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Amigos

Sue deseó con todo su corazón que la pista que le dio al chico que instruyó diera resultados.

La invocación era una forma forzosa de pedir “vacaciones” en su empresa.

Cuando se hacía una invocación, el que busca hacer un contrato estaba obligado a conocer el nombre real del demonio, eso era porque su poder absoluto residía en su nombre.

Sue, Sundel. Ése era su nombre.

Si escarba un poco más podría encontrarlo.

Lamentablemente cuando un alma comenzaba de nuevo se le quitaban todos sus recuerdos que tenían, Sue lo sabía pero ella se dio cuenta de algo.

Entonces... ¿Por qué nos tomamos la molestia en pasar por un juicio y que se arrepientan de lo que hicieron?

Sue tenía la teoría de que quizás parte de las enseñanzas impartidas y el querer tener  otra oportunidad se grababan en el alma. Por lo que se le ocurrió darle una pequeña pista a Dylan, si bien lo que hizo estaba muy cerca  de una infracción, no se tomarían medidas, pues en el exterior Dylan lo olvidaría.

Aunque ese no era el único motivo porque le reveló ese detalle, también fue porque Dylan le agradaba.

Su cara llorosa era realmente linda.

La sucubo recordaba con una sonrisa en la cara como el rostro de Dylan se contraía cada vez que ella apretaba su polla dentro de su cuerpo, mientras subía y bajaba los ojos de él se nublaban por el placer y la saliva escapaba de su boca jadeante.

Pero eso no era todo, cada vez que le colocaba uno de sus juguetes en el culo o materializada su magia en forma de tentáculos o ventosas... él arqueaba su espalda, Dylan fue el que más se adapto a sus juegos, ella incluso una vez se puso un arnés y...

—Hermana, ¿qué estás leyendo?

—¡¡¡...!!!— por reflejo lancé el celular de mis manos y cuando me di cuenta volví a atraparlo desesperadamente para cubrir la pantalla en mi pecho.

—...

Mi pequeño hermano tenía una expresión ridícula en su rostro como si me estuviera diciendo “¿Es enserio?” yo no decía nada, pero lo miraba con la misma intensidad.

—Te veías muy concentrada que creí que estabas en algo muy importante para ignorame mientras te llamaba... y en mi cumpleaños....  ¿qué estabas haciendo?

—Eran cosas del trabajo.— mentí desviando la mirada a otro lado, pero mi hermano parecía no tragarse mi excusa.

—¿En serio?... Hmmm...— mi hermanito hinchó sus mejillas como una ardilla enojada, aunque era un niño algo molesto no podía negar que se veía muy adorable y gracioso o lo fue hasta que volvió abrir la boca. —¡Mamiiiiii, Yoshira está leyendo cochinadas!

El niño habló tan alto que incluso algunas personas volvieron su mirada hacia nosotros, atrapé al niño con rapidez antes que volviera a decir algo más y le cubrí  la boca, todo eso ante las curiosas miradas de algunos mientras que otros la apartaron después de verme tan roja como un tomate.

Sin embargo el pequeño diablillo no planeaba dejarlo así, pues me mordió la mano.

—¡Mamá! Yoshi- ¡Auch!— cuando el mocoso me mordió se me ocurrió lo mismo, observé la parte de su cuerpo más cercana y luego clavé mis dientes en su cabeza.

—¡Mamá mírala me está mordiendo!

Nuestra madre que miraba desde una distancia cercana solo movía la cabeza, normalmente es bastante tolerante, claro si es que no le tocas las pelotas.

—“Niños” basta, todos los están observando.— lo de “niños” lo decía por mi, a veces me comportó de manera muy inmadura para mi edad, no juzguen solo me porto así con mi familia.

Mamá al ver que todavía seguíamos forcejeando nos volvió a advertir.

—¿No escucharon lo que dije?— está vez su tono era frío, inmediatamente nos soltamos y mantuvimos la boca cerrada, mi hermano aún con el ceño fruncido se dio la vuelta y me dio la espalda alejándose.

No dije nada por unos minutos, pero observé como mi hermano todavía seguía sin decir nada, con cuidado me acerqué a mamá y en voz baja le pregunté por qué estaba muy sensible, mamá suspiró al escúchame y dijo.

—Te estuvo llamando por un buen rato y no lo escuchabas.— bien ahora me sentía avergonzada, pero el sermón no termino allí.

—Estuvo esperando toda la semana para verte, se suponía que debido a tu trabajo, no vendrías, así que estaba triste, aunque no me lo dijo él se puso contento de que hayas pedido permiso para vernos.

De acuerdo, ahora si me sentía como basura, es cierto que debido a mis horarios en este momento debería estar trabajando, pero le suplique a un compañero que me cubriera, mis días libres eran escasos por tanto preciosos para quedarme en casa, en todo el año pasaba más de las tres cuartas partes  lejos de casa, supongo que no fui considerada. Estaba en medio de mi auto reproche cuando mamá volvió a hablar.

—Pero cariño, en serio me sorprendió, no esperaba que tuvieras esos gustos.

¿Espera, qué dijo?

Mamá continuó comentando.

—Estoy preocupada, no se si encuentres un chico que de deje meter un vibrador por el cul*

Me quedé tiesa, era obvio que mamá también estaba enojada, estaba utilizando su lenguaje pasivo-agresivo para regañarme, quería morirme en ese momento, cómo fue que lo leyeron.

¿Acaso estaba tan absorta?

—Ve.— me ordenó apuntando la espalda de mi hermano.

Caminé lentamente y coloqué mis brazos suavemente alrededor de sus hombros, sentí como el cuerpo de mi hermano se puso tenso pero me no me dijo nada.

—Lo siento...— le dije realmente apenada y coloqué mi mentón sobre la coronilla de su cabeza, esperé que se alejará o que incluso me dijera algo desagradable, pero no lo hizo, solo se encogió un poco.

—En verdad lo siento.— volví a decirle, está vez si me respondió.

—Esta bien, solo estabas un poco distraída... pero cómprame ese pastel que vimos en la tienda.— el tono de su voz era bajo y muy  suave, sonreí un poco, aunque trataba de sacarme dinero vi como sus ojos estaba un poco rojos.

Él era un poco sensible aunque trataba de ocultarlo, lo abracé con más fuerza en silencio y él no se quejó.

—Esta bien.— le dije, aunque en realidad ya lo había comprado, pedí que escribieran su nombre y ordené unos cupcakes con mensajes, cuando saliéramos del parque los iba a recoger.

—Pero hermana, en serio vas a tener problemas, los tentáculos están fuera de-

No dijo nada más porque lancé nuevamente mi ataque de mordida en la cabeza antes que soltará otro comentario suyo, definitivamente mi madre y mi hermano estaban dispuestos a hacerme pasar vergüenza porque aunque no era notorio algunos tenían el oído pegado en el chisme.

Moriré por humillación.

—Traidores, ni Judas se atrevió a tanto.

* *  *

Después de salir de la montaña rusa, mi madre trató de arreglar su expresión cuando puso un pie fuera del carrito a pesar de que no soltó ni un solo sonido cuando estaba dentro del juego, pero la delataron sus temblorosas piernas que parecía un ciervo recién nacido, yo salí a prisa del juego para tomar aire, necesitaba la seguridad y firmeza del suelo para calmar mi corazón que lo sentía  en la garganta.

Estoy viva, sigo viva.

Me repetía a mi misma como un mantra.

Mi hermano por el contrario parecía tener las energías renovadas, con una gran sonrisa iba diciendo que le encantó y que quería subirse otra vez.

—No.

—Ni se te ocurra.

Dijimos a la vez.

Después del susto en el juego infernal mamá y yo fuimos por unas botellas de agua en un puesto cercano, al parecer también tenían pastillas para el mareo y otras para la acidez así que de nuevo entregué mi tarjeta con un dolor en mi corazón.

—Gracias por su compra.— dijo la encargada entregando mis productos en una bolsita colorida con el logo del parque.

Salí de allí otra vez enferma, tal vez sea cierto lo que dijo mamá sobre la tacañez y que también es una enfermedad.

Suspiré hondo y le di a mamá toda la bolsita.

—Primero tómalas tú, tienes mal aspecto.— dijo mirándome con preocupación.

Pero yo solo sonreí y le dije que ya no tenía mareos.

“Con esos precios uno se olvida que está enfermo, las botellas de agua estaban al doble que las de afuera, además las pastillas también le pusieron un precio ridículo ¡Lo peor es que no dejan entrar con alimentos o bebidas! ¡Ja! pero yo me traje unas cuantas barritas energéticas en el bolso”

—¡Hermana, vamos por algodón de azúcar!

—Oye, ¿eres humano? ¿tienes un agujero negro en tu estómago o qué?— pregunté seriamente.

—¿De qué hablas? Tú eres igual.— tenía razón, yo también era una glotona, pero antes de ser una glotona soy tacaña.

—Tenemos muchos bocadillos en esas bolsas.— le dije apuntando a la pila de cajitas en bolsas coloridas.

—Esos son para comer en casa, no podemos llevar algodón de azúcar a casa.— no supe qué decir, así que solo me límite a juzgarlo con la mirada.

—Además Nicole dijo que vendría hoy, nos encontraremos en la pileta de la sirena a las tres y el puesto de algodón de azúcar queda cerca.

Suspiré ante mi falta de argumentos y luego asentí.

Bueno, solo es algodón de azúcar”

Además me agradaba esa niña, era muy linda y tierna, tenía la sensación de ver un conejito adorable cada vez que la veía.

Arrastré mis pies hacia el área de la pileta y observé el puesto de algodón de azúcar, quiero decir era imposible no observarlo.

—¿Va-vamos a pedir eso?

Estaba estupefacta, el algodón de azúcar que yo tenía en mente eran las típicas pequeñas nubes coloridas de algodón que estaban al rededor de un palito para llevarlo con facilidad... Pobre ilusa, me pregunto cómo pude subestimar el nivel de poder que tenía mi hermano para exprimirme la billetera.

El algodón de azúcar más que solo una golosina se veía como una obra de arte pero lo que más resaltaba era su gran tamaño.

Con múltiples capas de brillantes colores bajo la luz del sol y con una apariencia encantadora se hacía imposible no observarlo, diseñado exclusivamente para acaparar la atención.

El puesto del señor estaba ubicado en una de las esquinas de la zona de jardines que incluía la pileta. El grande carrito blanco con la máquina algodonera en el centro y números recipientes llenos de coloridos cristales de azúcar tintados con brillantes colores, colorantes alimentarios supongo y daban la impresión de una imagen sacada de una dulce fantasía.

El maestro quien los hacía estaba rodeado de muchas personas que admiraban sus habilidades y sacaban sus celulares para filmar todo el proceso de su trabajo, embelesados por destreza.

El trabajo del hombre vestido de inmaculado blanco era impecable y meticuloso, con gran precisión enrollaba los filos hilos de azúcar que eran despedidos de la máquina como un pequeño torbellino que constantemente cambiaba su dirección de horario a anti horario sobre el palillo mientras que sus manos se movían tan rápido que era difícil seguirle el ritmo. Primero hizo una esfera perfecta con los translúcidos hilos de azúcar.

Con solo observar su trabajo podía notar que fueron años y esfuerzo  que se tomó para llegar a esa precisión, de inmediato con una cuchara honda tomo un poco de azúcar de color rojo y la puso en el centro de la máquina, se derritió y se mezcló con el color anterior, comenzó siendo un rosa pálido y se volvió más intenso cuando se alejaba del centro.

Mientras que una mano giraba el palillo para aumentar el volumen, con la otra formaba los pétalos con una herramienta para darle forma y nuevamente echaba otro color de azúcar para añadirle otra capa.

Yo estaba fascinada que podría tomarme unos otros cuantos minutos más para describirlo pero mis ojos se posaron en la lista de precios y una vez más perdí el aliento.

Para serles sincera yo ya estaba llena con solo observar...

A quién miento... Ahora que lo ví tenía que comprarlo. Con las siguientes frases en mente “sin miedo al éxito”, “tal vez morimos mañana” y “para eso trabajoestaba en la fila lista para comprarme los más grandes, ¿recuerdan lo que les dije? Leeré o veré cualquier cosa mientras sea interesante, pues en ese preciso momento, el señor de los algodones de azúcar me había robado la atención, corazón y parte de mi dinero.

Me pregunté seriamente si eso de despilfarrar venía de familia, si era así me tenía que preocupar, pues mi hermano y yo dábamos señales de compradores convulsivos. Pobre de nuestra madre, ella era la única normal en casa.

Luego de un tiempo el teléfono de mamá sonó, era la pequeña Nicole que nos preguntaba con voz ligeramente nerviosa en qué parte del parque estábamos para reunirnos.

Mamá le dió nuestra ubicación en un tono cálido y luego colgó llamada.

—Nicol viene, está con una vecina suya porque su familia está ocupada.

En cuando dijo eso, mi hermano frunció el ceño, seguro que se identificaba con su amiga, como dicen “Las aves del mismo plumaje vuelan juntas”.

Le iba a decir algo pero él respondió de forma inesperada.

—No me agrada esa mujer.

Me sorprendió, mi hermano no era de los que expresaba su disgusto abiertamente. Quise preguntarle el por qué pero mamá se me adelantó.

—No seas mal educado solo ella es un poco...

—No me agrada.

Iba a decir algo cuando llegó nuestro turno de ordenar, guardé esa pregunta en mente para después y pedí  cinco algodones de los grandes, tres para nosotros y dos más para los que venían.

Mientras los preparaban llegó Nicol y su cuidadora. Nicol tenía una sonrisa tímida cuando llegó y una bolsa de regalo en las manos.

Nicol iba a la misma clase que mi hermano, sus padres estaban divorciados y tenía un hermano mayor que estaba enlistado  en el ejército.

Cuando nos vio, sus ojos brillaron y se agrandaron e intentó apresurar su paso para alcanzarnos casi podía ver las orejas de conejo sobre su cabeza, esa escena purificó mi oscuro corazón, pero fue detenida por la persona que la acompañaba, su expresión era seria y logré ver un toque de molestia en sus ojos aunque rápidamente arreglo su expresión al vernos y nos dió una sonrisa.

Ante el contacto de ella sobre el hombro de Nicol, la pequeña niña se quedó rígida, no la detuvo de venir hacia nosotros, pero su paso se hizo más lento.

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