CAPÍTULO VEINTITRÉS
JACOBO
Anoche sentí como Evan se levantó. Estuve a punto de seguirlo cuando vi como Liz se ponía de pie y también salía de la habitación. Desconozco el lugar al que fueron y lo que sucedió, pero Liz no tardo en regresar y me atrevo a decir, que llorando. Evan por otro lado, no volvió a la habitación.
Son las 13:30 y según el mapa estamos a doce kilómetros de nuestro destino, por lo que no tardaremos en llegar. Al igual que en la ciudad anterior todo es sitios abandonados, vegetación y algunos esqueletos. Esta vez no hacemos por buscar algo en específico, simplemente escogemos una gran bodega parecida al estacionamiento de la caverna. Descargamos las provisiones y al igual que la vez anterior regreso por el resto y Richard se posiciona como mi copiloto. Para las 20:00 horas ya nos encontramos en la bodega acomodándonos para cenar y descansar.
Evan se acomoda cerca de nuestro equipo pero nos da la espalda. Los días se están volviendo muy extraños. Corrección, Evan es el que se ha estado comportando extraño, se ha vuelto frio, distante, indiferente. Indescifrable. Por otro lado Liz se ha visto desesperada y angustiada, no deja de ver cada movimiento de Evan.
—¿Todo bien? —pregunta Sarah.
—Si —le aseguro a la vez que beso su frente y me acuesto a su lado para dormir.
Al igual que hoy, mañana saldremos a penas amanezca, por lo que es necesario que descansemos.
* * * * * * * * * * * *
Después de almorzar y cargar nuevamente la camioneta, nos disponemos a seguir el camino; al menos mi equipo. Debido a que la siguiente urbe se encuentra más lejos, para las 7:30 con los primeros rayos del sol, ya nos encontramos de camino.
A las 12:00 hacemos una parada para tomar agua, ir al baño y descansar de ir sentados. Apenas avanzamos algunos dos kilómetros cuando el olor a putrefacción nos azota. Disminuyo la velocidad lentamente cuando diviso un camión que lleva una sábana a modo de techo. Estoy muy seguro de haber ayudado a amarrar esa sábana.
—¡Mierda! —maldice por lo bajo Evan cuando une todos los puntos.
—¡¿Qué pasa?! —pregunta Isabel cuando el olor se impregna en cada rincón de la camioneta.
—¡Quédense aquí! —ordena Evan —. Si algo pasa, Emmanuel, conduce de regreso con el grupo.
—¡¿Qué?! —pregunta Sarah con los ojos abiertos como platos —. ¡No! no...
—Tranquila nena, no pasará nada, solo no se bajen —le digo intentando tranquilizarla, pero tengo que ser sincero, aunque suene paranoico —. Pero estén preparados para cualquier cosa —los ojos de Sarah se llenan de lágrimas pero asiente. Me siento mal, si algo nunca hubiera querido es ocasionar que se mojen sus lindos ojos y aquí estoy, llenándola de temor.
Me pongo mi casco y cargo mi fusil. Tanto Evan como yo bajamos de la camioneta y es él quien abre la marcha. Siempre se ha caracterizado por ser un líder nato, por lo que fue entrenado como uno. Me hace señas para que cubra su espalda y el cubre el frente. El camión está a cien metros de nosotros y conforme nos acercamos el olor se vuelve insoportable. Pronto damos con el primer indicio de batalla, un cuerpo con aves y gusanos a diez metros de nuestros pies, se encuentra irreconocible por la descomposición acelerada de su cuerpo y la presencia de animales. No es el único, parece que intentaron escapar porque los cuerpos se encuentras desperdigados en distintos grupos y direcciones. Los perros hacen lo posible por comer cuanto pueden, por lo que los restos de los cadáveres quedan irreconocibles; ni siquiera podríamos contarlos.
—Tienes que ver esto —dice Evan. Me acerco a él y veo lo que por ninguna razón hubiera pensado encontrar. Son los restos de un uniforme, pero no de cualquiera, sino uno con el logo de la academia Black. Y no es el único. De camino al camión encontramos más restos de uniformes de la academia y por las huellas de llantas cerca al camión, nos damos cuenta que había otra camioneta aquí y era de una patrulla. El camión tiene tres cuerpos en la parte de atrás, inspeccionamos su condición y tiene demasiados daños, no creo que vuelva a andar.
—Busquemos algo que no ayude a identificarlos —propone Evan y así lo hacemos. Solo encontramos una pulsera, dos aretes y una cajita de metal con la letra F gravada.
—¡Larguémonos de aquí, no debemos quedarnos cerca!
El primer disparo resuena y nos ocultamos de inmediato tras el camión. Otro disparo rompe el silencio y me pasa rozando, al parecer vienen del edificio alto a la entrada de la ciudad. Veo como la camioneta avanza a toda velocidad hacia nosotros. Evan es el primero en subir y yo termino encima de él por las prisas.
—¡Ve hacia el francotirador! —ordena Evan.
—¡¿Qué? ¿Estás loco?! —pregunto incrédulo.
—Solo es uno, de lo contrario habrían atacado, además, el tiempo entre los disparos lo confirma y si lo dejamos nos podría seguir. ¡Acelera!
Emmanuel lo hace y el primer impacto rebota en el capo, seguido de tres más, pero de una sola arma tal como dijo Evan. Sé que la camioneta es blindada, pero me siento expuesto. Vislumbramos la patrulla y tal como dijo mi hermano, no se ve nadie. Emmanuel se detiene a un lado del edificio, fuera del alcance del francotirador.
—¡Si alguien sale, disparen, ninguno sale con vida! —ordena nuevamente Evan. Todos lo miramos con duda, pero el actúa firmemente al bajarse de la camioneta y hacerme señas para que lo siga. Por un momento me recuerda a Sullivan. Abrimos la primera puerta que encontramos, que nos da paso a unas escaleras. A penas Evan pone un pie en el primer escalón, un hombre lo embiste dejándose caer sobre él, lleva un cuchillo en mano en dirección al pecho de Evan. Levanto mi alma y disparo a su omoplato, el hombre grita y cae al frente, llevándose a Evan con él, quien logra zafarse de sus piernas y se pone en pie rápidamente.
—Gracias —dice al tiempo que toma al hombre por el brazo derecho, que es del mismo lado donde tiene la herida en el omoplato; el sujeto grita, pero el agarre de Evan no cede. Lo lleva afuera y lo deja en el suelo cerca de la camioneta.
El resto de nuestro equipo baja y se acercan con arma en manos.
—¡¿Dónde está el resto?! —pregunta Evan.
—¡Púdrete! —le suelta el sujeto.
—No tengo tiempo para esto —susurra para sí mismo. Con un movimiento demasiado rápido toma un cuchillo con cada mano y antes de que pueda gritar para que no lo haga, los clava en los fémures del hombre —un grito desde lo más profundo de su cuerpo corta el aire. Yo solo cierro los ojos, pero escucho como Liz e Isabel gritan.
—¡Volveré a preguntar! —le advierte Evan a pocos centímetros del rostro lloroso del hombre —. ¿Dónde están los demás?
—¡Muertos! —responde de inmediato con voz ahogada.
—¿Por qué te quédate?
—Tuve órdenes directas de la General en cuanto a quedarme a esperarlos.
—¡¿Cómo que ha esperarnos?! —intervengo.
—¡No lo sé, lo juro, esa información no se me dio! —lloriquea.
—¡No, claro que no! —dice Evan al tiempo que saca su arma compacta, pero el hombre no es ni siquiera capaz de reaccionar cuando una bala atraviesa su cráneo —¡Vámonos!
—¡¿Qué mierdas te pasa Evan?! —grito. Es la segunda vez que veo ésta faceta en él, pero la primera vez lo comprendí porque se trataba de Sullivan. No se inmuta por mis palabras, solo camina hacia las camioneta —. ¡Ni siquiera sabemos si es el francotirador! —continuo.
—La dirección de las balas indicaban que se encontraba a una altura de entre dieciocho a veinte metros, que es la altura de este edificio, además sus codos están llenos de polvo, quiere decir que tiene poco tiempo que abandono esa posición, si fuera un vigilante llevaría armas y como ya habrás visto él no lleva armas de fuego, porque es demasiado complicado desplazarse rápido y con agilidad con un francotirador, así que tuvo que haberlo dejado. La patrulla está ahí afuera y el disparo que le metiste en el omoplato se escuchó en toda la redonda, sus compañero ya habrían venido —se gira en nuestra dirección y vuelve a hablar —. ¡Ahora, toma aquella camioneta y vámonos!
Todo lo que ha dicho es cierto, pero no comprendo cómo tanto odio se ha apoderado de él. Me agacho al lado del cadáver y tomo la radio de su cintura. <<El francotirador>> No podemos dejarlo. Subo rápidamente y recojo el arma. Emanuel, Sarah e Isabel deciden ir conmigo, está claro que la actitud de Evan nos ha asustado. Solo Liz acepta ir con él y presiento que está luchando contra sus miedos.
He matado a varias personas, pero siempre en defensa propia, este sujeto no tenía nada con qué defenderse, lo tuvo totalmente en frente y mirándolo a los ojos no dudo ni un momento. Está claro que algo está mal, realmente mal en él. Un escalofrío recorre mi cuerpo cuando pienso en mi hermano como un maldito psicópata.
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