Capítulo 17: Ataque.
La noche estaba tranquila, Gon dormía a pierna suelta hasta que un olor en el aire lo despierta. Como un zombi saliendo de su tumba se sienta en su cama, lo primero que ven sus ojos semi abiertos es que a su lado están Killua y Alluka, uno frente al otro, profundamente dormidos. Se les queda viendo medio absorto cuando de nuevo su nariz capta ese peculiar aroma en el aire.
Medio consciente, medio dormido, Gon no piensa en nada y sólo se levanta de la cama y sigue el extraño olor cruzando la puerta y llegando al pasillo, caminando a paso perezoso a uno de los baños.
Su nariz respinga cuando el aroma se vuelve agrio, y percibe la tenue característica del hierro en él, sus sentidos se despiertan como el bombillo que enciende el interruptor, reconoce el aroma a sangre. Los ojos de Gon se abren alertas eliminando cualquier rastro de sueño o cansancio remplazándolos con una firma lucidez, y con el mayor de los sigilos se acerca a la puerta.
Sabe por experiencia que si hace ruido los alarmaría y se volverían violentos, por eso no puede llamar por refuerzos, tendrá que eliminar los que estén a la vista antes de alertar a los demás. Toca el picaporte con lentitud procurando no hacer ruido, y abre lentamente. El baño se ve desierto, sin vida alguna a la vista. Pero el sonido de un goteo llama su atención.
Camina con sigilo y paciencia al primer sanitario, donde el olor es más fuerte y le escose la nariz y donde hay un sonido tenue de goteo. Una de sus manos toma el picaporte y la otra se aprieta en un puño, preparándose para lo que se avecina. Abre la puerta y ve el origen del goteo.
Gon siente un nudo en la garganta cuando ve el cadáver de un hombre inerte con un mordisco letal en el cuello sentado en el retrete. El aroma a sangre no tapa el característico olor de putrefacto, y la interrogante de cómo ese bicho llegó a entrar sin que los vigilantes lo vieran llegó a sus pensamientos.
Su mente empieza a trazar lo que debe hacer; gritar para alertar a todos de que hay amenaza adentro ¿Pero y si son más de uno? Los volvería violentos por el ruido y la probable conmoción, es muy peligroso, la mejor opción es regresar con la mayor velocidad y silencio posible y despertar a Killua para que juntos hagan algo.
Pero entonces una gota verde viscosa proveniente del techo llama su atención, la cual cae al suelo emitiendo un vapor acido que derrite. El cuerpo de Gon se tensa, y con la mayor paciencia que puede, inclina su cabeza hacia atrás para ver lo que está pegado al techo con mirada hambrienta de depredador.
Un escorpión negro con colmillos que goteaban de acido, pese a la alarmante situación Gon se mantiene neutro. Y con lentitud pausada retrocede uno de sus pies, la criatura reacciona y contoneando su cuerpo se acerca a él.
Se mantiene estático, espera la oportunidad perfecta, cuando la criatura lo observa detenidamente abriendo lentamente la mandíbula sabe que es el momento.
De un salto hacia atrás hace distancia con el putrefacto para tomar el trapeador que hay detrás de la puerta, cuando la criatura se acerca a gran velocidad con la mandíbula abierta en par en par con la intención de morderlo, Gon hunde la herramienta de limpieza en su garganta. La criatura cae al suelo tosiendo desagradablemente y retorciéndose en el suelo.
Sabe que no es suficiente, que esa cosa no morirá hasta que aplaste su cabeza, pero no puede arriesgarse a tocarla porque podría quedar contaminado por el veneno que emana. Pero logró conseguir tiempo para huir.
Corre saliendo por la puerta para llegar al pasillo, pero la cosa se recuperó y logró embestirlo por detrás, con la criatura encima de él piensa que lo va a morder hasta que el agudo sonido de una escopeta con silenciador lo alarma, ve como un disparo atraviesa la cabeza del putrefacto matándolo. Lo quita de encima y sonríe a su salvador.
—¡Killua!—No deja de sonreír aún cuando el aludido lo mira con seriedad mientras en un crujido rompe en dos la escopeta transformándose en dos dinámicas pistolas.
—Te he dicho que dejes de ir por allí sólo—Le reprocha, y Gon sonríe nervioso viendo a Alluka observando preocupada y confusa como los demás inquilinos despertaban alarmados.
—¡¿Un disparo?!
—¡¿Qué ocurre?!
—Oi ¿Quién me despertó de mi letargo? Si me dicen su nombre prometo tenerles piedad y matarlos sólo un cincuenta por ciento—Un malhumorado y somnoliento Lyon salía arrastras de su habitación, con sus ojos rojos y con ojeras observa a los menores exigiendo respuesta y luego cae en el putrefacto muerto a unos metros.
—¡Los putrefactos han entrado!—Anuncia Gon en la cercanía, alarmando a quienes se iban enterando—¡Hay muchos, adentro y afuera! ¡Lo puedo oler!
Algunos mostraron pánico mirándose entre sí, teniendo presente que el líder más fuerte, Ging Freecss, estaba ausente trabajando en el nuevo refugio mientras que desconocían si Kite se encuentra con vida, e incapaces de avisarle a éste o a los demás debido a que la falta de electricidad imposibilitaba usar la alarma de emergencia. Más sin embargo se sobresaltaron cuando Lyon da un sonoro puñetazo a la pared haciéndola temblar.
—Dejen de temblar niñatas, que hemos visto cosas peores—Regaña con voz dura y mirada irritada, más por la falta de sueño que por cualquier otra cosa—en ocho minutos los quiero aquí, tienen hasta entonces para tomar toda arma que tengan a disposición, guardar sus harapos y cambiarse la pijama de ositos por los pantalones de hombre, porque eso es lo que necesitamos idiotas ¡Y ahora!
Pese a ser normalmente el desinteresado granuja que siempre hace bromas y nunca toma nada en serio, su inusual actitud autoritaria y seria sirvió para que todos reaccionaran y obedecieran cuales máquinas en automático. Gon siguió a Killua quien llevaba de la mano a la ya asustada Alluka rápidamente de regreso a su habitación.
La chica observaba desde la puerta, sin comprender del todo lo que sucede, como los mayores se alistaban con prisa. Gon tomando unas mochilas y llenándolas con ropas y otras cosas mientras el albino se alistaba con botas y chaqueta, luego cambiaban puestos y ahora el moreno se ponía sus guantes de púas mientras que el contrario terminaba de empacar.
—¿Onii chan?—Llama temerosa cuando el aludido se le acerca, con su mochila de tirantes en la espalda y dándole a ella su bolso rosa, éste se agacha a su altura tomándola de los hombros y mirándola a los ojos.
—Todo va a estar bien, sólo quédate cerca ¿De acuerdo?—Dice, mirándola gentilmente como siempre hace y ella asiente.
—¡Killua! ¡Ya todo está listo!
El aludido voltea y ve al moreno con sus guantes negros y botas cafés, en su espalda su mochila amarilla y esa mirada llena de determinación que siempre lo cautivaba. Asiente tan determinado como él.
Regresan a toda prisa al pasillo viendo a Lyon, y a unos cuanto más, listos.
—Gon y Killua, ustedes bajaran los pisos restantes y salvarán a cuantos puedan, yo subiré y buscaré a Kite y a los que queden—Explica, y ajusta la manga de su chaqueta con rostro diligente—después de que evacuen los dos edificios irán al bosque donde encontrarán los vehículos, sino estamos allí en cinco minutos se largan ¿Alguna duda?
Unos segundos de silencio antes de que Killua interrumpa evidentemente sorprendido.
—¿No estás muy eficiente?
Lyon frunce el entrecejo con el rostro de un militar ansioso de una guerra.
—Nadie interrumpe mi sueño de belleza y vive para contarlo.
Con esa declaración se retiran rápidamente al final del pasillo donde están las escaleras. Dividiéndose, Lyon y unos más arriba, Gon y Killua con el resto hacia abajo.
Tomó apenas terminar de bajar las escaleras para que se toparan con los primeros putrefactos, cucarachas negras enormes que se hallaban pegadas a la pared. Bastó con apuñalarles en la cabeza con los cuchillos para matarlas, pero lo difícil fue cuando empezaron a escucharse los gritos, durante unos segundos eternos, y de repente el sonido de un disparo que sumió todo en un pesado silencio.
Killua se sobresalta, pues antes de que cesara había logrado distinguir un grito en particular, uno femenino, casi por reflejo y antes de pensar en cualquier cosa voltea a ver a Gon.
Su expresión estaba pasmada y alterada, una mueca de terror se plasma en su rostro antes de, sin previo aviso, salir corriendo disparado hacia la dirección.
—¡Gon!—Llama alguien cuando el aludido corre con velocidad y gira al final del pasillo.
—¡Vayan al otro pasillo, nosotros nos encargaremos de este!—Grita Killua antes de tomar de la mano a Alluka y correr hacia donde fue Gon.
Corrió tan rápido como podía, con un muy mal presentimiento taladrando en su mente, con una firme sospecha de lo que podría estar pasando. Recuerda que Ging entrenó en lo básico de supervivencia a las personas que no pertenecían a la resistencia o algún otra facción de exterminar, sólo fueron cosas como el manejo de armas y cuchillos; por lo que Mito san tenía algo de habilidad en las armas de fuego, y la suficiente temple como para no dejar que una situación crítica la supere y pueda defenderse, reconociendo esto Ging le dio un revolver pequeño y plateado para que no se quejara de que no la tomaba en cuenta, aunque Gon dijo algo de que era una excusa y en realidad lo hacía por preocupación a la seguridad de la mujer.
Al igual que Mito, habían unos cuantos que se ganaron su derecho de portar un arma, más sin embargo había quienes no podían, ya sea porque entraban en pánico a la hora de la verdad o por una razón mayor, la vejez por ejemplo, como la abuela Abe.
Al divisar la puerta la abrió bruscamente, encontrándose con la escena de mujeres, niños y ancianos observando cómo los peores espectadores a Mito, con una mano tapando su boca y la otra temblando mientras sostenía el arma, mirando con una mezcla de miedo y sufrimiento a la anciana sentada en el piso y siendo tomadas de las manos por Gon.
—Onii chan, está sangrando...—Llama Alluka, al notar la herida en la muñeca de la mujer mayor que Gon tomaba de las manos.
Killua no respondió, pues su mirada reparó en el putrefacto en forma de escorpión inerte en la esquina, se mordió sus labios al confirmar sus sospechas al ver el agujero de disparo en su cabeza y la sangre goteando de esos colmillos.
No puede ver su rostro porque está de espaldas, pero Gon estaba en zancada en una postura tan recta que lucía tenso. Se fija en la mirada compasiva de la abuela Abe, aún cuando estaba pálida seguramente por el horror de ser atacada por uno de esos monstruos, observaba con una temple increíble al menor.
Una parte de él recuerda que están en medio de una invasión del enjambre y que cada segundo cuenta para salir lo más pronto posible de ahí, pero la otra siente incorrecto interrumpir este momento trágico familiar. Es consciente de que la anciana era una especie de pilar para los Freecss, la que calmaba y hacía de soporte a Mito cuando veía a Gon partir a peligrosas misiones, la que mejor sabía tratar con Ging y sus decisiones bruscas, y la que brindaba ánimos y consejos a Gon.
Killua agarra con más firmeza la mano de la pequeña a su lado. Sabe lo que es el amor familiar, puede que le haya dado la espalda a su apellido y a su sangre, pero aún tenía a Alluka; la primera de las "dos" personas que más le importaba en su vida, la que depende absolutamente de él, y es precisamente por ella que se estremece cuando escucha unos estruendos unos pisos arriba de ellos y al sentirla apegarse más a su brazo buscando confort y seguridad.
Lo lamentaba, realmente quería respetar el espacio y dolor de la segunda persona que más le importaba, pero por la seguridad de la primera él no podía esperar.
—Gon...—Empieza a llamarlo, pero entonces recibe una mirada de Abe, observándolo por un breve segundo con una expresión estoica antes de regresar su atención a Gon. Y entonces calla, porque eso fue una petición silenciosa, el primer y último favor que le estaba pidiendo y no haya manera alguna de negarse.
—Cariño, aunque te le quedes mirando durante horas no podrás borrar esa mordedura—Dice suave y calmada, antes de retirar sus manos lentamente y contemplando como Gon deja caer las suyas pesadamente a cada lado.
Mito cae de rodillas, como si hubiera llevado una carga muy pesada y ya no pudiera más. Sus lágrimas caían desconsoladas y tapaba su boca bloqueando los lamentables quejidos que salían de su garganta.
Escuchar los sollozos de la mujer que consideraba su madre era como si se estuviera desboronando algo dentro de él. Apretó los puños a la vez que luchaba por no romper a llorar.
—Y-Yo...—Balbucea, pero la mujer acaricia gentilmente sus cabellos, y le sonríe, estira una mano para tomar la de Mito en el suelo.
—Debemos irnos...—Dice, ganando la atención de ambos—no tenemos tiempo para lamentarnos, ¿Lo saben verdad? tienen que ser fuertes.
Killua no puede describir el extraño alivio que siente al ver que la víctima era la que tenía la calma. Dándole fuerzas a Mito, quien se sorbe la nariz y limpia su rostro con la manga de la dormilona blanca que llevaba, toma con firmeza el arma con las dos manos antes de ponerse de pies.
—Gon—Llama, aún algo carrasposa y con los ojos rojos por las lágrimas, pero teniendo la firmeza para estar de pie.
El aludido observa a la mujer, con una expresión de desconsuelo y unas lágrimas queriendo escapar de las comisuras de sus ojos, viéndola sufrir como él pero manteniéndose firme. Gon baja la mirada, con una mueca reacia, negándose a aceptar lo que está pasando por un momento, para luego suspirar tomando fuerzas. Imita las acciones de la mujer hace un momento limpiándose la cara con la manga de su chaqueta mientras se pone de pie.
Abe sonríe, ignorando el malestar y el miedo, concentrándose en el valor que reflejan los ojos de su familia.
Otro temblor se hizo presente tan fuerte que hizo grietas en las paredes, soltando quejidos de pánico de los demás espectadores que por un momento Killua había olvidado sus presencias.
—Debemos irnos ya—Dice, ya viendo los semblantes más o menos recuperados de los presentes, concluyendo que aún les afectaba pero dejando para después ese dolor; lo cual amargamente agradecía porque no podía soportar seguir esperando.
—¿Dónde está Kite?—Pregunta Mito, situándose a un lado de Abe y Gon hacía lo mismo al otro lado.
—No lo sabemos, Lyon fue a buscarlo—Responde Killua, abriendo la puerta e inspeccionando que el pasillo esté libre.
—¿Q-Qué se supone que haremos?—Pregunto alguien temeroso, y Killua no se molestó en mirar quien era si de todas formas no se conoce los nombres o las caras de quienes no pelean.
—Salir de aquí y buscar un lugar seguro para reunirnos—Responde vaga y distraídamente, al confirmar que era seguro es el primero en salir junto a Alluka. Y espera a un lado a que salga Gon, Mito, Abe y las numerosas personas restantes (Que si las contaba eran como siete u ocho)
—¿Y los demás?—Pregunta Gon, al caer en cuenta que Killua y Alluka eran los únicos que lo siguieron hasta allí.
—Les dije que fueran a por los del otro pasillo, pero no les dije nada de que nos esperaran o nos reuniéramos así que probablemente se hayan adelantado—Explica, y suelta la mano de Alluka para poder sujetar su arma.
La chica ante la sorpresa de esta acción lo mira suplicante y temerosa, temiendo que algo le pase incluso haciendo algo tan sencillo como eso. Killua le sonríe intentando tranquilizarla.
—Está bien, estoy aquí ¿Sí? Sólo mantente cerca y donde pueda verte—Pide amablemente, pero aludida sólo lo mira dudosa sin responder y se toma suavemente de su brazo. Killua sólo suspiró dándole una última sonrisa antes de regresar su atención a la única otra persona tan capaz como él—tú ve al frente, te cubriré.
Gon asiente, y mira a las dos mujeres partes de su familia, ambas estaban pálidas pero estables, cuando su mirada iba a bajar a la herida en la mano de una de ellas aparta los ojos al frente, suspira para dirigir su mente en lo que debe hacer ahora.
A medida que avanzaban y bajaban escaleras se escuchaban los sonidos de tiroteos y lucha por exterior del edificio, pese a eso sólo habían asesinado una que otra cucaracha. Más cuando iban a llegar al último, Gon se detuvo abruptamente y se agacho apegándose a la pared, siendo imitado por las demás personas que guardan un aterrador silencio al no saber que sucede,
Volteó a ver a Killua, con los ojos alterados y un tanto aguados en esa expresión rota que reconoce, se acerca desde atrás hacia él dejando Alluka junto a Mito, y ve lo que lo puso así. Unos soldados que debían estar de vigilas esa noche ahora muertos con una expresión de terror en sus rostros mientras son devorados por escorpiones. Sólo eran dos, pero podía imaginarse lo que le sucedió al resto.
Gon toma su hombro, presionándolo un poco pero sin llegar a lastimarlo, y se miran mutuamente. Gon con esa expresión dolida de tener a uno de sus seres queridos próximo a la muerte y ahora por observar el horrible final de sus compañeros, Killua serio por contemplar que la situación era peor de la que previó y que deben hacer algo lo más pronto posible.
Mueve los labios pero sin emitir sonido de su voz alguno, de hacerlo alertaría de su presencia a los invasores que se encontraban distraídos devorando a sus camaradas, y no es necesario ya que Gon lo entiende.
—"Las salidas de emergencias"—Es lo que pronuncian sin sonido sus labios.
Ging era un hombre meticuloso, creó varios escondrijos y atajos por los que escapar en caso de imprevistos mayores, y uno de estos estaba oculto detrás de un librero en el pasillo por el que salieron guiando a las numerosas personas.
Salieron por detrás del edificio en donde por suerte estaba libre, hubo quienes soltaron el aire que estaban conteniendo por el alivio de haber salido de una sofocante situación, un breve respiro antes de pasar por otro obstáculo igual. Mito no se dio ese lujo, ayudó a su madre a sentarse en el suelo para que descansara pues se estaba debilitando, junto a esta estaba Alluka, que miraba a un punto en especifico y sabía a cual, en donde estaban el par de jóvenes que se miraban cómplices sin decirse nada.
Eso le traía recuerdos, de cuando de pequeños ambos guardaban el secreto de una próxima travesura, le encantaría que esta situación fuera un plan para robar dulces y sin represalias mayores que un regaño y un sermón.
—¿Qué es lo que sigue?—Dice acercándose.
—Tienen que ir al bosque a buscar los vehículos de emergencia—Agrega Gon, y Mito nota que Killua desvía la mirada a un lado, gesto que hace cuando deja a Gon al mando de la situación, normalmente porque es algo personal.
Mito entonces se da cuenta de sus palabras.
—¿Tienen? ¿No querrás decir "tenemos?—Dice, con el semblante consternado que cambió a angustia cuando Gon negó con la cabeza.
—Nosotros tenemos que revisar el otro edificio—Dice, ablandando la mirada al ver que el de la mujer se volvía cristalina.
—Gon no...
—Tenemos que hacerlo Mito san, en el otro edificio deben necesitar ayuda—Replica, pues la imagen de sus camaradas siendo devorados está fresca en su mente, pero luego escucha unas tos cercana y al girar contempla a Abe con una apariencia más pálida y demacrada, recostada contra el tronco de un árbol y luchando por no cerrar los ojos.
—Ella no resistirá mucho...—Empieza, observando lo mismo que Gon.
Diciendo eso esperaba poder persuadirlo de no hacer algo tan arriesgado, no es capaz de resistir la idea de perder a su madre y a su hijo en un mismo día. Pero al regresar a ver al menor se encuentra con una mirada determinada y lagrimosa, es la diferencia entre él y Ging, ambos pueden ser igual de testarudos pero Gon posee la sensibilidad y un notorio apego a sus seres queridos, incapaz de abandonarlos salvo que sea por una fuerza mayor.
Como salvar la vida de inocentes.
—¿Onii chan?—Llama cuando ve al contrario inclinarse frente a ella. Le dedicó su usual sonrisa amable.
—Pronto saldremos de este lugar tan aterrador, tranquila—Alluka asiente, pero sin dejar de mostrar esa expresión preocupada.
—Te irás ¿Verdad?—Killua ablanda la mirada y asiente lentamente, lo que para ella es una oleada de miedo y tristeza. Toma la manga de su chaqueta en un intento de evitar que se aleje—no te vayas, es peligroso...
Killua toma su mano entre las suyas sin dejar de sonreírle y la mira con toda la amabilidad que tiene.
—Regresaré pronto, te lo prometo—Sonríe y la abraza, durante un buen rato que les pareció segundos. Killua besa su frente antes de finalmente separarse y regresar a donde estaban Gon y Mito.
Al verlos se percataba de que ambos, madre e hijo, contenían sus lágrimas.
—Los esperaré treinta minutos—Dijo Mito, en un tono de voz que le quitaba las ganas de refutar—así nos llevaremos a cuantos hayan salvado.
Ve a Gon por un momento, quien observaba a la abuela sonreírle débilmente, antes de regresar a ver a la mujer.
—Está bien, pero terminado el tiempo se van de inmediato—Mito asiente, más resignada que convencida. Y al ver a la mujer y de regresar la vista a la expresión llorosa de su hermana, suspira incómodo—¿Podría...?
—Está bien, estaré pendiente de ella—Dice suavemente adelantándose a lo que diría el contrario—y aunque no es necesario que te lo pida, por favor cuida de él también.
Killua asiente, y la mujer sonríe débilmente en un semblante quebrado.
—Siempre estaré agradecida de que te conociera ¿Sabes? Gracias Killua.
El aludido traga grueso ante la incomodidad de un momento íntimo, aun no se acostumbra a lo sentimental de los Freecss.
El par se sitúa frente a la ruta nuevamente, uno junto al otro, y observando al grupo alejarse en las profundidades del bosque. El albino observa de reojo la expresión entre preocupada y dolida del moreno.
—¿Listo?—Llama, y el contrario suspira.
—Sí.
Continuará...
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