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CAPÍTULO VEINTICUATRO


Haber venido todos ha sido una buena idea: me he divertido muchísimo y cada rostro a mí alrededor se ve relajado, feliz y tranquilo.

Me pregunto si éste será solo un buen recuerdo mañana, o el inicio de más momentos así. No quiero parecer pesimista pero fuera de esta efímera felicidad, en algún lugar, mi hermano y Richard estarán afinando su plan para atacar a Sullivan, y nuestra distracción es esencial para que ellos puedan entrar y salir ilesos.

Eso me lleva a pensar que tengo que descubrir la verdad de mi abuela, sin embargo, el tiempo avanza y tampoco tenemos nada para la distracción.

Necesitamos avanzar lento, discretos, aunque letales.

Sonrío y sigo acomodando junto con Evan todo para comer. En esta ocasión el amigo de Evan y Jacobo, Bob, nos dio vegetales cosidos, fruta picada, carne y algo de pan.

Después de una caminata y una declaración de guerra, cada bocado es un manjar.

Cuando terminamos de comer, Jacobo le pide a Evan que den una vuelta, obviamente quieren hablar y la curiosidad hace que me devane lo sesos intentando averiguar de qué.

Caminan al borde del lago mientras Betty nos habla de su familia, la cual es del Fraccionamiento Cuatro también, así que conocía a Jacobo, Evan y a Gerardo desde antes o, para ser más exactos: desde niños.

Solían jugar en casa de Evan y nos explica que no ha pasado por alto el hecho de que Evan ha cambiado, pero no lo culpan, la pérdida de su hermano no ha sido fácil, aunque aseguran que se ve más calmado desde que sale conmigo; espero que así sea.

A los diez minutos vuelven Evan y Jacobo.

—¿Les gustaría ir a conocer los alrededores? —ofrece Jacobo con una gran sonrisa. Asentimos.

—Adelántense —anuncia Evan—. Lexa y yo acomodaremos aquí y en seguida los alcanzamos. Por la forma en que me mira sé que quiere decirme algo, así que lo apoyo.

—Sí, en seguida vamos —guiño un ojo y sonrío seductoramente a Evan para que nadie cuestione nada.

Sarah ríe y empuja a todos diciendo que nos urge algo de intimidad. Cuando desaparecen en el linde del bosque rompo el silencio.

—¿Qué pasa?

—A Jacobo se le ha ocurrido algo con el juego de Sarah —comienza a decir—. Cree que puede hacer un explosivo casero y detonarlo en la fuente: un lugar público.

—No comprendo que tiene que ver con el juego tripartita.

—Verás, cree que es muy peligroso que andemos juntos los tres, así que él propone que nos dividamos el trabajo.

—¿Qué haría yo? —pregunto curiosa.

—Tú ayudarías a los heridos.

—¿Qué? —pregunto perpleja.

—El plan consiste en lo siguiente, yo me voy al bosque armado con tiempo suficiente para que no levante sospechas, ahí esperaré. Jacobo pondrá el explosivo y lo detonará. Entonces yo dispararé sin dañar a nadie. Jacobo me seguirá al inicio y de allí despistará a los que me sigan; esconderé el arma en el bosque y regresaré rápido. Y tú te encargaras del daño colateral.

No sé si eso bastará para sacar a Sullivan el tiempo suficiente, sin embargo, es lo que tenemos, así que tiene que ser suficiente. Evan me mira expectante esperando mi respuesta.

—Está bien, tenemos el inicio de un plan —puntualizo con una mueca de desagrado.

Siendo sincera, no me gusta para nada mi papel, yo debería ir a disparar o el mismo Jacobo, y Evan debería quedarse con los heridos. Es mayor la posibilidad de que lo reconozcan a él, además de que tendrá una inspección garantizada. Pero pensándolo bien, si las cosas se tuercen, yo puedo detener a Sullivan y/o garantizar que esté entretenida.

Terminamos de acomodar las cosas y decidimos esperar aquí a los demás que no tardaran en llegar, puesto que son las 16:09 horas y necesitamos irnos lo antes posible: tenemos trabajos por hacer aún. Mientras esperamos, decidimos sentarnos a contemplar el paisaje.

—¿Cuál es tu lugar favorito? —le pregunto a Evan.

—¿De la Academia? —Asiento, aunque creo conocer la respuesta—. El bosque.

—¿Por qué?

—Bueno, primero por los árboles, son seres majestuosos, que solo se dedican a brindarnos lo que necesitamos para sobrevivir o darnos lo que queremos.

Lo veo con el ceño fruncido intentado entender cómo ve el bosque.

»Cuando era niño, mis padres me regalaron un árbol en mi cumpleaños número seis. Yo estaba algo confundido por su obsequio, pero con todo eso, ambos me ayudaron a plantarlo en el jardín de nuestra casa. Por la noche, mi madre me acompaño a acostarme y le pregunté por qué un árbol.

»Entonces me contó una historia de un niño y un árbol que satisfacía todas las necesidades de este hasta su vejez y al final fallecen juntos.

—¡Ah! —exclamo sin saber qué más decir. Lo cierto es que no comprendo exactamente su conexión que trata de explicarme.

—¿Y él tuyo? —pregunta.

—Aquel árbol —respondo apuntando a mi espalda el árbol del que resbalé la primera vez que vine con él, que es justo en donde me arrinconó para besarme.

Me regala una sonrisa seguida de una mueca y sé que se ha acordado no solo de su declaración y el beso, sino de mi accidente. No quiero que en su memoria se arruine ese momento, así que paso una pierna por encima de él para quedar en su regazo, coloco mis brazos sobre sus hombros y siento como sus manos se aferran a mi cintura.

Ambos examinamos nuestros ojos y el temor se instala en mi estómago. Temo que algo salga mal en los próximos días. No veremos a Richard y mi hermano hasta dentro de varios días, demasiado tiempo considerando la situación, además, aún está la situación de mi abuela.

Sus ojos me gritan que es sincero conmigo, sin embargo, mi abuela... ella es mi madre, mi única familia o, al menos eso creo. Evan nota la incertidumbre en mi rostro porque levanta su mano derecha y me acaricia la mejilla y yo pego mi rostro lo más que puedo a ella.

—No te preocupes, todo estará bien, solo debemos ser más inteligentes que ellos —no contesto.

—¡Eh! ¿Aún no acaban? —escucho que grita Sarah.

Ni Evan ni yo prestamos atención, seguimos sumergidos en los ojos del otro.

—Vámonos, tenemos tarea que hacer, Evan —le recuerda Jacobo y esas palabras si perforan la niebla en nuestras cabezas, haciéndonos reaccionar.

Nos levantamos y una vez recogidas nuestras pertenencias comenzamos el camino de vuelta a las instalaciones de la Academia. Durante el camino Evan y yo no hablamos, no obstante, toma mi mano y siento como en algunos momentos la presión en su agarre aumenta y después se relaja.

Cuando llegamos Emmanuel acompaña a Betty a su habitación, la numero siete. Los cuatro que restamos subimos las escaleras y a la mitad Evan se detiene para susurrarme:

—Te veo en diez minutos en mi habitación.

Asiento y seguimos subiendo. Jacobo se despide de Sarah con un beso en la mano y una gran reverencia, provocando que suelte una risita boba y entre en la habitación. Cuando desaparece, Jacobo se adopta un semblante serio y asiente hacia nosotros. Evan me besa en la frente y se van a su habitación juntos.

Necesito inventar algo para reunirme con ellos en nueve minutos, pero no se me ocurre nada.

Sarah esta acostada en su cama sonriendo.

—Así que Jacobo ¡he!

—No lo sé —dice sin poder reprimir la sonrisa.

Verla feliz me hace sonreír también. Arqueo una ceja en respuesta a su cometario y ella me observa.

»Es que, no sé, ¿y si solo está jugando?

Jacobo es guapo y eso sumado a su facilidad para tratar a las mujeres lo convierte en un depredador, sin embargo, también es un caballero y aunque lo conozco poco, puedo apostar que es real lo que siente por Sarah.

Mi compañera se sienta en la cama y sacude la cabeza

—Iré a comer algo —anuncia.

—Bien —no me ha invitado, lo que quiere decir que necesita espacio, tiempo a solas y para mi buena suerte eso es justo lo que necesito en este momento.

Me levanto, tomo mis cuadernos y libros y me aseguro que no haya nadie en el pasillo cuando toco la puerta de la habitación número cuatro. Jacobo abre y me hace pasar. Estoy a punto de hablar cuando Jacobo articula la palabra «micrófonos», así que improviso algo. Según mi reloj son las 16:09 horas.

—Evan, guapo, vamos a hacer la tarea al comedor.

—Sí, dame solo un minuto.

—Jacobo, porque no nos acompañas, creo que a Sarah le encantaría que te unieras a nosotros —le propongo.

Tanto Evan como yo lo observamos y vemos como un tono rosado se revela en sus mejillas, acompañado de una sonrisa.

—Claro —dice tomando sus cosas al igual que Evan.

Los tres salimos de la habitación y cuando ya nos encontramos al pie de las escaleras, Jacobo nos desvía hasta la fuente.

—Este es el plan: requiero algunos materiales para hacer el explosivo y solo los puedo encontrar en el salón de la Capitán Isabel: ella nos imparte el taller de explosivos así que ahí encontraremos todo; sin embargo, necesito que me ayuden, les diré los materiales que ocupamos y los iremos tomando poco a poco para no llamar la atención.

»Al no conocer el día en que deberemos actuar, es necesario encontrarnos listos cuanto antes, por lo que dentro de trece a catorce días debemos tener el explosivo y el arma lista.

»Mañana te vemos en las escaleras a las 5:55, ahí te daré los materiales que necesito que consigas tú —dice señalándome. Asiento—. Bien, ahora lo más difícil: ¿cómo mantendremos a Sullivan ocupada todo este tiempo? Necesitamos darle la información que desea escuchar...

Pronto proponemos algunas ideas, pero ninguna demasiado buena como para llevarla a cabo, por lo que decidimos entrar al comedor y consultar el tema con la almohada.


En el comedor encontramos a Sarah sentada en la mesa habitual, mordisqueando un pedazo de galleta. Levanta la vista ante nuestra presencia y le regala una sonrisa tímida a mi compañero, misma que este le devuelve al instante.

—Me temo que solo hay galletas y algo de fruta —dice Sarah levantando la galleta a medias.

—Hemos venido a hacer tarea —le explica Lexa, guiñándole un ojo.

Tomamos asiento junto a ellas y Sarah se dispone a ir por sus cosas y a buscar a Emmanuel.

—Nos vemos en un rato —se despide con una sonrisa tensa.

—¿Qué le pasa? —inquiere Jacobo desconcertado por su cambio de actitud.

—Jacobo, ¿qué tanto te importa Sarah? —pregunta Lexa.

El semblante de mi compañero se vuelve repentinamente serio.

—Es algo complicado, Lexa, lo suyo es distinto —suelta señalándonos con uno de sus bolígrafos—: ambos tienen que ver con esto, pero ella... —Niega con la cabeza—. Seria egoísta ponerla en peligro solo porque la quiero.

—¿Entonces prefieres dejarla a merced de este sistema de mierda?

Jacobo se lo piensa un momento, más no responde. Nadie vuelve a tocar el tema. Avanzamos cuanto podemos a los trabajos pendientes y cuando se llegan las 21:00 horas, al comedor comienza a llegar más gente, incluida Betty, quien toma asiento en la mesa de siempre. Instantes después aparecen Emmanuel y Sarah, así que decidimos retirarnos a nuestra mesa. Le doy un beso a Lexa y me despido de sus compañeros.

En nuestra mesa solo esta Betty, por lo que Jacobo pregunta por el resto.

—Al parecer estaban estudiando para mañana —responde al tiempo que se mete un pedazo de papa en la boca.

A pesar de haber comido más que bien, los olores que impregnaban la atmosfera del comedor provocan que mi estómago proteste por no estar comiendo, así que me obligo a caminar hacia la barra y para recibir mi porción asignada.

Cuando terminamos Betty es la primera en hablar:

—Ustedes dos —dice apuntándonos con su tenedor—. Han estado muy extraños.

Ambos la miramos y de mi boca sale lo primero que se me ocurre: lo que sé que entretendrá a Betty lo suficiente como para no sospechar más.

—Bueno, es que estamos planeando una confesión —le contesto mientras señalo con la barbilla a Jacobo.

Betty abre los ojos cual búho en la densa noche y lo observa con una sonrisa incrédula.

—¿Te le declararás a Sarah? —pregunta estupefacta. Jacobo me lanza una mirada enfurruñada.

—Sí Beatriz, me le declararé a Sarah —Betty le muestra una sonrisa que le llega hasta los ojos.

—¿Puedo ayudar en algo? —ofrece con un tono serio esta vez.

—Bueno, pues...

Jacobo me fulmina con la mirada, más lo ignoro.

—Te avisaremos —me corta Jacobo, molesto, tanto que incluso se levanta y se marcha.

—¿Dije algo malo? —me pregunta Betty preocupada.

—No, Betty, en absoluto —Me levanto—. Te diré cuando se llevará a cabo la declaración —Le sonrío antes de comenzar a caminar hacia la puerta.

Intercambio una mirada con Lexa y sé que sabe que algo anda mal con Jacobo, más no me sigue, y se lo agradezco.

Llego a la habitación, sin embargo, no está aquí, bajo las escaleras y voy a la fuente. Nada. Entonces una figura negra se mueve en la pista de caucho.

Voy hacia él y cuando llego tomo asiento a su lado.

—¿Qué es lo que pasa? —pregunto con cautela.

—Evan, ahora tengo que declararme con Sarah, no tengo otra opción al menos de que hiera sus sentimientos —suspira—. No puedo ponerla en peligro solo por mis sentimientos hacia ella.

»Quizás mañana o dentro de un mes estemos muertos y quiero protegerla, pero no sé cómo. También he estado pensando en lo que dijo Lexa, en eso de dejarla aquí, ¿Y si, fuera cierto eso de que hay otro lugar a dónde ir? —sé cómo se siente, yo me encontraba así respecto a Lexa.

En poco tiempo ha cambiado mucho la situación.

—No lo sé, quizás es cierto, es un poco egoísta pensar que somos los únicos, ¿no crees? —espero un minuto y cuando no me responde continúo—. Además, creo que deberías ser sincero —mi compañero me observa con el ceño fruncido—. Bueno, ella es fuerte, te pateo el trasero no lo olvides —digo intentando animar un poco la situación.

—No es divertido, Evan, esto no es un juego —me reprende.

—No. No lo es. Lo siento —digo avergonzado—. Solo digo que le des la oportunidad de elegir: tú se sinceró y que ella decida si quedarse contigo o mantenerse al margen. Lamento haberte comprometido demás sin tu consentimiento.

—Concentrémonos en conseguir el material mañana. Ya veré que hacer.

Después de despedirme de Lexa y llevarla a su habitación, Jacobo realiza una lista de lo que necesitaremos, la repasamos y una vez hasta que la hemos grabado en nuestra memoria, y quemamos la hoja por seguridad.

Lo que haremos es una completa locura, pero necesito conocer la verdad, vengar la muerte de Gerardo y sí, también salir de aquí.

Mis padres, necesito hablar con ellos y llevármelos de esta jodida ciudad. Suspiro y dejo que mis preocupaciones se eleven con mi aliento, lo que me da tranquilidad para descansar.

Mañana tenemos examen y si todo sale bien comenzaré con el último estirón de mi educación militar. Es curioso como sigo luchando y preocupándome por eso, puesto que la vida como la conocemos hasta ahora, podría llegar a su fin para nosotros.

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