CAPÍTULO VEINTE
EVAN
¿Hay un Dios? ¿En algún lugar, existe un cielo y un infierno? ¿Un más allá?
La muerte de Lexa, Gerardo y mis padres han traído consigo esas preguntas que me martillean la cabeza a cada instante y eso me ha llevado a pensar más de lo necesario, es decir, más de lo que me gustaría. Mi lado lógico me dice que no, no existe un más allá; que solo somos materia que se trasformará con el fin de reencarnar en un organismo vivo que aprovechará los nutrientes de su antiguo cuerpo. Ese es el ciclo de la vida. Nuestro espíritu vive en los recuerdos de los vivos. Pero mi lado humano, mi lado débil, anhela un más allá, un lugar dónde podemos reunirnos con aquellos cuando muramos, aunque creer en eso me lleva a creer en un Dios y preferiría que no existiera porque, ¿qué individuo todo poderoso es capaz de ver tanto sufrimiento y no hacer nada? ¿qué individuo se llama así mismo amor y justicia si condena a sus propios hijos a un lugar de sufrimiento eterno? ¿acaso no quiere que todos lo sirvan y le sean devotos sin alzar la voz? ¿acaso no lo hace eso ser un ser ególatra? las personas que lo adoran, ¿lo hacen por devoción o por miedo de ser condenados al infierno? no he conocido una religión como tal, esas ideologías han desaparecido con el paso del tiempo y las inclemencias a las que el ser humano se ha visto obligado a enfrentar; pero mi madre en especial, se aferraba a que había un lugar mejor, personas mejores. Se equivocó, creo que la esperanza mantenía bajo control su locura. Ahora comprendo. Esa era la clave, ese era el fin de hacerles creer a la gente en un Dios. La esperanza. Un medio de control si se es bien utilizado.
El agua arrecia y soy consciente de cada gota que toca mi rostro. Necesitaba salir o me iba a volver loco. Estoy enojado con todo y si hay un Dios, entonces, ¡quiero que sepa que lo culpo, lo culpo por tanto dolor que ha permitido que exista. Y si muero pronto, estaré feliz por tener la oportunidad de enfrentarlo, y entonces cambiaré los papeles; porque lo desafío a un juicio y yo seré el juez!
—¡Maldito cobarde! —grito esperando que me oiga al tiempo de que pateo lo primero que encuentro — ¡MALTO SEAS!
Caigo de rodillas y observo el puente a unos trecientos metros. Por un momento comprendo a los esqueletos que vi bajo de él, resultado de suicidios.
<<Tranquilízate, Evan>> me ordeno . Termino sentado en medio de una calle a unos dos kilómetros de la casa.
—¡Evan, ¿me escuchas?!
Es Richard. Bueno, se tardaron menos de lo que creía. No contesto, estoy demasiado alterado y lo menos que quiero es decir cosas que después lamentaré. Sigo caminando, no en una dirección en específica, simplemente a donde mis pies sean deseosos de llevarme.
—Evan, sé que estás enojado —es Jacobo y escuchar su voz hace que me pare en seco. Suspira —. ¿Recuerdas lo que hablamos en la tienda? —no respondo —. Lo que quiero decir es que necesitamos hablar, no cometamos el error de no hacerlo otra vez —sé a lo que se refiere, a decirnos lo que pasa, a no dejarnos solos. Su voz se quiebra justo al terminar esa frase y por mi mente pasa la conversación que tuve con Sarah el día que desperté en la tienda amarilla. Abro mi micrófono.
—Tranquilo, todo está bien ¿de acuerdo?, solo necesito un momento a solas.
—Al ser el hermano mayor me veo obligado a decir que lo quiero aquí antes de la comida, soldado —aunque no lo veo podría jurar que está sonriendo.
—Entendido, señor.
No hay más respuestas.
* * * * * * * * * * * *
Para las 16:00 horas estoy a punto de llegar a la casa donde me reciben los rostros de Jacobo, Sarah, Emmanuel y para mi sorpresa aunque me hace sentir bien, el de Liz, soltando su preocupación en un suspiro. Mi mirada va hacia Jacobo, después hacia Sarah, Emmanuel y finalmente me detengo en Liz más del tiempo lo usual, anhelando que fueran otros ojos en su lugar y sé que soy muy obvio, esto les dará motivo al resto para especular, pero mientras estaba allá afuera tome la decisión de dejar ir a mis padres y a Gerardo, honrar su memoria con mis hechos; pero el verdadero reto es liberar a Lexa. No es que la quiera más que a mis padres, es solo que es un ciclo natural que el hijo entierre al padre y a pesar de que sus vidas les fueron arrebatadas agradezco dos cosas, porque ya solo me queda eso, ver el lado optimista; la primera, es que ellos sabían las consecuencias de sus actos y aun así lo hicieron, lucharon por sus principios y como resultado forjaron un guerrero que vengará no solo sus muertes. La segunda, aunque suene despreciable, es que ambos fallecieron y no tuvieron que vivir en agonía por la falta del otro, porque eso no es natural, decidir amar a una persona de entre tantas otras y que te sea arrebatado en cualquier instante es crueldad pura. Pero por mi bien y por el suyo, es necesario que la libere. <<Cariño, ruego porque me escuches y sepas que te amo como jamás he amado y como probablemente jamás me atreveré a amar a nadie más. Pero también tienes que saber que estoy a punto de colapsar y necesito urgentemente que alguien limpie mis heridas y las cuide, porque a mí no me quedan fuerzas para hacerlo; te pido perdón por ello. Mi cuerpo sigue siendo fuerte y mi dedo presionará el gatillo entre los ojos de todos aquellos que te lastimaron a ti y toda esa gente, pero mi alma en cambio perece. Y aunque mis labios encuentres otras bocas y mi cuerpo otras aguas, puedo garantizarte que soñaré contigo siempre que abandone este mundo y me pierda en la fantasía de tenerte aquí, que aclamaré a ti cuando me dé cuenta de que no eres tú la que está a mi lado y que sin importar cuantas veces suture mis heridas, estás se abrirá nuevamente al darme cuenta de la realidad. Pero tengo que seguir llevando mis mejores recuerdos de ti y de mí en un cofre que guardare muy dentro, donde yo solo pueda verlo y recordarte¡
Mis ojos se llenan de lágrimas pero no me permito derramar ninguna ya ha pasado el tiempo destinado para ello. Jacobo sale a mi encuentro y me abraza mientras mi cuerpo tiembla en el intento de reprimir el dolor al sentir que estoy a punto de abandonar a Lexa.
—Hablemos las cosas, todo estará bien —me asegura y sé que así será. Asiento porque las lágrimas aún se encuentran asechándome.
Nadie dice nada, todos actúan como cualquier otro día y espero que así sigan las cosas. Me cambio la ropa y me doy cuenta de que es el último cambio que me queda, las botas están empapadas y ya no tengo otras así que me las quito y las dejo en el pasillo. Comemos algo del animal parecido al cerdo, arroz y naranjas. El tinaco donde se recauda el agua, ya se encuentra lleno, por lo que todos comienzan a agruparse para ponerse de acuerdo en cuanto al orden de lavar y bañarse.
Liz llega y en silencio se sienta a mi lado al fondo de la sala. Pega sus rodillas al pecho. Voltea su rostro hacia mí y me susurra para que solo yo la escuche.
—¿Cómo te sientes, Evan? —volteo el rostro hacia ella y logro sentir su aliento cálido.
—Estoy bien y estaré bien, Liz.
—Sé que así será —me dice sonriendo —. Te debo una disculpa por mi comportamiento de ayer.
—Tranquila, no pasa nada, pero si quieres hablar o necesitas ayuda, no dudes en buscarme —ofrezco mi ayuda como en su momento ella me la ofreció.
—Lo haré —me asegura al tiempo que me besa en la mejilla —me alegro mucho que regresaras.
Siento como una onda cálida me recorre el cuerpo, lo que hace que por alguna razón no me sienta tan solo. Liz se pone de pie y se va, yo dirijo la mirada a la multitud pero parece que nadie se ha percatado de la situación o al menos eso parece.
Mi cabeza se encuentra cansada y me pide que descanse, pero no puedo hacerlo, me toca estar de guardia esta noche así que si descanso solo tengo dos horas. Le pido a Isabel que me despierte y ella acepta. Me dirijo a la habitación y me acuesto en el colchón, espero no incomodar a las mujeres. Cierro los ojos y me dejo llevar por el cansancio mental, haciendo lo posible por no pensar en nada referente a Lexa, Gerardo o mis padres.
* * * * * * * * * * * *
—Evan, es hora de cenar —me despierta la voz de Isabel. Me siento con energía renovada y más tranquilo, por lo que me levanto para dirigirme a la sala donde están cenando. Algunos ya se preparan para descansar, en especial aquellos del equipo de Alán, que tienen un día y medio sin dormir. Al fondo de la sala ubico a mi equipo cenando por lo que tomo algo de comida, solo para no tener el estómago vacío, aunque la verdad no me apetece ni un solo bocado. Me siento entre Jacobo e Isabel donde me obligo a tragar la comida que entra a mi boca. Un movimiento a mi izquierda me indica que Liz se levanta y la observo dirigirse hacia el pasillo que da a las habitaciones., Desde donde estoy sentado logro visualizar que un hombre recargado cerca del pasillo la intercepta y le dice algo al oído, ella lo esquiva pero el sujeto la toma por el brazo y la atrae hacia él; ella intenta soltarse pero él aprieta su agarre y esa es mi señal para interceptar. Me pongo en pie y me dirijo con paso firme hacia la escena, pero lo menos que quiero es hacer un espectáculo, así que solo me acerco y educadamente me dirijo al joven que por fin logro identificar. Es Braulio, el que ayudó junto con Rogelio a revisar los sistemas de captación de agua en las casas de alrededor esta mañana.
—Me parece que la señorita ha rechazado tu oferta, así que si me permites... —digo al tiempo que pongo mi mano derecha en la espalda de Liz y la empujo para que avance —. ¿Has tomado tus cosas? Pregunto justo en el momento que Braulio me empuja contra la pared y pone su brazo en mi cuello.
—¡¿Quién te crees que eres?! —me suelta con todo y saliva sobre el rostro. Veo por rabillo del ojo como Jacobo se levanta rápido y Liz profiere un grito ahogado. Levanto la mano izquierda a pesar del dolor de mi hombre para que Jacobo no se acerque. Sonrío burlonamente porque en una pelea la batalla psicológica es la que suele definir todo. El enojo es el resultado de un momento de debilidad, de no ser capaz de controlarte y si eso sucede no podrás pensar con claridad, lo que solo ocasionara que uses tu fuerza bruta y eso jamás vencerá a la disciplina e inteligencia.
—No demos un espectáculo aquí. Esto es sencillo Braulio —sigo diciendo está vez llamándolo por su nombre para que sepa que lo he estado observando —ella no te quiere cerca y eso es justo lo que harás, te alejarás.
—¿O qué? —se mofa —. ¿Tú la cuidarás? ¿Cómo cuidaste de tu novia y tu madre. Entonces te tengo una noticia, linda —dice hablando lo suficientemente alto dirigiéndose a Liz —. Pronto terminarás muerta, como las demás —eso basta para accionar mi cuerpo. Con la mano izquierda tomo su brazo que presiona contra mi cuello y con la mano derecha golpeo el mismo brazo entre la división del bíceps y tríceps cerca de su axila, liberándome de su agarre. Sostengo su brazo y pateo la parte trasera de sus rodillas, haciéndolo caer al suelo donde lo inmovilizo con mi rodilla y sujetando su cuello susurro enojado.
—Ten cuidado con lo que dices o tu lengua será tu perdición.
—¡¿Qué está pasando aquí?! —escucho gritar a Richard furioso. Me levanto lentamente del suelo y enfrento a Richard que no para de pasear la mirada de Braulio a mí.
—¡No es su culpa Richard! —interviene Liz asustada —. Evan solo trataba de ayudarme.
Cuando esas palabras salen de su boca, Richard la observa escrutadoramente y Liz le pide un momento para hablar, así que se alejan a la habitación del fondo y cierran la puerta. Braulio se aparta y veo como otros dos sujetos lo siguen.
—¿Estás bien? —inquiere Jacobo.
—Sí.
—¿Qué pasó?
Le explico a Jacobo lo sucedido anoche en la habitación donde estaba Liz y Braulio, así mismo lo que vi hace unos momentos.
—Sarah me comentó que Braulio y Liz eran hermanos adoptivos, pero que tuvieron un desacuerdo y su relación se jodió.
<<Maldición>> ¿Y si malinterprete la situación? , por un momento me siento estúpido y avergonzado. No hay nada que hacer aquí parados, así que regreso con Jacobo a nuestro lugar donde terminamos de cenar. Diez minutos más tarde Liz sale acompañada por Richard y le pide al resto que se vayan a descansar y a nosotros, que nos pongamos a montar guardia. Braulio y el resto me miran recelosos pero nadie dice nada.
Sarah y Jacobo vigilan la puerta, Isabel y Emmanuel vigilan por la ventana de la sala y Liz y yo nos encargaremos de la ventana del comedor y cocina, donde se acerca a mí y me pide que la acompañe para limpiar mis heridas. Me siento en la sala mientras ella se posiciona a mi lado para limpiar la herida de mi brazo.
—Gracias, por lo que hiciste, lamento que tuvieras que soportar eso.
—No te preocupes —espero a que siga pero como no lo hace yo me arriesgo a preguntar y no por entrometido, pero quiero saber si me equivoqué para pedir disculpas —. Liz, ¿Braulio es tu hermano?
—Es, algo complicado —dice mientras suspira. Ha terminado de limpiar la herida de mi brazo así que se pasa a mi cabeza —. Me equivoque. No debí haber hecho lo que hice pero... Escucha, Evan, no me defiendo, pero necesito que comprendas mi situación —está de pie a mi lado, apoyando una rodilla en el sillón para apoyarse. Su cuerpo emana calor y me concentro en las llamas para que no se sienta presionada o incomoda por mi cercanía —. Mi madre murió cuando yo era chica, no conocí a mi padre, no tengo hermanos, primos, tíos o algún otro familiar que se haya hecho cargo de mí. Gustavo acababa de perder a su esposa y a lo que sería una hermosa niña. Estaba devastado así que en su memoria acepto hacerse cargo de mí. Braulio era su hijo biológico, pero su relación era demasiado enfermiza. A pesar de eso mi relación con él, al menos por mi parte fue estrecha. Recuerdo que jugábamos juntos a pesar de que es mayor que yo por cinco años. Pero todo cambio cuando yo cumplí quince años. Su actitud para conmigo fue diferente, era más atento y siempre estaba cerca. Un día en el baño me di cuenta de que me espiaba y avergonzada le dije a Gustavo. Ese día discutieron muy fuerte pero eso no basto para quitármelo de encima. Yo era demasiado inocente así que se disculpó y como él esperaba yo lo perdone y le permití siempre estar cerca. Un año después Gustavo falleció de un infarto en la noche y como era costumbre, en su velorio ofrecieron algo de alcohol para brindar por lo que una vez fue su vida. Braulio robo media botella y me invito a tomármela con él. Era demasiado tonta para ver más allá de esa invitación. Quedamos de vernos en una habitación vacía y nos emborrachamos, ahí fue cuando me beso. Yo me sentía querida con él, el resto solo veía mi trasero, pero Braulio me hacía sentir especial. Todo fue un juego y cuando me di cuenta, me alejé, aunque como podrás haber visto, somos pocas las mujeres jóvenes que había en la Caverna, lo que nos dejaba con un montón de hombres estúpidos. Richard no sabía nada al parecer, pero ya le he explicado la situación. Braulio esperaba que yo le diera la oportunidad de volver a ser...cercanos —dice entre comillas —. Pero no me interesa ni si quiera verlo —no digo nada porque no tengo derecho a opinar —. Esa es la historia. Quizás pienses que soy...
—No pienso nada Liz —la corto. Me observa con atención y yo sigo hablando —. No soy quien para juzgarte y una parte pequeña de tu vida no te define. Te queda un gran camino por delante, has que valga la pena y escoge lo que quieres que te defina.
Liz sonríe y niega con la cabeza.
—Cuenta conmigo y Jacobo —mi memoria viaja en el tiempo y proyecta como hice lo posible por no dejar sola a Lexa al saber el peligro que corría, como estando bajo mi cuidado la capturaron y que ahora está muerta. Quizás Braulio no estaba tan equivocado. Me quito esos recuerdos de encima y sigo hablando —. Solo trata de no estar sola. Ya sea que estés con Jacobo o conmigo.
—Gracias, Evan —sonríe tímidamente. Asiento y me levanto mientras tomo mis armas y me pongo a vigilar.
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