Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO VEINTINUEVE

En cuanto Evan y Jacobo se fueron, les expliqué a mis compañeros la situación a grandes rasgos. Ninguno de los dos habló hasta que terminé de explicarles la situación, in embargo, también les recordé que no los forzaría a ayudarme o a formar parte de esto.

Ambos crecieron en un orfanato, así que aceptaron: no tenían nada que perder. No sé si lo hicieron porque de verdad me creen o, porque simplemente no saben en lo que se meten.

A las 4:45 salimos de la habitación y tomamos dos palas del cuarto de mantenimiento. Después fuimos al almacén de armas. Estaba cerrado, sin embargo, Sarah necesitó dos minutos para abrirlo.

Por lo regular siempre hay guardias vigilando está zona, no obstante, hoy están con la Coronel, aunque se supone que nadie sabe eso.

Tomamos cuanto podemos, desde armas compactas y fusiles de asalto, incluso las pocas granadas de metralla que encontramos y cuantos cargadores somos capaces de cargar en las mochilas. Nos gustaría sacar todo, pero no nos es posible.

Salimos rápidamente del almacén y recorremos el bosque hasta llegar al lugar donde está la trampilla. Escarbamos y para las 5:38 ya todo se encuentra en el túnel con excepción del arma que yo usaré. La trampilla está cubierta de tierra y hojas, así que deshacemos el camino hacia la Academia.

Después de limpiarnos un poco, bajamos las escaleras hacia la pista de entrenamiento y como suponía: aún no han regresado de la redada. Tampoco veo a Betty, ni al teniente Tylor que obviamente estará con la Coronel.

El día pasa muy lento, Emmanuel y Sarah no hablan como regularmente lo hacen, se encuentran demasiado nerviosos.

Espero que lleguen a tiempo, de lo contrario tendré que improvisar y temo que salga mal. El detonador lo tiene Sarah en la habitación, así que a las 10:00 , cuando salimos del comedor, se lanza a por él y nos dirigimos al aula cinco. La capitán Isabel se encuentra en el salón, sin embargo, dos guardias nos niegan el acceso. El corazón me da un vuelco y comienza a latir desbocado. De esta aula tomamos el material para el explosivo.

—Lo siento, no pueden pasar.

—Coronel, aquí la Capitán Isabel, tenemos un problema, solicito su presencia —dice por su radio teléfono.

—Capitán, aquí la Coronel Sullivan, estaré ahí dentro de una hora y media.

«Una hora y media» eso quiere decir que sí llegaran a tiempo. La Capitán se vuelve hacia nosotros.

—El día de hoy tienen mi clase libre, estoy ocupada. ¡Retírense!

Se escuchan exclamaciones de festejo y alegría mientras nuestro grupo da la vuelta y se dirige a sus habitaciones o al patio. Nosotros subimos seriamente las escaleras y nos metemos en la habitación.

—Lexa, esto es una locura —suelta Emmanuel, nervioso.

—Tranquilo, todo saldrá bien —intento ser optimista.

—¿De verdad creyeron que no se darían cuenta del material y las armas robadas? —escupe más alterado.

—!Tranquilo¡ —digo más nerviosa.

Esto tiene que funcionar. Si fallamos, es muy probable que nos descubran y más aún, que descubran a Richard y... Alan, mi hermano.

Los segundos parecen interminables.

A las 11:30 nos levantamos y estamos a punto de salir cuando me vuelo hacia mis compañeros.

—Todo saldrá bien, solo apéguense al plan.

Asienten. Abro la puerta para y antes de atravesarla, la voz de Sarah se escucha:

—Cuídate, nena.

—Nos vemos en la comida —me anima Emmanuel.

Sonrió y salgo. En el bosque deje mi arma y la ropa que usare.

A un costado del enorme pateo, junto a la barda, hay una zanja de aproximadamente un metro y medio de profundidad, en tiempos de lluvia tiene como fin dirigir el agua hacia el drenaje para que no afecte la infraestructura.

Para llegar me pego a la orilla y me apresuro a entrar en ella, donde con el pecho a tierra debo avanzar cerca de cuatrocientos metros. Mis brazos terminan adoloridos por el cansancio y el contacto con el suelo irregular.

Una vez me encuentro dentro del bosque, corro hasta estar frente al edificio del almacén. Dejé mis cosas en un árbol cercano, por lo que subo rápidamente y dejo caer la ropa para después bajar con sumo cuidado con el arma a mi espalda.

Una vez en el suelo, comienzo a prepárame: me coloco la sudadera que tomé de la habitación de Evan, así como el pasa montañas. Ajusto el arma. El linde del bosque se encuentra a unos cuantos metros en alto, lo que me proporciona cierta ventaja. Tomo mi posición a la espera de la hora acordada.

Mi reloj marca las 11:50 y aún no veo movimiento.

Cuando mi reloj marca las 11:55 y creo que no llegarán, diviso por el lente del arma a Tylor, quien se dirige al almacén seguido de siete cadetes.

Jacobo lleva la manga del uniforme cortada y un vendaje le atraviesa el brazo izquierdo. Observan disimuladamente su reloj y justo cuando dan las 11:58 veo a la Coronel que avanza con paso decidido hacia Tylor, y en ese preciso instante el almacén estalla.

Incluso desde donde estoy me sobresalta el ruido. Busco rápidamente a Evan y veo que está bien al igual que Jacobo. Sullivan se encuentra en el suelo e intenta tomar su radio, más no puedo permitirlo. Apunto a la radio que está a cinco metros de ella y disparo. El tiro no falla y sobresalta a la Coronel, a quien tengo en la mira.

Quizás si la mato, resolvamos muchos problemas. Apunto a su cabeza y estoy a punto de disparar cuando Evan se lanza sobre ella para protegerla.

¡Vaya que me conoce!

Disparo cerca de Tylor y por sus movimientos sé que comienza a gritar que todos vayan a dentro. Evan toma a Sullivan y la conduce al interior, sin embargo, no pienso quedarme con ganas de nada: apunto a su pierna y disparo.

Veo como su pierna cede en el preciso instante en que desaparece de mi vista al atravesar la entrada al comedor.

Tal como planeamos, Evan y Jacobo comienzan a hacer el camino hacia mí. Yo tomo mi arma y comienzo a correr tan rápido como me es posible.

—¡Por ahí! —Grita Evan algunos cincuenta metros más atrás.

Por el ruido que hacen sus pasos estimo que deben ser algunas cinco personas. Entonces comienzan los disparos.

No los tengo cerca y sé que Evan y Jacobo se encargaran de despistarlos, pero tengo que correr hasta llegar al otro extremo del bosque.

Después de diez minutos los disparos se escuchan más lejanos, no obstante, aún no es suficiente distancia, sin embargo, ya no puedo correr más, estoy sin aire en los pulmones y cada inspiración que doy me abastece menos.

Me recargo en un árbol e intento recuperar el aliento. Pasado un minuto sigo caminando lo más rápido posible hasta encontrar un árbol grande y frondoso. Decido que éste es el indicado. Lo subo demasiado lento para mi gusto, sujeto el arma entre las dos ramas más altas a las que soy capaz de llegar, junto con el pasamontaña y la sudadera.

Desciendo el árbol tan rápido como soy capaz. Y después de comprobar que no se alcanza a ver nada desde aquí abajo, inicio el camino de regreso, lo más lejos posible de donde calculo que estarán buscándome.

Pasados veinticinco minutos me encuentro en el linde del bosque y esto es un caos: hay gente armada por donde quiera, médicos ayudando a los heridos.

«Espero que Sarah y Emmanuel se encuentren bien».

El pánico comienza a apoderarse de mí, hasta que veo que todos comienzan a entrar al comedor. Entre la multitud veo a Sarah y a Emmanuel que me buscan, entonces me introduzco en la zanja y me arrastro tan rápido como me permiten mis piernas y brazos.

Una vez llego al final, salgo y rápidamente me pego a la pared para avanzar y mezclarme con la multitud que me arrastra en dirección al comedor abarrotado de personas.

Alrededor de toda la habitación hay apostados soldados armados, demasiados para esta sala llena de estudiantes. Sullivan se encuentra en una mesa mientras le limpian la herida. No dejo de voltear a ver mí alrededor y buscar a Evan y a Jacobo.

Mis compañeros no tardan en localizarme, y tal y como le pedía a Sarah, me hace entrega de mi chaqueta para cubrir mi suciedad.

Nos sentamos en la primera mesa libre que encontramos. Todos estamos confundidos, se escuchan susurros de preocupación por toda la estancia.

—¡Princesa! —me llama Evan a varios metros a mi izquierda.

Voy a su encuentro y lo abrazo, no sé cuánto tiempo pasamos así, sin embargo, la única razón por la que nos separamos, es el anuncio de un soldado:

—Ya son todos, las instalaciones están vacías.

—Bien —dice la Sullivan, acomodándose con un gesto de dolor —. Cadetes, se cancelan las actividades académicas —dice con una mueca—. Hoy hemos sido víctima de un ataque como respuesta por...

Dejo de prestar atención a su explicación. Toco la pierna de Evan por debajo de la mesa y voltea hacia donde yo lo hago. Hay un soldado que no me quita los ojos de encima, algo en él me resulta vagamente familiar, entonces se baja el pasamontaña solo un segundo.

Alan.

Mi respiración se acelera y Evan me abraza mientras me susurra al oído que me tranquilice. Mi hermano comienza a moverse hacia el centro de la sala donde se encuentra la Coronel y todo lo que pasa después es muy rápido.

Toma por el cuello Sullivan y le apunta a la cabeza con su arma compacta, ipso facto varios soldados le apuntan a él, pero no todos; el resto levanta sus armas contra los que le apuntan a mi hermano.

La brigada ha entrado.

Todos los alumnos se tiran al suelo y Evan termina encima de mí, cubriéndome con su cuerpo. Se escuchan algunos gruñidos y maldiciones.

—¡Bajen las armas! —ordena la Coronel a sus hombres.

Todos dudan, sin embrago, Sullivan gritar esta vez la orden. Tylor es el último en ejecutarla.

—Es lista Coronel —se burla mi hermano—. Le diré lo que va a pasar: vamos a salir y tu gente se quedará aquí o volaré toda la Academia al igual que hice con sus armas —dice suficientemente alto para que todos lo escuchen.

Eso sí que me hace sonreír.

—¡Ya han escuchado! —dice la Coronel a su gente—. ¡No se muevan!

Mi hermano levanta a Sullivan y la obliga a caminar por sí sola. Por toda la habitación resuenan sus gemidos por el esfuerzo que le supone andar.

La Brigada comienza a retirarse después de que mi hermano y la Coronel salen. Entonces Tylor levanta el arma y así de rápido como ha osado levantara, recibe un tiro en la cabeza; su cuerpo se afloja y cae de espaldas.

Gritos invaden la estancia.

—¡Última advertencia, no intenten hacerse los listos! —grita el soldado que le ha disparado.

Toda la gente de la Brigada sale del comedor, no obstante, nadie se mueve ni hace ruido, hasta que se escucha una voz por el megáfono:

—Cadetes, les habla el General Johnson. De la manera más ordena tomen sus pertenencias y salgan de la Academia, retírense a sus respectivos hogares. En cuanto se resuelva este conflicto se les hará llegar una carta para que se integren nuevamente a la Academia.

Todos se levantan y comienzan a salir rápidamente, algunos incluso corriendo. Evan toma mi mano y me lleva con él hasta mi habitación, nos siguen Sarah, Emmanuel y Jacobo.

—Escuchen, necesitamos estar en comunicación.

—¡Carajo! Esto está mal —se derrumba Emmanuel—. Nosotros no tenemos a donde llegar.

Todos los miramos.

—Sí. Conmigo —les asegura Evan—. Nos vemos aquí en quince minutos.

Asentimos. Evan y Jacobo se van por sus cosas a su habitación. Nosotros comenzamos a aventar todo lo que hallamos en las mochilas. No sé qué haremos con las armas, pero eso pasa a segundo término.

El tiempo vuela, Evan abre la puerta con Jacobo a sus espaldas. Por un momento diviso cadetes corriendo por todas partes.

—¡Vámonos!

Salimos rápidamente detrás de él. Cuando llegamos a la salida todo es un caos: las autoridades han llegado y a pesar de las circunstancias, registran las salidas de todos. La gente se empuja para registrar su salida.

Cuando por fin salimos, Evan comienza a caminar, pero no es hasta que nos alejamos cinco cuadras de la Academia que rompe el silencio.

—Richard dejó una nota en nuestra habitación, quiere que nos unamos con él a las 00:00 horas, así que la mejor opción es ir a mi casa —dice Evan—. Está en la Avenida R, #8. Ahí podremos hablar y tomar decisiones.

—Bien —coincido.

Sarah y Emmanuel asienten. Seguimos a Evan en silencio, mientras nos guía por un laberinto de calles. A nuestro lado pasan camionetas llenas de soldados. La mayoría de los carros que siguen funcionando, avanzan con energía solar, no obstante, son más lentos, estos sin duda usan bioetanol, lo que quiere decir que la situación es difícil.

Después de varios minutos Evan vuelve a hablar.

—Hemos llegado.

Levanto la mirada y observo una casa blanca como el resto de esta zona. Sus puertas y ventanas son negras y enfrente de ésta, hay un jardín pequeño con dos árboles apostados a cada lado del camino que corta el jardín por la mitad, el cual da a la puerta de entrada.

Subimos tres escalones y nos encaminamos a la puerta. Evan se dispone a abrirla cuando aquella mujer que vi en el funeral de Gerardo, se abalanza sobre Jacobo y él.

—¡Evan, Jacobo, han llegado! —dice aferrando a sus hijos mientras el terror enmarca su rostro.

Ambos la abrazan y le besan la coronilla.

—Todo está bien, madre. Hemos traído compañía —le avisa Evan. Su madre levanta la vista y se parta de ellos para observarnos—. Mamá, ella es Sarah y él Emmanuel —Evan me toma la mano y su madre posa su mirada en nuestro agarre—. Y ella es Lexa.

—Lexa, mucho gusto, soy Hana, la madre de Evan y Jacobo —dice, extendiendo su mano para estrecharla conmigo.

—Es un placer —digo sonriendo.

—Sarah, Emmanuel es todo un placer, pero, ¿dónde están mis modales? por favor, pasen —nos invita mientras se aparta a un lado para hacernos pasar a la sala.

La casa es muy elegante; al igual que afuera solo hay color blanco, negro y algo de gris.

»Su padre estaba a punto de ir a buscarlos, hemos escuchado lo que ha pasado —comenta Hana—. Y ustedes deberían llamar a sus familias, deben de estar muy preocupadas. Evan muéstrales dónde está el teléfono, yo iré a avisar a tu padre de su llegada.

—Princesa, llama a tu abuela, y tú a tus padres, Jacobo —Evan nos guía a la cocina, donde se encuentra un teléfono.

Marco el número de la casa de mi abuela, timbra tres veces y entonces escucho su voz.

—¡Diga!

—Mamá, soy Lexa.

—¡Lexa, cariño! ¿Dónde estás? ¿Estás bien?

—Estoy bien, estoy bien, me encuentro en casa de... un amigo —digo bajando la voz.

—¡¿Dónde estás?, Mandaré por ti!

—¡No, no, no te preocupes! Hoy me quedaré aquí con otros compañeros. En este momento no es segura la calle. Hay mucho movimiento, así que mañana cuando todo se calme iré para allá —no responde durante un momento—. ¿Mamá?

—Aquí estoy. Está bien cariño, cuídate mucho por favor, te espero mañana.

—Bien, cuídate.

—Sí, adiós.

—Adiós.

Cuelgo y le paso el teléfono a Jacobo. Evan nota mi inquietud y se levanta para posarse a mi lado.

—¿Todo está bien, princesa?

—Le dije iría mañana.

Me observa inquieto, más no dice nada.

—¡Bueno, vengan, les mostrare donde dormirán! —anuncia Hana.

La seguimos escaleras arriba y nos muestra la primera habitación a la derecha. Es una estancia amplia con muebles elegantes, pero al parecer vacíos.

»Aquí pueden descansar las señoritas —indica Hana.

—Gracias.

—Emmanuel, tú puedes quedarte en esta habitación —dice señalando la habitación continúa a la nuestra—. Bueno instálense y los veo abajo para comer.

Todos le agradecemos a Hana su hospitalidad y nos dirigimos a nuestras habitaciones. En la asignada a Sarah y a mí hay una sola cama, sin embargo, es lo suficientemente grande para las dos. Mi compañera comienza acomodarse y sé que yo también debería hacerlo, sin embargo, me encuentro exhausta: solo he dormido dos horas, por lo que opto por tumbarme en la cama un rato, no planeo dormirme, no obstante, poco a poco comienzo a perder la noción de la realidad, hasta encontrarme con un velo negro que comienza a caerme encima cubriendo todo mi campo visual.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro