Parte III
En peores me he visto y en ésta tengo claro que voy a salir sin sudar. Lo mejor es que tampoco tengo que abrir la boca para ello.
—Deja de apuntarla, no ha hecho nada —defiende el doctor.
—Señor... —pronuncia con tono de advertencia.
—Aparta esa cosa de una vez, sabes que no tolero esos artilugios del diablo. No sirven para nada bueno —espeta, como si llevara toda la vida diciendo lo mismo.
—Hago mi trabajo, permítame.
—Sobrina, ella no —zanja, dándome una sorpresa, obviamente adrede.
Los ojos de Owens prácticamente se desorbitan frente a esa palabra, antes de fruncir el ceño con ganas. Al final está siendo divertido, siempre y cuando se trate de un drama familiar y no de un lapsus mental debido a la mi profundo aburrimiento. Después de todo, estar cabreada y encerrada no es ninguna diversión.
—Eso no era necesario —bufa con reproche.
—Hablaremos más adelante, ahora solo podemos obedecer antes de que se involucre alguien más —estamenta el escocés.
—Seguiré estrictamente el protocolo, conviene que hagas lo mismo.
Dommy asiente mostrando una ligera sonrisa desprovista de felicidad. Sus ojos se encuentran con los míos e intercambiamos una mirada cómplice. Revisa que todo esté en su sitio, me venda los ojos y seguimos lo planeado. El hecho de no ver incrementa la sensación de mareo que, de por sí, ya provocan las continuas curvas de la estructura. A parte del malestar, percibo la presencia de un soldado cada varios metros y la descendencia de unos cuantos niveles en el trayecto. El ambiente está más cargado en esta zona, provocándome un leve cansancio.
—Levanta —ordena el doctor, ciertamente borde.
Sus manos, frías y suaves, agarran mis hombros para situarme a su parecer. Seguidamente, envuelve mis tobillos con metal. Se deshace de la venda de mis ojos y descubro que un montón de copias nos rodean. Hemos vuelto a la sala de espejos, aunque no es la misma, en ésta hay algo extraño que me pertuba. Se disculpa, llamándome la atención por ello, y procede a quitarme el par de prendas que ocultan mi cuerpo. Le miro mientras lo hace, es gracioso cómo intenta evadir la mirada cuando allá donde mires se refleja mi desnudez. Recoloca sus gafas y peina sus patillas antes de irse cabizbajo, carraspeando.
Miro al frente y no me veo a mí. Veo a una chica cansada, muy enfadada y vulnerable. Sin embargo, emana fuerza y seguridad, con ganas de pelear, aún consciente de que tiene todas las de perder. ¿Por qué no ven que soy tan hermosa como ellos? No hay razonamiento posible que justifique su afán por deshacerse de esa belleza que es mía. Odio su incapacidad para ver más allá. Ojalá supieran lo que es ser un "probeta".
Justo antes de dar un codazo al cristal, la jefa del lugar hace acto de presencia.
—En tu lugar no lo haría, podrías herirte —me previene.
—Dudo que la importe algo.
—Mónica... —sonríe con superioridad— Sabemos que el día que te capturamos habías establecido contacto con James Kalenkov.
—No crea, la cobertura era pésima.
—Voy a explicarte lo que nos importa. Recursos escasos, contaminación, guerras... Y de pronto se disparan las posibilidades de colonizar otro mundo, de tener una segunda oportunidad —explica—. Ahí es donde entras en juego.
—¿Segundas oportunidades? —levanto las cejas, abrumada por la ironía.
—Estuvimos vigilándote mucho tiempo —confiesa—. Y eres buena escabulléndote, te perdimos el rastro en alguna ocasión. Pero entonces fuiste a vuestro nidito, donde tan ingenuamente creíste que estarías segura.
El recuerdo vuelve, vívido e intenso. Johnny avisando su llegada, su mirada, su muerte. Ella me observa atentamente, satisfecha. Resulta pedante.
—En resumen, me ha estado vigilando continuamente y en nuestros dos encuentros resulta que estoy desnuda. ¿Quiere usted decirme que la pongo cachonda?
—James Kalenkov... —pronuncia despacio, ajena a mi comentario.
El azul de sus ojos abarca mi vista en lo que dura el más breve de los destellos. Su voz resuena en mi cabeza, como un lejano recuerdo, repitiendo esa palabra: protégete. Y desaparece.
_____________
El aire no pasa de mi garganta, se me ha cortado el aliento. Eso impide que grite cuando el dolor me desgarra la caja torácica, inmovilizándome. Los oídos comienzan a zumbarme, dando paso a una extraña sensación, nauseabunda y artificial, que sw detiene a la misma velocidad a la que ha actuado: de un fuerte empujón. Ahí es cuando lo veo, cuando nuestras miradas se cruzan, mientras sigo aturdida y un fuerte sabor metálico recubre mi boca. No es producto de mi imaginación acabar de verla rejuvenecer, como no lo es la rabia ni la complacencia que se mezclan en sus pupilas dilatadas, rodeadas por un halo grisáceo tan frío como el de las instalaciones.
Ella se ríe, limpia el hilo de sangre que resbala desde una de sus fosas nasales y se levanta. Es cuando me percato de que yo también estoy tirada en el suelo.
— ¿Lo ves? No necesito que hables —estamenta—. Incluso es mejor, tu fachada de borde es tan ridícula como penosa.
— Lo veo... Veo que eres un monstruo.
Entonces lanza su izquierda contra mi mandíbula, zanjando nuestro encuentro. Casi me alegra saborear una pizca de acción. Por otra parte, el regusto es mucho más interesante. La impaciencia ha desvelado todo lo que tan cuidadosamente trata de ocultar. Es pronto para hacer grandes afirmaciones, aunque sé que tiene que ver con la forma de encontrar el otro planeta, manipulando mi mente y lo que eso significa. Sin embargo, hay algo más. El gusano alienígena de mi espalda, que ni es gusano, ni alienígena, no me rechaza. Al contrario, creo que puedo dominarlo. No estoy segura y prefiero esperar a tener algo más de intimidad para comprobarlo. Pero tiene que ser esto a lo que se refería Dommy. Está unido a mí, no como antes, ya no tiene barreras. Si consigo controlarlo a mi merced, es posible que aún tenga una oportunidad de detenerlos, porque hice una promesa. Una vida, el escudo de mil tres.
El tiempo muere en ésta estancia, los únicos marcadores de su transcurso son mis funciones vitales y sus exigencias. Es Owens la que se encarga, con toda su rudeza y el mismo protocolo que a la ida, de meterme en una nueva celda. Este sitio debe de estar medio vacío, no hacen más que cambiarme de suite en suite. La única pega es que en ninguna hay minibar.
— Dile a tu tío que se pase por aquí y que no me importaría que le acompañe un compatriota suyo embotellado.
— No te debo nada —asevera, mirándome con odio arraigado.
Atisbo el parecido con su familiar, tienen esa misma constitución, es sexy sin pretenderlo. Algunos tienen los huesos muy bien puestos, otros los tienen demasiado poco rotos. Después estoy yo, con uno extra al que no voy a tardar en estudiar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro