CAPÍTULO NUEVE
EVAN
Liz nos conduce por pasillos desconocidos hasta llegar a otras puertas dobles idénticas a las muchas que ya hemos visto. Adentro se encuentra Richard con una pequeña multitud sentada en las mesas más cercanas a él. Nos acercamos y en cuánto nos ve comienza a hablar.
—¡Vienen para acá! ¡Atacarán esta noche! —bueno, eso era de esperar. Asentimos y Richard termina de pasar lista a los presentes —. El día de hoy se irá un pequeño camión hacia las montañas donde irán las siguientes personas: Justin, María, Maribel, Julián, Kevin... —Richard sigue con su lista. Al final el camión llevará doce personas -ocho mujeres y cuatro hombres-. A parte de ellos, Richard asigna dos hombres y dos mujeres más. Estos últimos irán armado para garantizar la seguridad. El viaje dura un día y medio en camioneta según los datos de Richard o quince días caminando. Eso nos deja con siete mujeres y veintiún hombres, más nosotros ocho. En total somos treinta y seis —. Si alguien desea ir con ellos —dice Richard señalando a las dieciséis personas que están a punto de emprender el viaje —. Es libre de hacerlo, pero por favor, háganlo desde ahorita —una mujer joven se pone de pie y se une a las dieciséis personas, lo que motiva a otras siete. Al final quedamos veinticuatro hombres y cuatro mujeres, haciendo un total de veintiocho.
—¡Bien! Repartiremos las provisiones con base al tamaño de los grupos.
Para las 14:30 horas un camión de carga de personal que llevaban arreglando desde ya varios meses atrás, se encuentra cargado con provisiones para las veinticuatro personas que avanzaran hacia las montañas. El camión es abierto en la parte de atrás, lo mejor que se pudo hacer es colocar algunas sábanas como techo y paredes del camión, es la mayor protección para el aire y sol que tendrán. Hay muchas despedidas, lágrimas, agradecimientos y promesas. Para las 15: 48 horas el camión comienza su camino. Una vez se pierde de vista volvemos al comedor.
—Bien, haremos cuatro equipos —Richard divide a las veinte personas extras de nuestro equipo en tres grupos; dos de siete personas y uno de cuatro mientras llega Boc y su compañero. Les da una radio a un integrante de cada equipo —. El equipo uno a cargo de Fernando, vigilará a dos kilómetros de aquí. El equipo dos, a cargo de Javier, se dividirá en dos y aguardaran en los edificios cercanos de la periferia. El equipo tres a cargo de Galilea mientras llega Boc, apostará francotiradores en el techo. Nosotros el equipo cuatro, terminará de subir las provisiones y esperará en primera fila. ¡¿Entendido?! —todos asentimos. Richard entrega las armas correspondientes a los equipos y yo bajo los chalecos y cascos que tenemos en la camioneta. Nos uniformamos y comenzamos a subir las provisiones a la camioneta que trajimos de la casa de los Johnson, cuando nuestros radios y auriculares suenan
—¡Una camioneta se acerca! —informa Fernando.
—¡No abran fuego! Solo observen, dudo mucho que venga nada más una camioneta desde la ciudad a luchar.
—¡Entendido! —dos segundo después vuelve a hablar —¡Es Boc!
—¡Bien, déjenlo pasar!
Dos minutos más tarde Boc entra en la bodega. Mientras Richard los pone al corriente, nosotros terminamos de subir las provisiones en la camioneta de Boc, quien toma un arma compacta, el francotirador y se dirige al techo con su compañero detrás.
—Richard, necesitamos hacer contacto en la ciudad —le recuerdo.
Después de la asamblea en el comedor le dije la dirección donde se encontraba mi madre, pero no logramos establecer comunicación. Además, las cosas han cambiado. Si vendrán por nosotros, es esa la oportunidad que estábamos buscando para que mi madre y Lexa salgan de esa ciudad.
—De acuerdo, escucha, mi radio está sincronizada con sus auriculares, cualquier llamada que entre o salga la podrán recibir como ya se habrán dado cuenta. Seguiré intentando, si logro establecerla, estarán informados.
—Gracias.
Ahora solo queda esperar y eso es mucho peor. Nuestras cosas ya están en la camioneta. El plan consiste en aguantar lo más que podamos para darles tiempo a Lexa y a mi madre de salir mientras las patrullas está distraída aquí. Después iremos a las montañas, ya no es seguro quedarnos aquí. Solo podemos esperar que ellos nos ayuden.
Son las 17:30 y no se ha visto movimiento alguno. Tomo asiento cerca de la puerta de la bodega a la espera de alguna noticia. Jacobo, Emmanuel y Sarah se me unen y después de unos minutos, Liz hace lo mismo. Alán, Rogelio y Richard intenta establecer comunicación en la ciudad mientras reúnen lo que puedan del alá médica. Observo a mí alrededor y un sentimiento de agradecimiento me embarga. Todas estas personas decidieron quedarse quizás más por la lealtad a Richard, pero Sarah, Emmanuel, Liz, no tenían por qué quedarse y sin embargo, se quedaron a mi lado y ahora eso podría significar su muerte. Las palabras no me alcanzan para agradecerles, pero tengo que hacerlo porque quizás dentro de una hora este muerto.
—Gracias —esa única palabra atrae la atención de todos —. Gracias por quedarse.
—¡Amigo, estamos contigo! Además, si no tienes problemas en compartir, te recuerdo que me adoptaron como su hijo también —me dice Jacobo al tiempo que me da un ligero golpe en las costillas, eso me roba una sonrisa.
—De verdad les agradezco lo que están haciendo y lamento que se vean envueltos en esta situación.
—Hoy por ti, mañana por mí —me anima Liz que me sonríe tímidamente y yo le devuelvo la sonrisa. El tiempo se arrastra lentamente y nuestros nervios están a flor de piel, cualquier ruido por mínimo que sea nos hace alzar las armas. A pesar de que Liz sabe usar un arma y por lo que he visto golpea fuerte, su corazón aún no está listo para matar a alguien, lo veo en sus ojos inocentes. Los ojos de Lexa por otro lado eran fuego, ardían, los de Liz son miel. El tiempo pasa, y no recibimos ninguna respuesta, lo que empieza a ponernos ansiosos.
La coronel Johnson no es estúpida, sabe que los estamos esperando y no tiene idea de cuántos somos, así que estará pensando una estrategia para sorprendernos por si su teoría de que somos un número exorbitante es cierta, bueno, funcione lo mejor posible. Para las 19:00 horas, cuando la adrenalina ha llegado a su fin, mi equipo comienza a sentir los estragos del cansancio y la falta de sueño. <<Adecuada hora para dormir>> Richard no ha logrado establecer comunicación en la ciudad, pero ni esa ansiedad y desesperación basta para hacer que mi cerebro se concentre. Necesitamos descansar, eso sumado a que no hemos comido, hace que Richard se vea obligado a hacer algunos ajustes. Puesto que la temperatura comienza a descender, que los equipos no han comido y que nosotros necesitamos descansar, ideamos una nueva estrategia. En la camioneta tengo unos binoculares de visión nocturna, se alcanza a ver hasta un kilómetro a la distancia, no es mucho, pero un minutos es muy bueno para ponernos en alerta, así que el equipo uno tendrá que regresar; comerán algo y cubrirán al equipo dos para que también coman y descansen, después el equipo dos sustituirá al tres. Mientras tanto nosotros descansamos y comeremos algo. Si se presenta algo el equipo tres y nosotros estaremos en primera fila.
Richard organiza a su gente mientras nosotros comemos un pan, algunas frutas y agua hasta que nuestros estómagos amenazan con devolver todo y no tardo en quedarme dormido en la misma cochera. Podrían llegar fácilmente en estos momentos a matarnos y yo no sería consciente de ello. Lo único que me pasa por la cabeza es la sensación de estar en mi casa cuando alguien con un olor dulce se acerca y me cobija.
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