CAPÍTULO VEINTIDÓS
EVAN
Lo miro directamente a los ojos mientras yo mismo me hago esa pregunta. Quiero que las heridas dejen de doler, esa es la verdad. Y estar con ella aligera de vez en cuando la sensación de vacío, pero solo porque veo a Lexa, no a Liz.
—Solo busco cuidarla como no pude hacer con Lexa —digo firmemente y no es del todo mentira.
—Así que estás buscando a Lexa en ella —sí, eso es lo más acertado, pero en vez de aceptarlo digo algo obvio.
—Son muy distintas.
—¡Exacto! Lo que me lleva a preguntarme si comienzas a formular una idea errónea de Lexa a través de Liz, para perderte en la fantasía —no digo nada y el silencio se alarga hasta que Jacobo vuelve a hablar —. Tienes que enfocarte en la realidad Evan. Lexa ya no está y Liz jamás podrá ser ella. Hay asuntos importantes que te necesitan aquí, en el mundo real aunque eso sea doloroso.
Una ira corre por mis venas y me doy cuenta que todo este odio que siento crecer dentro de mí solo es resultado del dolor que está haciendo lo posible por salir a flote, pero aunque las palabras de Jacobo me duelan, son reales. Asiento.
—No la dejaremos sola —promete al fin —. Pero tienes que dejar a un lado todo esto Evan y centrarte aquí —dice señalando el suelo.
—¡Así será! —digo para finalizar la plática. Paso a su lado sin dejarlo decir algo más. Me dirijo a la habitación para descansar pero no tengo ganas de estar con mi equipo, en especial con Liz, así que termino durmiendo en el suelo frío de la cochera.
Me despierto a las 13:00 horas pero no me levanto, observo el techo blanco y por un momento mi mente se queda igual, pero basta con que sea consciente de ello para que los pensamientos retomen sus rutas y me maldigo.
Durante las horas siguientes tengo a la vista a Liz pero evito hablarle, estar cerca de ella o que se dé cuenta de que la observo. En realidad me mantengo alejado de todos. No pretendo lastimar a nadie pero me parece que es la mejor manera de regresar todo a su normalidad.
Me he ablandado. Pero eso no es de ahora, sino desde que conocí a Lexa, aunque con ella era distinto, no tenía miedo a mostrarle mis debilidades, ahora me siento estúpido haciéndolo. <<Soy patético>>
Para las 16:00 horas se llega nuestro turno de lavar y bañarnos. Yo tomo mi ropa y la llevo a la casa asignada donde Isabel y Liz ya se encuentran dividiendo el jabón que nos corresponde a cada uno. Liz se acerca a mí y me hace entrega de mi porción.
—¡Aquí tienes! Espero te hayan enseñado a lavar —dice al tiempo que se ríe, pero yo solo asiento una vez en señal de agradecimiento y me alejo. No sé de dónde sacaron todo pero hay cuatro botes de plástico y dos palos de madera con lo que parece ser la parte superior de una botella en uno de los extremos amarrada. Desde dos metros de distancia veo como Alan les explica la forma de usarlo, que consiste en poner agua en el bote, agregar el jabón y con el artefacto del palo y parte de la botella sumergir la ropa cuanto nos parezca necesario y dar golpecitos. Permito que las chicas, Jacobo y Emmanuel lo hagan primero y cuando han terminado me quedo yo solo lavando mi ropa mientras el resto de mi equipo se turnan para darse un baño en el sanitario de la casa. El agua de mi ropa se pinta rápidamente de un color rosado por la sangre del cuerpo de mi madre y la mía. Comienzo a ejercer movimientos cada vez más fuerte hasta que soy consciente que alguien podría verme y me rehúso a dejar que me vuelvan a ver vulnerable, además la herida del brazo comienza a latirme. Recupero el control y tiro el agua diciéndole adiós a los últimos restos físicos de mi madre. Enjuago la ropa y decido ponerla a secar sobre la camioneta.
Soy el último en darme un baño con agua más fría que tibia, pero aún y con eso el baño me ha caído muy bien. Para la hora de la cena tomo un pedazo de carne seca, una manzana y una naranja. Sé muy bien cómo limpiar mis heridas, así que voy por lo que necesito y comienzo a hacerlo yo solo, procurando no ver a Liz cuando pasa a mi lado en dirección a la habitación.
Para las 22:00 horas la camioneta ya se encuentra cargada y todos estamos listos para partir a penas se divisen los primeros rayos de sol. Lo cual me parecería estupendo, de no ser por el insomnio que me golpea está noche. Son las 02:00 de la madrugada y soy incapaz de quedarme acostado, así que en silencio me levanto y salgo de la habitación, donde una vez en el pasillo me decido por salir al patio y subir las escaleras. La noche es cálida y las estrellas brillan de manera esplendida, lo que hace a la azotea un lugar perfecto para cuando no eres capaz de dormir. Me tumbo en el techo y coloco mi brazo derecho a modo de almohada. A mí alrededor se escuchan los grillos cantando y a lo lejos logro escuchar a un perro aullar.
Entonces la soledad me azota. Quiero seguir, enserio que sí, pero me falta mi motor. Suspiro. Escucho un ruido a mis pies y me levanto rápidamente al tiempo que Liz asoma la cabeza.
—¡Soy yo, soy yo!
—¿Qué haces aquí? —le suelto exasperado.
—No sabía que la azotea era tuya —pongo los ojos en blanco y suspiro nuevamente.
—Solo quiero hablar ¿de acuerdo? —su voz deja claro el dolor que siente ante mis expresiones y comportamiento hacia ella en el último día. Me quedo callado a la espera de lo que tenga que decir, pero no dice nada.
—¿Y? —la apuro.
—Quiero saber qué es lo que pasa.
—¿Qué pasa de qué? —suelto nuevamente exasperado.
—Evan, ayer me ofreciste tu ayuda y fuiste todo un caballero y hoy ni siquiera me volteas a ver. ¿Es por lo que te confié? Porque si es así...
—¡Basta! —digo en un susurro firme —. No hagamos esto más largo Liz. Es sencillo, aléjate o puedes salir lastimada.
—Pero...
—¿No lo entiendes? —la interrumpo —. Mírame Liz, soy como una llama, te puedo calentar y hacer sentir cómoda, pero eso solo hará que quieras acercarte más y terminarás quemándote —me siento cruzando las piernas.
—No. Me niego a aceptar eso —la observo y en sus ojos veo la firmeza de sus palabras. Se ve hermosa a la luz de la luna. Pero yo sigo deseando que se transforme en mi chica luz —. Evan, sé que tienes miedo —dice al tiempo que se acuclilla enfrente de mí —. Pero permíteme afrontar esto contigo. Me estoy enamorando de ti y he tomado una decisión —me mira fijamente a los ojos mientras se va acercando más a mí —. Te entrego mi corazón y tú eres libre de aceptarlo o rechazarlo, pero tienes que saber que o me voy con tu corazón en mis manos o con el mío hecho pedazos. Así que ¿cuál es tu veredicto? —me pregunta al tiempo que sus labios me impiden dar mi respuesta. Se sienta encima de mí y con sus manos acaricia mi rostro y nuca. Sus labios son frescos y suaves, lo que hace que me teletransporte a aquella tarde en la habitación de Lexa donde hacíamos su tarea, donde se sentó encima de mí justo como ahora lo hace Liz. Ese recuerdo es suficiente para encender el deseo en mi cuerpo. Le sigo el beso al tiempo que toco sus caderas, su espalda, donde podría jurar que siento aquella cicatriz que ella tenía. Colocó mi mano derecha en su nuca, entre su cabello al tiempo que giro sobre mí mismo para colocarla sobre el suelo. Mi boca se desprende la suya y comienza a explorar su cuello. Con mi mano derecha bajo el cierre de su chaqueta y está claro que sabía a lo que venía porque no lleva puesto nada debajo de está. Entonces la realidad me trae de regreso. No es el cuerpo de Lexa, porque no encaja con el mío a la perfección y aunque podría jurar que son sus labios, no saben igual. Me separo jadeando y al ver su rostro, mis ojos comprueban que no, no es Lexa la que me observa dolida por mi rechazo.
—Lo siento. No te lastimes más Liz. Yo no soy lo que tú buscas, créeme. Y tú no eres lo que yo deseo recuperar.
Las lágrimas surcan el rostro de Liz, quien sube el cierre de su chaqueta y se va.
* * * * * * * * * * * * * * * *
El sol comienza a mostrar sus primeros rayos, así que bajo y me encuentro con Richard que me observa escrutadoramente y a mí solo me queda poner un semblante indescifrable.
—Es hora de irnos —me indica demasiado serio.
—Entendido.
Entro en la habitación, donde ya todos están levantados recogiendo aquello que podamos llevar con nosotros. Liz ayuda a las chicas a acomodar las provisiones. Jacobo es el que me observa y solo es interrumpido por Sarah que le pregunta el orden en que viajaremos.
—¡Todos a la sala, es hora de irnos! —grita Richard. Tomo mi mochila y salgo de la habitación con Sarah y Jacobo pisándome los talones. Cuando la sala se llena, Richard comienza a hablar nuevamente.
—¡Es hora de reanudar la marcha. Según el mapa estamos a ciento treinta kilómetros de otra urbanización. Así que el equipo de Evan manejará hasta allá y regresará por el resto al igual que hicimos la vez anterior. Pero antes, exploráremos de aquí a la periferia de la ciudad en busca de algo que nos pueda ser de utilidad —Jacobo se ofrece para llevar la camioneta hasta la periferia, Sarah lo acompaña así que eso me deja a mí y al resto de mi equipo con los demás caminando. Me pongo mi chaleco, mi casco y me cargo cuanto puedo de armas, no confió en la cuidad y por alguna razón ya ni siquiera en los que me rodean. Bajamos la colina y dejamos atrás la casa que nos acunó de la lluvia dándonos su protección. Seguimos la camioneta y recorremos un sinfín de calles hasta que llegamos a lo que fue un hospital donde Richard entra con su equipo y logra recuperar algunos instrumentos quirúrgicos. De igual manera exploramos una calle llena de comercios, en una logramos encontrar ropa en buenas condiciones y zapatos. El último local que revisa mi equipo tiene una especie de variedad de plásticos en forma de esfera, tenis con bordos en la suela, plásticos con redes y un sinfín de objetos que no reconozco. Solo un gran palo de lo que parece ser de metal, algunas mochilas y arneses son de utilidad. También encontramos algunas cachuchas y camisas con rayas y otras sin mangas. Para las 11:00 logramos llegar a las afueras de la ciudad donde nos despedimos y emprendemos el camino hacia la siguiente urbanización.
—Lamento lo que dije... —comienza a decir Jacobo.
—Déjalo, tenías razón. No pasa nada.
No puedo decirle lo que pasó anoche, porque no es correcto y porque decirlo ocasionaría discusiones innecesarias. La noche será solo un recuerdo doloroso donde caí en la realidad de que Lexa ya no existe más que en mis recuerdos.
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