Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO DIECISIETE

JACOBO

Son las 5:45 de la mañana cuando mi cuerpo me indica que es hora de levantarse. Evan no está, su cobija se encuentra ya doblada y colocada a mi lado. Sarah se despierta al sentir mi movimiento y se pone de pie. Afuera ya comienza a aclarar. Voy hacia Evan que se encuentra en la fogata.

—Buenos días. Madrugaste.

—Mi cuerpo no me permite estar mucho rato en una posición, me duele todo. Además dormí mucho ayer, aun no entiendo cómo conseguí dormir —Sarah se sienta a mi lado y nos da los buenos días.

—¡Partimos después del almuerzo! Por ahora ¿serían tan amables de ir a terminar su búsqueda de ayer? —pide Richard cansado. Para las 6:05 Sarah, Emmanuel, Evan, Liz e incluso Isabel y yo nos encontramos en marcha para buscar una fuente de agua, que según Sarah y Emmanuel no debe de estar cerca, al menos de que sea agua subterránea. Evan no tenía ánimos de venir, decía que no podía ayudar mucho, pero en estos momentos no se trata de que ayude, sino de que se distraiga. Rápidamente llegamos a los naranjos de ayer, pero esta vez no vamos hacia ellos, sino que caminamos hacia la izquierda por su linde. No estoy seguro de cuánto tiempo pasa, estoy concentrado en vigilar lo que nos rodea, al igual que Evan, quien lleva el fusil aferrado. El sol comienza a mostrar sus primeros rayos cuando lo encontramos, no es grande pero por el pequeño arroyo corre agua cristalina. Todos se disponen a llenar el galón que cada uno trae.

Evan vigila mientras nosotros terminamos de llenar y paras las 7:56 ya nos encontramos de regreso. Mis brazos y piernas se encuentran cansados, hicimos varias paradas pero caminar dos kilómetros y medio con veinte kilos extras no es tan sencillo, tomando en cuenta la inclinación del terreno.

Después de almorzar Richard anuncia lo que platicamos ayer, respecto a avanzar hasta llegar a un lugar que podamos usar como refugio. Todos están de acuerdo y en cuanto terminamos de acomodar las cosas en las camionetas nos repartimos en dos grupos. Mi equipo irá en nuestra camioneta y las otras diez personas se irán en la camioneta patrulla dirigida por Alán y Richard. Para las 11:00 ya nos encontramos de camino nuevamente. Yo soy el conductor y Evan es mi copiloto. En la parte trasera de la camioneta van las señoritas y Emmanuel junto con las provisiones. Todo está en total silencio, preferimos observar aquello que nos va rodeando conforme avanzamos. Los matorrales van quedando atrás y están siendo sustituidos por árboles altos que no reconozco.
Llegamos a una carretera y la abordamos. No tardamos en empezar a ver indicios de lo que antes fue la periferia de una gran urbanización. El primer auto que encontramos abandonado tenía las llantas desinfladas, la puerta del piloto abierta y en precario equilibrio, además la naturaleza lo reclamaba, por lo que estaba casi lleno de enredaderas. Conforme más avanzamos, más carros encontramos y lo que mi mente ya imaginaba pero mis ojos no conocían, comienza a hacerse presente. Autos, camionetas, autobuses de todos los tamaños y también colores deteriorados por el intemperismo; varios llevan de pasajeros esqueletos que alguna vez pertenecieron a personas. Noto como a mi lado Evan aferra su fusil. Aún no llegamos a la urbanización, solo es una carretera de seis carriles que lleva a ella. <<¿Tantos automóviles había?>> No logro imaginarme este camino lleno de automóviles en circulación, me parece un espacio para una cantidad de personas alarmantes.

La camioneta de Richard abre la marcha y nos damos cuenta que se han detenido a tres metros de nosotros. Me detengo cuando estamos adyacentes a su camioneta y Evan me sigue abajo.

—¿Qué pasa Alan? —pregunto.

—Llegó a su fin —dice mientras le da una ligera patada a la llanta de la camioneta —el aceite se acabó.

—¡Carajo! —escucho maldecir a Evan atrás de mí. No somos mecánicos ni de lejos, pero conocemos lo suficiente para saber que una vez se termina el aceite por completo el automóvil se desvíela y eso significa que el motor ya no sirve. En conclusión, solo hay una camioneta ya. Entre más tardamos en continuar, más gente baja de las camionetas a ver lo que está pasando. Richard nos pide que lo sigamos hasta quedar a unos cinco metros de la multitud

—Solo hay una camioneta y me temo que no podemos ir todos en ella —nos informa lo que obvio.

—¡Maldita sea, lo que nos faltaba! ¿y ahora qué? —escucho que Evan dice exaltado.

—Son las 15:46, tenemos que movernos o nos quedaremos otra vez al intemperie y por lo que se ve, va a llover pronto —digo mientras observo como las nubes se van agrupando sobre nosotros.

—Bien, haremos lo siguiente: su equipo—dice apuntándonos —. Seguirán sobre esta carretera...

—¿Qué? ¡No! —digo inmediatamente mientras Evan solo lo observa atentamente.

—¡Escuchen! El encargado anterior me hizo entrega de la ruta que siguió cuando llegó a la caverna. Bien, yo estuve anoche haciendo un mapa nuevo con ayuda del mapa que me entregó y otro donde venían las carreteras más importantes del país. El papel se encuentra muy deteriorado así que por la noche hice un mapa combinando las carreteras y la ruta, con el fin de llegar al mismo destino pero por carretera para que no nos puedan rastrear y establecernos en las ciudades. Según mi mapa, estamos a unos veinte kilómetros de una ciudad, así que ustedes irán y buscarán un lugar donde pasar la noche, bajarán las provisiones y volverán por nosotros —no me gusta la idea, pero me temo que no hay otra opción, Evan lo sabe también porque asiente pero no dice nada. Hablamos con el resto del grupo y diez minutos después nos disponemos a salir camino a la ciudad. Tanto a Liz como a Isabel no les pareció bien dejarlos, pero Richard les aseguró que seguirán caminando mientras regresábamos por ellos.

La naturaleza se ha abierto camino dejando claro que solo somos una especie más que va de paso. Los árboles han crecido al borde de los caminos y la vegetación ha surgido en cada grieta y perforación del concreto. De igual manera los carros con llantas desinfladas por el tiempo, las pinturas descoloridas, vidrios rotos y esqueletos, aumenta considerablemente. Bajo la velocidad hasta detenerme y no es necesario que explique el por qué. Al frente de nosotros se encuentra una aglomeración de autos, pero ese no es el problema, hay espacio exacto para pasar; lo que me hace detenerme es el esqueleto justo en el camino por el cual debo atravesar. Por alguna extraña razón volteo a mí alrededor e identifico más esqueletos en la carretera o en autos, lo que hace que me invada la sensación de que nos observan y que no tardarán en moverse. <<Estúpido>>. No hay otra manera, además es solo un residuo de lo que una vez fue un ser humano; no pienso bajarme a moverlo, la simple idea hace que un frío recorra todo mi cuerpo. Meto la velocidad y comenzamos a avanzar. Pronto escuchamos el crujir bajo nosotros. Conforme vamos entrando en la ciudad vemos que bajo los puentes hay sogas con nudos y los restos en el suelo indican varios suicidios. Entre más nos adentramos en la ciudad, soy más consciente de que mi respiración y la de mi compañero se aceleran. Pronto vislumbramos grandes edificios. Después de una hora donde solo teníamos como paisaje casas sin puertas o ventanas, llenas de ratas, cucarachas y algunos perros y pájaros, además de basura orgánica y restos de residuos ya irreconocibles a la vista, llegamos a lo que debió de ser una colonia con calles limpias y aunque la vegetación ha reclamado su territorio en la mayoría de las casas, al final de la última calle encontramos casas de una planta al igual que el resto de la zona; pero a diferencia de las demás, éstas al parecer nunca fueron habitadas; son de color blancas y por lo visto no tienen patio delantero, sino cochera y pavimento en el espacio que da a la puerta de entrada. Me estaciono cerca de la que me parece más cuidada. La avaricia me acecha. Con tantas casas bonitas podríamos escoger una cada uno para pasar la noche. Me río por lo bajo.

—¿Cuál le gusta, soldado? —pregunta Evan observándolas.

—Esa de ahí —digo hablando muy serio mientras apunto a mi derecha —. Es la indicada —y no lo digo solo por decirlo; es una casa amplia para los dieciocho, con suficientes salidas si se llegarán a requerir y en buenas condiciones, al menos en el exterior. Bajamos de la camioneta y después de cerrarla, nos dirigimos a la casa más cercana. Se encuentra cerrada, Sarah saca su arma compacta y sin pensarlo dos veces dispara a la chapa y ésta cede al tiempo que algunas aves alzan el vuelo a la redonda. Bueno, yo hubiera optado por otra manera de abrirla, principalmente para no llamar la atención si es que hay alguien cerca. La casa es blanca al igual que el exterior, huele a humedad, polvo y plástico. Arrugo la nariz al igual que el resto, pero al parecer eso no basta para hacernos retroceder. La sala es amplia con una chimenea en la pared derecha, arriba de ésta hay un cuadrado cubierto de lo que parece ser plástico. Los sillones apostados alrededor del recuadro se encuentra cubiertos también. A nuestra izquierda se encuentra lo que parece ser un comedor con sillas y en la pared de enfrente que da a la sala encontramos un baño sencillo. Seguimos adentrándonos con las armas listas por si acaso, a la izquierda, adelante del comedor se encuentra lo que debe de ser la cocina a juzgar por la forma de los muebles y su sitio. Al fondo del pasillo hay tres puertas, todas pertenecientes a habitaciones con una sola cama, el final del pasillo lleva a una puerta que da a un patio con pavimento y bardas, a la derecha hay otra puerta que nos conduce a lo que debe de ser la cochera, la cual solo cuenta con un anaquel a un costado. No sabemos cómo se abre la puerta de la cochera, no tiene cerradura así que descargamos las provisiones en la sala y comedor.

Después de una gran discusión con Evan y Sarah, acordamos que regresaré solo por el resto el grupo mientras ellos acoplan el lugar. Son las 18:15, y tengo que ver mi reloj varias veces para asegurarme de que es la hora correcta; las nubes que se reúnen encima de mí son demasiado espesas para dejar pasar la luz solar que solemos tener aún a estas horas, por lo que ponen en duda mi reloj. Respiro hondo y deshago el camino para ir por el resto del grupo. Conforme vuelvo al núcleo de la ciudad me voy sintiendo más nervioso y acelero un poco deseando a haber dejado que alguien más me acompañará.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro