la compuerta se cierra y el Falcón comienza a elevarse sobre el foso, el viento de las hélices provoca turbulencia, por lo que me aseguro el cinturón de seguridad, el Humvee frente a mí se sacude, mientras avanzamos el foso comienza a iluminarse.
— ¿Heike, te sientes mejor? — preguntó Birgit aparentando simpatía — escuché que no querías subir más al cuadrilátero o estas evitándome.
Se echa a reír, Bert y Ernst se le unen. Birgit tiene una espantosa risa, jadea y resopla, Ernst no se escucha, parece que estuviera adolorido. Bert sacude los brazos y resopla, su risa es molesta hace parecer agradable la risa de Birgit.
— Creí que después de perder tu pelea contra Dirk no te había quedado sentido del humor — respondió Heike.
— Tendré que escuchar sus discusiones durante todo el viaje — comentó Eckard, antes de que Birgit pudiera decir algo.
Eckard se voltea y sostiene su arma en su brazo, la compuerta del foso comienza abrirse, miro a través de la ventanilla afuera veo edificios en ruinas. Conforme avanzamos los edificios en ruinas van disminuyendo siendo reemplazados por nuevas construcciones, frente a mi puedo ver la valla de Providencia. Hiroshi camina a hacia nosotros.
— Estamos a treinta minutos para llegar al punto de reunión — dijo Hiroshi — descenderemos en una granja abandonada para evitar ser vistos.
— Cuando estemos en el sector dieciséis, traten de no llamar la atención — agregó Eckard— Mézclense entre la gente, recuerden que si son atrapados estarán solos.
— Irán en grupos de cuatro, mantendremos la comunicación en el canal dos — repuso Hiroshi — carguen lo necesario en su mochila, por último, revisen sus municiones y su rifle. Recuerden que el éxito o el fracaso de esta misión dependerá de ustedes, hagan su mejor trabajo.
Veo la granja a través de la ventanilla, la alarma comienza a sonar y una luz roja comienza parpadear. Eckard tira de una palanca y la compuerta de la nave comienza abrirse, el aire que entra al área de carga hace que el cabello de Heike me golpee el rostro. Hiroshi sostiene con su brazo extendido una asa, la mitad de su cuerpo está hacia afuera quedando sus pies en el interior. El Falcón desciende sobre el campo y comenzamos a desabrochar los cinturones de seguridad y a ponernos de pie. Al agarrar la mochila el dolor brota por un costado pero sólo dura un momento, Heike me ayuda a ponerme la mochila sobre los hombros, bajo hasta la hierba, Eckard y Hiroshi bajan los humvee del falcón.
— Un equipo subirá a los Humvee — respondió Eckard — el resto caminará detrás para cubrirse, estén alertas a cualquier amenaza, no es necesario que les repita que deben estar juntos como equipo.
Me mantengo cerca de Heike y Detlef, me siento calmado cuando estoy cercas de ellos, podríamos protegernos entre nosotros si llegara a haber problemas. Delante de mí se encuentra un Humvee. Pasando la granja hay un grupo de árboles la mayoría de ellos verdes, puedo ver a Cora y Alek caminado, las ruinas son reemplazadas por hierba color amarrillo, hay gente arando los campos de cultivo, Hiroshi nos guía hasta una puerta que lleva hacia una carretera agrietada.
— ¡Sigan avanzando, permanezcan cerca! — exclamó Hiroshi.
— ¿Por qué debemos de permanecer juntos? — preguntó Armin.
— Si permanecen juntos, será más sencillo lidiar con cualquier amenaza.
— ¿Contra qué clase de amenazas? — preguntó Heike, mientras tomaba su rifle.
— Las granjas y el sector dieciséis quedaron fuera de providencia al construir la valla, y se ha convertido en un lugar peligroso para estar — respondió Hiroshi con un tono severo.
Paramos en la próxima puerta, frente a mi hay un pequeño puesto de vigilancia y guardias ocupados abriendo las puertas de un camión de carga como para prestarnos atención. Cruzamos por el mercado, todos los negocios están abiertos, nos detenemos en un puesto donde venden rubus. Recuerdo que era la fruta silvestre favorita de Grit, cuando no íbamos de caza a la paradera solíamos buscar rubus para poder comer, el resto lo vendíamos a buen precio en el mercado. Me acerco al puesto para poder comprar.
— ¡Compraré rubus! — exclamé.
— Buena elección, están frescas las acaban de traer — agrego el vendedor — son cincuenta teselas.
— Gracias — respondí mientras ponía el dinero sobre su mano.
— Oye ¡fíjate por donde caminas! — exclamó un habitante del sector dieciséis, mientras chocaba contra a mí.
— Lo... Lo siento.
— ¡Es lo mejor que tienes que decir! me costaron cincuenta teselas.
— Te ayudaré a recogerlo — respondí mientras, me ponía de pie y me sacudía el polvo.
— Ya haz hecho suficiente ¿Berto? — repuso mirándome a los ojos.
Me sacudí y giré mi cabeza al escuchar mi nombre. La persona del sector dieciséis con quien choque me conocía, trate de reconocerla. Cabello color negro piel clara, nariz pequeña.
— ¡Grit! — exclamé. Intento recordarla desde que salí de Providencia no había visto un rostro que me pareciera familiar.
Grit nota con la mirada mi ojo morado, durante un instante no ocurrió nada. Luego corrió hacia a mí. Traía el cabello recogido, lleva puesto la chaqueta que acostumbraba usar cuando salíamos a cazar y una mochila colgando de su hombro. Dio otro paso hacia a mi quedando cara a cara. La tomé de la mano quedando mis dedos entrelazados con los suyos. Mi mano era cálida y callosa, el tacto de mi mano la hizo estremecer. Sus ojos firmes color miel; eran todo lo que Grit era: sincera y tierna, valiente, audaz, divertida, cariñosa y amable.
— ¿Qué haces por aquí? ¿Sabes cómo se encuentran mi madre y Else?
— Vine a comprar provisiones, tu madre y Else se encuentran bien — agrego seguido de una breve pausa — se encuentran preocupadas supieron de la explosión, creyeron que habías muerto.
Aún continúa mirándome fijamente al rostro: — Berto ¿qué te ha pasado?
— Tuve entrenamiento.
— ¿Compraste las provisiones? — preguntó Cora mientras tocaba mi hombro.
— ¿Quiénes son ellos? — pregunto Grit.
— Ellos son Heike, Cora, Alek y Detlef, con ellos he estado todo este tiempo — respondí.
— ¿Quién es ella? — pregunto Heike, mientras fulminaba a Grit con la mirada.
— ¡Alguien está celosa! — exclamó Alek con un tono sarcástico.
— Yo no estoy celosa — repuso Heike golpeando el brazo de Alek.
— ¿Hace cuánto conoces a Bertolt? — preguntó Cora.
— Nos conocimos en el sector seis pasábamos el tiempo juntos — contesto Grit.
— ¡Chicos, podrían darnos unos minutos a solas! — exclamé mientras hacia un gesto con la mano.
— Unos minutos a solas — repuso Heike con un tono de enfado.
— Ya escucharon, quieren unos minutos a solas — comentó Detlef.
— Vamos, camina Heike — repuso Alek mientras la empuja de su mochila.
— En veinte minutos nos vamos — respondió Cora mientras se va caminando.
Camino detrás de Grit y la tomo del brazo para detenerla, me da una mirada afligida mientras tira de su brazo, durante un momento estamos mirándonos el uno al otro.
— Berto, ¿en dónde has estado todo este tiempo?
— He estado en Hunter.
— Tu madre y Else se alegrarán de saber que estas bien.
— Nadie tiene que saberlo.
— ¡Por qué nadie tiene que saberlo! Te creí muerto, creí que te había perdido me hiciste falta.
— También me hiciste falta, pero los pondría en peligro — murmuré.
— Yo no te importo — respondió Grit con un tono de tristeza.
— Todo el tiempo pienso en ti, pero no puedo regresar.
— No eres el Berto que conocí.
— ¡No sabes por lo que he tenido que pasar!
— ¡Déjame saber por lo que has pasado!
— Si regreso no soportaré el verte sabiendo que eres infeliz. Mi madre, Else y tu son lo único importante que tengo.
Continuamos caminando hasta llegar al mercado para encontramos con Alek y Cora. Los reclutas están reunidos, Eckard esta recargado contra un camión. Bert, Birgit y Ernst descansan bajo la sombra de un toldo.
— Parece que te has tomado tu tiempo — dijo Hiroshi mientras camina hacia a mí — estábamos por irnos, esperábamos a un grupo que aún no ha llegado.
— Sólo fue una conversación — respondí.
Toca el costado de mi ojo morado con su dedo e inclina mi cabeza hacia atrás, en lugar de quitar su mano inclina su cabeza.
— Eres rápido si puedes dar un buen golpe podrías ganar.
— Fue mi primera pelea.
— De acuerdo Mohamed Alí, hay que regresar a la base — dijo Hiroshi con un tono sarcástico.
Me arrastro a través del colchón; han pasado diez días desde mi pelea con Arne, estoy lejos de sanar, mis heridas se están tornando de un color morado, me he acostumbrado al dolor así que me muevo mejor, miro el reloj que esta sobre el buró marca la 1:00 de la madrugada, veo mi reflejo a través de una ventana. No reconozco el rostro que veo, es parecido a mi es alto tiene cabello negro y tiene cara angosta, pero las semejanzas van cambiando. Yo no tenía un ojo morado cuando llegue aquí, un labio partido y una quijada golpeada. Parecen ganar la batalla los pensamientos que perturban mi mente, el pasillo se encuentra vació, camino por el corredor hasta llegar a las escaleras que llevan hacia la azotea, el malestar que siento en el estómago parece no desaparecer o es solo la sensación de culpa. Al llegar a la azotea puedo escuchar la voz de Heike, me quedo esperando en la puerta, mientras dudo si debía retirarme. Pero no lo hice, sabía que tenía que darle una explicación, doy media vuelta para poder mirarla, ella permanece mirándome la luz de la luna hace brillar sus ojos color verde escarlata.
— Supongo que no logras dormir.
— Parece que la noche quiere hacernos una mala jugada.
— Por tu expresión no esperabas encontrarte con una persona en este lugar, a veces subo a la azotea para pensar un poco — repuso Heike.
— Si lo deseas puedo retirarme.
— No será necesario, hay espacio en la azotea, puedes quedarte si lo deseas.
— En ese caso me quedaré.
— Es buena vista ¿no lo crees? delante de nosotros está Providencia, con solo una mano podría alcanzarlo quizás otro salto y el sueño ya es mío — respondió Heike con un leve suspiro.
— Será mejor que te alejes del pasamanos, a menos que quieras volar.
— Descuida no será necesario, tenemos una misión preparada, llegó un dossier al PDA, será mejor que entremos — respondió Heike, mientras caminaba hacia las escaleras.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro