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CAPÍTULO CUATRO

JACOBO

Mi reloj marca las 5:24 de la mañana cuando me despierto. Emmanuel se encuentra en el asiento del copiloto y Sarah a mi lado; la cobijo y bajo de la camioneta. Una brisa fresca me recibe, ocasionando que un escalofrío recorra mi cuerpo. Evan está sentado dándome la espalda, mirando al vacío. Agradezco que no haya ocurrido algo porque en estos momentos su cerebro está embotado, en pausa o al menos eso me parece.

—Buenos días —saluda sin siquiera mirarme.

—Buenos días —suspiro —. Ve a descansar.

No me contradice, ni siquiera me hace señas de estar de acuerdo, solo se levanta y se mete en la camioneta. Me duele verlo así.

Hemos perdido a nuestra familia. Mi padre biológico está muerto, mi relación con él no era precisamente la de un padre-hijo, pero era mi padre. Mi madre, para mí se encuentra muerta. En realidad yo siempre he considerado mis padres a Hana y el Capitán Covarrubias, ellos son mi familia, he pasado todo el tiempo con ellos. Mi familia biológica siempre estuvo ocupada. Si soy franco, dudo que quisieran hijos, de no haber sido por la ley que establece que cada pareja debe tener un hijo, no me habrían tenido. Después de la fiebre roja el mundo quedó devastado, la población mundial se redujo hasta los límites de la extinción, por lo que se estableció la natalidad forzada de un hijo por pareja; solo aquellos que anhelaran más y pudieran mantenerlos, podían tener otro o adoptar, como los padres de Evan, que adoptaron a Gerardo y a mí, aunque yo, no de manera oficial. Siempre me he sentido un Covarrubias.

Pero ahora, nos han arrebatado todo, primero a nuestro hermano, después a nuestros padres y ahora nuestra madre se encuentra retenida en aquel lugar al igual que Lexa, la joven que Evan ama. Desde aquella maldita noche, me he preguntado si hice lo correcto. Le impedí a Evan ir tras Lexa, luché incluso contra él. Intento convencerme de que fue lo correcto. Él no tenía ninguna probabilidad de rescatarla, así que tuve que decidir en su nombre ya que él se encontraba fuera de control, devastado por el dolor.

Hana y Lexa están en esa ciudad y las vamos a rescatar, no pienso perder a nadie más.

* * * * * * * * * * *

El resto del día transcurre sin ningún evento relevante y por la tarde todos juntos reacomodamos la camioneta y todas nuestras provisiones a la espera de la llegada de Richard, pero aunque nadie lo dice, conforme pasan los minutos vamos perdiendo las esperanzas de que lleguen, y en el rostro de Evan va creciendo la ansiedad, lo que ha ocasionado que esté parado y en constante movimiento desde que despertó.

Para cuando cae la noche Sarah y Emmanuel se disponen a descansar mientras nosotros montamos guardia.

—Aquí tienen —nos ofrece Sarah mientras nos tiende una cobija a cada uno.

Es maravilloso como las mujeres piensan en todo, siempre me he preguntado cómo lo hacen, pero no he encontrado la respuesta. Mientras yo y Evan pensábamos en armas que garantizaran una manera efectiva de protección y con ello de supervivencia, ellas pensaban en eso, alimento, medicina, aseo personal, comodidad y un sinfín de otros aspectos.

—Gracias —decimos al unísono y ella nos regala una sonrisa triste para luego entrar en la camioneta.

—Bien —digo en un suspiro mientras me hecho la cobija sobre los hombros y me acomodo junto a la fogata para vigilar —. ¿Hay una hora límite para su llegada?

—No.

—Entonces ¿cuándo nos marchamos? —no obtengo respuesta —. No quiero sonar pesimista, pero no han llegado y realmente las probabilidades de que aparezcan son cada vez menos y quiero saber cuál es el plan.

—Lo siento, pero no tengo un plan. Por el momento esa es nuestra esperanza, que lleguen, de lo contrario no estoy muy seguro de lo que deberíamos hacer.

Asiento porque no hay mucho que responder a esas últimas palabras. Cerca de las 00:00 la temperatura comienza a descender y el frío nos vuelve más torpes. Alimentamos el fuego y nos acercamos a él. Después del ruido de ayer por el disparo, comprobamos que o no hay gente o simplemente les es indiferente nuestra presencia, por lo que nos atrevimos a encender una fogata y mantenerla así por las noches como fuente de calor, de señal para Richard si se encuentra cerca y como protección contra los animales. A pesar de encontrarnos a la intemperie solo hemos visto algunos perros salvajes merodeando cerca con la vista puesta en nuestra carne, aunque nuestra presencia ha bastado para que mantengan a raya su deseo por ésta.

No necesito que Evan me lo diga, con solo mirarlo cualquiera nota sus nervios, pero quiero que salga de él decirme lo que pasa por su cabeza.

—¿Qué te preocupa? —y así, con mi primer intento la cago, <<¿qué te preocupa? ¿de verdad Jacobo?>> me reprendo al instante porque es la pregunta más estúpida dadas las circunstancias.

—Mamá. Lexa. Alan. Richard... Creo que en estos momentos la lista es larga.

Alán, ahí está la respuesta, no digo que no le preocupe lo demás, pero es un suceso al que tendrá que enfrentarse a corto plazo. Quiero decirle que si quiere hacer algo para ayudarlas es necesario que deje de culparse y comience a pensar como lo que es, un 2000, pero entonces algo llama nuestra atención a unos setecientos metros al lado contrario de la ciudad en ruinas. Evan es el primero en reaccionar tomando los binoculares de visión nocturna.

—¿Qué posibilidad hay de que Richard y su gente vengan en camionetas de la Academia Black? —pregunta mientras baja los binoculares.

—Yo diría que un 50%.

—¡Vaya! Eso no ayuda mucho, viejo.

Nos levantamos a toda prisa y nos subimos a la parte delantera de la camioneta, Evan sube al volante y la enciende. Inmediatamente escuchamos la voz de Emmanuel preguntando qué es lo que pasa.

—Nos han encontrado —digo en respuesta.

—¿Richard? —pregunta asombrado ante nuestra reacción.

—No estamos seguros —le informa Evan.

—¡Maldición! ¡Despertaré a Sarah!

Escuchamos como Emmanuel levanta a Sarah y ambos comienzan a colocarse sus chalecos y toman sus armas.

—¿Estás bien? —pregunto a Evan que se ha quedado con la vista fija en el retrovisor.

—No estoy seguro de qué hacer.

—Alguien ha bajado de la camioneta —nos informa Sarah.

—¿Cómo has dicho? —pregunta Evan sorprendido.

—Que alguien ha bajado, pero no logro distinguir su rostro.

Las dos camionetas se detienen a cien metros de nosotros y apagan los motores. Evan los imita pero nadie se mueve.

—Vienen tres personas —informa Sarah.

—¿Reconoces a alguna?

—No. Espera. Creo que es el hermano de Lexa —veo como Evan palidece a pesar de la oscuridad.

—¿Cómo lo sabes? —pregunta ansioso.

—Lexa nos mostró un retrato de él.

Evan asiente y sin previo aviso abre la puerta y sale. Sin pensarlo dos veces me dispongo a seguirlo mientras les ordeno que ellos se queden ahí. Bajo de la camioneta y voy tras Evan que se dirige hacia las personas que están a solo veinte metros de nosotros y tal y como dijo Sarah nos encontramos con Alán, Richard y otro sujeto.

Tanto Alán y Richard nos regalan una sonrisa de oreja a oreja.

—Me alegro que estén bien —anuncia Alan muy enérgico.

—Pensamos que no llegarían —confieso mientras noto que Evan se encuentra muy tenso a mi lado.

—Dijimos que llegaríamos ¿no? —se mofa Richard. Asentimos —. Alan, informa a los chicos que es seguro, diles que se acerquen.

—Será un placer —Alan se aleja corriendo mientras yo les informo a Sarah y Emmanuel que es seguro que bajen.

Estacionan las camionetas de tal forma que solo tenemos visión hacia la cuidad. Mi reloj marca las 2:46 de la madrugada, pero Richard nos apremia a comer algo porque saldremos a las 3:30. Por todo el pequeño campamento improvisado se escuchan las historias de antier por la noche, otros se burlan de que nos olvidamos de las tiras de carne y que las dejamos colgadas mientras estuvimos a punto de irnos.

Evan se levanta de mi lado y observo como se aleja hasta desaparecer de mi campo de visión detrás de una de las camionetas justo cuando se escucha la voz de Alán.

—¿Dónde está Lexa?

Todos se callan e intercambian miradas unos con otros, pero Alan cruza el campamento sin prestar atención de nuestra existencia y va hacia quien iba dirigida la pregunta, hacia Evan. 

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