CAPÍTULO DIECINUEVE
JACOBO
Supongo que la rutina de la academia dejó sus huellas en mí. Son las 5:40 de la mañana y ya me encuentro despierto. Quince minutos después Sarah comienza a susurrar con las chicas.
—Buenos días señoritas —saludo —. Alguna novedad —las tres me miran con curiosidad. Sarah se levanta de la cama y se sienta a mi lado.
—Buenos días guapo. Sí, bueno, más bien tenemos una idea. Aún sigue lloviendo y yo diría que demasiado y puesto que el agua nos hace falta... —deja la frase inconclusa y voltea a ver a las otras.
—Quieren recolectarla —completo la frase.
—Sí y ahí entra nuestra idea. Allá arriba —dice señalando hacia el techo.
—En el cielo —digo confundido.
—No —pone los ojos en blanco y yo bostezo —. En el techo. Cuando llegamos recuerdo haber visto un sistema de captación de agua, supongo que con el tiempo, los tubos se han tapado, por ello el agua escurre de la cornisa. Pero si lo destapamos y logramos almacenarla... —dice sonriendo —. Podremos bañarnos y por fin ropa limpia —la miro atentamente mientras sopeso sus palabras. Tiene razón y la verdad es que no podemos avanzar con este tiempo, solo tenemos una camioneta y mientras no resolvamos eso, tendremos que quedarnos aquí, así que no tenemos nada que perder. Tomo mi cobija y se la lanzo a Evan que esta acostado sobre su lado derecho dándome la espalda.
—¡Levántate!
—¡Carajo! —gruñe por el dolor —. Dejen dormir.
—¡Levántate! Las chicas han tenido una idea para que te bañes —se ríe y se acomoda boca arriba con un suspiro.
—Querrás decir, para que te bañes, yo me di una buena ducha... —Sarah nos interrumpe.
—Ya basta niños —nos advierte mientras se cruza de brazos y nos observa. Le explico el plan a Evan y me doy cuenta de que intenta intercambiar miradas con Liz pero ella se mantiene con la vista en sus manos sobre su regazo. Ya le preguntaré más tardes por ello.
Evan acepta la propuesta y nos dirigimos a despertar a Richard quien le pide a Rogelio que nos ayude, puesto que Evan no puede hacer demasiado movimiento. A pesar de que mi reloj marca las 6:15, podría jurar que son las 3:00 de la madrugada por la oscuridad total del exterior debido a las espesas nubes. Es sorprendente la cantidad de agua que cae, por un momento temo que no deje de llover. Evan está siendo muy paciente respecto al estado de su hombro, pero sé que eso no durará mucho. Por lo pronto nos brinda dos cuchillos a cada uno y un pedazo de hule a modo de impermeable. Salimos al patio de la casa donde nos recibe un diluvio, creo que es el concepto más acertado para tanta agua. Hay una oxidada escalera a nuestra izquierda, tiene muchos años a la intemperie, pero a parte de un poco de movimiento y ruido al subir por ella, todo está bien.
Las casas de estas zonas se encontraban equipadas con ecotecnologías. Cuando subimos a la azotea las apreciamos. No solo encontramos el sistema de captación de agua, que tal y como dijo Sarah, se encuentra bloqueado por unas pequeñas compuertas, puesto que jamás fue utilizado, al parecer las últimas casa de esta calle fueron las ultimas en construirse. También encontramos paneles solares, pero nunca se conectaron al sistema eléctrico. Entre Rogelio y yo abrimos las compuertas y el agua comienza a correr por los tubos. Bajamos con cuidado y es sorprendente lo cálido que está la casa en comparación con el exterior. Tengo mis calcetines empapados y no hablemos de mi cabello y rostro. Me quito la lona y la camisa que esta mojada en la parte superior, razón por la cual uso la parte inferior para secarme el rostro y el cabello. Sin perder tiempo salgo de la casa y sigo la tubería del sistema de captación; termino a un costado de la cochera donde me encuentro con un gran recipiente blanco donde el agua comienza a caer, es grande y está montado en una base de concreto de algunos cincuenta centímetros. En la parte baja se encuentra una llave de paso. Al instante deduzco que el resto de las casas deben tener el mismo sistema. Nos organizamos y después de lo que parece ser una eternidad, logramos abrir las compuertas de tres casas más, donde los sistemas de captación se disponen a ayudarnos. Los sistemas del resto de las casas más cercanas, se encontraban dañados o bien ya habían sido utilizados y la presencia de humedad se encargó de echar a perder los materiales.
La lluvia no para y aunque lo hiciera, nos sería muy difícil continuar el viaje, no solo porque hay una camioneta, sino porque la camioneta que hay usa energía solar y en estos momentos el sol no ha estado muy presente que digamos. El tiempo se arrastra y pareciera que hace lo posible por no avanzar. Después del almuerzo ayudamos a romper muebles de madera para usarla como leña, realizamos inventario y para las 12:00 todos estamos desesperados por hacer algo; esto comienza a ser demasiado aburrido y estresante.
Un rose en mi hombro basta para que mi irritación se vaya. Sarah me regala una sonrisa pícara y me indica con un movimiento de cabeza que la siga, sin pensarlo dos veces me levanto y eso hago. Me guía a la habitación que fue asignada para nuestro equipo. Solo hay un colchón, el otro lo regresamos a su lugar. Me dispongo a atraerla hacia mí cuando me percato de que Evan se encuentra acostado sobre la cama, pero nuestro ruido no lo sorprende en absoluto. Por un fugaz momento, un sentimiento de decepción me recorre.
—Pensé que usarían otro cuarto —dice mientras se sienta con un gesto de dolor —en seguida me voy —anuncia.
—No es necesario —lo detiene Sarah con voz triste como reflejo del estado de mi hermano —.¿Qué haces aquí solo? —Evan la mira con el ceño fruncido.
—¿Has prestado atención a allá fuera? Es un caos, me voy a volver loco si no salimos pronto de esta ratonera —alguien abre la puerta y todos nos volteamos para recibir a Emmanuel.
—¿Hay espacio para uno más? —pregunta sin esperar una respuesta. Toma asiento junto a Sarah y el silencio se instala en la habitación —. ¿Cuánta gente creen que había? —pregunta observando a su alrededor.
—La verdad no puedo ni imaginarlo —asegura Sarah —. Cuando pienso un número coherente con lo que contemplamos ayer, me sorprendo, pero cuando multiplico ese número por un estimado de ciudades que hubo... —niega con la cabeza —. Es algo exorbitante.
—Solo de algo estoy seguro, debió ser horrible vivir en ese periodo — aseguro mientras tomo asiento en el suelo junto a la cama y recargo mi cabeza en la pared e inhalo lo más profundo que soy capaz.
—Quizás esto sea lo mejor —anuncia Evan con voz gélida. Eso gana nuestras miradas.
—¿Ahora apoyas a Jennifer? —pregunto nervioso de que así sea.
—Lo único que digo es que, si el mundo estaba tan mal como dijo Sullivan, quizás sus actos hayan sido la mejor opción. Por el bien de nuestra especie, no del individuo como tal.
—¡Evan, no podemos garantizar que la vida haya sido mala! —comienza a refutar Sarah sorprendida por el comentario de Evan.
—¡Si, tienes razón! — acaricia el puente de su nariz —. Necesito un segundo —anuncia con los puños cerrados mientras se levanta y se dirige a la puerta —. Lo siento —sale de la habitación cerrándola tras de sí. Evan se ha mostrado distante a pesar de sus esfuerzos por convencernos de que se encuentra bien, pensativo y me atrevo a decir que también demasiado triste, disfrazándolo por furia. Nadie dice nada, al parecer todos pensamos lo mismo; que está luchando consigo mismo por mantenerse en pie.
—¿Qué tal te va con tus nuevos amigos? – le pregunta Sarah a Emmanuel, quien ha estado hablando con los miembros de la Caverna.
—La verdad es que no hablamos mucho y lo poco que lo hacemos es referente a la vida en la ciudad.
—¿Te gustaría haberte quedado allá ?—inquiere Sarah.
—La verdad es que no...
Dejo de prestar atención. La preocupación que me embarga comienza presionar mi estómago. Quiero ayudar a Evan pero no tengo la menor idea de cómo, es decir, ¿le doy palmaditas?, ¿le doy un sermón? no quiero que cometamos el mismo error que con Gerardo. Hablar, esa es la clave, necesita liberar presión y eso se hace hablando, además, es la manera en que lo mantendré aquí, y no seguirá aislándose. Pensé que Liz le sería de apoyo, que él se animaría, pero parece que solo lo hace sentirse más solo. Me pongo en pie y sin decir nada salgo de la habitación. Todos están hablando en pequeño grupos, algunas conversaciones suenan demasiado forzadas pero todas con el fin de hacer soportable el tiempo que nos queda por delante.
Evan no se encuentra en la sala. Voy al resto de las habitaciones. Tampoco. No hay nada en la cochera, ni en la cocina o donde estaba el comedor. Liz se encuentra sentada en una esquina de la sala, voy hacia ella y me acuclillo a su lado, no quiero alarmar a nadie, pero comienzo a sentirme desesperado.
—Liz ¿has visto a Evan?
—Estaba recargado en la puerta hace un momento —me dice con el ceño fruncido.
<<No, no se habría atrevido ¿o sí?>>
—¿Tenía sus armas?
—Sí —dice en un jadeo y sé que ha comprendido la situación.
—¡Maldita sea! —procuro no levantar demasiado la voz pero las personas a mi alrededor me miran curiosos.
Respiro hondo y me pongo de pie. Richard me observa atentamente y se levanta en mi dirección. No espero a que me pregunte por lo que pasa, simplemente lo digo en cuanto llega a mí.
—Evan se ha ido.
—Define eso.
—No está y según Liz, se encontraba hace un momento en la puerta —Richard toma su radio.
—¡Evan, ¿me escuchas?! —los auriculares son impermeables, así que en teoría debería llevarlo puesto, eso sí planea regresar, de lo contrario no lo llevaría. Se lo vi en la habitación, eso aligera un poco mi preocupación.
No contestará, lo sé, al menos no a Richard, no le debe nada y en éste momento está enojado; no con alguien en específico, sino con la misma vida.
<<Con la vida. Con las circunstancias>> Esa idea hace que el pánico incremente en mi pecho.
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