Parte I
Hoy es un día especial, especialmente malo si eres nostálgico. En esto tengo ventaja, apenas tengo sentimientos para sentir la correspondiente melancolía. De todas formas, es imposible eliminar de mi mente que sólo quedo yo, que muchos murieron y que aquellos que no, se encuentran en otro planeta. Yo sobreviví aquí, cada día lo hago. Al contrario que el resto, decidí permanecer en mi hogar, no quise irme, ni lo haré; porque si muero, que sea en casa, en mi Tierra, en mi planeta. Tomé esa decisión y la he seguido todo este tiempo, luchando y escondiéndome de ellos.
Ellos.
Los humanos, nuestros parientes, madres, padres, hermanos, hermanas, tías, abuelos... Si mis padres eran humanos, ¿por qué no lo soy yo? ¿Acaso no somos humanos nosotros también? ¿Qué es la humanidad entonces?
Nuestras capacidades no se diferencian tanto de las que pudieron tener Mozart o Leonardo Da Vinci, ellos crearon arte, música, ciencia. Otros pueden crear hielo, fuego, campos de fuerza, ilusiones... Todo extraordinario, fuera de lo común y que aterra al humano corriente. Ese miedo le hace atacar incluso a la sangre de su sangre. Ese fue el miedo que condujo a mis padres y hermano a abandonarme con dieciséis años, cuando un camión me arrolló mientras iba en bici al instituto. La cabina del vehículo quedó en siniestro total y la bicicleta se convirtió en un amasijo de hierro. En cambio, yo, permanecí intacta.
Con el paso del tiempo, fui encontrando a más abandonados e incluso aquellos más famosos y queridos, cayeron en la desconfianza popular. Todo empezó desde el momento en el que un humano ordinario se percató del primer avanzado. Sucedía que con cada avistamiento, todo testigo sapiens lo tachaba de brujería, de locura, de invención o de todo lo que les sirviera como escusa para no creer o descalificar a quiénes sí confiaban en la existencia de nuestras habilidades.
Hace dos años que la última nave atravesó la atmósfera, antes de desaparecer en el lugar más buscado por los humanos sapiens. No les basta con echarnos de nuestro propio mundo, además ansían destruirnos. Por eso sigo viva, me necesitan. Los extraños que un día me quisieron por ser como ellos, ahora solo me quieren para aniquilar a los que somos diferentes. Suena desolador y aún así tengo la esperanza de hacerles entrar en razón o, por lo menos, que se den cuenta de su injusticia, sus desprecios y su intolerancia. Pero cuanto más vieja una persona, más maníatica y más difícil de cambiar se vuelve; así sucede con la humanidad. Claro que es complicado confiar en alguien que siempre está a la defensiva, y esa soy yo.
Soy Mónica Wonders. Soy una humana con la capacidad extraordinaria de defenderme ante el peligro, ya sea un camión o millones de ojos buscándome.
Dejaré las explicaciones para más adelante, han vuelto a encontrar mi rastro, he de irme. Es un fastidio, las islas Fiji eran una pasada. No obstante, me apetece regresar a Zimbabwe, movida por nuestros recuerdos. Hay mucho por hacer, me temo que pausaré la charla aquí.
_____________
Maldición, creo que he olvidado por dónde iba. En fin, contaré las nuevas. Huir ha sido metódico, como de costumbre, pero mucho más agotador. Llegar hasta aquí me ha costado recorrer unos cuantos miles de kilómetros, así que te puedes imaginar lo bien que me ha sentado ir dando mamporros. Al principio temía una intrusión o algo menos alentador, pero no te preocupes, este rinconcito sigue intacto, tal cual lo dejamos. Y creo que eso es todo.
He llegado antes del amanecer, demasiado cerca del límite que me tengo permitido. Por suerte, los únicos en verme han sido los animales. Ahora estoy acostada, fijándome en el arcoíris que refleja el agua. Me trae tantos recuerdos que, junto al sopor, me hacen dormir. Un sobresalto me despierta, el sol ya no está. Percibo algo, hay demasiado silencio, aunque el ruido de la cascada lo disimule con creces. Con precauciones, salgo fuera. Sobre mí, hay un sobrecogedor cielo oscuro repleto de incontables estrellas y, como ya había adivinado, al rededor no hay ningún sonido que oír. A lo lejos veo una pequeña formación de rocas, llamativas en contraste a la llanura y el agua que lo cubre todo en los alrededores. Me he alejado bastante del cañón, así que debo controlar bien el tiempo para volver.
Me subo al montículo de rocas rojizas que me había atraído hasta aquí. Tomo asiento al filo del punto más elevado, donde las vistas son mejores. No obstante, mi mirada clavada en la estrella a la que renuncié, desciende hasta una extensa formación de agua independiente. Parece una piscina natural, considerablemente simétrica, pero similar a un pequeño lago. Alguna extraña fuerza tira de mí hasta la misma. Nada detiene mis pasos incontrolables, ágiles, seguros. La temperatura es agradable, invita a quedarse. No tengo miedo, pese a tener tan poca visibilidad y desconocer los posibles vecinos a los que estaré molestando. Es más, tengo la sensación de estar aquí sola.
Desconecto tanto del transcurso del tiempo que sólo al recordarlo me doy cuenta. Salgo de la tranquilidad en la que estaba inmersa, muy parecida a la que ya no volvería a sentir. La humedad sobrante gotea hasta desaparecer, cuando vuelvo a acomodarme en el sitio de antes. Me pongo a meditar en cómo los pensamientos fugaces que atraviesan mi mente, se hacen reales pocos días después. Sé que no forma parte de mis habilidades, por eso son una de las pocas cosas que me dan miedo. Son impredecibles e indóciles, aunque escasos. Otras veces funciona de forma diferente, cuando pienso mucho en algo, o en alguien. Pero eso sí que no podría pasar, hay conversaciones que no podrán ser diálogos. Ya estoy acostumbrada, paso de lamentos. Prefiero tenerlos en cuenta, prepararme antes de que sucedan. Porque si hay algo que hago bien, eso es protegerme.
Una estrella comienza a brillar en exceso, me llama la atención cuando diviso que parece caer. Un momento, eso no es una estrella cayendo, ni tampoco un cometa desintegrándose en la atmósfera.
No es posible, estás muy lejos. O no. ¿Cómo vas a estar en frente de mi? Imposible...
_____________
—¡Tú! ¿Quién eres? —exijo, preparándome para defenderme.
—¿Tan pronto me has olvidado? Esperaba una bienvenida más cariñosa —contesta con la voz acorde a su aspecto, grave y jovial.
—No eres tú... y no sé qué quieres, pero vas a arrepentirte de tomarme el pelo —amenazo.
—No has cambiado nada, Nina —ésta vez, su voz sonó más divertida.
Justo en ese instante, la sangre se me congela. Nadie en el mundo me llamaba así desde hace dos años y no había más que una persona que lo hiciera. Era nuestra forma de llamarnos, por seguridad, como un secreto. Aún así, los vellos de la nuca están gritando que algo va mal.
—Soy yo, camaleón, no te escondas. Tenemos poco tiempo —asevera.
—Habla pues, te doy un minuto —advierto.
—Son más fuertes, más listos. No debes creer nada de lo que te digan.
—Ni si quiera a ti —recalco, interrumpiéndole.
— Lo digo en serio. Nada es lo que parece, Nina —insistió contundente—. Ahora corre, ya están aquí. ¡Corre!
—¿Qué...? —es cuanto soy capaz de preguntar.
No entiendo absolutamente nada, no sé cómo protegerme, es muy confuso. Entonces, él ahoga un grito, sin quitar la mirada de mi. Sus ojos se tornan brillantes y sus rodillas se debilitan. No le permito desplomarse en el suelo; le aferro a mi cuerpo y él me rodea con sus brazos. Alzo la vista cuando unas cuantas luces me deslumbran. Les reconozco. Son ellos, me han encontrado. Sé que no tengo escapatoria y no sé qué tan real es la persona que tengo en mis brazos, pero sé lo real que es el dolor de volver a perderlo.
—Johnny, eres un cabrón —le digo al oído, aguantando las ganas de llorar.
Se separa y me dedica una sonrisa antes de caer, cuando otra sacudida me lo arrebata de las manos. Rápidamente me agacho a su lado, tengo que impedir que le hagan más daño, que se vaya otra vez. Les grito con todas mis fuerzas, haciéndoles saber que no lo tendrán nada fácil. Sin embargo, desaparecen antes de alcanzarme y la realidad se desvanece. Parpadeo y todo cuanto se postraba ante mi vista, ahora es una sala repleta de muchas versiones asustadas y enfadadas de mí. Todas me observan y tienen la misma posición. Además, estoy paralizada, hay algo que me impide realizar movimientos de cuello para abajo.
—Es inútil, señorita Wonders. La recomiendo quedarse quieta, de lo contrario podría ser doloroso —advierte una voz robótica, tan indescifrable como conocida.
—Estaís muy seguros ¿no? Pues yo creo que estáis cagados de miedo y por eso estoy así, aquí atrapada.
—Es mero protocolo.
—Y voy yo y me lo creo —espeté, intentando escapar, moverme o encontrar la mínima fisura que me permitiera convencerles de lo equivocados que estaban.
—Repito, no intente nada. La daré un consejo: descanse.
—Métete el dedo gordo por el culo y descansa tú.
—Tendrá una visita más tarde —anuncia—. Por lo demás, está advertida.
—No conseguiréis nada de mí. Ya puede venir la presidenta en persona, si quiere, pero que de paso traiga galletas de limón. Tengo hambre.
De nuevo, incomunicada.
_____________
Hay muchas preguntas cuyas respuestas necesito. La primera de todas: ¿qué fue lo que pasó en las cataratas Victoria? Tengo claro que no pudo ser él de verdad. Vi con mis propios ojos cómo se marcharon todos los que aún seguían vivos, los que lograron escapar.
No eras tú, porque no es posible. Estás muy lejos y no podrías volver solo. Esa era una versión exacta de ti, una que también conocía nuestros motes secretos. No tiene ningún sentido que ese fueras tú, mi Johnny. Sólo necesitan a uno para acabar con todos, y qué si me torturan contigo, a ti pueden sacarte la información con o sin mi. Así que tú no eres. O sí... ¡Claro! Sí que eras tú, en un sueño. Ha sido cosa de Aurora, es la única capaz de hacer algo así. Si ella te ha traído a mi subconsciente, eso significa que podemos comunicarnos de alguna forma. Eso espero.
Lo siguente que necesito, es encontrar la forma de deshacerme de lo que quiera que me esté inmovilizando. Recurro a los reflejos a los que la flexibilidad de mi cuello me permite acceder. Tengo algo en la nuca, fino y de transparencia blanquecina, pero no noto nada. Si mi cuerpo no lo percibe, no es capaz de expulsarlo y si yo no se qué es, tampoco sé deshacerme de ello. Es más, tan siquiera puedo intentarlo, como si mis habilidades estuvieran inertes. Esto me cabrea y a nadie le conviene una Mónica furiosa y desnuda.
—Señorita Wonders, compórtese. La presidenta O'Sullivan ha llegado —anuncia la dichosa voz.
—Por favor, no hagas caso y llámame Fionna —dice entrando por la puerta.
—¿Dónde ha dejado a Shrek?
—En su ciénaga —contesta con elegancia a la par que deja el paquete de galletas rellenas con crema de limón a mis pies.
—Se toman las cosas muy enserio por aquí, ¿no?
—Por supuesto, es nuestro deber. Como es el tuyo contarnos un par de cosas.
—Jamás diré nada —garantizo.
—No es necesario que digas nada. Verás, no pretendemos hacerte daño.
—¿Ah, no? Por eso estoy presa, por eso he sido perseguida todo este tiempo, por eso no queda nadie más.
—Estás muy equivocada, las cosas han cambiado. Apreciamos enormemente el avance de la ciencia —explica con brevedad y un tanto misteriosa—. Sin embargo, tú eres un caso muy especial. Eres muy valiosa, Mónica. Y peligrosa, por eso estás así, para protegernos de ti. Estoy segura de que sabes de qué te estoy hablando.
—Perfectamente. Se llama genocidio.
—Vuelves a equivocarte. No es genocidio. Tú estás viva, igual que los que te dejaron aquí.
—Nos echasteis de casa, a otro planeta. Era la única forma de sobrevivir.
—Y sin embargo, nos confirmas la excepción estando delante de mí. Las intenciones y las acciones no deberían confundirse —termina diciendo, como si eso reafirmara su inexistente razón.
—No será porque haya sido fácil —digo ignorando su última frase.
—Queremos hacer las paces, arreglar todo.
Arrugo la expresión, por el surrealismo que resulta de sus palabras, antes de mostrar mi confianza afirmando:
—No nací ayer.
—Hemos empezado con mal pie, pero todo tiene solución —sonríe, fijando su mirada a su propio reflejo que se encuentra a mis espaldas. Dudo que si quiera haya intentado disimular que no me estaba mirando a mí. Se levanta y hace unas señas hacia algún punto cercano al techo. En cuanto se va, recupero la movilidad.
_____________
Resulta que no soy tan libre como me habría gustado, ese chisme me permite utilizar mis habilidades siempre que no sea en su contra. Encima cubre toda mi columna vertebral y parece un gusano asqueroso del espacio. Lo bueno es que vuelvo a tener ropa y que las galletas son tan pringosas como recordaba. El gusto que da la comida que mancha es de otro mundo.
Me dispongo a salir de esa sala tétrica y como nadie me lo impide, lo hago. No obstante, fuera me espera compañía. Una mujer de uniforme gris oscuro, pero menos que su piel, con el pelo rapado y notable musculatura, y un chaval de pelo grasiento, seguramente por el exceso de gomina, que lleva una estrafalaria camisa a cuadros que destaca su extrema delgadez. Sin meterme en prejuicios, me da en la nariz que son una soldado escolta y el becario de turno.
—Es verdad que existes, es increíble —exclama el chaval, flipando bastante.
—¿Tú quien eres?
—Me llamo Michael.
—Tú no —le entrecorto a propósito y señalo a la soldado, que se mantiene fría y erguida—, ella.
—Tu peor pesadilla —contesta rotunda.
—Pues me harías un favor encabezando el podio, porque los pulpos son espeluznantes —acompaño la definición con un escalofrío poco fingido al imaginarme un gran pulpo morado, viscoso y de mirada malvada.
Sin pudor alguno, observo al tal Michael apuntar cuanto había dicho. De hecho, está pintando un octópodo poco agraciado. Ya que parece que les tendré pegados al culo, como un par de lapas, qué menos que trastear un poco. No todos los días se encuentra una en, lo que parecen, unas instalaciones secretas de la UGG. Es todo bastante deprimente en estos lares de colores lúgubres, antónimos de la diversión, con pasillos largos y lisos. La única emoción viene de la forma redonda que tiene todo: puertas, habitáculos, incluso la estructura base parece ser una circunferencia.
—No se te permite entrar a ninguna de éstas salas —informa la soldado Owens, según indica el bordado en su brazo izquierdo.
—Ni si ti pirmiti intrir i ninguini di ístis silis —repito para mí, intentando dar humor al asunto.
Ha sido escueto, pero he podido hacerme una idea generar de la arquitectura e ingeniería del lugar. Solo me queda darle juego al gominoso. Si quiere información, le voy a regalar tanta no va a dar a basto.
—Menos mal que me habéis raptado, así por lo menos tengo algo que contarle a esta gente.
—¿A los de tu especie? —se intriga Michael.
—Que quede entre nosotros —susurro, acortando la distancia de la altura que nos diferencia—. Aunque quizás lo dejo para cuando les vea.
Sembrada la semilla, solo necesitaría ser regada poco a poco. Ojalá funcione de algo o, como mínimo, se crea que tengo algún contacto con ellos.
—Increíble, ¿cómo así? Dímelo —pide. Sus ansias de saber le delatan. La otra opción es que esté fingiendo y sea parte de una tapadera que desconozco. Como sea, la confianza está en números rojos.
Ya que tiene pinta de que esto va para largo, voy a necesitar meditación. Además, necesito que corra el aire entre mis seguidores y yo. No entiendo a la gente que lleva guardaespaldas, es de lo más inquietante tener a personas oliéndote las posaderas reales continuamente.
_____________
—Dime que no utilizáis pañales por aquí —digo al becario, que se incomoda, tal y como pretendía.
—No, ¿tú sí? —cuestiona, listo para apuntarlo.
Se me quitan las ganas de contestarle, aparenta ser más idiota por momentos. No obstante, la soldado entiende la indirecta y me hace unas discretas señas moviendo la cabeza. Pretenden entrar conmigo en cuanto atravieso la puerta, pero doy un portazo para dejarles claro que quiero intimidad. Solo faltaba que el gominoso hiciera un croquis de mí sentada en el váter; de todos modos, no he entrado únicamente para utilizarlo. No todos los días se tiene la oportunidad de estar en un centro secreto de la UGG, por eso tengo que hacer un plan para sacar provecho. Además, esta gente debe de tener una larga lista diseñados específicamente para mi. Una persona con una especialidad en el ADN, como en mi caso, tiene pocas esperanzas en un lugar como este.
En junio de 1981, cuando se descubrieron a los primeros portadores de un gen desconocido que nos hace tener capacidades extraordinarias, se creó la Unión General de Gobiernos. Sin embargo, a pesar de que la mayoría de nosotros demostramos responsabilidad y sentimientos de servir a la sociedad, de ser una ayuda y un beneficio para todos; la Unión se mostró públicamente en nuestra contra, allá por el año 1996, en una fecha muy señalada: el día en que se celebra la paz mundial. En ese periodo, en secreto, nos estudiaron, de formas más cruentas a cada avance, desde meras observaciones hasta experimentos extremos. Idearon todo, esperaron a creerse lo suficientemente fuertes como para vencernos.
Al inicio, se propagaron varios rumores, como la posibilidad de contagio, que eramos un experimento del enemigo, incluso parte de un plan apocalíptico de Dios. La gente no tardó en posicionarse en el lado de la UGG, movida por el miedo, el rechazo, tensiones arraigadas o ignorancia. La Unión vendía la protección a la raza humana pura, sin modificaciones, pintándonos del monstruos que pretendíamos exterminar a la humanidad. No era la primera vez que sucedía algo por el estilo y como suele pasar con la historia, nadie impidió que se repitieran los errores. Por todo ello, los que descubrimos tarde nuestros poderes, fuimos rechazados por nuestras familias, aunque hubo casos previos en los círculos más conservadores.
Con todo en nuestra contra, fuimos capaces de aguantar trece años de luchas, propuestas de tratados, todo cuanto permitiera la paz y erradicara las muertes. No obstante, parecía que nada les hacia recapacitar. Invirtieron en tecnología y los avances nos llevaron a un punto crítico. Superaron nuestras fuerzas y no tenían ánimos de detenerse. Ahí fue donde tuvimos que decidir entre morir en casa o sobrevivir en otro planeta. También surgieron bandos en nuestro lado, unos pocos decidimos quedarnos porque era mejor perecer, no rendirnos a la causa, los demás planearon fusionar sus poderes para hacer viable la vida lejos de la Tierra.
Pese a estar en contra de su decisión, me quedé con ellos, haciendo uso de mis habilidades protectoras. Conseguí cosas que en otros tiempos se habrían tachado de imposibles, claro que no lo hice sola.
______________
Llaman con fuerza y abren la puerta. Era la soldado, como cabía esperar. Me hago la sueca y me tomo mi tiempo para lavarme las manos, así me da la oportunidad de comprobar que tiene escasez de paciencia. Me arrastra a la fuerza, se nota que trabaja esos músculos.
- Que no me he secado -me quejo, aunque sacudo las manos para mojar la cara del pelogomi a propósito.
- ¡Au! -exclama, como si le hubiera hecho daño.
- De prisa, ve a urgencias no sea que mueras por unas gotas de agua -me mofo.
Sorprendentemente sale por patas y, si aún me queda una pizca de cordura, podría jurar que acabo de escuchar a mi otra fan dejar escapar una pequeña carcajada. Tendré que dejar para otro momento el montón de chorradas que se me había ocurrido dejar caer, especialmente para él y su cuaderno de notas. Aún así soy optimista y me propongo hablar con mi única acompañante.
- No sé cómo puedes aguantarle -comento desinteresadamente.
- Es trabajo.
- Me lo creo -afirmo, en una línea que espero que entienda.
- Me han entrenado para cosas peores -responde, manteniendo su mirada fija en mi.
- Entonces no tienes de qué preocuparte, tú llevas tus chismes y yo el mio -digo refiriéndome a su arma y señalando después mi espalda. Habría preferido ser más sarcástica pero prefiero ser un poco amable, podría ser útil-. Además, estando solo tú, no debo ser tan peligrosa.
- Deja ese juego y preocúpate de no ser una molestia, porque basta conmigo -amenaza.
- Sí, señora. Así se habla -la animo, alzando la voz.
- Muévete -ordena, irguiéndose e incluso agrandandose, si es posible.
- No me apetece dar vueltas en círculos, nunca mejor dicho. ¿Dónde quieres que vaya?
Hace el ademán, pero no contesta y termina gruñendo. La pongo mala cara y emprendo la marcha, a lo mejor, si voy puerta por puerta, su reacción o una casualidad del destino me dan alguna señal. Damos medio rodeo al ruedo hasta que mis ojos captan algo extraño. Miro la singularidad por el rabillo del ojo y el mosqueo del silencio y el ambiente tan desértico, quedan respondidos.
Me detengo por un momento, anunciando un sonoro estornudo con una retahíla de movimientos melodramáticos, hasta que finjo el ruido, acompañado por un espasmo que aprovecho para dar validez a mis suposiciones. Utilizo mi mano para desgarrar la brecha en lo que, efectivamente, era un holograma muy avanzado.
- ¡Quieta! -grita la soldado, apuntándome con su arma.
No obstante, es demasiado tarde, ya he descubierto dónde estábamos. No era una instalación secreta cualquiera de la UGG, era sede central. El círculo no era más que una sala enorme con esa forma, en la que habían creado una simulación de una base clasificada. Vaya, que habían concebido una celda dentro de otra celda con algún objetivo por descubrir.
- ¿Me tomáis el pelo? ¿Qué es esto? -exijo.
De nuevo, la voz robótica hace acto de presencia. Ésta vez se escucha más automática, mientras repite "error" varias veces. Después un panel desciende, facilitando un hueco en la pared. Cuando recapacito y tomo consciencia de mi propio cuerpo, me doy cuenta de que estaba frente a la soldado. Los reflejos me habían llevado a intentar protegerla de lo que el subconsciente entendió como peligro. Ambas nos sorprendimos, aunque diría que yo más cuando creí apreciar media sonrisa en sus labios.
____________
Pierdo la cuenta a partir de los diez soldados que se introducen la celda, antes de que un esbirro de la presidenta haga su aparición estelar. No es otro que el del pelo lamido por una vaca, vestido con ligeramente más elegancia.
- No hacía falta que dijera nada, sólo que se me escapara, ¿canto bingo ya o espero a que aprendáis el significado de discreción? -me burlo molesta, más que nada por lo tonta que se han pesado que debía de ser.
- ¡Increíble! -exclama aplaudiendo-. No contábamos con esto.
- Como dijo un grande 'surprise motherfucker'.
- Fan de Quentin Tarantino, ¿te parece si lo apunto? -pregunta con recochineo.
- Como si te tatuas las iniciales en las pelotas.
- Llevaos a la probeta -impera.
Me arrastran, aunque no se dónde porque alguien apaga las luces y cuando despierto vuelvo a estar desnuda. Ésta vez tumbada y atada de pies y manos. Finjo que aún sigo inconsciente cuando una voz masculina de acento escocés, recita la fecha y algo más que no consigo entender, pero me hace pensar que se trata de un informe sobre mi.
- Homo provectus, sujeto 111 E. Es un ejemplar hembra, de 23 años de edad, probablemente nacida en diciembre de 1993 o enero de 1994. Su piel reacciona al frío y desnudez a la que está sometida en este instante, con el dispositivo de retención en modo liberado, mostrando gruesa vellosidad recubriendo toda su piel a semejanza de una alpaca -La voz de una mujer le interrumpe, parece que no está contenta.
- Dòmhnall D. Daly, ya puede tener los resultados para esta misma noche -demanda-. Ya sabe qué ocurre cuando se me agota la paciencia y esta probeta me la absorbe toda.
- Haré lo que pueda, presidenta O'Sullivan -se apresura a decir el escocés-. Sabe que esto lleva un proceso...
- Lo ha hecho cientos de veces, por el amor de dios -interrumpe de nuevo y suspira-. Te daré hasta mañana, antes del desayuno, Dommy.
- Gracias.
El cambio de tono le pilla tan desprevenido como a mi, con la posibilidad de que a él no le repugne el trato cariñoso de la presidenta. Lo descubro un segundo después de que la puerta indique la ausencia de O'Sullivan, cuando deja escapar una onomatopeya que claramente define asco.
- ¿Por dónde iba? -murmura. En ese instante, considero que seguir fingiendo ha perdido el puesto de mejor opción.
- No me haga daño... -susurro con dulzura.
- Cielo santo, está despierta -se altera.
- Por favor, no -insisto, abriendo los ojos, lentamente. Descubro que su voz seria desentona con su apariencia desastrosa, adornado con una barba de tres días, pelo despeinado, un traje que no era de su talla y una corbata mal puesta
- Tranquila, tranquila -me calma, tímido y torpemente cariñoso.
En respuesta, le dedico una sonrisa. Puede que sea una de esas personas con buen corazón, mejor eso a que sea otro idiota. Ya han demostrado que por muy única que sea, me asignan a cualquiera. Así y todo, se ha ganado el lujoso beneficio de la duda. En un principio vacila, no obstante termina por soltarme. Podría decirse que hemos hecho un razonamiento aproximado. Sin embargo, va más allá de lo que esperaba y me coloca una bata sobre los hombros. Tras cubrirme adecuadamente con ella, mi piel vuelve a normalizarse. Compartimos una mirada cómplice, nuestros ojos desvelan cuán curiosos somos.
- Soy Mónica, Mónica Wonders -me presento.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro