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CAPÍTULO 40

Capítulo dedicado a LuciaPizarroGimenez

ETHAN

El ron se siente como fuego en mi garganta. Normalmente suelo beber vino, pero en estos momentos no me apetecía un sabor suave. Menos cuando siento mi vida tan amarga desde hace una hora.

Las risas escandalosas y el choque de vasos de los demás clientes que hay en el bar, me impide escuchar la música que sale de los parlantes colgados en las esquinas. Esto es el lado negativo de la fiesta del pueblo. Hay un elevado aumento de descontrol por la mayoría que sólo ve estas fechas como un momento para exceder límites, olvidando en el camino el verdadero valor de la celebración. Es decepcionante.

—Alguien no está de buen humor. —comenta una voz conocida.

Alzo la vista de mi vaso para encontrarme con una mujer pelirroja con ojos marrones y una piel mucho más pálida de lo normal, mirándome con una ceja alza. Tiene apoyados los antebrazos en la silla vacía que está justo frente a mí.

—No sé a qué te refieres —mascullo.

Bufa una sonrisa.

—No te hagas el tonto. Te conozco, Ethan. —me evalúa detenidamente y aparto la mirada. Odio que haga eso. —Sólo vienes cuando estás estresado, molesto o preocupado. Y en casos excepcionales, cuando te sientes culpable.

Sonrío con amargura. Hago girar el vaso suavemente en mi mano antes de darle el último trago.

—Me conoces muy bien ¿verdad, Fiorella?

—No fui tu novia por dos años en vano, guapo.

Touché.

La familia de Fiorella se mudó a New Mystery cuando era un adolescente. Eran de esos pequeños grupos nómadas que se quedaban unos años antes de irse a otra ciudad. No eran los primeros que pasaban por el pueblo, y mis padres creían que pronto se irían como llegaron. Se equivocaron.

Fiorella comenzó a asistir a nuestro instituto, y coincidimos en varias clases. Empezamos a acercarnos poco a poco hasta volvernos inseparables. Me sentía cómodo con su compañía, y su personalidad desafiante y aventurera comenzó a atraerme. Cuando ambos confesamos lo que sentíamos decidimos darnos una oportunidad, aunque siempre tuvimos presente que nuestra relación, tarde o temprano, iba a tener fecha de caducidad. Y estuvimos bien con eso.

Ahora somos amigos y socios. Cuando terminamos la preparatoria, Fiorella se fue a prestar sus servicios en la corte Dragomir como intermediaria con sus relaciones con otros reinos o grupos minoritarios. Como la manada.

—Tierra llamando a Ethan. —chasquea los dedos frente a mí. Parpadeo y la observo—. ¿Vas a decirme qué pasa?

Suspiro pesadamente.

—Te gustan las adivinanzas. ¿Por qué no lo intentas?

Alza las cejas, interesada ante el desafío.

—De acuerdo. —Apoya su barbilla en su puño. Se queda en silencio estudiando mi rostro con atención. —¿El viñedo? No. ¿El regreso de Cedric? Tal vez, pero no es suficiente. 

—¿Cómo sabes lo de...?

—Coincidimos en nuestra llegada. —se encoge de hombros. —Está tan amigable como siempre.

Me reservo mis comentarios. Cedric nunca ha sido conocido por ser amigable. Antes era muy cercano a Fiorella, pero un día se alejó de repente. Así era él.

—Continúa. Estás cerca. —respondo, volviendo al tema anterior.

—Mmm —se muerde el labio pensativa hasta que una idea pasa por su mente e ilumina su mirada. —¡Oh, ya sé! Es una chica.

Sonrío ligeramente.

—Alguien que le entregue su estrellita a la vampiro.

—No me digas que... —suelta una carcajada, incrédula. —Encontraste a tu compañera. —suena más a una afirmación que pregunta.

Alzo el vaso a modo de brindis.

—Tenemos una ganadora. —digo con voz apagada.

Ladea la cabeza.

—En otra ocasión disfrutaría de mi victoria, pero veo que estás mal. —suspira— ¿No quiere aceptar el lazo?

Niego bebiendo mi trago.

—No. Pasó algo y... tuvimos un problema.

—¿Muy feo? —indaga.

—Me pidió tiempo.

Hace una mueca siseando con los dientes.

—Ay no, Ethan. Pero, ¿Qué...? —se ve interrumpida cuando se escucha un escándalo al fondo del bar. Resopla fastidiada. —Ahora vengo, no te vayas a mover. —advierte apuntándome con el dedo.

Toma una jarra de agua y camina decidida hacia la zona donde está la mesa de billar. Los dos motociclistas corpulentos que hacen el escándalo, ahuyentan a los demás clientes cuando empiezan a empujarse. Podría acercarme a detenerlo, pero Fiorella es capaz de hacerlo sola. Tal vez utilice su hipnosis o sólo los eche de una patada en el trasero.

En la parte superior de la pared frente a mí, hay unos pequeños ojos rojos con luz de neón como decoración. Inevitablemente lo relaciono con lo ocurrido y recuerdo el ojo de Mia. Un tono rojo sangre que nunca había visto, ni siquiera en los vampiros. Era perturbador, pero el peor sin duda alguna fue el que tenía la esclerótica negra y el iris rojo. Había tanta oscuridad, crueldad y odio. Era todo lo contrario a lo que es Mia.

No fue ella en ese momento. Estoy seguro de eso. No sé cómo, pero no era ella. Incluso sus facciones habían cambiado. En ese momento había demasiadas emociones combinadas, pero en lo más profundo de su ser, encontré su miedo y confusión, como si no supiera qué estaba pasando en ese momento.

He estado pensando en todas las posibilidades, y solo hay una que suena lo más lógico, pero también lo más arriesgado. Cuando un druida pasaba a ser darach, entregaba su alma al infierno. De esta manera, los demonios devoraban su luz para crear un vínculo que les permitiera poseer el cuerpo para hacer sus fechorías en la tierra. Si ese fuera el caso, mi idea es que el demonio no está feliz con nuestro lazo, me considera una amenaza porque sabe que mientras haya alguien dispuesto a guiar a Mia a la luz, no sucumbirá en sus poderes oscuros.

Ha conseguido distanciarnos, por ahora. No será así por mucho tiempo, lo juro por los dioses.

—Odio a estos bárbaros. —farfulla la pelirroja volviendo a su lugar con la jarra vacía.

En ese momento, los hombres pasan detrás de mí y salen del bar con la parte superior de sus cuerpos mojados.

—No es verdad. —hablo divertido mirándola. Ella alza una ceja —Son tus mejores clientes.

—Son los clientes de mi padre —aclara—. Sólo estoy aquí porque... —se detiene a media oración.

Frunzo el ceño. Me lleva unos segundos darme cuenta que no es normal ver a Fiorella trabajando en el bar. Su trabajo siendo la mano derecha de mi madre en la alcaldía del pueblo le acapara mucho tiempo para esto.

Entonces...

—¿Por qué estás aquí, Fiorella? —cuestiono, intrigado. —Deberías estar en la plaza con mi madre.

Su mandíbula se tensa al mismo tiempo que cambia su peso de un lado a otro, como si no quisiera decirme lo que sea que esté pasando.

—Fiorella.

Resopla frustrada.

—Acompáñame. —indica, tomando su chaqueta.

Tras dejar a su hermano menor a cargo, ambos salimos del bar. Veo el cielo, faltan pocas horas para que anochezca y en la fortaleza comience el Lugnasad. Espero esto termine pronto para volver a tiempo. Mi madre no perdonará que me pierda la presentación de Alina y Paul como pareja.

—Imagino trajiste tu auto.

—¿Quieres que te lleve de paseo? —bromeo, tanteando la seriedad del asunto. Si Fiorella se ríe hay la posibilidad que no sea tan grave, pero si no lo hace es porque de verdad tengo que preocuparme.

No se ríe.

—Si consideras ir a la morgue como paseo, tómalo como un sí.

Mis pasos desaceleran, quedándome atrás. ¿La morgue? ¿Qué diablos sucedió en este mes que estuve fuera? En mis años como alfa jamás me han llamado a la morgue. Cuando vuelvo a caminar siento que mi abdomen se pone rígido.

Llegamos a mi auto, quito el seguro y Fiorella no tarda en subirse al asiento copiloto. No me doy cuenta hasta ese momento que se había puesto lentes de sol. A pesar de que lleva el anillo solar, siempre tuvo una extra sensibilidad a la exposición al sol.

—No vas a decirme nada hasta que lleguemos allá, ¿verdad? —meto la llave, girándola y encendiendo el motor de inmediato.

Antes de poner el auto en marcha, envío un mensaje a Elena y Anna de a dónde me dirijo y que cuiden a mi hermana.

Veo la duda en su mirada mientras muerde sus nudillos. El malestar en mi estómago se incrementa más porque conozco sus expresiones corporales. No tengo que ser adivino para saber que no sabe si decirme lo que está sucediendo porque teme mi reacción.

—Solo quiero que sepas que no te lo dije porque tu madre me lo pidió —advierte.

Mi agarre en el volante se hace más fuerte. ¿Mi madre me ocultó que hay problemas? 

—Sólo dilo. —respondo secamente. Detesto los rodeos y ella lo sabe.

—Han profanado las tumbas de varias personas. —hace una pausa antes de soltar la bomba: —Entre ellas la de tu padre.

MIA

Mi vestido blanco y gladiadoras son reemplazados por un conjunto de ropa deportiva que me compré una vez con Lena cuando intentamos incluir el deporte en nuestras vidas. Y digo intentamos porque fuimos tres días seguidos al gimnasio hasta que levantamos bandera blanca en señal de rendición.

Ahora ese tiempo parece tan lejano. Todoo lo relacionado a mi vida en Portland parece como si hubiera sido hace siglos. Me observo en el espejo. Hay un cambio increíble en mi aspecto. Luzco más... motivada, libre y fuerte. Tengo un montón de problemas arrastrando, pero mi determinación hace que continúe. Me gusta esta versión.

Mi entrenamiento está por empezar. Admito que estoy un poco nerviosa porque no sé qué clase de poderes surgirán o si los sabré manejar. Haré mi mayor esfuerzo. Quiero honrar a las mujeres celtas de la antigüedad, las cuales eran muy poderosas y respetadas, no eran minimizadas por su género como en otras culturas. Mi propósito es ser como ellas, como Anna y Hillary, voy a usar mis poderes ya sean buenos o malos a mi favor, no dejaré que me dominen. Sé que lo lograré.

También debo comenzar mi entrenamiento para cuando llegue el momento de transformarme. Paul me dijo que estaba entrenando bajo la supervisión de Cedric. Imagino que será igual para mí y debo decir que es lo que menos me preocupa. Ya he podido conocer un poco a Cedric y creo que podremos llevar una relación cordial. Siempre y cuando no me saque de mis casillas.

Bajo las escaleras poniéndome a un costado cada vez que las personas suben o baja llevando cosas para la cocina o la decoración. Veo a las mujeres hacer con bastante esmero y dedicación unos ramos con flores de diversos colores con ramas de trigo. No puedo evitar imaginar a mi madre en su lugar. ¿Ella hacía eso? ¿Celebraba el Lugnasad y se ponía tan emocionada como la gente que vive aquí?

La extraño más que nunca, aunque nunca la conocí. Me hubiera gustado tenerla como mi guía en este mundo, que me enseñe todo lo que significaba ser druida, ser madre e hija enfrentándonos a la vida juntas. Los dioses fueron crueles arrebatándomela tan pronto.

—¿Mia? —una mano me detiene y giro en su dirección.

Es la señora Adelaide.

—¿Estás bien, cielo? —me pregunta, preocupada.

Dudo un momento en responderle antes de terminar asintiendo.

—Sí, solo... —maldigo mentalmente cuando mi voz me falla.

¿En serio, Mia? ¿En serio te vas a poner a llorar en estos momentos?

Me muerdo el interior de mis mejillas apretando mis puños. Soy tan tonta. Solo yo me pongo a recordar a mi madre sabiendo cómo me afecta antes de ir a entrenar.

La señora Adelaide frunce el ceño más preocupada al ver mi estado y entrega las cosas que estaba cargando a un joven que no duda en llevarlo alejándose.

Me rodea con un brazo, la calidez de su cuerpo me atrapa de inmediato.

—Ven, vamos al jardín.

—Uh, no creo yo... —trago saliva— voy a entrenar con Astartea y...

—Entonces déjame acompañarte hasta allá —me sonríe cálidamente. No puedo decirle que no. Es difícil intentar darle la contraria a esta mujer. Lo supe desde ese día en Chicago y también por la forma en cómo obedecen las personas aquí, su palabra es sagrada.

Caminamos saliendo por la puerta principal y me quedo maravillada al ver la entrada decorada con flores de color anaranjado, amarillo y rojo flotar en el agua de la fuente, tambien hay ramos repartidos por varias zonas. Es simplemente hermoso.

—Entonces... —habla después de unos minutos en silencio— ¿Quieres contarme lo que sucedió? ¿Mi hijo te dio problemas? Si es así avísame y le lanzaré una buena chancla en la cabeza.

Escuchar sobre Ethan me provoca un pinchazo de dolor en mi corazón. Miro a la mujer y me pregunto si me seguiría tratando de forma tal dulce si supiera lo que le hice a su hijo. O tal vez ya lo sabe y está buscando cómo tomar venganza. He aprendido a desconfiar hasta de mi sombra.

—Tu hijo sería incapaz de hacerme algo, Adelaide. —respondo para su tranquilidad.

—¿Entonces?

Suspiro fijando mi mirada en el bosque que estamos por adentrarnos.

—Pensaba en mi madre. —es la mejor respuesta para que no más haga preguntas.

—Leticia —dice con un suspiro de tristeza siguiéndole.

Giro a verla sorprendida.

—¿Cómo...? —Mi pregunta queda en el aire cuando me mira de reojo. —Usted la conoció. —asumo con el corazón latiéndome con fuerza.

—Vivió un tiempo en New Mystery. Antes de que tu hermano naciera y también volvió cuando él era pequeño.

—¿Vivió aquí? —mi voz es chillona cuando digo esas dos palabras. No estoy procesando lo que me está diciendo. ¿Aiden y mamá ya habían estado aquí antes? ¿Por qué Aiden nunca me lo dijo?

—La primera vez que vino fue por solicitud de mi esposo. Verás, los druidas era conocidos no sólo por ser sacerdotes, filósofos, sanadores o guardianes de la naturaleza. Algunos llegaban a ser consejeros y conciliadores para manadas o reinos de vampiros y licántropos.

—¿Por qué solo a ellos?

—Porque estamos en la punta de la pirámide de criaturas sobrenaturales. Los demás suelen ofrecernos sus servicios ya sea por un trueque o por protección. —explica— Además, somos las especies que llevan más tiempo peleando. 

Me quedo sin palabras. Observo el bosque a mi alrededor y siento que mi corazón se estruja al pensar que mi madre estuvo aquí, que probablemente hizo el mismo recorrido que yo. Siempre busqué una conexión con ella para sentirla más cerca, no era fácil hacerlo en casa con mis propios recuerdos. Pero aquí es distinto. Creo que aquí fue feliz.

—¿Cómo era ella? —pregunto.

Adelaide parece sumida en sus pensamientos hasta que una sonrisa nostálgica se forma en su rostro.

—Tu madre era maravillosa. Seguro eso ya lo sabes. Cuando hablabas con ella sentías paz, tenía esa habilidad de hacer que el lugar que pise se sienta agradable. Fue nuestra consejera durante mucho tiempo, nuestro hogar fue el suyo, se convirtió en una parte de nuestra familia. Era mi amiga. —su voz le falla un momento y lo oculta tosiendo ligeramente antes de continuar— Nunca volví a saber de ella cuando se fue. Y fue mi error por no buscarla. Creí que estaría bien, si hubiera sabido lo que pasaba... —se detiene a mirarme y comprendo a lo que se refiere. Trato de sonreírle para que no se mortifique.— Veo mucho de ella en ti. Muy aparte del gran parecido físico, tienes su sonrisa, su dulzura y bondad para ayudar a los demás. La valentía sí lo sacaste de su hermana.

Me detengo abruptamente.

—¿Hermana?

¿Mi madre tenía una hermana?

—Creí que lo sabías —sus ojos están más abiertos por el desconcierto—. Vino con ella la segunda vez con Aiden. Se llamaba Acacia.

Mis hombros se encorvan al escuchar el tiempo pasado que utiliza para referirse a ella.

—Murió.

Se encoge de hombros suavemente.

—Nadie lo sabe. Desapareció poco tiempo después de que tu madre se fuera.

Asiento mientras estrujo mis dedos. Mi madre está muerta. Mi tía desaparecida. Y mi hermano y yo hemos vivido un infierno. Parece que la desgracia sigue a los Buchannan.

Seguimos caminando en silencio hasta que llegamos a una comunidad. Hay pequeñas cabañas en filas de un estilo rústico que varían entre un piso o dos con una corona de flores silvestres y espigas de trigo colgando de la puerta principal de cada una. Algunos ancianos están sentados en la entrada observando a los niños jugar, y hombres y mujeres están cargando leña para formar una fogata como la que se está construyendo en la Fortaleza.

Todos se detienen cuando perciben la presencia de Adelaide a mi lado, deteniendo sus actividades. El aire abandona mis pulmones cuando todos se arrodillan agachando la cabeza en modo de respeto. Nunca había visto algo como esto.

Màthair, es un placer tenerla aquí. —dice uno de ellos, el más cercano a nosotras y que asumo es el líder.

Al levantarse, noto que alto, capaz un poco más bajo que Ethan. Su cabello rubio roza sus hombros, sus ojos me recuerdan al carbón y su mandíbula cuadrada y firme tiene algo que aumenta su porte casi militar. Debido al sol y al trabajo que está haciendo sólo lleva puesto un pantalón que cuelga de sus caderas y revela el comienzo de una "V".

—Hola Reckfall. —Adelaide sonríe ampliamente estirando su mano y el hombre la toma con gentileza para dejar un beso, es un gesto que parece entre madre e hijo. —¿Cómo están sus preparativos para esta noche?

—Cerca de culminar. Nos falta terminar el altar y la fogata para dar comienzo.

Adelaide sonríe con aprobación mirando el lugar.

—Buen trabajo. El dios Lug estará satisfecho. —voltea a verme y me hace un gesto para que me acerque. No me había dado cuenta en qué momento me había quedado atrás. Doy unos cuantos pasos hacia adelante ante la curiosa mirada del hombre. Adelaide sonríe rodeándome con un brazo. —Reckfall, ella es Mia Walker. La compañera de Ethan.

Los ojos de Reckfall se abren de sorpresa antes de inclinar la mitad de su cuerpo para adelante tomando mi mano, haciendo que roce con su frente.

Pero, ¿Qué...?

—Es un honor conocerla, señorita Walker. Soy Reckfall Redwig, uno de los betas del alfa. Estoy a sus servicios para lo que necesite.

Abro y cierro la boca en un intento de responder, pero no encuentro las palabras. Hizo una reverencia. Una reverencia. ¿Por qué hizo eso?

—Yo...

—Querida, ¿no tenías entrenamiento con Astartea? —interviene Adelaide— Debe estar esperándote en el río.

—¿Dónde está eso?

—Mi esposa la guiará. —Reckfall se gira y llama a una mujer que aparece de inmediato.

La mujer se presenta como Hannah y, al igual que su esposo, hace una reverencia a pesar de su avanzado estado de gestación.

—¿Puedo preguntarle algo? —rompo el silencio luego de habernos alejado de la comunidad. Hemos vuelto al bosque, solo que ahora estamos bajando por un sendero un poco inclinado.

—Por supuesto, señorita Walker.

—¿Por qué me saludaron así? No me malinterprete, es solo que... fue raro. —hablo tan rápido por el esfuerzo que es bajar el sendero y no terminar rodando, que no sé si entendió lo que quise decir.

—No se preocupe. Entiendo que puede ser algo raro si no se ha criado en nuestras costumbres. —se detiene para voltear a mirarme con una sonrisa radiante. Se aparta el cabello rubio del rostro y da varias respiraciones antes de contestar.—  Es el saludo formal hacia la familia del alfa de la manada. Y lo es aún más considerando que ustedes son nuestros gobernantes absolutos.

—Pero yo no soy... —me detengo al ver su rostro de confusión.— Quiero decir, yo soy nueva. Acabo de llegar.

—Eso no importa. Usted es la compañera de nuestro alfa. —enfatiza cada palabra como si fuera suficiente para que me lo memorice. —Está destinada a estar con él y a gobernar juntos, liderarnos en los días buenos y malos. Es suficiente razón para tratarla con el respeto que se merece.

Si no nos hubiéramos detenido, estaría cayendo de la impresión. ¿Yo? ¿Gobernar? Me esperaba cualquier cosa menos esto. Dioses, a penas puedo conmigo misma y esperan que los lidere.

Me quedo en silencio después de eso. Nunca hablé con Ethan sobre deberes que tomaría por ser su compañera. Tal vez debí asumirlo, pero de todas formas tuvo que decírmelo para que el impacto fuera menos.

Sigo pensando en eso cuando Hannah me da una última indicación antes de volver por el camino de regreso. Me quedo unos segundos ahí, observándola, hasta que me aseguro que estará bien. Una vez ha desaparecido de mi vista, camino hasta escuchar la corriente del río más cerca.

—Te tardaste. —dice Astartea. La veo sentada en una gran roca cerca de la orilla del río.

—Lo lamento. —me disculpo, sintiéndome avergonzada. No me gusta llegar tarde —Adelaide me presentó a la comunidad y...

—Oí la conversación —interrumpe—. Será mejor que te acostumbres. Ahora formas parte de la élite de la manada O'Pry. —dice y hace un gesto hacia otra roca que está frente a ella.

Obedezco y camino sobre las pequeñas piedras salpicando el agua debajo de mis zapatillas hasta que subo a la roca. Apoyo mis manos y me impulso hacia arriba hasta lograr subirme y sentarme sobre la superficie lisa.

—Bien, demos inicio a tu entrenamiento.

ETHAN

El peor día de mi vida fue cuando Josh O'Pry dejó este mundo; dejando atrás a mi madre, a mis hermanos, a la manada y a mí.

Cuando me dieron la noticia tenía solo seis meses de haber cumplido dieciocho y había dejado el pueblo por primera vez en mi vida para perseguir mi sueño de ser pianista. Tuve que asimilar en el conservatorio, completamente solo, que había perdido a mi padre, mi mejor amigo, mi consejero, mi entrenador y al alfa de nuestra manada. Era imposible de creer. ¿El gran Josh O'Pry muerto? Recuerdo que llené su buzón de voz exigiéndole que me dijera que era mentira, llamé más de trescientas veces y dejé muchos mensajes que nunca fueron respondidos. Y cuando fui consciente de eso fue devastador.

De regreso a mi hogar, lloré, grité y maldije a los dioses por arrebatármelo tan pronto. Olvidé mi respeto a ellos, me sentía traicionado y herido. Sabía por los ancianos de la manada que, según las leyendas, las almas de los guerreros son las más preciadas para los dioses y son felices de recibirlas. Pero no era el momento. No aún. Mi madre lo necesitaba. Alina, que para ese entonces tenía doce años, lo necesitaba. Yo lo necesitaba. La manada lo necesitaba.

El mundo se sintió más frío y oscuro tras su muerte.

Comprendí que no había espacio para sueños cuando ni bien puse un pie en la fortaleza y pasaban muchas cosas al mismo tiempo: Mi madre desconsolada por perder a su alma gemela, la manada perdida, Alina viendo a su familia caer en el caos sin comprender el porqué y los betas de mi padre preguntándome qué hacer. Ahí fue que caí en cuenta que ahora yo era el alfa, y se esperaba de mí que tomara el lugar y los levantara de esa oscuridad. Y eso hice, me tragué mi dolor y me dediqué a ellos completamente hasta ahora.

—Lo descubrimos hace unos días. —Fiorella sigue hablando, pero soy incapaz de prestarle atención. Su voz suena distante a pesar de que está a unos centímetros de distancia. —Lo siento mucho, Ethan.

Apenas y reconozco el lugar la tumba frente a mí. Hasta hace dos meses era un lugar digno para él donde rendirle respeto. Ahora la lápida tiene un grieta en la mitad, el hoyo donde estaba sepultado su ataúd ha vuelto a ser escarbado, dejando el lugar de reposo de mi padre abierto, roto, profanado.

¿Cómo pudieron hacer esto? ¿Quién pudo hacerlo?

La furia arde en mi interior. Mis manos se cierran en puños y la presión de mis uñas clavándose en mi piel comienza a doler. El aire se siente denso en mis pulmones y cuando trato de llenarlos una punzada de dolor atraviesa mi corazón y me detengo. Mi cabeza parece que va a estallar en cualquier momento así que pienso en una sola cosa para mantener el equilibrio: Vengarme.

Sea quien sea que haya sido, donde quiera que esté o cuales sean sus motivos, voy a encontrarlo y haré que suplique mi misericordia que no le daré, pero que gozaré de verlo humillarse.

Me inclino para tomar un puñado de tierra en mi mano y cerrar los ojos, esperando que mi juramento sea escuchado por la diosa Morrigan para que cuando llegue el momento que el alma vaya al infierno sólo le espere oscuridad y la eterna tortura.

—Es la última vez que me escondan algo como esto. —Desconozco la frialdad en mi voz cuando digo en voz alta cada palabra.

Suelto la tierra y me enfrento a Fiorella, quien me mira pasmada, dando un paso atrás.

Alzo mi vista y Fiorella me mira con los ojos bien abierto debido a la impresión. Lo sé, nunca me ha escuchado hablar de esa manera. Y es que nunca me ha visto molesto.

—Solo seguía órdenes de tu madre. —su voz duda por un momento, y es suficiente para que su lengua se trabe.

—Mi madre es la alcaldesa y ve temas del pueblo. Pero yo soy el alfa, el pueblo me pertenece y soy el encargado de cuidar a cada humano, vampiro, licántropo, brujo o hada que viva aquí. —me levanto, dando pasos lentos hacia ella. —Yo soy la mayor autoridad aquí, y todo me debe ser informado. ¿Está claro?

Asiente solemne aclarándose la garganta.

—Perfectamente, Ethan.

—Vamos a la morgue —comienzo a alejarme del lugar—. Quiero ver qué información tienen hasta ahora. ¿Quiénes más saben de esto?

—Solo tu madre, Zaira y yo. Ah, y un par de brujos. —agrega siguiéndome el paso hasta quedar a mi lado. —Queríamos que esto sea lo más privado posible así que les pedimos crearan una ilusión sobre las otras tumbas profanadas para que las familias no sospechen.

Mejor así. Si las familias supieran lo que está sucediendo armarían un escándalo o peor aún, buscarían al responsable, se echarían acusaciones entre ellos y el pueblo sería un desastre. 

—¿Cuántas tumbas han sido profanadas?

—Diez con la de tu padre.

La detengo del brazo girándola hacia mí. Debe ser una maldita broma.

—¿Diez tumbas y no pensaron en decírmelo?

—Igual no habrías hecho nada porque no estabas aquí. —espeta apartándose de mi agarre —Hasta donde puedo imaginar, estuviste con tu compañera todo este tiempo tratando de ganarte su confianza. Nunca llamaste ni enviaste un mensaje. Tu madre me lo dijo. Dime, ¿Cómo querías que te lo dijera? Tus prioridades eran otras y no te estoy culpando por eso. Así que tampoco intentes desquitarte conmigo, Ethan.

Me lanza una mirada colérica antes de meterse al auto y esperarme en silencio.

***

Cuando llegamos a la morgue, Zaira, la encargada del lugar, nos espera en la entrada para guiarnos al depósito. Por su aspecto deduzco que ha dormido poco.

—¿Y bien? ¿Qué es lo que tengo que ver? —cuestiono cuando nadie habla y seguimos el pasillo en silencio.

Zaira se pasa una mano por su cabello, nerviosa, sin intenciones de hablar. Le lanza una mirada a la pelirroja y esta suelta un suspiro antes de comenzar:

—Uno de los brujos que te comenté antes, fue a inspeccionar el hechizo cuando se encontró con alguien tratando de llevarme otro cuerpo —empieza—. Tuvieron un enfrentamiento, pero al final el desconocido escapó. Pero logramos recuperar el cuerpo.

—Y descubrí algo interesante. —agrega Zaira, ajustándose sus lentes —Justo iba a llamar a Adelaide cuando Fiorella me informó que ustedes vendrían.

Abre la puerta y se me eriza la piel bajo la camisa por la temperatura del lugar. Huele a muerte y a sustancias químicas que pican en mi nariz.

Espero a un lado en silencio, observando a Zaira moverse y abrir una de las unidades y sacar una camilla donde se encuentra un cuerpo que está cubierto desde la cabeza hasta la mitad de las piernas. Me acerco en el momento que lo descubren.

—Esta persona lleva más de veinte años muerta.

Alzo una ceja y miro detenidamente.

—Zaira, no soy forense. Pero estoy seguro que este no es el aspecto que debería tener un cadáver. —apenas tiene zonas descompuestas. Cuando la vi, creí que había muerto no hace mucho.

—Lo sé, también me pareció raro. Por eso utilicé mis poderes para inspeccionarla y descubrí que tiene un hechizo de regeneración de piel. —se pone unos guantes quirúrgicos para tomar el brazo y doblarlo para enseñarnos la piel cerca de su codo.

Hay una mancha negra cubriendo toda esa zona y haciendo visible sus venas de alrededor.

—¿Ven esto? No es nada bueno. Es rastro de magia negra. Quien haya sacado el cuerpo, su intención era regenerar su cuerpo para que esté listo.

Levanto mi mirada.

—¿Listo para qué?

—Para ser poseído por un demonio. 


*Angie agregando un nuevo misterio*

Hola mi gente hermosa. ¿Cómo están?

La cuenta regresiva cada vez más se reduce.

PREGUNTAS

¿Qué opinan de Fiorella?

¿Teorías de las profanaciones de tumbas? 

¿Por qué la tumba del padre de Ethan?

¿Se esperaban saber que Leticia y Adelaide se conocían?

¿Creen que la tía de Mia está muerta o desaparecida?

¿Quién quiere ayudar a que un demonio esté entre los vivos?

VOTEN Y COMENTEN (Aunque no lo crean, ver sus comentarios me incentivan a actualizar más seguido así que denme amorcito)

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