Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Parte IV

La utilidad de los monos se me hizo cuestionable cuando dejé de utilizar pañales. Pueden ser muy calentitos y cómodos, hacerte parecer un peluche andante o resguardarte mejor que ninguna manta. Pero que me digan quién fue el desgraciado de mente retorcida al que se le ocurrió diseñarlos para cagarte en ellos, literalmente. Porque sólo alguien malévolo creería que es buena idea desnudarse para poder hacer una sus necesidades. Eso si es que es tu día de suerte y te da tiempo a quitártelo, ya que cuanta más prisa tienes, más conocimientos de ingeniería necesitas para no hacértelo todo encima.

Toda esta reflexión surge mientras intento ponérmelo de nuevo, cosa complicada si no se distingue bien el revés y el derecho. Podrían haberme dado uno más bonito o, simplemente, de mi talla, no este que parece que lo he heredado de mi abuelo el granjero.

Realmente, el mal humor nace de no haber avanzado con el gusanobot. Por más que lo he intentado, no he logrado utilizarlo. Estaré confundida y Dommy se referiría a otra cosa. Todo sigue siendo una rematada mierda. De un salto me tumbo en la cama y me dedico a admirar a las musarañas.

— ¿Tú sabes lo que son las musarañas? —pregunto a la soldado, recién invadida de curiosidad.

No me contesta, como era de esperar, pero eso no hace que me quede sin respuesta.

— Un ratón, que no es ratón. Más bien entre un topo que es un erizo sin pinchos, sin ser nada de eso.

— Genial, ahora tengo más preguntas.

— ¡Eso es ciencia! —exclama con gracia—. Preguntas, interrogantes, curiosidad, inconformismo...

Me río suavemente. El doctor es la única persona de la Tierra en conseguir que la ciencia sea adorable. Después me asaltan los recuerdos y se me pasa. No obstante, el escocés sigue sonriendo ampliamente y no me queda más remedio que relajarme.

— ¿Vas a entrar? —pregunto con cautela.

— No —dice como si nada—. Y tampoco he traído al señor Daniels.

Saca la botella de cristal escondida en la arrugada chaqueta que trae bajo el brazo y me la ofrece con disimulo.

— Creo que tu sobrina necesita a Jack más que yo.

— O unas rubias —me corrige e inmediatamente capto la indirecta.

— Todo es bueno —afirmo, a continuación, doy el primer trago.

Lejos de disfrutarlo, saboreo la nostalgia de las noches con Johnny. Eran los únicos momentos en los que se enorgullecía de su procedencia, recordándonos que era ruso. Sin embargo, el mérito provenía de sus capacidades, a las que no tenía nada que envidiar. Claro que beber para no emborracharte, era, en cierto modo, contraproducente.

Cuando queda poco más de media botella, me percato de que Dommy apenas ha probado su contenido. Es más, había estado haciéndome pruebas y no me había dado cuenta hasta ahora. En lugar de enfadarme, quedo atónita por no haber notado nada.

— Dommy, ¿qué hostias es esto?

— Fascinante —dice tras un rato observándome en silencio—. No te has dado cuenta...

— Es la cosa esa, ¿verdad? Me está haciendo algo, tú lo has hecho.

— Soy un genio —se felicita a sí mismo—. ¡Es fantástico! Mónica, tu cuerpo lo ha asimilado como una parte más de ti, ahora funciona como un órgano. Mírate...

____________

No tengo que pensar, ni mirar ni notar nada. Mis defensas se anticipan de manera perfecta. Más que eso, apenas cambia mi aspecto como sucedía antes.
Ya no se transforma toda la superficie de mi cuerpo, sino las zonas en riesgo, permitiéndome parecer más humana. Además, frente a los daños físicos, la diferencia en la piel no es más que un brillo como si se tratara de cristal de bismuto. Obviamente lo causa el gusanobot, que, pese a ser de un blanco pseudotransparente,  tiene ese brillo metálico que refleja suavemente los colores del arcoíris.

El único inconveniente que le encuentro es la incapacidad de controlarlo a voluntad. No ya sólo el exoesqueleto, sino mis propios poderes. Así que ya no puedo modificar mis rasgos faciales para pasar desapercibida, ni la pigmentación de mi pelo y piel. Tampoco mimetizarme con el ambiente, pese a que los resultados suelen ser un desastre.

Al parecer, ahora únicamente soy capaz de defenderme ante daños físicos pero nada más. Así que como sea definitivo, voy a romper la botella de cristal con su cabeza.

— No sé qué es peor, si tener las defensas cohibidas o controladas por ese maldito dispositivo.

— He de irme —anuncia repentinamente serio—. No puedo ayudarte.

Tras dejarme con las ganas de ver algún líquido desparramado, señala la etiqueta de la botella y se va. Se despide de su sobrina con un gesto antes de desaparecer por la izquierda. He de admitir que este hombre es bastante misterioso cuando le apetece.

Apenas me da tiempo a recapacitar cuando un sabor metálico vuelve a recubrir mis papilas gustativas. Me da por pensar que ha sido algo en el whiskey lo que está provocando este ligero malestar. De todos modos, seguro que es culpa del chisme de la espalda. No obstante, la soldado se presenta incómoda, deja de estar tan rígida. Por alguna razón cobra sentido que algo externo nos esté afectando a ambas.

Es entonces cuando una figura delgada y de pelo tan oscuro como brillante, aparece caminando tranquilamente desde la derecha. Como si se alegrara de verme, se detiene frente a mi y rie.

— Eh, probeta, ¿sabes por qué todavía no estás muerta? —pregunta provocativo.

— Eres un inútil —comento, sin responder.

— ¡No! —exclama indignado para después sonreír eufórico—. Vas a ser testigo de cómo todos los probetas mueren y después ¡pum! —finge que su mano es una pistola.

— Será si los encontráis, cosa que jamás podréis hacer —respondo con gusto.

— Es increíble lo ingenua que eres, probeta —rie de nuevo—. Claro que lo sabemos.

— Qué —digo al gominoso.

— Ahora mismo están localizando el planeta, será nuestro y los de tu especie un mero borrón en la historia de la humanidad.

— No, que quién te ha preguntado.

Toda su pálida cara se arruga, lo único estático en él es su grasiento pelo. Si el chaval no echa humo literalmente es porque tiene mucho arte haciéndolo metafóricamente.

— ¿Y tú qué miras? —se queja enfurruñado hacia Owens. Incluso ella piensa que es patético, como para no. Así, con el orgullo herido, se va igual que había venido.

Las malas sensaciones se van, el sopor me invade y no dejo de pensar lo maravilloso que sería verte trolear al chaval éste. Qué pena, olvidé su nombre.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro