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CAPÍTULO DOCE


Para medianoche el General ya se encuentra fuera de peligro. Nos han interrogado y como era de esperarse solo excluimos la parte en que Jacobo robaba información confidencial y yo, además el hecho de que conocía a uno de los atacantes. Acontecimiento que no sé cómo decirle a Jacobo, al final de cuentas, el intento de asesinato fue contra su padre.

—¡Cadetes! —nos llama el Coronel Burgth.

Jacobo y yo nos levantamos y cuadramos.

—¡Descansen! La Coronel Sullivan ha sido informada de la situación, por lo que se quedarán a dormir aquí en la casa de los Johnson; mañana por la mañana los llevaremos a la Academia. Nos vamos a la 5:00, descansen —ordena, y esta vez dirigiéndose a Jacobo dice—: Su padre se encuentra fuera de peligro, Cadete, su madre se quedará en el hospital con él y nosotros aquí con ustedes.

—Bien —acepta Jacobo, dirigiéndose a las escales—. ¡Vamos! —Lo sigo hasta llegar a un largo pasillo en la planta superior, el cual recorremos hasta llegar a una habitación con una cama grande adornada con colchas en tonos azules marinos, lo que le da un aire elegante a la habitación de paredes blancas.

Cerramos la puerta tras nosotros. Jacobo me hace señas para que lo siga y me siente en la cama, entonces se lleva el dedo índice a los labios en ademán de silencio, frunzo el ceño, pero asiento. Se agacha junto al armario y saca algunos libros y una mochila. No comprendo lo que está haciendo, más atrapo en el aire la mochila que me ha aventado. Él toma una hoja de un cuaderno y comienza a escribir, después me la tiende.

Habla de lo que te venga en gana como distracción, nos estarán escuchando.

Lo observo con atención y asiento.

—Vaya semana ¡eh! —digo lo primero que me pasa por la cabeza.

—Ya lo creo —concuerda, sonriente. Está abriendo varios libros y sacando hojas de todos, pero no son hojas pertenecientes a estos, sino de un color amarillento y algunas otras en tonalidades azules—. Al paso que vamos nos tendrán que dar una insignia de... —sopesa, mientras busca el resto de lo que sea que está entre esos libros.

—Coroneles estaría bien —termino la frase, riéndome un poco más de lo necesario.

Jacobo me observa y tiende un par de hojas en mi dirección. Comienzo a revisarlas y él toma la conversación para que yo pueda ojearlas.

—Y a Lexa —suelta, y en cuanto escucho ese nombre levanto la vista en su dirección y él me regala una sonrisa—. Creo que esa chica tiene talento, quiero decir, cualquier otro se hubiera negado a seguirte...

En algún punto dejo de escucharlo, estoy concentrado en lo que mis ojos están viendo: es una lista que se titula «Miembros de la Asociación de Inadaptados» y ahí está el nombre de Gerardo, junto a su foto y todos sus datos, y más adelante hay un apartado donde especifica que era miembro activo, así como la fecha de fallecimiento, resaltada con rojo.

Sigo repasando la lista hasta que mi foto me devuelve la mirada, pero a diferencia del resto solo me ponen como sospechoso y que actualmente me encuentro en la Academia Black bajo vigilancia.

Entonces Jacobo me señala otro nombre, que no había visto: Alán Porter. Porter. Lexa.

Volteo para observarlo y me insta a seguir, en su apartado dice que se graduó de la Academia Black hace un año y medio y que la cursó en dos años. Entonces veo que especifica que se encontraba en la sede principal de los laboratorios como el Sujeto número treinta y seis, bajo la supervisión de La Dr. Jennifer Mendoza Rodríguez. Ahora veo lo que Jacobo quería mostrarme: a un lado en letras rojas dice «Sujeto treinta y seis, prófugo a partir del 08 de agosto de 2093» El día en que falleció Gerardo.

Aun no estoy muy seguro de qué significa, no obstante, siento como se instala un ancla en mi estómago, y de pronto me siento mareado. Entre más descubrimos, más nos vemos obligados a buscar.

—Creo que la puedo conquistar —sigue diciendo Jacobo—. ¿No lo crees?

—Claro —es lo único que sale de entre mis labios.

Me tiende una hoja donde se informa de la pérdida de un archivo referente al CR-6, no comprendo lo que quiere decir, pero igualmente tiene la fecha de extravío del día 08 de agosto del 2093.


Son las 5:45 cuando me levanto. Según nuestro horario, tenemos entrenamiento a las 6:00 así que comienzo a despertar a Sarah y Emmanuel.

—¡Oh, vamos es muy temprano! —se queja Emmanuel, en cambio Sarah se incorpora en su cama.

—Quedan quince minutos —le sentencio.

—¡Maldición! —susurra.

El martes de la semana pasada, afuera de nuestra habitación había una caja para cada uno. Contenía dos uniformes de gala, dos uniformes de campo, diez conjuntos deportivos —cinco short y cinco pants— y por último tres sudaderas. Todo con el emblema de la Academia y nuestros nombres grabados en la manga izquierda.

Yo opto por ponerme el short, el tiempo meteorológico es cálido, por lo que me resulta una buena idea. Sarah también se ha puesto short, lo que resalta su figura. Es solo unos tres centímetros más baja que yo y lleva la melena rizada recogida en una coleta baja.

—¡Vamos, quedan cinco minutos! —nos presiona Sarah.

Emmanuel se encuentra en el baño cepillándose los dientes, mientras tanto yo espero mi turno recargada en el marco de la puerta. A penas sale, entro cual rayo en el pequeño baño y cuando salimos de la habitación faltan tres minutos para las 6:00.

En las escaleras nos encontramos con Jacobo y Evan, ambos se ven cansados, tienen círculos negros bajo los ojos y me percato que llevan el mismo uniforme que nosotros.

—Buenos días, señoritas, joven —saluda Jacobo con una mueca burlona.

—¡Vamos! ¡Déjalos en paz! —protesta Evan, sonriendo.

—¿Entrenamiento o táctica? —inquiere Jacobo mientas observa nuestros atuendos.

—Entrenamiento —contesto.

—¡Que coincidencia! —exclama Jacobo—. Nosotros vamos para allá, ¿podemos acompañarlos?

—Claro que sí, guapo —se apresura Sarah a responder.

Todos sonreímos, pero Evan y yo nos observamos hasta que Jacobo otra vez nos interrumpe

—Vamos entonces.

Cuando llegamos a las pistas el Teniente Tylor y dos Capitanes más nos esperan.

—Buenos días, Cadetes. Ellos serán sus Instructores: el Capitán Alfredo y la Capitán Karoll supervisarán su desempeño. Ciclo uno, pista uno. Ciclo tres, pista dos —ordena, observando como comenzamos a desplazarnos perezosamente—. ¡Rápido, es para hoy!

El Capitán Alfredo se dirige a la pista dos con el grupo de Evan y Jacobo, sin embargo, dejo de prestar atención cuando habla nuevamente el Teniente Tylor.

—Bien, hoy empezaran su preparación. Quiero recordarles, si es que aún no lo saben, que el entrenamiento es algo que llevaran durante toda su estadía en esta Academia, no importa en qué ciclo estén o si son unos súper dotados —Revisa sus notas y continúa—. Bien, comencemos: trotaran por la pista de caucho, yo les diré en qué momento parar. ¡Vamos! ¡Muévanse!

Comenzamos a trotar, y agradezco haber corrido por las mañanas desde hace ya algún tiempo, por lo que cuando el Teniente hace sonar su silbato, marcando el fin de la carrera, siento las pantorrillas cansadas y mi respiración algo agitada, pero fuera de eso, estoy genial.

En seguida nos pone a hacer algunos ejercicios de fuerza y resistencia hasta que se llegan las 8:30, momento en que se termina el entrenamiento. Siento pequeños tirones en los brazos y piernas, apenas puedo moverlos, temo que en cualquier momento terminaré en el suelo.

No quiero ni pensar lo que me dolerá el cuerpo mañana.

—¡Mierda! Estoy a punto de tomar mis cosas y largarme a casa —exclama Sarah, riéndose.

—¿Qué tal el primer día? —pregunta Evan mientras se acerca. Distingo burla en su rostro y sé que debemos vernos ridículos.

—De maravilla —digo con sarcasmo, pero no puedo evitar sonreír.

Nos dirigimos a los vestidores para asearnos y cambiarnos. Ayer por la noche venimos a traer nuestros uniformes para acomodarlos en nuestros casilleros asignados, que es el mismo número que el de nuestra habitación, solo que el mío es el 51B, el de Sarah el 51A y el de Emmanuel el 51C.

—Espera a mañana.

—Ya. Prefiero no pensar mucho en eso.

—Bueno, eso no te servirá de mucho, tu cuerpo te lo recordará cada vez que muevas un músculo—se burla —. Bueno nos vemos en el almuerzo —se despide, entrando en el vestidor de hombres.

—Nos vemos en la fuente —asegura Emmanuel.

Sarah y yo nos apresuramos a ducharnos y arreglarnos para ir a desayunar, el estómago me ruge desde una hora después de comenzar el entrenamiento, así que estamos hambrientas.

Mientras me amarro las agujetas de las botas no dejo de pensar en Evan, hoy fue distinto, más sociable. Tiene una sonrisa muy sexy lo que hace que me resulte más... atractivo.

—¡Lexa, vamos!, Tengo mucha hambre —me apremia Sarah.

—Sí, lo siento.

Como dijo Emmanuel, está esperando en la fuente y se levanta cuando nos ve aproximarnos.

El comedor está lleno, no obstante, pasados ​​quince minutos ya estamos almorzando. A una mesa de distancia se encuentra Jacobo, Evan y algunos otros compañeros. Volteo y Evan encuentra mi mirada, pero la aparta rápidamente. Parece que el joven cálido se ha extinguido.

Durante las clases teóricas vimos las principales arterias del cuerpo, partes de un arma compacta, las principales leyes que rige nuestra ciudad, etc.

Cuando se llega la hora de la comida, en mi cabeza comienzo a repasar todo lo que vi, hasta que una voz me sobresalta.

—¡Lexa!

—¡Carajo! —maldigo llevándome una mano al pecho—. Lo siento, me asustaste.

—Perdón, pensé que me habías escuchado acercarme —Es Evan. Nuevamente me sorprende.

—Me temo que no —admito sonriendo.

—Mmm... yo, bueno quería saber si...—suspira y lo vuelve a intentar—. Quería saber si te gustaría salir conmigo después de la práctica —termina diciendo mientras me observa con esos ojos dorados.

—Sí, claro —acepto con voz cortada a causa de la sorpresa y siento como comienzo a sonrojarme.

—Bien, entonces te veo a la salida de las prácticas.

—Bien —es todo lo que soy capaz de decir.

Observo como se va hasta llegar a su mesa donde lo reciben con palmadas en la espalda y sonrisas. No quiero voltear hacia Emmanuel y Sarah porque sé que no tardarán en burlarse, así que vuelvo los ojos a mi plato, pero eso no sirve de mucho.

—Con que Evan ¡eh! —se mofa Sarah.

—¡Calla! No es eso, solo saldremos y... ya veremos.

—Bueno, pero tienes que contarnos todo, nena, y cuando digo todo, ¡es todo!

—Está bien, solo tienes que prometer que no lo mencionarás todo el tiempo.

—Hecho —acepta Sarah poniendo los ojos en blanco.

—Bueno yo apuesto a que se besan en... —sopesa unos segundos Emmanuel —. La segunda cita.

—¿Sí? —pregunta algo sorprendida Sarah—. No, yo digo que hoy mismo.

Así siguen discutiendo hasta que salimos del comedor y nos dirigimos a la sala de práctica. Evan y Jacobo estaban en frente de nosotros cuando llegamos, sin embargo, a pesar de que nos vieron, no hicieron ademan de acercarse o saludarnos. Eso me hizo fruncir el ceño, confundida.

Al igual que en la pista de entrenamiento, se nos asignó un lado de la habitación, cada lado contaba con su área de combate, de tiro, mesas con armas, y un sinfín de equipo táctico y armas blancas y de fuego.

Mientras el ciclo de Evan practicaba combate cuerpo a acuerpo, nosotros vimos otra vez las partes de un arma, aunque esta vez con el fin de desarmarla y volver a montarla.

Cuando terminamos, nos percatamos de que nuestro grupo era el único en la gran habitación, a excepción de Evan que me espera en la puerta.

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