Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 40 El yo y el ello

Venid, pues, manos puras: sostened la cabeza que duerme o que se puso la máscara del sueño: y vengan cuantos gusten de llorar, y aquí el rito de los muertos escuchen. Mas no muere del todo y, sufriendo, persiste y lentamente forma ese temple más duro,
y guarda la mirada que ya no encontraría, las palabras que nunca ha de escuchar de nuevo.

-Versión de Màrie Manent

Estaba arrepentida por haber subido al Falcón, observé por la ventanilla míentras despegábamos las hélices giraban con tanta fuerza que hacía volar todo lo que no se encontraba sujeto en el suelo, el leve movimíento de la nave coménzaba a resaltar la falta de descanso de esta noche, los párpados coménzaban a pesar y las alucinaciones invadían mi mente. Observé el rifle que sostenía sobre mis manos, había gusanos sobre el cañón del arma.

— Gusanos ¿por qué estoy viendo gusanos? Lyonya ¿por qué estás cubierto de gusanos?, ¿porque hay gusanos sobre mis manos?

— Si..., Sil..., ¡Silvana despierta! Silvana despíerta, estás teníendo una pesadilla — respondió Heike.

— ¿Qué ha pasado?

— Primero baja tu arma, no me síento cómoda hablando si tengo un cañón apuntándome en el rostro.

— Dísculpa, Heike.

— Descuida, tenías una pesadilla; te quédaste dormida a medio trayecto.

— No he podido dormir estás últimas noches.

— Puedes contarme sobre tus pesadillas si quieres — respondió Heike.

— Descuida, puedo controlarlo.

— Creo que ya es momento de que nos préparemos, éstamos por llegar al campo de entrenamíento — contesté.

Al abrirse la compuerta del Falcón, soy la primera en dar el prímer salto, un torrente de adrenalina ínvade mi cuerpo. Un dolor punzanté sobre mi pecho me detíene. Oprimo mi pecho tratando de jalar el mayor aíre que pueda con mi boca. Trató de correr, pero no tengo fuerzas en mis piernas, con mi último alíento presiono el botón de pánico que hay en mi traje.

La fría sensación del metal sobre mi piel sacudió mi cuerpo y me hace abrir brevemente los ojos, no puedo entender que está ocurriendo a mi alrededor. Mi cerebro trabaja ferozmente, la imagen de Adlef es cada vez más constante — moriré — murmuro. Los gusanos rodean mi cuerpo, muevo mis brazos para quitármelos. Adlef continúa mirándome, cada vez que se ríe brotan gusanos de su boca. El miedo me ínvade, no puedo alejarme de él. Trato de gritar, pero las palabras no salen de mi garganta, una ola de confusión mezclada de terror acelera mi corazón. Al principio, sólo veo el cuerpo de Adlef quíen murmurá palabras que son incomprensibles.

— ¡Qué le ocurrió! — exclamó Caroline.

— Encontramos a Silvana tirada sobre la colina, está delirando y no dejá de pronunciar gusanos — responde Heike.

— Está sufriendo un ataque de pánico, llévenla en la camilla para hacerle análisis a Silvana y así sabremos qué le ha ocurrido.

— Cora, esta es una lista de las personas que no se preséntaron a la revisión de rutina de esta mañana ¿te parecen familiares? — interrumpió Antón al entrar al hangar.

— Eckard y Birgit son personas que nunca faltarían a una revisión — murmuró Heike.

— ¿Notas algo ínusual?

— En realidad no, pero tienen algo en común: ellos fueron a la misión de la aldea.

— Hay información clasíficada que no debés de compartir con nadíe, duranté la misión fueron capturados y se perdíeron dieciséis mínutos de grabación que sus trajés estabán transmitiendó, créemos que durante ese tiempo realízaron experímentos con ellos — explicó Antón.

— ¿Por qué nos lo han ocultado?

— Hay información que se debé de mantener bajó secreto para poder mantenernos protegidos — confesó Antón.

— ¿Por qué razón me has revelado lo ocurrido en esa misión?

— Quíero que busques a Birgit, Eckard, Detlef, Aleck y Cora, debemos aíslarlos y mantenerlos bajo observación porque pueden represéntar un peligro para nosotros o para ellos mismos, aún no sabemos qué clase de experímentos han realizado con ellos.

— Haré todo lo posible por encontrarlos — contestó Heike.

El pasillo se encontraba desierto, las sombras se extendían a largo de los muros cerca de allí, a siete metros se encuentra el ala médica. En el centro del pasillo hay dos reclutas sentados junto a la puerta. Caroline teclea, levanta la mirada un instante y continúa: — analicé los resultados de Silvana.

— ¿Que has encontrado? — preguntó Antón.

— Tiene una gran cantidad de la hormona oxitocina, la encargada de regular el miedo y en el caso de Silvana no se está regulando, está aumentando. El terror que está experimentando está acelerando su respiración y ritmo cardíaco, sus vasos sanguíneos están tan contraídos que si continua a ese ritmo podría llevar a su cuerpo a una falla severa e incluso la muerte.

— Has logrado encontrar que está originando su fobia, supongo...

— Aún sigo tratando de encontrar qué lo está originando.

— Es probablé que sea algo químico lo que este ocasionando su fobia extrema — respondió Antón.

— ¿A qué te refieres con algo químico?

— Su equipo fue emboscado y se perdieron dieciséis minutos de grabación.

— ¿Sabes quiénes fueron los capturados?

— Birgit, Eckard, Detlef, Aleck y Cora.

— Será mejor que manténgamos un lugar aislado y los pongamos en cuarentena, ya que probablemente estén presentando los mismos síntomas que ha presentado Silvana.

— Avisaré al personal médico, creo que será una noche larga, iré al ala médica y examinaré a Silvana — respondió mientras lanzaba un suspiro.

Antón camino hacia la puerta, primero observa el pasillo. En el corredor sólo se encuentra una enfermera delante de las camillas, avanzá un par de pasos. A través del hueco de la cortina, las luces del pasillo se reflejan. Verónica se encuentra sentada en una silla ubicada a un lado de mi cama.

— Creo que no esperaba tan pronto tu visitá — respondió Antón sin apartar la mirada de su tableta.

— Vine tan pronto como recibí la señal de auxilio — contestó.

— ímagino que has venido para saber qué le ha ocurrido.

— Como siempre Antón, tus afirmacíones siempre son correctas.

— La han encontrado tirada sobre una colina, al parecer perdió el conocimiento.

— ¿Ha perdido el conocimiento?

— No ha sufrido un ataque, se dirigía a un entrenamíento de rutina, sin embargo, desde que se desmayó no ha dejado de murmurar el nombre de Adlef ¿sabés si hay alguná relacíon con su estado?

— Adlef era el prometido de Silvana, pero murió durante una misión, pertenencia a las fuerzas especíales, fue una dura pérdida para ella.

Un temblor sacudió violentamente mi cuerpo y el movimiento hizo golpear mi brazo contra la barandilla de la camilla, las gotas de sudor recorren mi frente. No puedo éntender lo que ocurré, trató de evaluar mi situación y todos los recuerdos que tengo de Adlef invaden mi mente. Me imagino en un bosque y un camino oscuro tapizado de hojas secas, la luna de sangre se reflejá sobre un lago y al verla me hace recordar un pasaje bíblico de Joel 2:35 que había leído: El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes de que venga el gran y terrible día del señor. Escuchó el sonido que proviene de una colina: Es la voz de Adlef. El temor estremece mi corazón.

— ¡Esperó que hayas dísfrutado del paísaje!

— Qué hago en este lugar ¿ácaso estoy muerta? — pregunté tratando de ocultar mi temor.

— De algún modo nos encontramos muertos — repusó con voz inexpresiva.

— Creí que ya no te vería — Murmuré.

Adlef lanzó un gruñido de frustración. El sonido se extendió por el aíre, arrojó sobre mí una roca y al poco tiempo fue reemplazada por gusanos. Retrocedí hacia una cueva, mientras sacudía mi cabello, los gusanos caían sobre el suelo. El temblor estremeció mis manos. El gemido de ultratumba aún se continuaba escuchando, golpeó con los puños el suelo de roca y el silenció volvió. Una ola de confusión mezclada de pánico me invadió, entrecerré los ojos y dirigí la mirada hacia una luz. Sólo vi una sombra que se movía, pero pronto comenzó a delinearse un cuerpo. Era Lyonya, no había esperado encontrarlo, estaba sorprendida. El miedo comenzó a disminuir, pero no lo suficiente para calmar mi corazón acelerado. Alguien ató una cuerda sobre su cuello, con un gran nudo atado sobre el extremo de un árbol. Varias manos se estiraron hacia él, aferrándolo de la ropa y atrayéndolo hacia el suelo. Una cascada de emociones me devoró las entrañas y quería gritar.

— ¡Ayuda... por favor! — gritó Lyonya.

Una mano de la cual sólo había huesos me sujetó del hombro, el polvo de la camisa y el pantalón se impregnó sobre mi ropa, se tambaleó sobre mí. Me sentía muy confundida como para prestar atención a lo que sucedía, me miraba fijamente y dijo con una voz áspera mientras reía — "no podrás salvarlo" —. No podía distinguir a quién pertenecía la voz, seguidamente añadió: — "se romperá su cuello".

Giré con lentitud mi cabeza, pero la mano aun continuaba sujetándome del hombro. Entrecerré los ojos y dirigí la mirada hacia la voz que escuchaba, el rostro brumoso se volvió nítido como si la lente de una cámara hubiera ajustado y exclamé: — ¡Adlef!

El monitor cardíaco emitió un estridente sonido que se escuchó por toda la habitación. Caroline corrió hacia la intravenosa sobre mi brazo para inyectar un sedante. Verónica aún continuaba observándome en silencio. Con su mano retiró el flequillo que me cubría la frente, una lagrima rodó por mi mejilla. Quería abrir los ojos despertar de aquella pesadilla, mis párpados se tornaban cada vez más pesados. Podía escuchar la respiración de Verónica, el miedo que sentía se comenzó a desvanecer.

— Por cuanto tiempo continuará así — dijo Verónica con un hilo de voz.

— No sabemos qué le han hecho, aún seguimos tratando de averiguar qué le está causando esa fobia — respondió Antón.

Las luces de las habitaciones se encontraban apagadas. Verónica permanecía sentada en silencio sobre el frío piso. En el centro del pasillo hay un letrero incandescente y dos camillas junto a una habitación contigua. Las lágrimas recorrían sus mejillas mientras observaba una vieja fotografía.

— Verónica ¿hace cuánto tiempo que estás aquí sentada? — pregunta Hank.

— Sólo salí por un momento — respondió, mientras retiraba las lágrimas de sus ojos.

— Lamento lo que le ocurrió a Silvana, sé lo importante que es para ti.

Un chasquido parecido a un estallido se escuchó por el corredor. Los guardias concejales corrían hacia la dirección donde provenían los disparos, las alarmas comenzaron a sonar por todo el lugar. Hank tomó instintivamente su PDA antes de que pudiera emitir algún sonido, observó con una mirada de resignación a Verónica y antes de comunicarse tomó una bocanada de aire y contestó: — Alguien puede decirme que está pasando se escuchan disparos.

— Los disparos provienen de la habitación de Eckard que se rehúsa a salir, al parecer está teniendo alucinaciones con escarabajos, Heike se encuentra con él, pero temo que entre en fuego cruzado — respondió Annika.

— Crea un perímetro en los dormitorios, no queremos que salga algún recluta herido.

Verónica lo miró fijamente y puso una expresión seria, finalmente lo lanzó: — Es momento de que volvamos.

Otro disparo se escuchó cerca del dormitorio, esta vez el estallido fue largo y estremecedor. El corazón de Verónica se agitó.

— ¿Qué está pasando? — preguntó Hank al acercarse a los dormitorios.

— Eckard se encerró con un arma en su habitación Heike está ahí adentro, escuché algunos gritos, pero ahora todo está en silencio — respondió Himeko, con voz asustada.

— Trata de ponerte a salvo, entraré con la guardia concejal a su dormitorio, pero llevaré un escudo antibalas.

La guardia concejal comenzó a cruzar por el pasillo, mientras se cubrían con el escudo antibalas. Hank caminó detrás de ellos, echó un vistazo a su alrededor una vez que la puerta automática del dormitorio se abrió. Sintió un torrente de adrenalina que inundó su cuerpo.

— ¡Eckard, baja tu arma! — exclamó Heike, mientras se cubria con la cama.

— Si bajo mi arma los escarabajos subirán en mí.

— Eckard, has lo que te pide Heike, baja tu arma y te prometo que los escarabajos no subirán en ti, sólo queremos mantenerte a salvo — afirmó Hank.

— ¿Hank, eres tú? el escudo antibalas no me deja verte.

Hank bajó su escudo, sostuvo la mirada y decidió no decir nada. El pánico consumía a Eckard. ¿Las cosas podrían empeorar? Pensó para sí mismo.

— Hank, hermano es bueno ver un rastro familiar.

— Eckard, puedes bajar tu arma, intentamos ayudarte.

— De acuerdo, bajaré mi arma — respondió con hilo de resignación.

Hank le dio un golpecito en el hombro y luego tomó el arma de su mano, caminaron hacia la salida del dormitorio, Heike los siguió caminando detrás de ellos. Los paramédicos la cubrieron con una manta térmica mientras la llevaban a una habitación contigua para poder examinarla.

— Tenemos que llevarlo a la enfermería — respondió Caroline mientras sujetaba del codo a Eckard.

Eckard puso rostro de resignación mientras lo subían a una camilla. La imagen de los escarabajos permaneció fija en su mente. Una figura pálida permanecía observándolo desde el extremo de la habitación, el sudor recorrió su frente, aunque el aire acondicionado estaba encendido. Caroline continuó observándolo, finalmente Antón le hizo una señal con su mano a Caroline y camino hacia su dirección, seguidamente comentó: — Debemos mantenerlo bajo observación, al parecer muestra los mismos síntomas que Silvana, recomiendo extremar precauciones porque puede ser viral lo que le hayan inyectado.

— Que... Está... — murmuró Eckard, pero no logró completar sus palabras. Ya no podía soportarlo más. Se apoyó contra el barandal de la camilla y miró hacia el pasillo, sin saber que hacer.

— ¡Mantenga la calma o tendré que sedarlo! — exclamó Caroline.

De pronto Eckard se sintió avergonzado y asustado como si tuviera el tamaño de un niño. Sin decir una palabra, se recostó. Evitando la mirada de Caroline — Será mejor que mantengas la calma — añadió, tomó a Eckard del brazo y lo ayudo a recostarse.

— Por favor le pido que me saquen de aquí — le dijo con voz inexpresiva. En ese momento se dio cuenta de que Caroline era su único aliado.

— Tal vez pueda arreglar su salida, pero estarás más seguro en esta habitación — replicó con tono severo.

Eckard recorrió con la vista el dormitorio, aquel nuevo espacio donde estaba destinado a permanecer la mayor parte del tiempo. Los muros volvían a reflejar las sombras de los escarabajos. A pesar de lo que había visto hace un rato en su habitación, no sabía qué sensación le causaba más temor. Estaba por examinar uno de los escarabajos que se encontraban sobre el muro, cuando llegó Hank con un par de emparedados y dos vasos de agua. Una profunda sensación de calma se apoderó de él.

— Robé emparedados de la cocina, creí que tendrías hambre — añadió sentándose a lado de la cama, haciendo una señal para que lo imitara. Eckard tomó el emparedado, pero después dudó al recordar la imagen espeluznante de los escarabajos. Sin embargo, el hambre se apoderó de él y le dio un gran mordisco al emparedado.

— Es un buen emparedado — murmuró mientras comía — estaba muerto de hambre.

— Lo sé — repuso Hank, dando un bocado a su propio emparedado.

Después de terminar su emparedado, Eckard se dispuso a hacer la pregunta que lo había estado atormentando.

— ¿Por qué tengo esas alucinaciones? ¿Qué me está sucediendo?, ya ni siquiera me reconozco.

— Creemos que durante su misión les realizaron experimentos, desconocemos hasta el momento en qué consistieron.

— Es por eso que tengo estas alucinaciones con escarabajos y con mi padre.

Siguió dando un trago a su agua, mientras analizaba las alucinaciones que había tenido. Aunque no podía comprender con claridad lo que trataba de encontrar, había algo extraño en sus visiones. Tuvo una inquietante sensación de terror al mirar con más detenimiento, como si pudieran dañarlo.

— ¿Acaso es parte de algún otro plan de Merick? — preguntó — ¿es alguna clase de nueva arma?

Hank titubeó al responder.

— Tal vez lo que está intentando es intimidarnos.

Eckard continúo en silencio durante un rato.

— Algo estás ocultándome — repuso, mientras bebía un largo trago. La impotencia de no recibir respuesta a sus preguntas comenzó a destrozarle los nervios. Y saber que, aunque le contestaran podrían no estar diciéndole la verdad.

— ¿Por qué el misterio?

— Aún no se ha descubierto lo que causa las alucinaciones que están teniendo — respondió Hank con un hilo de voz.

Eckard, sintió molestia al notar que Hank no pareciera preocuparle lo que le sucedía, y que le resultará indiferente el hecho de le que le habían quitado su salud mental.

— Crees que pronto puedan encontrar una cura — prosiguió.

— Tal vez sólo sea cuestión de tiempo.

Lo observó por un momento y se dio cuenta de que Hank no estaba inventando la respuesta. Una inquietud lo abordó. De pronto ya no estaba tan interesado en conocer su respuesta.

— Será mejor que trates de descansar.

Hank se dio cuenta de que no había nada que pudiera hacer. Una extraña inquietud se apoderó de él y, sin pensarlo, se dirigió hacia la habitación donde se encontraba Silvana.

— No esperaba encontrarte de nuevo en este lugar — respondió Caroline mientras revisaba su tableta.

— Sólo pasaba por aquí.

— Es un largo paseo el que has dado para intentar reconciliar el sueño.

— Yo no lo llamaría de esa manera — respondió Hank intentando disimular su inquietud, aunque sabía que no estaba dando resultados.

— ¿Qué quieres decir con eso?

Caroline se detuvo, creyendo que Hank no había escuchado. Miró hacia su cuaderno de anotaciones, y entonces su inquietud comenzó a incrementar.

— Sé que de algún modo están enfermos — respondió Hank con un tono sepulcral. No se imaginaba cómo Merick pudiera haber estado experimentando. Se sentía tan inseguro.

— Estamos haciendo todo lo que está en nuestras manos para poder encontrar una cura.

— Creo que ha llegado el momento de ocupar los servicios del escuadrón Adammeo.

Había algo que se les escapaba de las manos, una rara inquietud surgió en Caroline, dejó su cuaderno de anotaciones mientras tomaba aire para responder: — Piensas que no hemos podido controlar está situación.

— No me refiero a controlar la situación, hablo de encontrar una cura. No podemos mantener aislados a Silvana o Eckard mientras tratamos de investigar qué les está provocando su estado.

Caroline cruzó sus brazos en señal de frustración.

— Qué te ocurre, acaso dejarás que extraños vengan a nuestra base.

Sorprendido ante la negación de Caroline, Hank volteó bruscamente: — ¿Qué acabas de decir?

— ¡Eh! — exclamó Caroline confundida.

— Acabas de decirme que no permitirás que extraños vengan a nuestra base, creo que no debo recordarte cuál es tu rango y que ahora no estamos en Hunter.

Caroline se quedó en silencio.

— Se acabó nuestra charla — respondió Hank mientras salía de la habitación.

Hank continuó su camino de regreso hacia a su dormitorio, estaba más interesado en encontrar la cura. Delante de él junto a un pasillo contiguo, Verónica observaba a través de un ventanal de su mejilla. Aun continuaba escurriendo lágrimas, su tristeza se podía palpar con la mano.

— Parece que de algún modo todos debemos sufrir por las ambiciones de Merick o de Magnus — susurró Verónica sollozando.

El corazón de Hank le dio un vuelco, cuando vio a Verónica llorar. Avanzo hacia ella y le echó una mirada rápida y la rodeó entre sus brazos. Observó con curiosidad las pecas en sus mejillas. — lo encontraremos y le haremos pagar — agregó Hank antes de que las palabras pudieran brotar de la boca de Verónica.

Se escuchó un gran estruendo, seguido de horribles gritos. Verónica miró a su alrededor con pánico, los reclutas corrían para protegerse de una posible explosión. Una sensación de pánico le comprimió el pecho.

¿Qué está ocurriendo? — pregunto Hank mientras hablaba por el comunicador.

Habla, Hiroshi se registró una explosión cerca de la armería, Birgit fue quien lo ocasionó, se encuentra a salvo, realizaba un inventario cuando sufrió un colapso nervioso.

¿Se encuentra herida?

Soló sufrió algunos golpes y raspones, Caroline la está examinando.

Mátenme informado si hay alguna novedad sobre su estado.

Copiado.

Sintió rabia mezclada de confusión. Entrecerró sus ojos y dirigió su mirada hacia el ventanal y observo los grandes muros de árboles. Tambaleó un poco lo consumía la impotencia, recorrió el lugar con la vista por el constante parpadeo de sus ojos sintió un mareo. Verónica continuó observando, su cabello castaño caía sobre sus hombros, su mirada parecía encendida por el odio, y en su corazón había una gran batalla entre confusión, pánico y desesperación. Pero mezclada provocaba una absoluta desolación y oscuridad como si el mundo se hubiera acabado.

— Debemos detener a Merick antes de que cause más sufrimiento — dijo finalmente, luchando por no quebrar su voz.

Hank dio media vuelta, cerró los ojos y respiró profundamente. Se encaminó hacía la sala de comunicaciones. El vacío que sintió dentro de su interior fue remplazado por tristeza, estaba furioso y deseaba golpear a alguien.

— Contactaré a la teniente Yoon del escuadrón Adammeo.

Verónica miró a Hank y entorno los ojos.

— Informaré a la guardia concejal — cruzó los brazos y respiró profundamente.

Hank no dijo nada, continuó caminando hacia la sala de comunicaciones. Permaneció sentado durante un rato frente al monitor y de pronto se sintió agobiado, se obligó a encender el monitor y abrir comunicación con la teniente Yoon.

Imagino que no es sorpresa para ti que me haya contactado contigo — comentó Hank.

Yoon puso una expresión de asombro.

Debo suponer que estás en serios problemas para que me hayas contactado.

Yoon, no es momento para tu sarcasmo ¡¿no te hará daño ayudar a tu propio hermano?!

Ese siempre ha sido uno de tus problemas, el querer la ayuda de tu hermana mayor ahora que soy teniente del escuadrón Adammeo ya soy de utilidad para ti.

¡Carajo!, ¿acaso no lo ves podría estar tu escuadrón en apuros? — sacudió la cabeza y golpeó ligeramente la mesa — ¡podrías dejar atrás tu rivalidad!

¿Cuál es la situación que hay en tu escuadrón?

Enfrentan un estado de miedo extremo y aun no encontramos que lo origina.

Parecen ser los síntomas que sufrieron miembros de mi escuadrón, después de haber rescatado a tus hombres en los túneles.

Tal vez haya una coincidencia.

Saldré esta noche y me dirigiré hacía su base, espero que no sea una de tus trucos para llamar mi atención.

Esperaré el arribo de tu nave — respondió Hank con un tono de enfado.

Luego cortó la comunicación, se incorporó y se dirigió hacia la salida, mientras caminaba escuchó gritos que provenían de los dormitorios. Lanzó un suspiro de frustración, saber que los gritos provenían de Cora le hizo sentir náuseas. Sé dirigió hacia la puerta de su dormitorio, el papel tapiz que cubría las paredes se encontraba rasgado. Los rostros de los reclutas aterrados le parecieron recordar alguna película de terror la luz del techo parpadeaba.

— ¡Escuché gritos desde el otro extremo del pasillo! — exclamó Hank.

— Es Cora, dice tener agujas en su cuerpo e intenta quitárselas con una navaja — respondió Armin su rostro se encontraba pálido.

— ¿Han intentado quitarle la navaja?

— No hemos logrado acercarnos — una oleada de calor recorrió el cuerpo de Armin.

— Será mejor que intente acercarme — respondió Hank convencido de que debía alejarse. Sin decir una palabra, se encaminó hacia el interior de la habitación. Con un sobresalto Cora lanzó una mirada mortífera, trozos de piel colgaban del brazo izquierdo de Cora.

— Traté de quitarme las agujas de mi brazo — murmuró Cora.

— Baja tu navaja, sólo intento ayudarte — repuso mientras hacia un gesto con la mano para que bajara su navaja.

— ¡Hay agujas en mi pierna y mi abdomen!, ¿de qué forma intentarás ayudarme? — respondió Cora, sus ojos estaban abiertos como platos.

— Déjame acercarme.

— Sé que no me crees me juzgas, todos los que están afuera creen que estoy loca, no lo entiendo ¿por qué sólo yo veo las agujas sobre mi cuerpo? ¿qué me está sucediendo? — las palabras desgarraron su garganta.

— Mantén la calma, caminaré hacia a ti — respondió Hank mientras caminaba lentamente hacia Cora.

Cora río con disimulo con una carcajada corta que se parecía más a un resoplido, luego su cara se puso sería. Hank le sostuvo la mirada, comenzó a avanzar por el pasillo, se acercó a Cora, pero cuando pudo ver bien el estado de su brazo, su corazón se paralizó. Estaba lleno de moretones y rasguños, los ojos de Cora se encontraban cubiertos de lágrimas. La imagen quedó impresa dentro de su mente, de un solo movimiento arrebato la navaja de la mano de Cora.

— ¡Que estás haciendo! — le gritó.

— Evitando que te hagas más daño.

— ¡Saca tus sucias manos de mi navaja!

Sin decir una palabra Hank tomó a Cora del brazo tan rápido como pudo y atravesó la puerta.

— Suéltame — le dijo. En ese momento Cora se dio cuenta de que era Hank quien podía ayudarla.

— Ya no hay problema, estás a salvo — contestó.

— No podré volver a hacer la misma persona que era antes. No después de esto — murmuró Cora mientras observaba por el rabillo del ojo.

— Si podrás, te llevaré a la enfermería y revisarán tus heridas — repuso Hank mientras sonreía.

Hank y Cora se marcharon hacia la enfermería, aunque había estado en su habitación por poco tiempo se encontraba feliz de haberse alejado. Deseó Cora forzosamente no recordar lo sucedido y frotó varias veces sus ojos tratando de sacarse esa imagen de su mente. Se recostó sobre la camilla mientras esperaba a Caroline y recorrió con la mirada su nueva habitación. Su nuevo espacio en donde estaba destinada a vivir con sus alucinaciones. La luz de la lámpara dibujaba sombras sobre las paredes, al menos eso le ayudó a distraerse.

— Déjame examinar tus heridas — agregó Caroline sentándose a su lado. Tomó una gasa, pero luego Cora recordó la imagen de las agujas sobre su brazo, pronto el dolor ganó la partida y extendió su brazo.

— Duele — murmuró.

— Algunas heridas que tienes sobre tu brazo son profundas, debo asegurarme que no estén infectadas antes de cubrirla con gasas y vendas — repuso Caroline mientras tomaba otro frasco con antiséptico.

Cora siguió analizando las alucinaciones que estaba teniendo, había algo raro en sus visiones, aunque no podía distinguir la silueta que permanecía observándola. Tuvo una inquietante sensación de pánico.

— ¿Qué ocurre? — preguntó Caroline sobre saltada.

— Veo una silueta parada junto a la puerta que me observa.

Caroline titubeó si debía voltear.

— Has tenido un día agitado, sólo necesitas descansar.

Cora se mantuvo en silencio durante unos segundos.

— ¿Tal vez pienses que estoy loca? — repuso mientras terminaba de colocarle la última venda. Le molestaba que Caroline no pareciera preocuparle su estado ¿qué problema pudiera tener?

— Debo inyectarte un sedante para evitar que te hagas más daño — respondió Caroline mientras sostenía una jeringa sobre su brazo.

— ¡Espera! — gritó Cora.

— ¿Cuál es el problema? quiero evitar que te hagas daño a ti misma.

Cora retrocedió hacia un rincón de la cama, cruzó los brazos y se estremeció. Gritó pidiendo ayuda, el miedo había vuelto, pero nadie acudió. Un dolor sobre su abdomen la paralizó, quería llorar, pero no tenía lágrimas, no le quedaba más que permanecer inmóvil. Las paredes y el dormitorio parecían desparecer. De repente sintió un mareo, una rara inquietud la embargó, intentó permanecer despierta. Caroline la sostuvo entre sus brazos mientras acariciaba su cabello. Eso la hizo sentir tan segura que se relajó.

— Encontraremos una cura, pronto mejorarás — murmuró Caroline antes de que Cora se quedara profundamente dormida.

Terminando de colocar a Cora sobre su cama, Hank observó mientras permanecía recargado sobre la pared.

— ¡Fue difícil lograr que Cora durmiera! — exclamó.

— No fue sencillo hacer que durmiera — respondió Caroline respiro profundo y levantó los hombros.

— Si ya has terminado será mejor que vengas conmigo.

— ¿A dónde vamos?

— Nos reuniremos con el escuadrón Adammeo.

Un extraño silencio acechaba en los corredores, como si algo sobrenatural hubiera recorrido el lugar y se hubiera llevado todos los sonidos. Hank continúo caminando delante, Caroline recibió un empujón. Dos guardias concejales se abrían paso entre la multitud, uno era alto y el otro era bajo, ambos tenían algunas canas sobre su cabello.

Caroline observó cómo la nave del escuadrón Adammeo se colocaba en el andén.

— Ya está por aterrizar la nave, será mejor que nos demos prisa — respondió Hank mientras echaba un vistazo.

— No creo que necesites de mi presencia, soy del personal médico.

Hank se acercó y la tomó del hombro.

— El escuadrón Adammeo tiene información que tal vez te pueda interesar, ellos tuvieron el primer contacto con la bestia Grimen en los túneles.

— ¿Estás seguro de eso?

— Estoy seguro de eso. Silvana lo incluyó en su informe cuando regresó de su misión, además podrían saber que está ocasionando su fobia extrema.

Caroline sacudió la cabeza.

Continuó observando en silencio, sentía una extraña sensación mientras se abría la compuerta de la nave ¿qué era la información que el escuadrón Adammeo había reunido?

— Creó que he llegado a tiempo a la reunión — murmuró la concejal Dagmar.

— ¡Concejal, no noté su presencia! — exclamó Hank con un tono de asombro.

— No te disculpes y dime — añadió, mientras extendía su mano y tocaba su hombro izquierdo — ¿ya ha descendido el escuadrón Adammeo?

— Ha llegado en el mejor momento, señora concejal. Discúlpeme por no haberle informado antes — respondió Hank con el rostro enrojecido.

— No te disculpes, espero que traigan buenas noticias para nosotros.

El escuadrón Adammeo se encaminó a la bahía donde se encontraba la multitud, la teniente Yoon miró a su alrededor, el destello plateado de la insignia de Hank llamó su atención. Volvió la vista hacia el corredor y caminó hasta el lugar donde se encontraban.

— ¡Espero que no me hayas hecho venir en vano! fue un viaje bastante largo — exclamó.

— Lamentamos los inconvenientes que le hayamos hecho pasar, teniente Yoon — se escuchó una voz familiar que sobresalía de la multitud.

— Se... Se... Señora concejal, disculpe mi comportamiento — respondió mientras agachaba su cabeza avergonzada.

— Entiendo que fue un viaje largo, debe estar cansada. Antes de mostrarle donde están sus dormitorios hay algunos datos que debe observar.

— ¿Qué clase de datos debo observar, señora concejal? — preguntó con un tono de curiosidad la teniente Yoon.

— Ya que comenzamos a entendernos, mi oficial médico Caroline la dará un informe breve.

— Enseguida señora concejal, en este momento tenemos a tres de nuestros oficiales dentro del ala médica que presentan síntomas muy similares: miedo muy intenso y alucinaciones.

— ¿Acaba de mencionar alusiones y fobias intensas?

— Si, teniente Yoon — repuso Hank.

— Son los mismos síntomas que presentaron nuestros oficiales, después de realizar el rescate a la división Lesnar, creemos que son las esporas liberadas por la bestia Grimen o ¿quizás alguna nueva clase de ataque biológico? — respondió la teniente Yoon mientras mostraba la pantalla de su tableta.

— ¿Cómo lograron detener los efectos? — preguntó a Hank.

La teniente Yoon cruzó los brazos y continuó en silencio, la concejal Dagmar, Hank y Caroline continuaron observándola. No fue difícil conocer el mundo de la teniente Yoon, quería alejarse, pero algo se lo impedía. Caroline volvió a preguntar, al cabo de unos segundos respondio la teniente Yoon: — Los oficiales murieron, prefirieron suicidarse a tener que soportar las alucinaciones, sólo uno sobrevivió tuvimos que mantenerlo dentro de un tanque de estasis, hasta que los efectos de las esporas disminuyeran. Aún no hemos encontrado una cura. Caroline echó una mirada hacía Hank quien estaba más cerca y puso los ojos en blanco. Estaba claro que quería que le diera la mano.

Caroline en forma instintiva negó con la cabeza sin decir nada, se alejó del grupo, caminó hacia el otro extremo del pasillo y se sentó con la espalda recargada contra el muro. El pánico nuevamente se apoderó de su interior, respiró profundamente e hizo un esfuerzo por aceptar la situación. Pensó: no resolverás esta situación si entras en pánico. — ¡Cómo detendremos los efectos! — gritó, luchando por no desgarrar su garganta.

Caroline echó una mirada a su tableta y estudió su cálculo original, en ese momento se dio cuenta de que el estado de Silvana había empeorado. Ante ese descubrimiento el alma se le cayó a los pies, se sentía tan perdida que ni siquiera había notado que su estado había cambiado, caminó por el pasillo hasta llegar a su habitación, la respiración de Silvana se había tornado irregular.

— ¡Qué está pasando aquí! — exclamó Verónica mientras observaba a Caroline entrar a la habitación.

— No hay forma de mantenerla a salvo — repitió con voz inexpresiva. — Escucha — luego puso su mano sobre el hombro de Verónica, mientras dejaba escapar un suspiro— sólo Silvana puede detener sus alucinaciones, no podemos intervenir más.

Los ojos de Verónica se agrandaron como grandes platos, se inclinó y paso su mano sobre su cabello.

— Encontraremos una cura — susurró.

Permaneció sentada durante un rato, alcanzó a ver una lagrima sobre la mejilla de Silvana. Se puso de pie y camino hacia la ventana, sólo logró encontrar árboles con ramas desnudas.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro