CAPÍTULO VEINTITRÉS
Me levanto en punto de las 8:00 horas y al ver que Jacobo aún se encuentra dormido boca abajo, no pierdo la oportunidad de ser yo el que grita en esta ocasión.
—¡Jacobo! ¡Ya son las 08:05! —mi compañero me arroja la almohada y no puedo evitar reír.
Sin decir más, preparamos nuestras mochilas. En el último segundo tomo mi cachucha y salimos de la habitación para dirigimos al comedor. Hemos quedado de vernos con los demás después del almuerzo, en la fuente.
En el comedor no hay mucha gente, supongo que al ser domingo la mayoría prefiere despertarse más tarde. Jacobo le deja la mochila a Bob, mientras yo tomo asiento en la mesa de costumbre con Betty como mi única acompañante.
—Hola, Evan ¿irás a explorar? —dice sin poder reprimir la risa. Supongo que mi atuendo y mochila lo hacen evidente.
Mi paseo a las piedras con Lexa se volvió el cotilleo en mi pequeño grupo de mesa. Betty insistió en saber, qué fue lo que exploré, si el bosque o a Lexa. He intentado ser paciente con sus comentarios, al fin y al cabo, todos pasamos por esto si nos ven con alguien.
—Sí, pero también irá Jacobo, con una amiga de Lexa —esta vez lo haré caer conmigo.
—Ya. Entonces es una cita doble.
—Algo así, vamos cinco.
—¿Cinco? Evan, no sabía que tuvieran ese tipo de gustos —No comprendo de qué habla hasta que dice—: ¿Entonces quien encabezará el trio, tú o Jacobo? —pregunta metiéndose un pedazo de pan en la boca y sonriendo.
—¿Qué? ¡No! No, Betty —suelto una carcajada, ahora comprendo el gesto de su rostro—. Es amigo de Lexa, solo que él va solo.
—Ya. Entonces, preséntamelo —levanto la vista sorprendido, la verdad es que quizás no sea mala idea.
—Bien. Alístate, salimos en cuanto acabemos de desayunar. Te esperaremos en la fuente.
Cuando llega Jacobo a la mesa le explico que Betty irá con Emmanuel y que así él podrá estar a solas con Sarah. No lo admite, pero sé que rogaba por un milagro que le diera esa oportunidad.
Salir con Lexa en un inicio era mera estrategia y cuando dejó de serlo se lo confesé a Jacobo, él dijo que no había problema, su atención se encontraba puesta en Sarah desde hacía ya varios días.
Conforme los minutos avanzan nuestra mesa se va llenando al igual que el comedor. Betty come lo más deprisa posible, se pone en pie y dice que irá a hacer tarea al tiempo que me guiña un ojo. Diez minutos después nos levantamos y Jacobo se dirige a la barra con Bob, mientras yo voy a la puerta.
Por el rabillo del ojo percibo que Lexa y sus compañeros se levantan también. Salgo del comedor seguido por ellos. Mientras esperamos, llenamos las botellas en el bebedero más cercano.
—He invitado a Betty —Lexa me observa confundida—. Yo voy contigo, Jacobo con Sarah, aunque intenten disimularlo, y Emmanuel no tenía a nadie y ella no tenía nada que hacer, así que se me ocurrió presentarlos.
—Buena idea.
Cuando regresamos a la fuente, Jacobo y Betty se encuentra ya a diez metros de nosotros.
—¡Emmanuel! —lo llamo—. Ella es Betty —digo señalando a mi compañera—. Betty, él es Emmanuel.
—¡Un placer! —exclama mi compañera.
Emmanuel comprende al instante el por qué está aquí Betty y como todo un caballero entabla conversación en seguida para dar espacio a Sarah y Jacobo, a la vez que le ofrece a Betty un lugar dentro del círculo para evitar que se sienta excluida.
—¿Vamos? —les pregunto.
Jacobo encabeza la marcha junto a Sarah mientras que Lexa y yo la cerramos.
Cuando estamos a unos doscientos metros del linde del bosque, donde supongo se siente más segura para hablar, noto que Lexa ralentiza el paso.
—¿Qué haremos? —sé que se refiere a la distracción, tenemos suficiente tiempo para planearlo, pero si queremos que sea perfecto, tenemos que ir diseñando el plan.
—No lo sé, he pensado en una pelea —confieso.
—No, eso ocasionaría que los mande llamar a su despacho.
—Cierto —coincido.
—¿Qué tal un incendio? —me dice mientras observa a su alrededor.
—Señorita Porter, ¿acaso quiere quemar el único bosque que conoce? yo creí que le había dado un recuerdo agradable entre estos árboles —suelto con una sonrisa pícara, provocando que ella se sonroje.
—Así es. Es solo que no se me ha ocurrido algo más —me explica avergonzada.
—Lo sé, hermosa —Paso el brazo por sobre sus hombros y le beso la frente.
Sé que para ella es complicado, la persona que considera su madre resulta ser la autora de hacerla creer que su hermano la había abandonado, cuando realmente la amaba; sin embargo, he decidido no tocar el tema y que sea ella la que llegue a las respuestas. Arranco esos pensamientos de mi mente: en este momento no quiero pensar en el muro que ha comenzado a alzarse entre nosotros por toda esta situación.
Mientras caminamos por el bosque me percato de que Sarah y Jacobo se encuentran riendo, Betty y Emmanuel platican enérgicamente, y a mi lado Lexa observa todo cuanto hay a su paso. Esa es la razón por la que me gustan los espacios abiertos, el olor a tierra y madera, el aire fresco: te permiten ser libre por un momento, respirar energía renovada.
Cuando llegamos a las piedras se escuchan varias exclamaciones de asombro. El agua esta helada al igual que la última vez que estuve aquí. Lexa y yo acomodamos todo en la cueva mientras vemos como Jacobo se lleva a Sarah para mostrarle el lugar. Por un segundo nuestras miradas se encuentran y eso es suficiente para darme cuenta de que está pensando en nuestro difunto hermano, pero con todo y eso me regala una sonrisa.
Hay momentos cuando termino de reír o, cuando me dispongo a disfrutar de momentos como éste, que me pregunto si es grosero por mi parte, si Gerardo no se sentiría traicionado o decepcionado si pudiera verme.
Entonces recuerdo aquella tarde años atrás, cuando me dijo que solo quería honrar a sus padres biológicos, yo le pregunté cómo planeaba hacerlo y su respuesta fue: viviendo. No comprendí en aquel momento, pero ahora lo tengo claro.
Es imposible superar la muerte de un ser querido, pero la mejor manera de honrarlo, es vivir, vivir por lo que ellos ya no pudieron, vivir en su nombre: con ello agradecemos las enseñanzas que nos dejaron, aquellas que nos hacen ser lo que somos en la actualidad.
Mientras nosotros nos sentamos en la cueva, nuestros cuatro compañeros se preparan para entrar al agua. En esta ocasión Lexa ha tenido la experiencia suficiente para prepararse, por lo que lleva puesto un short, con una blusa de tirantes y unos tenis negros.
—¿No quieres ir al agua? —me pregunta Lexa.
—Creo que prefiero esperar a que el sol la caliente un poco.
—Te lo dije, aprendes rápido —se burla.
Es preciosa, sus ojos castaños y profundos, sus labios carnosos, suaves, y...
Su risa me saca de mi ensimismamiento. Siento que la cara se me calienta y desvío la mirada de su boca; sin embargo, no es una risa burlona, sino más bien nerviosa.
—¿Qué haremos? —dice preocupada y sé que se refiere a la distracción.
Richard dijo que nos veríamos el último sábado de este mes y que ahí definiríamos el día de la distracción. Si esto es tan urgente como lo hicieron ver, me pregunto por qué tardan tanto en actuar. Para mí solo hay dos razones: se están preparando para algo más grande de lo que dijeron o, esperan un momento en específico.
—No lo sé, la verdad es que no se me ocurre nada, mi mente está en blanco desde ayer —confieso.
Ambos guardamos silencio esperando que milagrosamente se nos ocurra la respuesta a todos nuestros problemas, más el silencio se extiende.
Hemos venido aquí a distraernos, sí, a hablar de lo que haremos también, pero por el momento, si no se nos ocurre nada no tiene caso estresarnos, así que me levanto.
—¡Venga, vamos al agua! —Ella me mira desconcertada por mi cambio de tema—. ¡Anda! Ya veremos qué hacer —le aseguro.
Nos dirigimos hacia los demás y cuando llegamos nos percatamos de que están discutiendo, aunque solo escuchamos un fragmento de la conversación:
—Yo solo digo que las mujeres por naturaleza son menos hábiles, no digo que no puedan serlo, sino que les requiere más esfuerzo lograrlo y...
—Vamos guapo, no seas tan egocéntrico, te aseguro que las mujeres que tienes en frente podrían hacer que te tragues tus palabras.
Sonrío. Jacobo es muy terco y siempre ha sentido cierto grado de superioridad, sin embargo, no por presunción o por su estatus social, ni mucho menos, simplemente se esfuerza en ser el mejor y eso le ha dado la seguridad de la que tanto alardea.
Hay mejores que él, no obstante, siempre ve una razón por la que puede mejorar y, por ende, ser mejor. Por otro lado, Sarah es muy competitiva, eso sumado a su facilidad de debate, los lleva a ser una pareja que siempre discuten, aunque ambos saben cuándo parar y dejar a un lado sus diferencias.
Es clara la atracción.
—Lo sé, ese no es el punto. Me refiero a que si nos pusieran a competir, es muy probable que los hombres resulten más hábiles. Con entrenamiento y preparación sé que nos pueden igualar, pero les es más difícil por naturaleza...
—¡Vamos amigo! No es buena idea hacer enojar a una mujer, y aquí hay tres —le recuerdo.
—¡Está bien! —dice Jacobo levantando las manos en señal de rendición—. Pero saben que tengo razón.
—Bien, niño bonito, solucionemos esto de una buena vez —espeta Sarah mientras lo ve fijamente. Su mirada no miente y sé que anhela vencerlo. Juguemos tripartita.
—¿Qué? —preguntamos Jacobo, Betty y yo al unísono.
Lexa y Emanuel sonríen, negando con la cabeza, supongo que ellos lo han jugado.
—Es una competencia, en este caso será hombres contra mujeres —comienza a explicar Sarah.
—¿Qué te dije? Ahora mira en el lío que nos has metido —me mofo.
No me contesta, pero su risa de autosuficiencia le ilumina el rostro.
«Pronto se la borrarán».
—Como dice en el nombre, son tres competencias, uno por cada miembro del equipo —observa su alrededor y rápidamente continúa su explicación—. La primera será nadar hasta la bolla y de regreso.
Lexa y yo intercambiamos una mirada y sonreímos. No sé si se le acaba de ocurrir eso a Sarah o, si Lexa les platico nuestro día aquí y por eso ha hecho eso parte de la competencia.
»La segunda, una carrera de velocidad hasta aquellas rocas y por último, escalar aquel árbol —dice señalando un árbol a nuestras espaldas para enfatizar sus palabras.
—¿Son como relevos? —inquiere Betty frunciendo el ceño.
—Sí, pero con distintas actividades.
Todos analizamos sus palabras.
—Bien, hermosa, pero permíteme decirte que si lloras cuando ganemos, sin importar qué, siempre tendrás mi hombro.
Sarah se carcajea.
—¡Venga, chicas! Vamos a darles una lección a los supersoldados —suelta Sarah con sus niveles de competitividad elevados.
—Lo siento, pero como ya te dije: no te recomiendo retarme y Jacobo ha declarado la guerra —me dice Lexa mientras se encoge de hombros—. Deberías pasarle tu conocimiento, quizás puedas hacer que evite una batalla nuclear —dice riéndose mientras se aleja con Sarah y Betty.
—¡Ustedes tres! —nos llama Betty—. ¡Van a caer! —asegura con una enorme sonrisa.
Y aquí estamos nosotros, observando como las chicas se reúnen y planean nuestra destrucción.
Supongo que tanto Emmanuel y yo estamos pensando en lo mismo y debe notársenos en el rostro, porque rápidamente nos interrumpe Jacobo
—¡Oh, no, no vamos a perder! —suelta con confianza—. Yo nadaré —no sé qué tal nadará Emmanuel, pero entre Jacobo y yo no hay mucha diferencia, así que está bien si él nada—. Tú —dice dirigiéndose a Emmanuel—. Vas a correr, te he visto: eres rápido; y Evan, tú escalarás, tu tren superior es fuerte —explica al tiempo que asiente en mi dirección.
Y así de sencillo, ya estamos listos para la guerra.
—¡Eh, hermosa! Vamos, no retrases lo inevitable, van a perder sin importar cuanto se esfuercen —grita Jacobo.
Las tres se vuelven hacia nosotros sonriendo y aunque es algo fugaz, el nerviosismo recorre nuestra fila.
—Bien. Lexa nadará —anuncia Sarah. En seguida sé quién ganará. Sonrío y veo que ella me imita—. Yo correré —sigue diciendo Sarah—. Y Betty escalará.
Betty es ligera, la he visto subir árboles y muros. Esto estará reñido.
Jacobo menciona lo que haremos cada uno de nosotros, mientras Lexa se quita los tenis, los calcetines y la blusa de tirantes, por lo que solo se queda en short y un top deportivo.
—Ustedes dos nadaran de ida y de regreso y chocaran la mano de su compañero que correrá —específica Sarah—. Los que corran, saldrán de aquí —sigue diciendo al tiempo que hace una línea para que la veamos—. Y los que escalen, también saldrán de aquí hacia aquel árbol. Tendrán que tomar la blusa de Lexa en señal de triunfo.
Sarah corre hacia el árbol que escogió y lanza la blusa de Lexa hacia una rama a unos cinco metros de altura, donde se queda atorada.
Y así de un momento a otro ya están listos para comenzar Lexa y Jacobo en la orilla del lago. Me percato de algo en la espalda de Lexa que no había visto antes, una cicatriz blanca que recorre su omoplato derecho.
—En sus marcas —anuncia Sarah distrayéndome—, listos, ¡fuera!
Tanto Lexa como Jacobo salen disparados hacia el lago, ambos son rápidos, pero no es hasta que el agua les llega a la cintura, que se sumergen y comienza la verdadera competencia. Desde donde estamos no se alcanza a divisar quien va ganando, sin embargo, en mi fuero interno yo le apuesto a Lexa, aunque eso signifique traicionar a mi amigo.
Y como esperaba, Lexa es la primera en salir en vertical y tocar la bolla para luego sumergirse de nuevo y comenzar el camino de regreso.
—¡Vamos, Lexa! —escucho que gritan las chicas.
Cuando Lexa se pone de pie en el agua, Sarah y Emmanuel se colocan en sus posiciones a la espera de su compañero. Lexa corre y choca la mano de Sarah y dos segundos después Jacobo choca la de Emmanuel.
—¡No confraternices con el enemigo! —le grita Sarah a Lexa mientras corre a toda velocidad alrededor de las grandes rocas.
Lexa sonríe y articula la palabra «lo siento».
Como dijo Jacobo, Emmanuel es rápido y en los últimos diez metros recupera los dos segundos que perdió Jacobo, haciendo que ambos lleguen a chocar las manos con nosotros.
Tanto Betty como yo salimos al mismo tiempo. El árbol es enorme, su tronco es grueso y tiene muchos sobresalientes, así que es sencillo llegar arriba. La cuestión está en que la blusa se encuentra a mita de la rama, lo que quiere decir que quien llegue primero a la rama, ganará, puesto que le estorbará al otro para seguir su camino.
Soy el primero en llegar, por lo que me cuelgo de la rama y en un intento de ser más rápido, comienzo a avanzar colgado con las manos.
«Es mía».
Estiro la mano para tomar la blusa y siento su suavidad, pero entonces pasa algo inesperado: solo encuentro corteza.
«¿Se calló la blusa?».
Volteo hacia el suelo cuando escucho a Betty gritar:
—¡Sí!
El grito viene de arriba, volteo y ahí está, colgada por los pies de la rama que está por encima de mi cabeza con la blusa en la mano.
Tal y como dije iba a ser rendida la competencia, no obstante, en el fondo esperaba ganar. La verdad es que soy competitivo.
La Academia te impulsa a serlo, tanto con tus compañeros como contigo mismo. La competitividad es la puerta al éxito. No negaré que me siento algo decepcionado, pero recuerdo que solo es un juego y en parte está bien que aprendamos a perder, sobre todo Jacobo.
Retrocedo en la rama hasta llegar al tronco y comienzo a descender. Cuando llego al suelo seguido de Betty, la felicito porque la verdad es que fue asombroso lo que hizo.
Frente a nosotros están Lexa y Sarah festejando, Betty sacude la blusa y se les une. Mientras tanto Jacobo sonríe, me parece que se está tomando muy bien esto de la derrota.
—Te escuchamos, guapo —se mofa Sarah, quien abraza a sus compañeras por la cintura.
Jacobo sonríe, en un intento de ocultar lo tenso que está.
—Bien —dice con voz ronca pro el esfuerzo—. Lo siento, me equivoque.
—¡Disculpa! ¿Qué has dicho? Creo que aún tengo agua en los oídos —lo provoca Lexa.
—¡Lo lamento, son unas mujeres maravillosas, e igual de capaces que nosotros!
Las tres arquean las cejas.
—¡Quizás un poco más! —acepta Jacobo.
Sarah se acerca y le besa la mejilla.
—Eso ya lo sabíamos, guapo, solo lo estamos dejando claro —le sonríe y él se relaja, devolviéndole la sonrisa.
Lexa está a mi lado, la verdad es que no la había visto venir hacia mí
—Me parece que harán una buena pareja —asegura mientras se une a mí para observarlos—. ¿Y? —suelta mirándome con picardía.
—Yo jamás dude de ustedes, que quede claro eso —me apresuro a aclarar, mirándola a los ojos—. Créeme, tuve suficiente contigo.
Lexa se acerca a mí y me rodea la cintura con sus brazos. Yo le paso el brazo por los hombros, esta fría a causa del agua y ni hablar de empapada.
A diferencia de Jacobo, yo nunca he dudado de la fortaleza de una mujer, para ser sinceros, considero que son mucho más fuertes que los hombres, es solo que las mujeres son demasiado humildes para creerse realmente superiores y nosotros muy imbéciles para engrandecernos.
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