CAPÍTULO DOCE
EVAN
Corro tan rápido como mis piernas me lo permiten, mi reloj dice que faltan veintitrés segundos para la detonación, así que comienzo a contar mentalmente cuando entro en la cochera. <<Uno>> Veo a Alan que no logra encender la camioneta y abandonarla representaría una gran pérdida. <<Dos>> Corro hacia ellos. <<Tres>> Quito a Alan del volante, porque no hay tiempo de esperar a que encienda. <<Cuatro>>
—¡Tenemos que salir ya! —es todo lo que me arriesgo a decir. <<Cinco>> Pongo en neutral la camioneta. <<Seis>>
—¡Empujen! —ordeno.
<<Siete>> <<Ocho>> <<Nueve>> <<Diez>> <<Once>> <<Doce>> El tiempo se nos acaba y apenas la camioneta asoma por la entrada. Se escucha un gemido y proviene de Alán que cae al suelo. Rápidamente me acerco y veo que a parte de él hay otro hombre en el suelo con un corte en la garganta. <<El topo>> Los otros dos hombres se disponen a atacar pero no cuentan con armas. Después de enterarnos de que había otro topo, Richard retiró las armas hasta dar con él. Y aquí está, es el sujeto que acompañó a Rogelio en la persecución del <<topo>>. Para mi sorpresa los otros dos hombres sacan dos armas compactas. <<Ya te tenemos>> es lo único que puedo pensar cuando se escucha un disparo y dolor me atraviesa el hombro. Tomo mi fusil y me resguardo tras la llanta delantera de la camioneta. Escucho sus pisadas sobre el suelo y apenas soy capaz de distinguir un pie por debajo de la camioneta les disparo. Se escuchan gemidos y rápidamente me levanto, si muero, no dejaré que ellos vivan. Al frente de la camioneta uno de los hombres está en el suelo, le disparo directo a la cabeza y voy por el segundo, que al parecer le di en el tobillo y se encuentra recargado en una de las puertas de la camioneta.
—¡Yo solo recibo ordenes! —me dice con lágrimas en los ojos.
—Tomaste tu decisión de seguirlas, eso es lo que cuenta —le disparo. Tomo las armas de los dos muerto y les pongo seguro para guardarlas. El tercero, el del cuchillo se aleja, pero si lo dejamos ir, nos perjudicará, le disparó dos veces y cae entre piedras. Voy por Alan, de milagro deben de quedar dos segundos, veo que sigue respirando, al parecer lo noquearon, porque su herida fue en un omóplato, aunque la sangre que emana de esta es mucha. Me hecho el fusil a la espalda y lo levanto cuanto soy capaz con el brazo derecho. Él medio consciente ayuda cuanto puede por avanzar, pero mis instintos me dicen que ya es tarde, que moriremos los dos enterrados. Bueno, creo que lo intente. Una fuerza nos empuja por los aires y me estampo contra algo, mi cabeza lo tiene muy claro. Y milésimas de segundos más tarde algo cae encima de mí. El dolor de la cabeza y mi espalda, el pitido en mis oídos que solo ayuda a que la cabeza esté a punto de estallar; eso sumado a lo sofocado que me encuentro y el polvo y humo que evitan que pueda respirar, me hacen desear la muerte. A lo lejos escucho a alguien gritándome. Quiero decirles que estoy aquí, pero pensándolo mejor, quizás deba ahorrar las fuerzas que me quedan para sobrevivir en lo que me encuentran o no. No sé, creo que se lo dejaremos al azar. ¿Existe un más allá?, Bueno, creo que lo descubriré pronto. Espero ver a Lexa y a mi madre. Esa idea hace que mis pulmones reciban más aire y dejo de sentir el dolor, estoy tranquilo porque lo intente y feliz por verlas a ellas.
—¡Aquí están! —escucho que alguien grita, pero ¿quién? una mujer de aroma dulce, el mismo aroma que percibí cuando alguien me cobijaba se acerca y me habla.
—¡Todo está bien, tranquilo, solo concéntrate en mí! —es Liz o ¿Lexa? <<sus labios>>. Son los labios de Lexa.
Me concentro en sus labios y me doy cuenta de que es Lexa, lo que debe significar que estoy muerto. Quiero levantarme y estrecharla entre mis brazos, quiero decirle que lo siento. Mis ojos se llenan de lágrimas y de mi boca sale su nombre, aunque parece más un graznido. Sus ojos se llenan de lágrimas.
—¡Todo está bien, solo concéntrate en mí, no te duermas ¿de acuerdo?!
A pesar de que pongo todas mis fuerzas por mantener los ojos abiertos, mis párpados se empeñan en cerrarse. Un dolor agudo como si una aguja entrara en mi cabeza me atraviesa y me sumo en una tranquilidad y oscuridad que podría jurar es la muerte.
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